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La travesía del desierto del pueblo catalán

Cataluña y en Galicia y que en el caso de los vascones tienen sus orígenes hace miles de años. A poco que se repase la historia del Imperio romano y de su presencia continuada a lo largo de más de 500 años, podremos ver que los pueblos dominados militarmente por el Imperio, fueron respetados en tres aspectos básicos: sus lenguas, sus leyes y sus dioses. Así la llamada Hispania por los romanos fue dividida en Tarraconensis, Lusitania y Betica, tres regiones en las que posteriormente la lengua del imperio romano –el latín— evolucionaría de forma bien distinta a lo largo de los siglos. De forma resumida, en la Tarraconensis a partir del siglo V evolucionaría el primitivo Catalán al Noreste, recibiendo a su vez la influencia de la lengua de Occitania y aparece el Castellano primitivo en el Norte, como lengua de los cántabros que será extendida hacia el sur, salvo la excepción del Vascuence o Euskera, lengua de los Vascos; en la Lusitania el luso, más conocido como Portugués se expande a lo largo de la costa atlántica y en la Betica (sur de la península) a duras penas se conservaría el latín vulgar hasta la reconquista, después de 700 años de influencia de la lengua árabe aparejada al Islam, donde se va a producir una penetración del castellano gracias a la imposición de los Reyes Católicos, otro tanto pasará en la islas canarias que exterminará a los aborígenes guanches y su lengua. A esto último se le conoce como nacionalcatolicismo españolista.

Durante los más de dos siglos de presencia de los godos en la península ibérica, no se va a producir ninguna alteración reseñable en las lenguas de los distintos pueblos de la península. La dominación religiosa entonces no supuso un factor importante a la hora de influir en las lenguas vernáculas dado que su lengua era el latín culto, lengua desconocida por los pueblos y sólo al alcance de las élites, ya que las lenguas eran orales y se transmitían por vía materna, de ahí que sean un patrimonio ajeno a los conquistadores extranjeros. Pero si el idioma es una seña de identidad propia que diferencia a los pueblos, hay otras señas de identidad que se superponen al idioma y que aglutinan de forma coercitiva a pueblos diferenciados: la religión. Para entender este fenómeno hay que retrotraerse a más de 5000 años, cuando se origina las protoreligiones, la escritura cuneiforme en el Creciente Fértil. Aparece entonces la primera obra literaria escrita en tablillas de barro, La Epopeya de Gilgamesh, que nos descubre las contradicciones entre los habitantes de las ciudades y los pobladores de los campos, personificándolo en el salvaje Enkidu que vive entre las bestias salvajes y el sofisticado rey Gilgamesh, héroe de la ciudad de Uruk.

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Las monarquías europeas han sojuzgado a las pequeñas naciones desde hace siglos

Los judíos conocerían siglos más tarde la importancia de esta obra literaria que perduraría más de mil años y que les serviría de argumento para su personaje Abrahán. Pero los judíos no contarán con una lengua común y mucho menos escrita hasta miles de años después, habrá que esperar hasta el siglo III antes de la era común, cuando el Rey Ptolomeo II encarga la recopilación de todos los escritos de los judíos para que aparezca la Biblia. Mientras tanto, el judaísmo fue una religión propia de pueblos errantes que se difundía por las ciudades estado de Oriente Medio, sin importar la lengua materna del creyente, alcanzando la categoría de la leyenda de Gilgamesh, transmitida oralmente de generación en generación hasta el año 100 antes de la era común. Para entonces ya era conocida la existencia del pueblo judío, que no tenía un territorio, ni una lengua común, pueblo elegido de Dios al que le había otorgado a perpetuidad las tierras de Jerusalén. Cuando los judíos construyen el templo de Jerusalén se niegan a que los dioses de los romanos sean instalados en su templo. El judío Josefo Flavio, autor de la historia de los judíos y sus guerras, se sublevará con los zelotes (saducedos) contra la

tiranía de Roma, con el fin de instaurar una nación judía y años más tarde traicionando a los suyos, acompañará a Tito Flavio en la destrucción del templo de Jerusalén y la expulsión de los judíos, lo que daría comienzo a la llamada diáspora, hasta que en el siglo XX se funda el Estado de Israel. Durante tres mil años se forjó la conciencia nacional de los judíos, eso que es difícil de entender y fácil de explicar para algunos. Cuando un conjunto de personas asumen que son diferentes a otras, bien por su idioma, su cultura y en el caso de los judíos, sobre todo por su religión, nada ni nadie impedirá que lleven a cabo su deseo de constituirse como nación diferenciada, al margen de sus ideas políticas, siempre que generación tras generación luchen por ese objetivo. No es la primera vez que los catalanes proclaman la república catalana, es la cuarta. La larga lucha de los catalanes sigue y seguirá, no están en el desierto, están en su tierra, tienen una historia común, una lengua materna, una cultura propia y una psicología nacional diferenciada. Serán mayoría o minoría, pero no van a desaparecer ni a esparcirse por el mundo, cuentan con la solidaridad y el reconocimiento de buena parte de los pueblos de España y del mundo.

Por lo tanto la “cuestión catalana” va a existir siempre, mientras los gobiernos del Estado español sigan de espaldas a esa realidad, los catalanes seguirán luchando por su derecho a ser una nación por todos los medios, generación tras generación, como hicieron los judíos.

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