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Autodeterminación y Globalización

27/10/2019 No por polémica hay que abandonar la discusión sobre el derecho de autodeterminación de los pueblos, ya que acudimos a múltiples manifestaciones de nacionalismo que resultan preocupantes, en pleno siglo XXI

La autodeterminación de los pueblos existe desde el origen mismo de los asentamientos poblacionales, miles de años antes de que se acuñara el concepto e incluso antes de la existencia de las ciudades Estado. Cuando el hombre deja de ser nómada y se convierte en sedentario, el territorio en el que se asienta pasa a ser de su propiedad, una propiedad que se arroga para sí mismo, lo defiende con uñas y dientes y llega a decir que sus dioses se lo han concedido a perpetuidad.

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Primero para convencer a los suyos, después para justificar las guerras en su defensa, que servirán a su vez para legitimar sus propios actos colonialistas y el establecimiento de nuevas fronteras. Con la propiedad aparecen los padres de la patria, los patricios romanos, los patriotas americanos, los dueños de las tierras, los terratenientes, las oligarquías y los mandatarios, que van a contentar a los siervos, a los plebeyos, a sus lacayos, con ser meros diputados en un parlamento cualquiera. Ya aludimos a la antigüedad de este tema en un artículo reciente (La politeia europea elige a sus arcontes), a propósito de la renovación de las instituciones europeas. Lo hicimos con la sana intención de mantener abierto el debate sobre la administración de la cosa pública en tanto y en cuanto afecta a varios Estados, ya que nos pareció oportuno recordar el parecido entre la Antigua Grecia y la actual Unión Europea a la hora de elegir a sus legítimos representantes. Lo dicho entonces tiene el mismo valor para Mercosur, el Alba o la ONU, no cambia sustancialmente, y en todo caso la soberanía siempre reside en el pueblo (los electores). La llamada democracia directa, no tiene ningún sentido, ya que de antiguo viene, que siempre es delegada y temporal, por razones de obvia eficacia práctica, los gobiernos asamblearios eran y son propios de los pueblos bárbaros.

Los estados plurinacionales son un estadío superior de las naciones estado

Por lo tanto en pleno siglo XXI, el nacionalismo es una “enfermedad infantil de la derecha” que se niega a perder sus privilegios oligárquicos frente a las otras oligarquías federadas o confederadas, con las que pasa a compartir el Poder. Así las cosas, Polis e Ilotas (los Estados y sus ciudadanos), han de saber elegir a sus representantes ante la instancia superior en la que se organizan y dotarse de los mecanismos y argumentos necesarios para defender sus causas particulares dentro de ese Ente Común al que pertenecen, por decisión propia y voluntaria. Querer marcharse de ese Ente, es una huída de la realidad que lleva a la locura, produce una enajenación colectiva que conduce a la frustración y es un retroceso en la historia que pagan muy caro los pueblos. Los pueblos con un idioma y una cultura claramente diferenciadas han dejado de tener sentido, como entes aislados, frente al mestizaje y la universalidad que aporta la globalización. Eso no quiere decir que haya que borrar dichos pueblos, sus lenguas, sus culturas, etc., etc., lejos de ello la globalización sirve para su difusión, la globalización sirve para que esas

peculiaridades sean conocidas, aprovechadas y compartidas por y con otros pueblos del planeta. De otro modo esos pueblos minoritarios, serán barridos para siempre como tantas otras culturas y pueblos han sido barridos de la historia de la humanidad, debido a su aislamiento. Luego la integración y el mestizaje, sin la pérdida de las señas de identidad propias de cada pueblo es la mejor forma de salvaguardar las culturas y pueblos minoritarios del planeta, a los cuales hay que proteger y respetar. El derecho de autodeterminación ha dejado de tener el carácter que tenía en tiempos del colonialismo para pasar a ser una referencia del pasado que se confunde con el derecho a la propia identidad nacional cuando hablamos de pueblos integrados en Entes superiores. No vamos a caer en el simplismo de las comparaciones, pero están en la mente del lector situaciones asimilables en tiempo presente.

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