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El Estado español en descomposición

04/01/2018 España ha marcado su historia a base de grandes errores y escasos aciertos a lo largo de los 500 años de su vida encerrada entre los Pirineos y el Estrecho de Gibraltar, después de haber disputado la supremacía mundial a ingleses y franceses ninguneando a sus “vecinos” portugueses

Si nos molestáramos en comparar el desarrollo histórico de Portugal y España, podríamos ver que han discurrido en paralelo hasta nuestros días, algo que desde Cataluña se observa con mejor claridad a la hora de leer el destino de los pueblos que conforman el Estado español, permanentemente sometidos al acoso de la lengua castellana y los intentos por borrar la memoria de catalanes, gallegos y vascos. La españolización y castellanización de Canarias fue un paseo militar que arrasó con la cultura guanche-bereber, de la que se

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libraron los guineanos y saharianos, gracias a la descolonización impuesta por la ONU. La lucha de los catalanes por conservar sus señas de identidad ha llevado al españolismo más rancio a desatar una guerra sin cuartel contra el catalanismo, convirtiéndolo en el chivo expiatorio de todos los males de la sociedad española. Pero no están solos los españolistas, desde la izquierda comunista y excomunista, surgen coros de respaldo al españolismo en un desesperado intento por negar su pasado entreguista a los postfranquistas, con los que pactaron el arribo de la monarquía y el entierro de la República española, buscando ganar las posiciones perdidas por la socialdemocracia camino de su derechización. La crisis económica global ha servido para concentrar la riqueza y los recursos en un grupo cada vez más reducido de la oligarquía dominante, que a su vez es netamente españolista, contraria a la descentralización, frontalmente opuesta a la República y formada por un círculo cerrado creado durante la transición y reforzado por expresidentes y exministros, en lo que se conoce como las puertas giratorias del régimen del 78. En este grupo se encontraba el pujolismo, con Jordi Pujol, Antonio Duran i Lleida, Miguel Roca y Junyent como elementos más destacados en el mundo de la política a los que se apartó de la dirección política del nacionalismo catalán de forma progresiva después de la denuncia del empresario Javier de la

Rosa a cambio de beneficios penitenciarios, lo que dio pie a varias maniobras de intoxicación y extorsión de los servicios de inteligencia del Estado español que culminaron con los escándalos del Pequeño Nicolás y el comisario Villarejo. La desaparición del pujolismo dio paso a la unidad de los nacionalistas catalanes partidarios de la secesión y al repliegue del nacionalismo integracionista en tres o más grupos políticos, a saber el Partit dels Socialistas de Catalunya, Catalunya en Común y Podem Catalunya, todos ellos de marcado carácter estatalista. La unidad del nacionalismo en un frente interclasista, formado por los restos de Convergencia Democrática de Catalunya en el Partit Demócrata Europeu Catalá, Esquerra Republicana de Catalunya y la Candidatura d’Unitat Popular, marca un antes y un después en la historia de Cataluña y por supuesto de España. Su respuesta al recorte del Estatuto de Autonomía de año 2006, por parte del Tribunal Constitucional español a iniciativa del Partido Popular y con el apoyo del Partido Socialista Obrero Español, ha sido la causa de iniciar el conocido como Procés Constituent a Catalunya que impuso la celebración de un Referéndum y la Declaración Unilateral de Independencia de Cataluña siguiendo la consigna de desobediencia civil, desconociendo a quienes no les reconocen.

El Estado respondió al Procés Constituent a Catalunya, con el envío de más de 10.000 efectivos armados de distintos cuerpos represivos y un número no conocido de militares, cuerpos especiales y agentes de inteligencia, que desataron una represión sin precedentes en la historia reciente de España sin que pudieran logar su objetivo, que no era otro que impedir la celebración del Referéndum de Independencia. Ante este ridículo espantoso frente al mundo y el comportamiento cívico impecable de los nacionalistas el gobierno se toma la venganza, interviniendo judicialmente las instituciones catalanas y deteniendo a sus líderes. Los nacionalistas responden con la Declaración Unilateral de Independencia, a lo que el Gobierno Central responde con la disolución del Gobierno Catalán y la detención de sus Consellers (Ministros). El Presidente catalán se traslada a Bélgica burlando a los servicios de inteligencia y se instala en la capital de la Unión Europea para mayor humillación del Gobierno español, donde es tratado como a un ciudadano más de la Unión y no como al delincuente fugado que presenta el gobierno español y los medios de comunicación a su servicio. La respuesta del Gobierno Central es la convocatoria inmediata de elecciones en Cataluña con la presunción de una victoria electoral del españolismo aprovechando la campaña

anticatalanista promovida por todos los medios y sin escatimar en recursos. El triunfo de los catalanistas en las urnas y la estrepitosa derrota de los españolistas se resume en que después de dos años de asedio anticatalán en los medios, después de haber tomado “manu militari” Cataluña, después de haber encarcelado a la cúpula dirigente y después de haber movilizado y desplazado a miles de votantes tan sólo han obtenido 100.000 votos sobre las pasadas elecciones, lo que obviamente corresponde al incremento de la participación. En consecuencia se produce un retorno al pasado con las consecuencia fáciles de prever, tales como la recomposición del frente nacionalista y del frente españolista. Por un lado la izquierda comunista y excomunista desparece después de la irrupción del Movimiento Transversalista nacido al calor del 15M que como hemos dicho en Cataluña tiene dos ramas representadas por Catalunya en Común y Podem Catalunya y por otro lado están los socialistas del Partit dels Socialistas de Catalunya, que rebajan su carácter nacionalista hasta diluirse en el frente españolista. Este bloque estaría dentro de la ambigüedad nacionalismorepublicanismo, favorable a la celebración de un Referéndum, que a estas alturas carece de sentido, pero será el que sufrirá las consecuencias de la agudización de las contradicciones entre nacionalistas y españolistas.

Y por otro lado está el frente españolistas creado apoyado y financiado por la Oligarquía española que queda conformado por Ciudadanos como fuerza mayoritaria, que remolca a parte de los socialistas y populares en vías de extinción, que a su vez arrastran a la extrema derecha fascista, un ejército que no suma más de 1.300.000 votos, frente a los 4.360.000 totales, lo que supone una minoría de 1 de cada 4 votantes, que no necesariamente han de ser catalanes y que mayoritariamente los componen los emigrantes de otras partes de España y sus hijos. El Procés catalán ha servido para despertar la conciencia de buena parte de los nacionalismos dormidos en los distintos pueblos que conforman España, a la vez que ha hecho resurgir el viejo españolismo franquista y monárquico. Pero también ha desatado las luchas internas en todas las organizaciones políticas sin distinción ideológica en torno a La Cuestión Nacional y el fin del contrato social de la Transición del 78, lo que lleva a otro asunto central y más polémico, como es la necesidad de abrir un proceso constituyente, ya que la reforma parcial de la Constitución no satisface a amplios sectores del abanico político. Sumado todo lo anterior al constante goteo de procesos judiciales por corrupción y los consecuentes escándalos que se van a generar con la liberación de muchos de los encausados, la degradación de la vida pública en España presagia una lenta descomposición de sus fuerzas políticas y del descrédito del

Estado, que podría llevar a la creación de nuevos partidos y la configuración de una nueva mayoría, tal vez más corrupta que la conocida pero desconocida para el gran público. El catalanismo seguirá en su vía hacia la independencia contra viento y marea, con lo cual los demócratas y los progresistas pierden un aliado muy importante, quedando a la deriva de los acontecimientos. Los altos niveles de corrupción y de mediocridad en la vida pública española no auguran nada bueno para la clase trabajadora y los desposeídos, que sufrirán las consecuencias de la recesión y la represión, mientras se sostiene a una monarquía trasnochada entronizada por el franquismo y sostenida por el españolismo. Hasta mitad de siglo España está condenada a mantener a una oligarquía al servicio de los grandes oligopolios internacionales, fiel a los dictados de Alemania y a sus lacayos políticos corruptos e ineptos, pero fieles seguidores de sus instrucciones. Las nuevas generaciones tendrán en sus manos el despertar a la Europa de los trabajadores y podrán cambiar el rumbo de la Europa de los Mercaderes. Mientras tanto tendrán que sufrir la precariedad, la mediocridad y la frustración de un Estado que quiere y no puede estar a la altura de sus pueblos.

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