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La obra de arte de Sarah

ISTOCK.COM/ANTONIO_DIAZ

La obra de arte de Sarah

Por Charles Mills

«Me encanta ese arte porque amo al artista. Sé lo mucho que se preocupa por todas las criaturas de Dios».

Sarah entró en la cocina con una gran sonrisa en su rostro. Era jueves y, en su cómoda casa en las afueras de la ciudad, eso significaba una cosa. ¡Comida mexicana! Papá siempre preparaba tacos o burritos para la cena del jueves por la noche y a Sarah le encantaba.

Efectivamente, estaba su padre parado frente a la estufa, con un colorido delantal que cubría su uniforme de conductor de autobús. «Mi armadura de chef», le llamaba a su delantal. Sarah disfrutaba de la forma como su padre hacía todo dramático, incluso al cocinar comida mexicana para la cena. «Hola, Sarah», la saludó su padre, agitando un cucharón cubierto de salsa de tomate como si estuviese blandiendo una espada, «¿tienes hambre?»

«Sí», respondió Sarah, riéndose de las únicas palabras que su padre sabía en español, «tengo mucha hambre. Gracias por preguntar».

En ese momento, espió algo nuevo que colgaba en la puerta del refrigerador: un gran trozo de papel sostenido por dos imanes en forma de una margarita. «¿Qué es esto?», le preguntó.

Su papá sonrió. «Esa es la última obra de arte de un artista famoso que algún día será lo suficientemente rico como para comprar a todo México». La niña se rió. «Papá. Esa es mi pintura para la clase de arte. No es muy buena».

La obra de arte de Sarah

«¿Qué quieres decir?», respondió su padre, estudiando la imagen de acuarela cuidadosamente. «Es la vaca y el pájaro más hermosos que jamás haya visto». «Es un caballo y una flor». Su papá frunció el ceño. «¿En serio? Waw. Eres muy talentosa». Se inclinó para verla mejor. «Puedes hacer que un caballo y una flor se vean como una vaca y un pájaro. ¡Es algo impresionante!»

Sarah sacudió la cabeza. «Bueno, me alegro de que pienses así. Mi maestra no estaba muy emocionada».

«Oh, ¿qué sabe ella?», le dijo su padre de regreso a la estufa. «Obviamente, no reconoce el talento real cuando lo ve. Es una verdadera obra de arte. Es por eso que la puse en el lugar de honor, en la puerta del refrigerador, donde lo veré todos los días».

Sarah se sentó en la mesa de la cocina y observó a su padre durante un largo rato. Siempre era tan halagüeño; tan positivo. Ella realmente lo apreciaba. Miró después su pintura. «¿Por qué te gusta?», le preguntó. «¿Por qué crees que es una obra de arte?»

Su papá agregó una pizca de condimento a la salsa burbujeante en la estufa y luego miró en el horno las conchas para tacos que se horneaban. «Me encanta ese arte porque amo al artista. Sé lo mucho que se preocupa por todas las criaturas de Dios. Es por eso que pinta sus cuadros. Si eso es lo que ve cuando mira a una vaca o un pájaro...» «Caballo y flor», le corrigió Sarah. «Perdón, caballo y flor», corrigió su papá, «entonces esa es una hermosa interpretación de un caballo y una flor. ¿Quién soy yo para decir lo contrario?»

Su papá pensó por un momento. «Es por eso que amo a nuestros vecinos, o a las personas con las que trabajo, o a la buena gente que viaja en mi autobús todos los días. Cuando los miro, veo belleza. Todas son obras de arte creadas por Dios mismo. Todos son sagrados».

Sarah asintió lentamente. «Me doy cuenta», dijo en voz baja. «Siempre le dices cosas bonitas a la gente. Les animas y les dices que todo va a estar bien».

Su papá sonrió de oreja a oreja. «Y ahora, mi joven artista, ¿estás lista para una comida mexicana?»

Sarah sonrió. «Estoy lista. ¿Sabes una cosa papá?»

«Dime». «Mañana voy a pintar otra cosa que amo».

«¿En serio? ¿Qué?»

«A ti».

Sarah notó que una lágrima se deslizaba por la mejilla de su papá. «Guardaré un lugar para esa pintura en el refrigerador», le dijo con orgullo.

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