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Misión cumplida

ISTOCK.COM/LEOLINTANG

Misión cumplida

Por Charles Mills

Nuestra misión como cristianos es proporcionar la oportunidad para que todas las personas experimenten la redención y la restauración de Dios.

¿Q ué se supone que debe hacer una iglesia en un mundo envenenado por el racismo, la discriminación y la injusticia? Jesús proporciona un plan de acción. Como dice el canto, «Zaqueo era un hombre pequeño». Era pequeño tanto en estatura como en carácter. Como principal recaudador de impuestos obligaba a sus compatriotas a pagar impuestos a los despreciados romanos que ocuparon sus tierras por la fuerza. A menudo recolectaba más de lo necesario, haciéndose muy rico. ¿Es de extrañar por qué el pueblo judío lo despreciaba? Un día, como se registra en Lucas capítulo 19, Zaqueo estaba en Jerico haciendo lo que sabía hacer mejor cuando escuchó que Jesús, el famoso rabino que sanaba a los enfermos, estaba de paso. Zaqueo decidió que quería ver a este popular extraño. Pero siendo un hombre pequeño, pararse en una multitud curiosa le brindaba una vista perfecta de las espaldas y los vientres. Nunca dejó que su falta de altura interfiriera con sus elevados planes, buscó una solución y la encontró muy cerca. Las higueras de sicomoro salpicaban el terreno y justo al frente había un espécimen maravilloso, con ramas resistentes y suficientes hojas para ocultar su curiosidad. Llegó el Gran Maestro rodeado de atentos discípulos. Zaqueo sonrió para sí. Había encontrado el mejor asiento de la casa para el espectáculo que se desarrollaba ante sus pies.

Al llegar al árbol, Jesús se detuvo de repente. Lentamente, con una sonrisa que se extendía en a su rostro robusto y bronceado por el sol, miró hacia arriba, directamente a los ojos de Zaqueo. El recaudador de impuestos sonrió conscientemente. «Hola», dijo deseando ser mucho más pequeño de lo que ya lo era. «Zaqueo», le dijo el Gran Maestro, «baja inmediatamente. Debo visitar tu casa hoy».

Atónito, el hombre hizo el largo viaje desde la rama del árbol hasta el suelo. «¿Quiere venir a mi casa?», le preguntó. Cristo asintió. «Por aquí», tartamudeó Zaqueo, señalando el camino. «Sígame». Más tarde, después de que Zaqueo y Jesús habían pasado algún tiempo juntos, una cosa increíble le sucedió a ese hombre. Creció. No en altura, sino en carácter. «Señor», anunció conforme se registra en el versículo ocho: «Desde hoy voy a dar la mitad de mis posesiones a los pobres y si he engañado a alguien en algo, le pagaré cuatro veces esa cantidad». La injusticia de Zaqueo hacia los demás había sido desafiada de una manera que beneficiaba a todos los involucrados.

Pecador encubierto

Un día, justo después del amanecer, Jesús estaba pasando un rato tranquilamente en el templo de Jerusalén cuando un grupo de hombres lanzó a una mujer a sus pies. «Maestro», le dijeron — Juan capítulo ocho, nos presenta la historia—, «esta mujer fue sorprendida en el acto de adulterio. En la Ley, Moisés nos mandó apedrear a esas mujeres. Ahora, ¿qué dices?»

En silencio, Jesús se inclinó y comenzó a escribir en la arena con su dedo. No tengo idea de lo que escribió, pero los hombres vieron algo allí que

La injusticia de Zaqueo hacia los demás había sido desafiada de una manera que beneficiaba a todos los involucrados.

los hizo decidir que estaban tarde para una cita muy importante en otro lugar.

Pronto, solo Jesús y la acusada permanecieron: la pecadora y el Salvador de pie frente a frente. «Mujer», le dijo en voz baja, «¿Nadie te ha condenado?»

La mujer, sintiendo que esa confrontación iba a resultar muy diferente de lo que había esperado, respondió en un susurro: «Nadie, señor».

Las siguientes palabras que salieron de la boca de Jesús, combinadas con la historia de Zaqueo, cambiaron la forma como yo consideraba la misión global de nuestra iglesia. Mirando atentamente a los ojos de una mujer sorprendida en adulterio, Jesús le dijo: «Entonces yo tampoco te condeno. Ve ahora y deja tu vida de pecado».

Nuestra misión como cristianos es proporcionar la oportunidad para que todas las personas experimenten la redención y la restauración de Dios.

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