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La obra maestra
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La obra maestra
Por Charles Mills
Este número especial del Pacific Union Recorder en español está dedicado a examinar la declaración de justicia social adoptada por el comité ejecutivo de la Pacific Union Conference el 23 de septiembre de 2020. Charles Mills, un contribuidor frecuente al Pacific Union Recorder y autor de una gran variedad de artículos y libros ha escrito estos artículos basados en cada una de las frases que constituyen la declaración. «¡La pieza está vendida!», proclamó el subastador, puntuando la declaración golpeando su mazo contra el podio de madera. La reunión de conocedores del arte estalló en ansiosos vítores y aplausos. ¿Qué acababa de pasar? Se había escrito un capítulo de historia más. Antes de esa venta en la subasta de Christie’s en 2017, la pintura «Salvator Mundi» había cambiado de manos muchas veces por una amplia variedad de precios. El problema era que nadie estaba exactamente seguro de su autenticidad. Durante hacía mucho tiempo se había considerado una copia. Pero después de años de investigación y numerosos esfuerzos de restauración y limpieza, la verdad finalmente surgió después de años de abandono. «Salvator Mundi» (latín por «Salvador del Mundo») era, de hecho, una obra nada menos que de Leonardo da Vinci. El precio de subasta ese día de noviembre fue un récord de cuatrocientos cincuenta millones trecientos mil dólares. ¿Qué sucedió para hacer que ese bastante modesto cuadro de Cristo con la mano derecha levantada y la mano izquierda sosteniendo lo que parece ser un orbe de vidrio, fuese tan valioso? ¡En 1953, esa misma pieza había cambiado de manos en una subasta de Sotheby’s por solo cuarenta y cinco libras esterlinas!
La respuesta no era el valor del lienzo o las pinturas. No era quién era el dueño de la obra o cómo se exhibía. Su valor provino de un solo lugar: el artista que la pintó.
ISTOCK.COM/CHAMILLEWHITE
La obra maestra
Pinceladas
He pintado cuadros; desde a mano alzada hasta pintar por números. Nadie va a pagar cuatro millones y medio de dólares por mis esfuerzos. He aquí el por qué.
Mientras administraba la estación de radio KANG-FM en Pacific Union College a mediados y finales de la década de 1970, mi patrón me dijo que una de las ventajas de mi trabajo era que podía tomar un curso universitario de mi elección, gratuitamente. Después de graduarme de Southern Missionary College solo unos años antes, no estaba exactamente ansioso por volver a colocarme en el entorno del aprendizaje universitario como estudiante. Pero, había una clase en PUC que me llamó la atención. Arte. Más concretamente, la pintura. Era enseñada por el extremadamente talentoso y profundamente apasionado Vernon Nye. Pensé que si alguien podía llevarme más allá de la pintura por números, sería este tipo.
Quienes le conocieron pueden entender mi fascinación por sus habilidades concedidas por el Señor para recrear la realidad en el lienzo. Era algo más que increíble. Asi que me inscribí y con entusiasmo comencé a asistir a sus clases. Vernon era paciente. Era amable. Y, al final del curso, fue brutalmente honesto conmigo. «Tal vez sea mejor que sigas en la radio», sugirió con una sonrisa cálida y paternal.
También tenía razón. Verás, mis pinceladas (acuarela en este caso) no agregaban nada al lienzo, excepto algunas formas y colores interesantes y algo irreconocibles. El pincel en mi mano no lograba obtener nada de valor real. El pincel en la mano de Vernon Nye creaba imágenes impresionantes. El mismo pincel. Los mismos colores. El mismo lienzo. Diferente artista.
Sacralidad
Al igual que el arte, la vida humana —y su carácter sagrado— se definen por quién la creó. Nuestras obras, nuestros logros, nuestro linaje, nuestro nivel de espiritualidad no significan nada. Nuestro valor proviene del hecho de que, hace mucho tiempo, el Dios Creador se inclinó sobre un pedazo húmedo de tierra y comenzó a hacer lo que solo él puede hacer: crear vida a partir del barro.
Fue este carácter sagrado innato lo que motivó a ese mismo Dios Creador a colgar de una cruz y morir la muerte de un pecador en lugar de todas sus obras maestras que necesitaban restauración. Él conocía nuestro valor. Él comprendió nuestro valor.
Hoy, Él nos pide que consideremos a todos nuestros hermanos y hermanas en esta tierra con el mismo ojo de artista. Toda vida humana es sagrada y de valor incontable debido a aquel que sostuvo la brocha.