El destino del saqueo y la contaminación E
l Consejo Mundial de Oro enumeró los 15 bancos que guardan las mayores reservas de oro del mundo. Aquí, el listado completo. “Sacado de las montañas para enterrarlo en los tesoros de los bancos”. Fuente: Oro y Finanzas En orden decreciente: 15. El Banco Central de Venezuela posee 365,8 toneladas de reservas de oro. A partir de 2009 Venezuela comenzó a aumentar sus reservas de oro. 14. El Banco Central de Portugal (Banco de Portugal) posee
382,5 toneladas de oro. A pesar de los problemas económicos Portugal, continúa teniendo las mayores reservas de oro en el mundo. 13. El Banco Central de la República de China -Taiwán- (中央 銀行) posee 422.7 toneladas de oro que se encuentran depositadas en el Banco Central de la República de China. 12. El Banco Central Europeo (European Central Bank) posee 502,1 toneladas de oro de sus miembros. 11. El Banco Central de la India (Reserve Bank of India) posee
YA HAY 230 PERFORACIONES DE PETRÓLEO NO CONVENCIONAL EN NEuquéN
557,7 toneladas de oro, de las cuales 200 fueron compradas en noviembre de 2009 al Fondo Monetario Internacional. El Gobierno de India ha pedido al Servicio Geológico nacional extraer las reservas de oro sin explotar. 10. El Banco Central de Holanda (De Nederlandsche Bank) posee 612.5 toneladas de oro. 9. El Banco Central de Japón (日本 銀行) posee 765,2 toneladas de oro. 8. El Banco Central de la Federación Rusa (Центральный банк Российской Федерации) posee 918 toneladas de oro.
7. El Banco Central de Suiza (Schweizerische Nationalbank) posee 1.040,1 toneladas de reservas de oro. 6. El Banco Central de China ( 中国人民银行) posee 1.054,1 toneladas de oro que representan únicamente el 1.6% de sus reservas extranjeras 5. El Banco Central de Francia (Banque de France) posee 2,435.4 toneladas de reservas de oro. 4. El Banco Central de Italia (Banca D’Italia) posee 2.451,8 toneladas de reservas de oro. 3. El Fondo Monetario Interna-
SE VIENE LA MARCHA Nº 31 CONTRA LA MEGAMINERÍA EN BARILOCHE
cional (FMI) conformado por 185 países posee 2,814 toneladas de reservas de oro. 2. El Banco Central de Alemania (Bundesbank) posee 3,395.5 toneladas de reservas de oro que representa el 71.7% de las reservas de divisas del país. 1. El Banco Central de Estados Unidos (Federal Reserve) posee 8,133.5 toneladas de reservas de oro custodiadas en Fort Knox, la Casa de Moneda de Filadelfia, la Casa de Moneda de Denver, West Point y en la San Francisco Assay Office■
30 marchas y ninguna flor
Todavía estamos Las marchas de los S miércoles no aflojan a tiempo
e realizó el miércoles pasado la marcha número 30 contra la megaminería en la región. Los vecinos y organizaciones movilizadas reclaman por la restitución de la “Ley anticianuro”, derogada el 29 de diciembre de 2011, y que después de un año no se han tenido novedades.■
■ De esta cantidad de perforaciones en desarrollo, la mayoría corresponden al tipo tight, es decir a los yacimientos de arenas compactas. En este caso se estima que son unos 150 los pozos en desarrollo por este tipo, los cuales comenzaron a perforarse hace ya unos cinco años.
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oy, gobierno y oposición, gremios y empresas, desesperados y oportunistas, todos parecen estar de acuerdo en envenenar el agua para obtener gas y petróleo por el sistema no convencional. Así, entonces, resguardados en la ignorancia y la necesidad social, avanzan solapados sobre pequeños y esperanzados poblados como Añelo, en Neuquén, con promesas de un progreso a todas
luces inviable cuando es en detrimento del agua de una cuenca que todos luego habremos de beber. Hemos de comprender, ciudadanos, que aún estamos a tiempo de detener esta barbaridad. Sepamos organizarnos a fin de obrar en razón y defensa del valor natural del agua como esencia de vida, que el agua es de la vida y para la vida y no más.■ Elvio Mendioroz, Carmen de Patagones
Número 279
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or el Agua, por la Vida, por el Futuro, por los Bienes Comunes”, “La Patagonia no se Mancha” “No al saqueo y la contaminación” son consignas que los vecinos movilizados declaran semana a semana, esta vez invitando a concentrarse en el Centro Cívico de Bariloche el miércoles 23 de enero a las 19 Hs. Convoca la Asamblea de Vecinos de Bariloche contra la megaminería. ■
En marcha un tratado internacional sobre el mercurio ■ Después de cuatro años de deliberaciones, 140 países reunidos en Ginebra han aprobado una nueva normativa internacional que regulará el mercurio, un metal tóxico y bioacumulativo.
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l nuevo tratado, Convención de Minamata, es una mezcla de normas obligatorias y voluntarias destinadas a controlar la contaminación por mercurio. 1Si bien es un gran logro y se dirige en la dirección correcta, Ecologistas en Acción como el resto de asociaciones pertenecientes al Grupo de Trabajo Mercurio Cero, han mostrado su preocupación por que el tratado no llegue lo suficientemente lejos ni lo suficientemente
rápido para hacer frente a la espiral creciente de riesgos para la salud humana por la exposición al mercurio. “La adopción de un acuerdo jurídico mundial sobre el mercurio es un gran logro”, ha declarado Michael T. Bender del Grupo Trabajo Mercurio Cero. “Sin embargo, el instrumento se ve obstaculizada por los débiles controles sobre las emisiones de mercurio de las fuentes más importantes, como
las centrales eléctricas de carbón.” Por ejemplo, las nuevas instalaciones no deberán tener controles de contaminación por mercurio hasta 5 años después de que el tratado entre en vigor, mientras que para las instalaciones existentes pasarán 10 años antes de que comiencen a controlar sus emisiones. Sin embargo para Ecologistas en Acción hay indicios positivos en el tratado. Entre estos se inclu-
yen disposiciones para reducir el comercio, prohibir la minería primaria de mercurio, y eliminar este tóxico en la mayoría de los productos que lo contienen, como termómetros, aparatos de medición y baterías. El tratado también se ocupa de la extracción de oro artesanal y en pequeña escala (ASGM en sus siglas en inglés), que es, además la mayor fuente de emisiones actualmente en el mundo.
El Grupo de Trabajo Mercurio Cero espera con interés la aplicación del tratado, que debe ser ratificado por los Estados para que entre en vigor, y que supondrá un verdadero desafío para los gobiernos, especialmente en los países en desarrollo y menos desarrollados. La Convención de Minamata, a pesar de sus defectos, representa una oportunidad real de trabajar hacia la reducción significativa del mercurio a nivel mundial.■
Asesinatos en el campo en pos del Agronegocio por Darío Aranda
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n Argentina se produjeron siete asesinatos de campesinos e indígenas en sólo tres años. El caso más reciente: Miguel Galván, 40 años, integrante del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase-Vía Campesina), víctima de un sicario que le cortó el cuello con un cuchillo. El trasfondo de la represión: el modelo agropecuario, que pretende aumentar un 60 por ciento la producción de granos y avanzar sobre territorios donde viven y trabajan campesinos e indígenas. El gobierno nacional no condenó ninguno de los asesinatos y en el Congreso Nacional está congelado desde hace un año un proyecto de ley para frenar los desalojos campesinos. El Consejo Plurinacional Indígena (CPI) llamó a frenar el modelo extractivo y exigió respetar los “derechos humanos” de las pueblos originarios. Javier Chocobar, Sandra Ely Juárez, Roberto López, Mario López, Martíres López y Cristian Ferreyra. Todos campesinos e indígenas asesinados en los tres años recientes. A la triste lista se sumó el 10 de octubre Miguel Galván, integrante del Mocase-VC. Desde mediados de este año su familia había comenzado a recibir amenazas de Paulino Riso, conocido en la zona por ser fuerza de choque de empresarios agropecuarios que pretenden hacerse de territorios de campesinos e indígenas para sembrar soya y maíz transgénicos. El Mocase-VC, una de las organizaciones referentes de la lucha campesina de Argentina, había emitido el 16 de septiembre un comunicado premonitorio: “Se podría haber evitado, va a volver a ocurrir”, fue el título. El movimiento campesino recordó que, previo al asesinato de Cristian Ferreyra (noviembre de 2011), había alertado sobre la violencia en el norte provincial. “Habíamos denunciado con anterioridad lo que terminó ocurriendo. Se podría haber evitado. Y denunciamos que hoy, septiembre del 2012, estamos viviendo en el mismo escenario de muerte y violencia”, advirtió la organización tres semanas antes del nuevo asesinato. Como una tragedia anunciada, el
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Mocase remarcaba: “Comprometemos nuevamente a las autoridades nacionales y provinciales, hagan todo lo que se tenga que hacer, para que cualquier conflicto vinculado a la tierra tenga resolución civil, constitucional, y que salvaguarde el derecho de los más olvidados”. En marzo de 1996, cuando el gobierno de Carlos Menem aprobó la soya transgénica con uso de glifosato, la oleaginosa ocupaba seis millones de hectáreas. En 2003 ya abarcaba 11 millones. En el más recien-
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te ciclo, el Ministerio de Agricultura celebró que llegue a 19.8 millones de hectáreas, el 56 por ciento de la tierra cultivada de Argentina. El Plan Estratégico Agroalimentario (PEA), programa presentado en 2011 por la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, planifica llegar en 2020 a las 160 millones toneladas de granos (un 60 por ciento más respecto de la actual cosecha). El “corrimiento de la frontera agropecuaria”, eufemismo técnico para graficar la avanzada del agro-
negocio sobre regiones campesinas e indígenas, multiplicó los conflictos en todo el norte de la Argentina. Sólo en Santiago del Estero, el gobierno provincial contabilizó –en los cuatro años pasados– 600 conflictos por tierra. La Red Agroforestal Chaco Argentina (Redaf) –un colectivo que reúne a organizaciones no gubernamentales, organizaciones sociales y técnicos– realiza relevamiento de conflictos. En el más reciente procesamiento de datos, de agosto de
2011, había contabilizado (para la zona del norte del país) 244 casos: 209 exclusivamente de disputas por tierras, 25 ambientales y diez mixtos. Todos los conflictos por tierras obedecen al corrimiento de la frontera agropecuaria. La superficie en disputa alcanza 11.4 millones de hectáreas y son afectadas un millón 600 mil personas. “La raíz de los conflictos de tierra se encuentra en la disputa por el uso y control del espacio territorial a partir de la imposición de una cultura sobre otra. Por un lado, el agronegocio, donde la tierra es un espacio para producir y hacer negocios, y por el otro la cultura indígena y campesina, donde la tierra constituye un espacio de vida”, denuncia la Redaf en su informe. No es casualidad que el grueso de los conflictos (89 por ciento) se iniciaron a partir del 2000: “Coincide con el impulso del modelo agroexportador, favorecido por las condiciones del mercado internacional para la comercialización de la soja, que trajo como consecuencia la expansión de la frontera agropecuaria”. El 17 y 18 de noviembre se reunieron en Buenos Aires organizaciones indígenas de todo el país, entre las cuales estaban el Consejo Plurinacional Indígena (espacio de articulación nacido en el Bicentenario argentino -mayo de 2010). Apuntan de lleno al modelo extractivo (agronegocios, minería, petróleo). “Nunca habíamos tenido tantos derechos reconocidos en normas nacionales e instrumentos internacionales ratificados por el Estado. Sin embargo vivimos una alarmante etapa de negación y exclusión. Nuestra realidad es un tema de derechos humanos. Sin embargo, la relación que propone el Estado con los pueblos indígenas es solo desde un enfoque de pobreza. Nos visibilizan solo como objeto de asistencia o de planes de emergencia, cuando somos sujetos de derechos políticos y territoriales”, denuncia el documento que golpea de lleno en una de las banderas del gobierno kirchnerista: los derechos humanos y la vulneración sistemática en lo que respecta a pueblos indígenas. ■
Guerra por el agua en África ■ Multinacionales agroalimentarias, fondos de inversión y Gobiernos extranjeros pelean por el control de los acuíferos en el Este del continente
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ace años que los agricultores africanos aprendieron que es imposible regar sus tierras con lágrimas. Los campos se agostan y quedan yermos. Porque de ser posible, la mayoría, en vez de ser de secano, serían de regadío. No les faltan motivos para el llanto. Multinacionales, fondos de inversión e incluso Gobiernos extranjeros se están quedando con sus aguas a través de la compra o arrendamiento de ingentes extensiones de campos de labor. Hasta ahora se había advertido del riesgo del acaparamiento de tierras, pero estos días le ha llegado el turno al agua dulce. “Esto puede tener implicaciones dramáticas para las personas que dependen de estos recursos”, advierte Paul Brotherton, de la organización no gubernamental holandesa Wetlands International. “Podrían perder su medio de subsistencia y no serían capaces de mantener a sus familias a través de la pesca o la agricultura a pequeña escala”. Y una población desplazada de sus tierras ancestrales y privada de alimentos es una invitación a la violencia. Etiopía y Kenia (delta del Tana) ya han tenido varios brotes. Por tanto, poco extraña que algunos hablen de una “guerra por el agua en África”. La fragilidad de este elemento es tal que es el único recurso imprescindible para el ser humano que no está protegido por ningún acuerdo internacional. Y ante esta
debilidad los mercados han saltado sobre ella. “Lo más valioso no es la tierra”, explica Neil Crowder, director en África de la firma de inversión Chayton Capital, con sede en Reino Unido y que ha estado adquiriendo tierras en Zambia. “El valor real está en el agua”. Así lo denuncia la organización no gubernamental Grain en un reciente trabajo titulado Exprimir África hasta la última gota. Porque los tiburones de las finanzas hace tiempo que detectaron el potencial de este elemento. Judson Hill, director de la consultora de inversiones estadounidense NGP Global Adaptation Partners, abrió camino cuando en una conferencia en Ginebra sobre el negocio de la agricultura le preguntaron si era posible hacer dinero con el agua. “Baldes, baldes de dinero”, contestó sin inmutarse. Y añadió: “Hay muchas maneras de producir un retorno muy atractivo en este sector si sabes dónde ir”. Esto sucedía en 2010. Dos años después ya sabemos a qué lugares fueron. Sobre todo a las estribaciones de los grandes ríos africanos (Níger, Nilo, Limpopo, Omo, Wami, Tana). La cuenca del Nilo, que padece una extrema fragilidad política y social, está recibiendo una oleada de proyectos agrícolas a gran escala dirigidos sobre todo a la agricultura de exportación. Las operaciones de acaparamiento de tierras y agua son tantas
y de tal volumen que merece la pena echar un vistazo al detalle de las mismas en el único portal de mundo que las compila (http://landportal.info/landmatrix/get-the-detail/by-investor/903). Hay 925 recogidas. Y evidencian la voracidad de este nuevo hidrocolonialismo. Los protagonistas “son sobre todo empresas del gran negocio agroindustrial que están usurpando tierras y agua para incrementar su cuenta de resultados”, denuncia Gustavo Duch, coordinador de la publicación Soberanía Alimentaria. La presión sobre los países es enorme, y tres de los principales territorios de la cuenca del Nilo (Etiopía, Sudán y Sudán del Sur) ya han cedido vastas extensiones de tierra. En Sudán y Sudán del Sur se han entregado 4,9 millones de hectáreas (una superficie superior a la de los Países Bajos) desde 2006 a firmas extranjeras. En Gambela (Etiopía), en la frontera con Sudán del Sur, multinacionales como Karuturi Global (India) o Saudi Star (Arabia Saudí), capitaneadas por los multimillonarios Ramakrisha Karuturi y Sheikh AlAmoudi, están construyendo canales de riego para extraer agua del Nilo desde Etiopía. “La llegada masiva de estos actores deja situaciones tan difíciles de explicar como que ese país del cuerno de África, un territorio que pasa hambre, sea exportador de alimentos”,
apunta Henk Hobbelink, coordinador de la organización no gubernamental Grain. Y claro, para poner toda esta tierra en producción, debe de ser regada. ¿Hay agua suficiente? Parece que no. Si los 40 millones de hectáreas de tierra —detalla un trabajo del think tank californiano The Okland Institute— que se compraron en África en 2009 se cultivaran, harían falta entre 300 y 500 kilómetros cúbicos de este recurso al año, aproximadamente el doble (184,35 kilómetros cúbicos) de lo que consumió toda la agricultura africana en 2005. De seguir este ritmo de adquisiciones, en 2019 la demanda de agua dulce solo para dar respuesta a esas tierras nuevas superará la oferta existente. Incluso al mítico Nilo las cuentas no le salen. Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura), los 10 países que pertenecen a la cuenca de este río tienen, como máximo, agua para regar ocho millones de hectáreas, pero, por sí solos, Etiopía, Egipto, Sudán y Sudán del Sur ya han puesto en marcha, según Grain, infraestructuras de riego para cubrir 5,4 millones, y acaban de entregar 8,6 millones de hectáreas adicionales. “Es mucha más agua de la que existe en la cuenca y supone un suicidio hidrológico”, alerta Henk Hobbelink. Poco parece importarle a las corporaciones extranjeras que operan en la zona,
como Pinosso Group (Brasil), Hassad Food (Catar), Foras (Arabia Saudí), Pharos (Emiratos Árabes) o ZTE (China). Es la búsqueda del beneficio económico, pero también una forma para muchos países de asegurarse un granero lejos de casa. Arabia Saudí tiene tierras, pero no agua. Y China tiene una ingente población que alimentar. El agua parece acorralada e incluso la legislación diríase que está en su contra. ¿Quién tiene los derechos del agua de un río? ¿La gente que vive en sus riberas, los agricultores que dependen de él para regar o aquellos que están aguas arriba o aguas abajo? Esta naturaleza inasible es un hándicap serio. “Los límites entre legalidad e ilegalidad son a menudo borrosos y muchas veces los acaparadores se aprovechan de esta complejidad”, reflexiona Lyla Mehta, profesor en la University of Life Sciences de Noruega. El poeta uzbeko Muhammed Salikh escribió: “No se puede rellenar el Mar de Aral con lágrimas”. Pero estamos abocados al llanto. “Si el problema de la gestión eficiente de este recurso no se resuelve, algunos países tendrán que importar agua para cultivar, desalinizar, o incluso traer de fuera las cosechas propias”, narra por correo electrónico un representante del fondo Pictet Agriculture. Un mundo que bien semeja el Dune imaginado por Frank Herbert.■
La intervención militar no es la solución a la crisis en Malí ■ ECOPACIFISMO: UNA OPINIÓN ESPAÑOLA SOBRE LA MILITARIZACIÓN DE MALÍ
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cologistas en Acción y Utopía Contagiosa recalcan, una vez más, que la solución a las crisis que está viviendo África (Malí en este caso) no viene de la mano de una escalada militar y, mucho menos, del intervencionismo de la antigua potencia ocupante: Francia. La solución pasa por el cambio de las políticas internacionales hacia un nuevo orden jurídico internacional justo y solidario y la desmilitarización de las prioridades e instrumentos de la acción política. Además, denuncian que los objetivos de Francia no son humanitarios, sino de acceso a recursos (sobre todo el uranio) y de sostenimiento de su influencia en la región. Con el apoyo de la OTAN y Estados como Canadá, Bélgica, Dinamarca, Alemania y España,
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Francia se ha lanzado a una supuesta misión de pacificación en Malí que, en realidad, busca mantener al actual Gobierno de Bamako en el poder y preservar los intereses occidentales, particularmente de Francia, en la región. Malí es el tercer productor de oro de África, con prospecciones a gran escala. Recientemente se han encontrado grandes reservas de uranio (no hay que olvidar la fuerte dependencia de la energía nuclear por parte de Francia) y también petróleo, además de otros recursos naturales como piedras preciosas. La extensión del islamismo supone un desafío al acceso occidental a estos recursos y una potencial fuente de desestabilización de la zona. Además, China ha aumentando notablemente su influencia en toda África en los últimos años. Mantener la influencia francesa frente a la islamista y la China para el control de los recursos malieses es, a juicio de las organizaciones ecopacifistas, la razón real de la intervención francesa. Malí es uno de los países más pobres del mundo, con una renta per cápita de unos 1.500 dólares por año. Alrededor de la mitad de
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su población vive con menos de 1’5 dólares por día. Sin embargo, lo que está haciendo Francia no tiene nada que ver con revertir esta situación, más bien al contrario. Malí se ha convertido en uno de los Estados más empobrecidos del planeta como consecuencia de su expolio histórico. Antes de la conquista por Francia, suministró a las potencias europeas oro y esclavos/as, entre otros recursos. Pero es tras su colonización cuando su explotación creció a manos de la metrópoli. Tras la descolonización, Malí pasó a ocupar un lugar periférico en la economía global. Esto se ejemplificó, por ejemplo, en que en 1988 la deuda externa de Malí representaba el 125% de su PIB y el 25% de su presupuesto estaba destinado a pagar la deuda externa. Su incapacidad para devolver la deuda hizo intervenir al FMI, que impuso un duro programa neoliberal (privatización de la banca, disminución de la administración del Estado, obligación a la venta de empresas estatales, ...). Estas políticas no mejoraron la situación de la población y la inestabilidad económica conllevó una inestabilidad política con conti-
nuos golpes militares. A partir del año 1992, los tuaregs fueron objeto de una fuerte persecución política, que provocó el éxodo de más de 120.000 tuaregs dispersándose por Argelia, Mauritania, Burkina Fasso y Níger. Esos mismos tuaregs son quienes ahora están en guerra contra el Gobierno de Bamako y a los que Francia quiere derrotar. La situación de expolio, aunque la deuda externa de Malí ha bajado considerablemente, no ha concluido. Por ejemplo, actualmente se están produciendo ventas de tierras por parte del Gobierno a países y multinacionales en las orillas tanto del río Senegal como del Níger. Ventas que están redundado en un empobrecimiento de la población al privarles de sus medios de subsistencia. Malí no tiene un gobierno respetuoso de los derechos humanos ni con un programa político enfocado al bienestar de su pueblo, sino un gobierno militar, fruto de un golpe de estado, que derrocó hace poco menos de un año al presidente electo de aquel país cuando quiso resolver de forma negociada los impulsos autonomistas de los tua-
reg del norte del Estado. De este modo, para Utopía Contagiosa y Ecologistas en Acción las políticas que tendría impulsar Francia en Malí deberían partir de una asunción de su responsabilidad en el empobrecimiento del país y suponer una ayuda para que la población tenga unas condiciones dignas de existencia sin agotar sus recursos. Al igual que en Europa, la salida de la crisis en Malí pasa por apostar por medidas que busquen la justicia social en equilibrio con el planeta y no en redundar en la masacre de la población. Es por eso que las organizaciones ecopacifistas hacen un llamamiento a los colectivos sociales y políticos españoles, y a la población en general, para que exija, por medio de la movilización y la lucha social, al Gobierno español el cambio de política hacia el conflicto maliense. Este cambio debe ir en el sentido de presionar a la comunidad internacional hacia la desmilitarización del conflicto y el apoyo a políticas de responsabilidad social, de reparación del expolio colonial, de inversión en el bienestar de la población y de sostenibilidad.■
El mito del progreso humano por Chris Hedges
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n la obra Réquiem por una especie: ¿Por qué nos resistimos a la verdad sobre el cambio climático? Clive Hamilton describe el lúgubre consuelo derivado de aceptar que “el catastrófico cambio climático es algo virtualmente seguro”. Dice que para eliminar cualquier “esperanza falsa” hace falta un conocimiento intelectual y un conocimiento emocional. El primero es algo posible de lograr. El segundo es mucho más difícil de adquirir porque los seres querido, incluyendo nuestros hijos, están condenados a la inseguridad, la miseria y el sufrimiento en el transcurso de pocas décadas -si no en pocos años. Asumir emocionalmente el desastre que nos aguarda, lograr comprender a un nivel visceral que la élite en el poder no responderá racionalmente ante la devastación del ecosistema, es tan difícil como la aceptación de nuestra propia muerte. La lucha existencial más abrumadora de nuestro tiempo es asimilar -intelectual y emocionalmente- esta horrible verdad y continuar resistiendo contra las fuerzas destructivas. La especie humana, encabezada por europeos y euro-americanos blancos, ha lanzado, desde hace 500 años, una estampida violenta de conquista, saqueo, depredación, explotación y contaminación de la Tierra -matando al mismo tiempo a las comunidades indígenas que hallan en su camino. Pero el juego ha llegado a su fin. Las fuerzas técnicas y científicas que permitieron crear una vida de lujos sin paralelo son las mismas fuerzas que nos condenan. La manía de la expansión económica y explotación sin límites se ha convertido en una maldición, en una sentencia de muerte. Pero incluso mientras se desintegra nuestro sistema económico y del medio ambiente, después del año más caliente en los 48 estados contiguos de EE.UU. desde que se lleva el registro iniciado hace 107 años, carecemos de la creatividad emocional e intelectual para apagar el motor del capitalismo global. Nos hemos atado a una máquina de la muerte, como lo explica el borrador del reporte del Comité Asesor de Evaluación y Desarrollo Climatológico Nacional. Las civilizaciones complejas tienen el mal hábito de la autodestrucción. Antropólogos, entre los que se incluye Joseph Tainter en El colapso de sociedades complejas, Charles L. Redman en El impacto humano en los medio ambientes de la antigüedad y Ronald Wright en Breve historia del progreso han expuesto los patrones comunes que conducen a la desintegración de los sistemas. La diferencia es que, en esta época, nuestra destrucción arrastrará a todo el planeta. Con este colapso final no habrá nuevas tierras para explotar, ni nuevas civilizaciones para conquistar, ni nuevos pueblos para sojuzgar. La conclusión de la larga lucha entre la especie humana y la Tierra será que
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los seres humanos sobrevivientes aprenderán una dolorosa lección sobre la ambición desenfrenada y el egocentrismo. “Hay un patrón que se repite en las diferentes civilizaciones del pasado de desgaste de los recursos naturales, sobreexplotación del medio ambiente, expansión desmedida y sobrepoblación”, sostiene Wright en una conversación telefónica desde su hogar en British Columbia, Canadá. Agrega: “Según el patrón, las sociedades tienden al colapso poco después de alcanzar el periodo de mayor magnificencia y prosperidad. Ese patrón se repite en numerosas sociedades, los antiguos romanos, mayas y sumerios del actual sur de Irak. Hay muchos otros ejemplos, incluyendo sociedades a menor escala como la Isla de Pascua. Las mismas causas de la prosperidad de las sociedades en el corto plazo, especialmente nuevas formas de explotar el medio ambiente como la invención de la irrigación, conducen al desastre en el largo plazo debido a complicaciones que no se pudieron prever. A esto lo llamo “la trampa del progreso” en el libro Breve historia del progreso. Hemos puesto en movimiento una maquinaria industrial de tal nivel de complejidad y dependencia en la expansión que no sabemos cómo arreglarnos con menos ni como lograr estabilidad en relación a nuestra demanda de recursos naturales. Hemos fracasado en el control de la población humana. Se ha triplicado en el curso de mi vida. Y el problema se agudiza por la brecha creciente entre ricos y pobres, la concentración de la riqueza, que asegura que nunca habrá suficiente para repartir. La cantidad de gente en extrema pobreza en la actualidad -cerca de dos mil millones- es mayor de lo que era la población total del mundo a principios del siglo XX. Eso no es progreso.” “Si continuamos negándonos a enfrentar la situación de una manera racional y ordenada marcharemos, tarde o temprano, hacia una suerte de gran catástrofe.”,
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sostiene Wright. “Si tenemos suerte, será lo suficientemente grande como para despertarnos a nivel mundial pero no tanto como para eliminarnos. Ese sería el mejor de los casos. Debemos trascender nuestra historia evolucionista. Somos cazadores de la Era Glacial afeitados y vestidos de traje. No somos buenos pensadores a largo plazo. Preferimos atiborrarnos con carne de mamut sacrificando a todo el rebaño en el precipicio antes que ingeniarnos para conservar el rebaño y tener alimento diario para nosotros y nuestros hijos. Esa es una transición que nuestra civilización debe hacer. Y no la estamos haciendo.” Wright, que en su novela distópica Un romance científico, pinta un mundo futuro devastado por la estupidez humana, menciona “los intereses políticos y económicos afianzados” y la incapacidad imaginativa de la inteligencia humana como dos de los mayores impedimentos para un cambio radical. Y dice que estamos en falta todos los que usamos combustibles fósiles y todos los que participamos de la economía formal. Las sociedades capitalistas modernas, sostiene Wright en su libro “¿Qué es América: Una breve historia del Nuevo Mundo”, derivan del saqueo perpetrado por los invasores europeos contra las culturas indígenas del continente americano desde el siglo XVI al siglo XIX, combinado con el empleo de esclavos africanos como fuerza de trabajo sustituta de los nativos. La población de indígenas americanos decreció en un 90% a causa del sarampión y otras plagas nuevas. Los españoles no lograron conquistar ninguna de las grandes civilizaciones hasta que el sarampión empezara a hacer estragos; en efecto, los aztecas derrotaron a los españoles al principio. Si Europa no hubiera saqueado el oro de las civilizaciones azteca e inca, si no hubiera ocupado la tierra y se hubiera apropiado de los altamente productivos cultivos del Nuevo Mundo para explotarlos en sus granjas europeas, el crecimiento
de la sociedad industrial en Europa habría sido mucho más lento. Karl Marx y Adam Smith señalaron que el influjo de riqueza desde las Américas hizo posible la Revolución Industrial y el inicio del capitalismo moderno. Fue la violación de las Américas, señala Wright, lo que desencadenó la orgía de la expansión europea. La Revolución Industrial también equipó a los europeos con sistemas avanzados de armamento, lo que hizo posible una mayor subyugación, saqueo y expansión. “La experiencia de 500 años de expansión y colonización relativamente fáciles, de la constante toma de nuevas tierras, condujo al mito del capitalismo moderno de que es posible expandirse indefinidamente”, dice Wright. “Es un mito absurdo. Vivimos en este planeta. No podemos dejarlo e irnos a otra parte. Tenemos que hacer ajustes a nuestras economías y demandas de la naturaleza dentro de los límites naturales, pero hemos tenido 500 años durante los cuales los europeos y los europeos- americanos, al igual que otros colonialistas han dominado el mundo. Este periodo de 500 años ha sido visto no solo como algo fácil sino también normal. Creemos que las cosas siempre serán más grandes y mejores. Tenemos que entender que ese largo periodo de expansión y prosperidad fue una anomalía. Algo así ha sucedido muy raramente en la historia y nunca volverá a suceder. Tenemos que hacer reajustes en la civilización a nivel integral para vivir en un mundo finito. Sin embargo, no lo estamos haciendo porque llevamos mucho bagaje, demasiadas versiones míticas de una historia deliberadamente distorsionada y un sentimiento profundamente enraizado de que ser moderno se reduce a tener más. Esto es lo que los antropólogos llaman una “patología ideológica”, una creencia auto-destructiva que provoca el colapso y la destrucción de las sociedades. Estas sociedades continúan haciendo cosas realmente estúpidas porque no pueden cambiar la manera de pensar. Y en este punto nos encontramos nosotros ahora.” Y a medida que el colapso se hace palpable, si la historia de la humanidad puede servir de guía, nosotros como las sociedades en proceso de desintegración del pasado, nos refugiaremos en lo que los antropólogos llaman “cultos de crisis”. La impotencia que sentimos frente al caos ecológico y económico desatará engaños colectivos más agudos, como la cre-
encia fundamentalista en un dios o en dioses que vendrán a la tierra para salvarnos. “Las sociedades a punto de colapso, a menudo, son víctimas de la creencia de que si realizan ciertos rituales todo lo malo desaparecerá”, dice Wright. “Hay muchos ejemplos de ello a través de la historia. En el pasado esos cultos de crisis se impusieron entre los pueblos que habían sido colonizados, atacados y masacrados por extranjeros, de los pueblos que habían perdido control de sus vidas. Esos rituales representan la capacidad de recuperar el mundo del pasado, al que visualizan como una especie de paraíso. Buscan regresar a cómo eran las cosas. Los cultos de crisis se propagaron rápidamente entre las sociedades de indígenas americanos en el siglo XIX, cuando los indígenas y los búfalos eran masacrados con rifles de repetición y luego con metralletas. La gente llegó a creer que, como sucede en la ‘danza de los fantasmas’, si ellos hacían lo correcto desaparecería el mundo moderno que les era intolerable: el alambre de púa, las vías ferroviarias, el hombre blanco, las armas de fuego. “Todos tenemos el mismo tipo básico de mecanismos psicológicos: somos muy malos para planear a largo plazo y nos aferramos a engaños irracionales frente a una amenaza seria”, dice Wright. “Veamos, por ejemplo, la creencia de la extrema derecha de que si desapareciera el gobierno, recuperaríamos el paraíso de la década del 50. Veamos de qué manera permitimos que avance la exploración de petróleo y gas cuando sabemos que una económica basada en el carbón representa un suicidio para nuestros hijos y nietos. Ya se pueden sentir los resultados. Cuando se llegue al punto en el que grandes partes de la Tierra experimenten malas cosechas al mismo tiempo, tendremos hambrunas masivas y una ruptura del orden establecido. Eso nos depara el futuro si no tomamos medidas frente al cambio climático.” Dice Wright: “Si fracasamos en este gran experimento, el experimento de los simios que desarrollaron la inteligencia suficiente como para hacerse cargo de su propio destino, la naturaleza se encogerá de hombros y dirá que fue divertido dejar que los simios se hicieran cargo del laboratorio por un rato pero que después resultó una mala idea”. ■ Traducido por Silvia Arana para Rebelión
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