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NUESTRA IDENTIDAD Lic. Eda Karina Rubio Rubio
from Punto de encuentro 1
by par-tres
Lic. Eda Karina Rubio Rubio
Nadie puede ser esclavo de su identidad: cuando surge una posibilidad de cambio hay que cambiar. Elliot Goult.
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La docencia como profesión está sufriendo cambios debido a la evolución de las demandas de la sociedad hacia los sistemas educativos, por los cambios en la manera de apropiarse de lo que concede legitimidad al profesorado: el conocimiento, la cultura profesional docente, como la de casi todas las profesiones, es reacia a los cambios. Pero necesariamente hemos de evolucionar para seguir siendo una profesión docente en la que la socialización previa influya en las creencias que el profesorado desarrolla, en el contenido que se enseña y crea identidad, con una clara predilección por el conocimiento práctico y el aprender de la experiencia, caracterizada por el aislamiento, y en donde los alumnos son la principal fuente de motivación del profesorado.
Debemos dar respuesta a esta sociedad actual que es cada vez más dinámica, la globalización ha traído una revolución de cambios más allá de los aspectos económicos, políticos, educativos, ambientales, científicos, los que han significado profundas transformaciones sociales. En este contexto, la incertidumbre parece ser la ley fundamental, el cambio aparece como condición, el mundo al que pertenecen las escuelas, en consecuencia, se caracteriza hoy por una inestabilidad, y una incertidumbre social crecientes, debido a que la escuela es el lugar donde se materializan las teorías y el ámbito donde las personas pueden aprender diferentes áreas del conocimiento y del saber.
Bajo este contexto tan apremiante, el ejercicio de la docencia aparece interpelado y apremiado a introducir cambios en las actuales prácticas pedagógicas, lo que según Hargreaves (2003), ha significado convertir a la docencia en una «profesión paradójica», refiriéndose con ello a la duplicidad de exigencias actuales, que incluso pueden aparecer como contradictorias entre sí, es más, incluso se presentan requerimientos sociales a la pro-
fesión, que van más allá de los conocimientos disciplinarios y técnicos especializados; en ocasiones, los docentes nos vemos presionados al asumir responsabilidades con los estudiantes, derivadas de problemas en la estructura social, que se han generado de la falta de apoyo y programas sociales para la intervención de problemas en las familias; a estas exigencias, se agrega, por un lado, el reconocimiento de los docentes como actores clave en la búsqueda de la calidad educativa, resumido en la frase: «La calidad de un sistema educativo tiene como techo la calidad de sus docentes» (Barber & Mourshed, 2008:15).
Por otro lado, la profesión docente se presenta desvalorizada social y económicamente, más aún:
«Los docentes siguen vistos como ejecutores pasivos de lo que se decide en los niveles superiores, operando los currículos y cambios en los cuales no han tenido ni voz, ni presencia, ni capacidad para tomar decisiones» (CEPAL,2004:93).
De esta forma, el propio docente se encuentra en una dualidad en términos de «lo que es» y «lo que debiese ser», situación que constituye una fuente contradictoria de valoración social que amenaza y cuestiona su Identidad Docente, que, por una parte, aparece siendo tensionada desde la sociedad en su conjunto, y por la otra, desafiada a mejorar sus prácticas pedagógicas.
El desarrollo de la identidad profesional, la reflexión y la práctica pedagógica son claves para la formación inicial y continua de los profesores. Los procesos reflexivos permiten resolver situaciones que tensionan la identidad profesional docente, la cual es construida y transformada durante las prácticas pedagógicas desde los ámbitos escolares, en los que emerge la interacción docente en la formación, el fortalecimiento y la actitud de profesionalización. Estos procesos están dinámicamente relacionados y determinan la identificación, la identización y la identidad con el rol de la práctica como profesor en formación, guía, acompañante, orientador, gestor de aprendizajes, siempre con un fin.
Es por ello que surgen múltiples interrogantes: ¿Qué es lo que me identifica con mi colega? ¿Qué es la identidad? ¿Dónde está mi identización? Partiendo de la premisa que ser docente es: Retomar la formación continua y permanente al servicio del otro y para el otro, siendo una aventura emocional e intelectual, en la que se promueve la existencia de personas deseantes e inteli-
gentes, es ser líder de un cambio, vocación de servicio, compromiso humano, ser un guía responsable, profesional, orientador, constructor de aprendizajes y saberes, promotor de conocimiento, es dejar huella, trascender abriendo nuevos horizontes, desarrollando estrategias que acompañen a otros al descubrimiento de sus propios recursos, habilidades y competencias.
Es primordial considerar que las prácticas pedagógicas de formación inicial permiten desarrollar la identidad profesional docente (tanto del profesor en formación, como del profesor tutor y del profesor guía) porque es un espacio curricular en el que se construyen comunidades, se comprenden y elaboran relaciones con los demás y con el mundo, y además, se adquiere el sentido vivido de lo que se es, reflexionando desde una perspectiva cognitiva de los procesos como el mecanismo más importante para la creación de identidad profesional docente.
En este mismo sentido, plantean que la identidad docente no es algo que se fija ni se impone, sino que se negocia a través de la experiencia y el sentido que se le da a esa experiencia a través de la reflexión, siendo este, un factor determinante en la formación de identidad, y por tanto, debería ser un elemento central en los programas de formación de profesores. El contexto de la práctica, y la apuesta por el desarrollo del pensamiento reflexivo del futuro profesor, permite tener el contexto de los desplazamientos y cambios en la identidad de un profesor (Beauchamp, 2015). El entorno escolar, la naturaleza del contexto institucional o de los estudiantes, el impacto de los colegas y de los directivos escolares, influyen en la configuración de una identidad nueva.
Entendiendo que la identidad profesional docente es la forma como los especialistas en la educación se definen a sí mismos y a los otros. Es la construcción de sí mismo, la cual evoluciona a lo largo del servicio y puede verse influida por los contextos escolares, políticas educativas y reformas… e incluye compromiso personal, disposición para aprender, las creencias así como los valores que permiten ser mejores profesionales.
Es conveniente subrayar que el desarrollo del docente no sólo depende de su formación, sino depende del contexto donde actúa, donde ejerce como docente, ya que un maestro puede dar clase por la mañana en una institución y por la tarde en otra, por lo tanto, el maestro se está enfrentando a diferentes contextos,
lo cual quiere decir, que, no hace las mismas actividades en las dos instituciones, las estrategias que utiliza son totalmente diferentes ya que los alumnos no son los mismos y sus necesidades no son iguales.
Por lo tanto se debe considerar que: • El vínculo entre la identidad profesional y personal de un profesor o profesora está estrechamente relacionado con su práctica, ya que la identidad es la experiencia negociada del sujeto, e implica la identificación de la pertenencia a una comunidad, considera la trayectoria de aprendizaje del individuo y supone la participación en contextos locales nacionales y globales. • La identidad profesional docente proviene de la posición de la persona dentro de la sociedad, la interacción con los demás y la interpretación de sus experiencias. Comienza por la autopercepción de ser maestro, maestra y continúa con tratar de ser visto por otros como tal. Así, las creencias y conceptos de «buen maestro» se derivan de sus teorías implícitas y se reconfiguran en la práctica a través de procesos de reflexión. • La identidad profesional es un proceso no lineal caracterizado por las dificultades que son eficazmente superadas con la apropiación de competencias profesionales puestas en contextos reales de desempeño. En este proceso, aparecen contradicciones que producen malestar, tensión y dudas que colocan al profesor en la encrucijada de la determinación social; la mirada individual y subjetiva, la cual no consiste en la repetición de un modelo fijo, sino en la trayectoria autónoma elegida por el individuo entre las diferentes alternativas que podría tomar en los criterios individuales de elección, son determinados por procesos reflexivos y marcan diferencia con la identidad socialmente compartida por el grupo de personas dedicadas a la misma función, por lo tanto, se asume y se da la identificación y la identización. El primero, se da por el sentido de pertenencia que caracteriza y asocia a un sujeto con un colectivo; el segundo, es un proceso de individualización donde el sujeto decide qué elementos del grupo le son propios, cuáles adopta y cuáles no, qué lo hace similar al grupo y en qué se diferencia.
La construcción de la identidad se da por el trabajo conjunto entre la identificación y la identización, lo que hace dinámicas e interactivas las fases de crisis y desafíos que experimentan los maestros. Estos, despiertan pro-
cesos de exploración, compromiso y evaluación, motivados por los sentimientos y facilitados por la relación de contigüidad o relación de confianza con otros.
La construcción y transformación de la identidad profesional docente es un proceso dinámico e interactivo que permite configurar una representación de sí mismo como profesor, movido por fases interrogativas generadas por situaciones interpelantes (internas y externas al sujeto) y respaldado por procesos de identización e identificación. Es facilitado por lazos de contigüidad y la búsqueda de sentimientos de congruencia, competencia, autoestima y autogestión. Es dependiente de la representación que el profesor tiene como persona y de la que tiene de otros profesores y de la profesión.
Para concluir, la identidad profesional docente es la representación, que el profesor en ejercicio o en formación, desarrolla de sí mismo como profesor o profesora, y se centra en los conocimientos, creencias, valores, actitudes, conductas, habilidades, objetivos y aspiraciones que se asigna como propios y que surgen en la interacción consigo mismo, las responsabilidades profesionales, los colegas y la escuela como institución social siendo un elemento fundamental para combatir la desvalorización social del maestro.