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EL ARCA DE LA MEMORIA Juan Salinas y López
from Punto de encuentro 1
by par-tres
Juan Salinas y López
La escuela de ayer y la de hoy
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Caminando por el centro de mi ciudad y con la nostalgia del tiempo, encaminé mis pasos al edificio que albergaba mi escuela. Al detenerme donde estaban mis recuerdos, vi un enorme edificio moderno, por cierto de gran presencia, dos niveles, grandes ventanales, sus muros pintados de color paja y sus patios cubiertos por grandes lonas blancas, sostenidas por mástiles pintados de color blanco… la modernidad la había tocado. De aquel centro escolar no quedaba nada, aquel de mis recuerdos de un solo nivel, de techos de dos aguas, cubiertos de tejas de color rojo, donde las aulas, una junto a la otra, parecían un ferrocarril en marcha y la dirección al frente como una locomotora, siempre de puerta abierta, desde donde la figura del director siempre cuidaba con su mirada que todos estuviéramos en nuestro vagón. Recorrí cada aula de esa hermosa escuela, de acuerdo al grado que iba cursando. Ahí, de pronto, me vi sentado en las mesas binarias que compartíamos con algún compañero, asignada por el maestro, o en otros momentos, con aquel amigo que compartía nuestros primeros secretos y tropiezos.
Fue ahí, en esos espacios, donde los maestros mostraban su amor a su profesión. En primero, la maestra Carmelita, nos mostró con cariño el camino de la lectura y las primeras poesías a la Patria, a la naturaleza y nos envió por primera vez a declamar un poema a la radiodifusora XENA, fue una verdadera algarabía en la escuela y al interior de nuestras familias; en segundo y tercero, la maestra Evangelina, por cierto una artista que nos deleitaba con su voz y acompañada de su guitarra, nos ofrecía pequeños conciertos; en cuarto, la guía siempre cuidadosa de sus expresiones de la maestra Ma. de Jesús; en quinto, la fortaleza de la disciplina del maestro Ramón y en sexto, la visión de transformar con su ejemplo del maestro Antonio.
En su interior, se daban los primeros pasos a una formación futura. El aula era el laboratorio,
el taller, el escenario donde las matemáticas eran casi siempre centradas en los hechos cotidianos, el gasto familiar, las medidas de nuestra casa, el costo de nuestros útiles escolares, hasta los problemas que nosotros proponíamos o que el maestro nos planteaba para resolver entre equipos. La Geografía y las Ciencias Naturales eran siempre apoyadas por un enorme planisferio, que pegado al muro, servía como guía para descubrir un mundo, que para ese momento era infinito. A las once de la mañana sonaba la campana y salíamos al recreo, acompañados de música infantil, cuyo sonido venía de unas enormes bocinas cónicas que se encontraban en los pasillos. Qué significativo era nuestro patio, rodeado de árboles y alrededor de ellos nos brindaban su sombra, mientras los maestros, sentados por fuera de los salones, nos observaban y junto a otros descansaban un poco. Mientras que algunos nos disponíamos rápidamente a formarnos en la tiendita escolar para deleitarnos con los taquitos, agua de sabores y una que otra golosina, otros jugábamos a la cuerda, el trompo, el cocolito, el avión y los encantados, etc.
Esa convivencia nos hacía generar reglas, que el grupo se encargaba de hacerlas cumplir, so pena de separar al compañero y aplicarle la «sanción del hielo».
El sonido de la Marcha de Zacatecas, nos indicaba que nuestro recreo había terminado, nos dirigíamos agitados al salón, ahí el maestro nos indicaba que el momento siguiente era para, dibujar, iluminar, escribir, sobre lo que nos había gustado más o lo que no nos había agradado de nuestro día. Trabajos que señalaban, serían expuestos en una muestra pedagógica al final del mes y que desde luego, se enviaría una invitación a nuestros padres. Acompañados casi siempre por nuestra madre, acudíamos, señalando lo hecho por cada uno, y desde luego, se sentían orgullosos; después venía el premio, en mi caso, una paleta de hielo con sabor a limón. Cerca de la una de la tarde, el maestro recordaba el aseo de nuestro salón, que desde el inicio del año escolar, lo había integrado en equipos, todos cumplíamos y nuestros padres sabían y nos felicitaban por compartir esa responsabilidad. Por cierto, nos preocupaba que hubiera una queja en contra de algo que se hubiera hecho mal, porque los padres siempre fortalecían a los docentes y en ocasiones el castigo era doble.
En los seis años tuvimos dos directores. El primero, al jubilarse,
originó un verdadero tumulto de padres de familia, que querían agradecerle. Ese día fue fiesta, fuimos los encargados de llevar, desde un artículo de porcelana, cartas, reconocimientos de madera, hasta la señora que le insistió que no olvidara el paquete de gorditas que le había preparado en casa. Fue un momento memorable. Así era la relación de la escuela con la comunidad. La presencia de ambos directores, en diferentes momentos, fue importante; ambos nos recibían en la entrada, tenían la costumbre de pasar a los salones a desearnos el mejor de los días. Sabíamos de su autoridad, porque nuestros padres se expresaban muy bien por sus atenciones, respeto y empatía. Ellos eran los medios para saber cómo estaba la escuela y qué necesitaba, una mirada, una palabra, y todos escuchábamos sus observaciones, con voz segura, firme y tranquila. A las trece horas sonaba la campana y salíamos formados hasta la puerta de la escuela. Atrás quedaba ese espacio mágico que nos invitaba a regresar, porque ahí estaban los tesoros, que todos los días descubríamos y nos permitirían ser como decían, «profesionistas de éxito», pero sobre todo, «ciudadanos del mundo», conscientes de que en ese pensar estaba la grandeza de los pasos de nuestra vida.
Me alejé de mis recuerdos, cerré esa página y vi ese edificio nuevo, con la tecnología en manos de los alumnos y docentes, generando tal vez un mayor campo de conocimientos, con formas diferentes, pero con el mismo propósito educativo, con retos, encuentros y desencuentros propios de la tarea educativa y del tiempo que se vive pero con una visión de la escuela, que pertenece a todos y siempre será una espacio de transformación.