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Prólogo
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Ahora que llega finalmente el día de echar este libro a su suerte, por decirlo así, y entregar al molde estas letras de Luz Amorocho, me piden explique en este prólogo quién soy y por qué yo. No es tarea fácil, pero divertida sí. Porque, en todo caso, llevo años barruntando la idea de hacer un libro sobre Luz Amorocho.
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¿Que por qué sobre Luz Amorocho?
Bien puede atento lector voltear el libro o saltarse unas páginas, para hacerse una idea de la inolvidable Luz, la que nos cambió la vida a varios, de cerca o de lejos, y así, lector, evitarnos enojosas repeticiones.
¿Que por qué yo?
Vueltas doy dijo el otro y como ateo caigo en la única palabra posible: la suerte.
La suerte de conocerla y considerarla maestra. La suerte de su larga y profunda amistad con mis papás, que permitió su participación en mi crianza, y el cariño que nos tuvimos y la valentía que me inculcó. Aunque me decía, “Lucas, cuidado, siempre estás poniendo el pecho y un día te van a llover piedras”. Suerte que todavía no me han llovido (tantas). Suerte que ella me quisiera como a un hijo, que de sangre, o hasta donde se sabe o se imagina, no tuvo. La suerte, también, cómo no, de tener un papá arquitecto, que todos los paseos los volvía de arquitectura, y que me llevaba a su taller y me ponía a dibujar, y en vacaciones a ganarme unos dinerillos ayudando a cortar cartón y a hacer maquetas. Y de haber crecido en ese barrio y en ese edificio del que hablaré, y donde había tanto arquitecto. Y de haber podido construir yo mismo, ya grande, una casa. Y de haber publicado un libro de este jaez, sobre la vida y la obra de mi papá, que me es tan querido. Suerte tal vez, también, soñar con lectores atentos, de un libro que se cree música popular, siempre saludando parientes y amigos. Suerte y gracias, de una vez, a quienes lo publican y me dejan escribir mi nombre en la tapa con el de Luz. Y gracias a mi mamá que me enseñó a leer y a escribir. Que no soy arquitecto, y estos libros los escriben arquitectos, o escritores arquitectos, o al menos escritores, y yo no soy, si se quiere, ninguno de los dos. Pues me declaro artista, en ese sentido de alguien cuyo interés no es sino dejar
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un testimonio. Que he de contar una vida que no es la mía y jamás podré ser objetivo. Declaro que no me interesa y que, por fuera de las matemáticas, no conozco objetividad. Aviso que cuando hablo de Luz estoy sin duda hablando de mí. Siempre he querido, como ella, ser actriz. Y ahora me quité el bigote y me ricé los pelos, con la intención insensata, y acaso patológica, de parecerme a ella.
Suerte ha sido sentir vivo interés por la arquitectura y por los libros. También me dedico al cine (como mi mamá), pero los libros son más baratos, la industria de mi país permite hacerlos muy bien y duran mucho más que un disco duro. Menciono lo de las películas porque aprendí a hacer fotos, y haciendo documentales seguramente fue que aprendí a investigar así, a entrevistar y a transcribir voces ajenas. Y, subtitulando, el placer de mejorar lo dicho, sin que nadie se dé cuenta.
Suerte que me enseñaron a viajar y a entender otras lenguas.
En fin, que tal vez este no sea más que un informe para un libro tan definitivo como improbable y que ahora entrego, con la efeméride pisándome los talones: Luz cumpliría cien años el próximo 22 de abril. No se trata, pues, de una rigurosa biografía sobre una persona ilustre o grande artista (aunque a mí me lo parezca). Incluso, podrá al final sorprenderse el lector con lo modesto de su legado arquitectónico. Porque Luz no fue una arquitecta en el sentido de proyectar una serie de edificios para ser incluidos en eso que llaman, pomposamente, “los anales” de la arquitectura en Colombia. No. Fue simplemente, si esto acaso es cosa simple, alguien que marcó profundamente mi vida. La mía y la de unas cuantas personas que hablarán a continuación.
Una última aclaración preliminar: los apuntes que aparecen en cursiva, como este mismo, son míos, al igual que las notas a pie de página y los pie de foto; si algún nombre propio no tiene llamado, o alguna cara conocida no está mencionada, se debe más a desinformación que a olvido. Mala suerte tal vez.
Espero lo disfruten o la disfruten.
Lucas. Barcelona, 13 de noviembre de 2021.