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VIII. Última entrevista
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De la entrevista de marras que le hicieron en el año 2007, he usado a lo largo del relato casi todo, me queda un pedazo aún, justamente mi favorito, el de los “asuntos del corazón”.
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ANA MARÍA PINZÓN: ¿Cómo era estar metida en ese mundo tan masculino?
LUZ AMOROCHO: Yo estaba acostumbrada. Primero porque me crie con mis dos hermanos. Y fuera de eso, porque a mí nunca me ha gustado la ñañacería de las niñas, de la compañía femenina, de mujeres que se han criado entre mujeres. Me parece fatal porque odio esa discriminación. De lo más humillante. Eso que le dije a un pendejo el otro día, que una mujer no tiene derecho a ser fea. ¿Cuándo a un hombre se le ha ocurrido que no puede hacer algo porque es feo? Es una vaina muy terrible y muy discriminatoria y muy injusta. Entre otras cosas, ¿cuántas mujeres en la historia sobresalieron y posiblemente eran horrorosas? Por lo
Luz en casa de Hernán y Rafa. Ca. 2007. Fotografía de Hernán Díaz. Archivo Maldonado-Tió
Tercer Acto 127
menos en los cuadros que uno ve, ¿no? ¿Y cual de esas imbéciles puede hacer lo que hace una artista que no voy a nombrar pero que es muy fea, y la gracia que ella tiene, y la inteligencia y el sentido del humor, y muchas cosas? Y lo que la quiere su marido, entre otras cosas, además. Lo que pasa es que lo del amor es muy misterioso. Mira, yo he visto tipos lindísimos enamorados, “¿Y qué le verá a esa?”. Lo mismo que le pasa a uno. Uno se enamora de un tipo feísimo “¿Qué es lo que le pasó? ¿Qué le pasó? ¿Qué es lo que mira?”. ¡Uno no sabe! Porque es físico. Porque cuando tú te enamoras es del físico.
ANA MARÍA PINZÓN: No, pero no necesariamente.
LUZ AMOROCHO: ¡Ay!, pero señora, entonces lo querría como amigo. La diferencia entre querer a una persona como amigo y amarla está en el cuerpo. Está en el deseo. No tiene nada que ver con el esquema, con la descripción de la belleza, tiene que ver con el físico. Porque tú te enamoras del físico de la otra persona. De tocarle la piel. Y que te la toque. Y lo que sea, todo lo que sabemos que se hace. ¿Eso con qué se hace? Es el cuerpo el que lo atrae a uno. Lo atrae en el sentido físico. Tú me puedes caer a mí muy bien, y quererte muchisísimo por razones que son muy válidas, pero no me enamoro de ti porque tu cuerpo no es lo que a mí me atrae, para eso, para el amor.
ANA MARÍA PINZÓN: ¿Qué tan difícil era ser profesional y soltera?
LUZ AMOROCHO: No, para mí no hubo nunca problema, al contrario.
ANA MARÍA PINZÓN: ¿Tú piensas que si te hubieras casado hubieras dejado de ejercer la profesión?
LUZ AMOROCHO: Si me hubiera casado, bajo las condiciones en las que la gente tenía que quererse en esa época, yo creo que habría ahorcado al marido. O él me ahorcaba a mí. Es muy posible que fuera él a mí, porque yo soy muy chiquita.
ANA MARÍA PINZÓN: ¿Nunca encontraste a alguien con quien te hubiera gustado casarte?
LUZ AMOROCHO: Pues sí, cuando uno está enamorado se quiere casar. Pero después, cuando se desenamora, ya no. Cuando pensaba ahoritica en haber tenido hijos, se me junta el cielo con la tierra. Cada vez que veo yo a una pareja bien envainada con sus hijos, me digo: “Dios mío, Dios mío. ¡Qué es esta felicidad de no tener hijos!”.
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ANA MARÍA PINZÓN: O sea que no te arrepientes para nada
LUZ AMOROCHO: No, no, no. De lo que me arrepiento, mejor dicho, hay un recuerdo que a mí me persigue mucho y que cuando se me aparece, por allá a las tres de la mañana, puede ser muy, muy traumático. Una vez hicimos un viaje con mi hermana al Perú y estuvimos en Machu Picchu. Hicimos unas excursiones por unos caminos del indio, que eran terribles. Montaña ahí y precipicio ahí, y uno pasando por aquí. Todavía me acuerdo de eso. Y siento la angustia más terrible de pensar en ese paso. Yo pasé por ahí y todavía siento que se me eriza todo. Eso siento yo con esos recuerdos: de las que me salvé.
La sensación de ese peligro. Es que tú no te puedes imaginar lo que yo siento: se me recoge todo, esa cosa que la llaman en Colombia “culillo”, porque está directamente relacionada con esa parte del cuerpo. Eso, a las tres de la mañana. Ese miedo sobrepasa todo. Y eso lo siento al pensar en haber hecho ciertas cosas. En que me hubiera metido en el berenjenal más terrible de la vida. Y que me escapé. Tal vez por ser muy directa, por estar poniendo siempre las cosas sobre la mesa, ¿no? Porque todas esas cosas del enamoramiento, especialmente en mi época, estaban llenas de mentiras, llenas de presuposiciones. Uno tenía que mostrar la cara de fulanita, para que un tipo lo aceptara a uno. Sabiendo uno que uno no pensaba eso, que uno no era eso.
Ha pasado tanta agua debajo del puente. La perspectiva que tengo sobre mi propia vida es muy rara, es como si fuera la vida de otra persona. No puedo decir “¡Ay! Eso verdaderamente me pasó a mí”. Es raro, muy raro. Tengo la memoria de las cosas, pero no me meto en el pellejo. Yo pienso, ¿por qué estaría yo tan afanada por eso? Cuando tú te acuerdas de cuando tenías diez años, ¿tú te sientes la misma, misma, misma? Es como si uno fuera varias personas.
ANA MARÍA PINZÓN: ¿Por qué nunca fuiste docente? ¿Nunca te interesó?
LUZ AMOROCHO: No, para nada.
ANA MARÍA PINZÓN: ¿Por qué no abrir oficina sola o con alguien?
LUZ AMOROCHO: Porque yo estaba trabajando en otra cosa. No estaba muy interesada en eso, la verdad. Además, no tenía ganas de esa brega, eso no ha sido lo importante en mi vida.
ANA MARÍA PINZÓN: ¿Entonces?
LUZ AMOROCHO: ¿Ah? Bueno, mi señora, son las seis y media, me voy.
Postal de Luz a Nicole desde Machu Picchu. 1968. Archivo de Christine de Bremond d’Ars.
Luz en un segundo viaje a Machu Picchu. Ca. 1983. Fotografía de Leonor Amorocho. Archivo personal de la familia Amorocho, Federico Durán.