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VII. La casa de Clara
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El último trabajo de Luz como arquitecta fue en 2004. Consistió en una reforma y ampliación de la casa de Clara Inés Cárdenas, Clara, la mujer de la limpieza que estuvo con ella hasta el final de su vida y una de las personas que más llegaron a conocerla.
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CLARA INÉS CÁRDENAS: Yo voy para treinta años trabajando en el aseo del edificio La Loma. Con Leonor duré como veinticuatro y con Lucecita, como veintiséis. Ella me decía: “Cuando cumpla los cien años, la pensiono”. Además, doña Luz fue una persona tan importante para mí… Fuimos amigas. Confidentes. Nos sentábamos a conversar, a tomar café o un whisky, cuando ella estaba de humor, los sábados de tertulia, por la tarde.
Las conversaciones que tengo con Clara me recuerdan ese placer por arreglar los edificios. Me impresiona calcular que tenía más de ochenta años, iba todos los días en su jeep (el que luego me vendió) a visitar la obra, en el barrio La Victoria, encaramada en un andamio, supervisando cada detalle. Cuando voy a la casa de Clara y José, su marido, me dice él lleno de orgullo: “Este es el edificio…”. Yo como un imbécil estaba esperando un edificio de Le Corbusier, y me encuentro una construcción, igualita a la de al lado, que a su vez es igualita a las tres de más allá.
Clara me cuenta que, después de diez años de trabajar con Luz, tuvo el coraje de invitarla a la primera comunión de su hijo, a la ceremonia y luego a comer torta, en su casa. Una semana después, Luz le dijo: “Clara, llevo una semana sin dormir. Usted tiene que vivir como viven las personas, usted no puede vivir con un bombillo eléctrico prendido todo el día. Vamos a reformar su casa. Piénselo”. El marido no estaba de acuerdo porque no se quería endeudar. Clara estaba por dar luz a su hija. Luz insistió y aceptaron. Lo que hizo, simplificando, fue construir un tercer piso con teja translúcida. En el segundo, a la plancha del techo le hizo un hueco para dejar un vacío a doble altura, que le diera luz natural al comedor. Y, por último, tres cuartos, con ventana a la fachada principal, y uno de ellos, el de Clara, con un pequeño salón.
Un lindo día de obra, Álvaro, más conocido como Alvar, llamó a Luz: “Hay una grieta en la plancha”. Luz llegó con Beatriz Vásquez para que le ayudara a pensar cómo reforzar la estructura. Clara y José sufrían por los dineros, pero Luz les dijo: “Esto fue culpa mía, yo me lo inventé, yo pago esta parte y no molesten más, porque vamos a hacerlo para que aguante
Fachada de la casa de Clara. 2021. Archivo Clara Cárdenas
Planos de la planta del segundo piso dibujados por Luz para la casa de Clara. 2004. Archivo de Clara Inés Cárdenas.
Alvar, José Ventero (dueño de la casa y ayudante de obra), Aino, Luz y María Victoria de Téllez. 2004. Archivo de Clara Inés Cárdenas.
La escalera que menciona Clara. 2004. Archivo de Clara Inés Cárdenas.
Tercer Acto 125
el temblor”. Hicieron dos columnas que suben desde sus cimientos hasta la terraza y pusieron vigas de lado a lado en cada piso.
CLARA INÉS CÁRDENAS: Eso fue una remodelación total, nosotros nos acostábamos y el cemento nos caía en la cabeza. Pero nuestra alcoba quedó más amplia, nos hizo la sala. Dijo “una salita de recibo, si usted está enferma y quieren venir a verla, pues que se sienten acá”. Y armó esta escalera caracol. Cuando terminamos quedó todo tan divino, lleno de luz… Yo decía “Gracias Lucecita por pensar en mi bienestar”. Es una casa muy cómoda, muy agradable, muy amplia. Cuando llego, todos los días, entro y digo: “¡Gracias, Luz! ¡Gracias!”. Todos los días. Yo creo que así va a ser hasta que me muera.
ÁLVARO VENEGAS: El hecho de ella ser mujer arquitecta, a mí eso nunca me molestó. Me acuerdo de una anécdota, en la obra de doña Clara. Una vez que ella fue y me dijo: “Voy a subir a mirar la terraza cómo está”. No había escaleras para subir, tocaba por una escalera de esas de recargar. Y ella se fue con falda. Me dice: “Téngame la escalera”. Yo le respondo “Uy, doña Luz, pero…”. Entonces me pregunta “¿Me va a mirar las piernas?”. Ya cuando se bajó le dije: “La próxima venga con pantalón”. Nos reímos, nos reímos mucho. Pero es que con esa edad que ella ya tenía, pues es lógico que a uno le den nervios de que le pase algo.
CLARA INÉS CÁRDENAS: Ella fue la mamá que nunca tuve. Para mí fue una persona muy, muy especial. Vivía pendiente de todo lo que tenía que ver conmigo. Cuando iba a trabajar con ella, ella cancelaba lo que tuviera que hacer. Y duramos más de diez años yendo a almorzar a donde Las Cositas de la Abuela. Solamente una vez, en 2001, la vi soltar una lágrima. Fue cuando murió don Rafael Maldonado. Fue un sábado, ella iba para la funeraria, me dijo: “Clara, necesito que me acompañe a tomarme un té”. Estaba muy triste, se le desgajaron dos lágrimas. Me dijo: “Creo que fue la única persona que me llegó verdaderamente al alma, siempre lo voy a recordar”. Yo creo que el amor de ella fue don Rafael. Y Lucas, el hijo que nunca tuvo.