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V. Las hermanas Morocho

Tercer Acto 117

Luz y Leonor. Ca. 1930. Archivo MaldonadoTió.

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Contaba Luz que, alguna vez, alguien —un paisa, supongo, por mi recuerdo de su imitación del acento— le había dicho “tan raras ustedes, las hermanas Morocho, llamarse la una Luza y la otra Leonora”.

La relación de Luz y Leonor fue siempre especial, no puedo decir rara, porque a veces me recuerda la mía con mi hermano. Se adoraban, pero al tiempo podían odiarse y decirse las cosas más horribles. En los momentos difíciles, en todo caso, como cuando le dio el infarto, o cuando se rodó por las escaleras, a quien buscaba Luz era a su hermana. No es un detalle menor el que, a lo largo de casi tres décadas, creo que no pasó un solo año en que no fuera a visitarla a Nueva York.

Y en 1994, cuando Leonor se devolvió definitivamente de los Estados Unidos, se instaló en un apartamento que Luz le había conseguido, primero, y luego reformado. Y que, además, quedaba a media cuadra de su casa. ¡Desde la ventana de la una, se veía el apartamento de la otra!

La única carta que he encontrado dirigida a su hermana venía con una noticia muy emocionante escrita por Luz desde una notaría: ya tenía apartamento en Bogotá:

Nota desde la Notaría Sexta de Bogotá de Luz a Leonor. 1992, 11 de julio. Archivo Maldonado-Tió.

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ERNESTO LLERAS: ¿Usted se acuerda que hicimos un viaje a Nueva York Leonor, Luz y yo? Yo pensaba: “Cómo soy de bruto, ofreciéndome a acompañarlas, va a ser complicadísimo”. Pero no. Ellas se pegaban ¡unas agarradas…! Muy divertidas. Yo hacía de árbitro. Una vez, por ejemplo, en el Museo de Arte Moderno: la una “que yo quiero ir a la sala de no sé quién”; y la otra “pues yo quiero Picasso”. Entonces yo les dije: “Vaya usted a Picasso, vaya usted a no sé qué, y estuvo. ¿Qué importa?” Pues no, ellas tenían que ir juntas.

Luz siempre se quejó de que todas sus amigas, incluso las de la juventud y de la infancia, eran ahora amigas de Leonor. Como Isabel Mariño o Beatriz Carreño, y no me acuerdo quién más, que acabaron siendo las grandes amigas de Leonor y dejaron un poco de lado a Luz. Claro, y como Luz quería todo taaan de verdad. Luz era el conflicto.

La gente no se aguantaba esa cosa moral de Luz.

LUCAS: Matías, mi hermano, recordaba que yo llegaba a la casa y armaba unos líos familiares tremendos y entonces ellos decían: “Ay, es que almorzó con Luz”. Comer mojarra frita con ella era una terapia y yo llegaba, simplemente, a tratar de decir en familia, las cosas con claridad. ¡La verdad os hará libres!

ERNESTO LLERAS: Luz es un personaje tan importante para nosotros. Ahí hay un genio, la genialidad en Luz era hacernos florecer a nosotros. No se trataba de los edificios, es sutil, es en las relaciones humanas, es en esa tremenda ética que tenía Luz, en esa capacidad de afecto y, por lo tanto, de relacionarse con los demás de tal manera que los demás pudieran brillar. Es complicadísimo, en este libro parte de lo que nos toca es descubrir ese genio.

Para mí eso es lo más importante de un ser humano, cualquiera, no la obra grandiosa, sino el tejido que va construyendo con su gente. Oscar Wilde decía que la obra de arte de él era su vida. Para Luz también.

Luz descolocaba, por más que uno la conociera o por más que otros pensaran que uno la conocía, más bien. Tengo un recuerdo muy intenso, comiendo en Las Cositas de la Abuela, de perder la seguridad al terminar una frase, pensando: “No tengo la más mínima idea de con qué me va a salir Luz”.

ERNESTO LLERAS: A mí me gustaba de Luz su honestidad: era frentera. Me encantaba que me regañara, yo me ponía hecho una furia también, pero me encantaba. Porque sabía que me estaba diciendo algo que me convenía. Yo, por ejemplo, le contaba cosas íntimas, que no le cuento a nadie. Se las

Luz y Leonor mostrando pierna en el apartamento de Luz del Bosque Izquierdo. Ca. 1985. Archivo Maldonado-Tió.

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contaba a ella y siempre percibí un intento de comprensión de lo que me estaba pasando, extraordinario. Yo no conozco a nadie que sea así como ella, en eso, en tratar de verdaderamente comprender, de meterse en el pellejo del otro. Uno se daba cuenta de que el esfuerzo era muy auténtico y yo creo que Luz, desde ese punto de vista, era una gran maestra. Ahora, ¿por qué la odiaba la gente?, porque la gente pensaba que Luz era conflictiva, precisamente por eso, porque Luz quería entender. Y a uno no le provoca profundizar en sus cosas. Pero Luz chupaba como con un aguijón, vamos al fondo, y eso es extraordinario, para mí fue una escuela maravillosa.

CLARA INÉS CÁRDENAS109: Las peleas con la hermana, doña Leonor, eran terribles, antes de que a Leonor le diera su derrame pelearon mucho, a mí me tocaba en medio de las dos. Una vez, durante el almuerzo, doña Luz le dijo a doña Leonor: “Y a usted qué le pasa, Leonor, que yo la noto como rara”, pero así, desafiante. Entonces doña Leonor se paró y doña Luz se fue detrás con el bastón diciéndole “¿Qué le pasa?, ¿qué le pasa?”. La siguió hasta el cuarto y doña Leonor se metió al baño. Doña Luz agarró a tumbar esa puerta. Yo le decía: “Pero no, doña Luz, tranquilícese”. Y ella: “No, es que esta hijueputa no tiene por qué dejarme así”. Entonces ya doña Leonor abrió la puerta —porque el escándalo era fuerte— y le dijo a Luz: “Váyase, váyase que yo no la quiero ver aquí”.

ERNESTO LLERAS: Digamos que a mí se me viene a la cabeza con Luz la pasión por la verdad. Ella tenía una obsesión con lo que ella consideraba la verdad. Ella era fanática en eso. En esa exigencia de la verdad. Y de que uno fuera coherente, de la coherencia. Por eso ella era una persona muy difícil y con mucha dificultad para hacer amigos, para tener amigos. Y es esencial del ser humano ser contradictorio, pero si uno le decía eso: “Yo tengo derecho a contradecirme, Luz”, “No, cucu, no”, decía ella. Porque otra característica de Luz es que admiraba mucho lo que ella llamaba “la inteligencia”. La inteligencia es otra cosa complicadísima, pero lo que para ella era inteligencia, ella lo admiraba profundamente

LUCAS: ¡La verdad os hará libres!

109 Clara Inés Cárdenas (Santa María, Boyacá, 1965). Fue empleada de Luz para el aseo de su casa y del edificio La Loma. Cuando Luz se puso enferma, Clara estudió enfermería para cuidarla.

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