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II. Luz al volante
Luz con su Land Rover Santana en un paseo a Boyacá. Ca. 1982. Archivo personal de la familia Amorocho, Federico Durán.
Tercer Acto 107
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Yo compré el último carro que tuvo Luz, un campero Chevrolet Samurai blanco, que aún conservo. Ella nos buscó a mi hermano y a mí, y nos dijo que nos lo quería vender. Dijimos que sí. Tuvimos ciertas facilidades de pago, porque pagamos el 50 % de entrada y el resto a lo largo de un año. Aunque, si me pongo a hablar de mí, Luz me regaló mi primera cámara de fotos y me trajo de Panamá mi primer computador. Ojalá un día alguien escriba un libro de Luz y las máquinas. Su carro era ella. Aquí con su Land Rover en los ochenta.
Siempre tuvo carros grandes, jeeps, camperos. Decía que como era mujer, y además tan bajita, le tocaba tener un carro grande y fuerte. Tenía un banquito que usaba para montarse. Y luego se sentaba encima de un cojín. Como disfrazada de gigante.
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En una carta que Luz le escribió a Nicole en 1988, con 66 años, le cuenta que sufrió un infarto. Y cómo lo lamenta, el médico le prohibió manejar.
CAMILA LOBOGUERRERO: El infarto fue temprano, por la mañana. Ella tendría, no sé, más de sesenta años ya.
ERNESTO LLERAS: Yo fui a la clínica. Ella y yo estábamos peleados en esa época, pero al ir a la clínica nos reconciliamos.
CAMILA LOBOGUERRERO: Además, se le acabaron las jaquecas. No le volvieron a dar. Porque las jaquecas de Luz eran terribles. Duraba tres días encerrada, con las cortinas corridas, la luz apagada, no podía ver nada, ni oír nada ni nada de nada. Entonces, después de eso, solía decir que el mejor remedio para las jaquecas era el infarto.
LUZ AMOROCHO98: Acabo de releer tu carta que recibí al final de 1987 y me doy cuenta de que he debido mandarte noticias desde hace días. […] Pero estuve bastante mal al final del año. No fue un año muy brillante para mi salud: primero por tensiones en el trabajo y tal vez emocionales también, así como otras circunstancias físicas, se comenzaron a acumular razones para provocarme un desequilibrio de mis funciones cardiacas; tanto así que, a mediados de junio, tuve un infarto (no sé cómo se escribe [en francés]) bastante delicado. Estuve en la clínica durante trece días, de los cuales tres en cuidados intensivos y, luego, un mes de reposo en mi casa. Después de eso, dos más, antes de poder manejar: muy complicado para mis desplazamientos a la obra. Muy maluca toda esta historia. Afortunadamente, mi hermana pasó un mes conmigo y me ayudó mucho. […] Cómo me gustaría poder hablar contigo. Pero este año quiero ir a Nueva York donde mi hermana, hay momentos en los que uno busca el calor de la familia, y en mi caso es sobre todo Leonor […] si encuentras el momento y el coraje escríbeme. Me pongo tan contenta cuando llegan tus cartas. Ah! ¿cómo van tus sobrinas? Te abrazo muy fuerte. Luz
LEONEL DOMÍNGUEZ99: Un día ella sale de la casa y, cuando está como en la 19 con 30, se da cuenta de que está en pico y placa100; que ese día no puede circular. Entonces para el carro y lo daña. Le desconecta algo que sabe que
98 Carta de Luz a Nicole, 19 de enero de 1988. 99 Leonel Domínguez (La Habana, 1956). Médico ginecólogo. 100 Medida de control del tráfico de la ciudad, que prohíbe la circulación de los carros de placa par en los días de fecha par, y viceversa.
Tercer Acto 109
puede arreglar fácil. Luego llama a una grúa, que la lleva hasta el Bosque Izquierdo y la deja frente al garaje de su casa. Espera a que se aleje la grúa, arregla el carro y entra al parqueadero.
ERNESTO LLERAS: Un día Luz venía por la avenida Circunvalar. Y como había un trancón, pasó por encima del prado central. Hizo lo que hace un salvaje: subirse al separador y meterse de vuelta en contravía. Terrible. Era increíble: manejando era absolutamente sin principios.
CAMILA LOBOGUERRERO: Ella era muy vehemente al hablar y, cuando iba manejando y estaba contando algo, se volteaba a alegarle a uno, mientras seguía manejando. Y uno se moría de pánico. Abandonaba el timón y dejaba de mirar para delante. Yo evitaba montarme con ella de chofer.
ERNESTO LLERAS: Yo me acuerdo una vez que veníamos con su hermana por la avenida Suba. Dijo: “Ay, se me olvidó cruzar” y cruzó. El semáforo estaba en rojo y aplastó a un motociclista. Fue cuando la metieron presa. Y no quisieron soltarla.
CAMILA LOBOGUERRERO: Claro, la detuvieron y la llevaron a la Estación 100, a un patio de detenidos horrible. Ahí pasó la noche. Cuando tuvo el accidente se puso a alegar con el policía y con el de la moto, en vez de llamar al seguro y llamar al abogado…
Un día llegó furiosa a casa de mis papás. Como otras veces, llegaba de visita un poco en cualquier momento y sin avisar, pero esta vez hecha una furia. Con la guerra del Narco en Colombia, empezaba la moda de andar en camionetas con escoltas muy agresivos, que pasaban mostrando sus armas y aullando. En la avenida Circunvalar, como Luz no se hizo a un lado con la alharaca, uno de esos hampones le echó el carro encima, la sacó del carril y luego siguió de largo pitando. Ella, ni corta ni perezosa, sino todo lo contrario, aceleró. Lo alcanzó y, a su vez, le atravesó el carro. Un escolta se bajó, se acercó y con la culata de su fusil ametralladora le reventó el espejo del copiloto. Se volvió a montar y se fue. Ese espejo sigue funcionando mal, pero no se lo he querido cambiar. Me recuerda algo muy importante que aún no sé qué es sobre la guerra del Narco.
ÁLVARO VENEGAS: Una vez, o varias veces, me dijo: “Álvaro, maneje usted”. Porque ella manejaba terrible, lo ponía a uno nervioso. La gente me decía: “Oiga, pero Álvaro, ¿usted qué pinta? Porque Luz a nadie le suelta el carro, a
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nadie”. Y yo: “No sé, pero a ella le gusta que yo le maneje”. Y así, con ella nos entendíamos muy bien.
Su amiga Nicole, mientras tanto se había ido a vivir al campo francés, allá en los viñedos de Burdeos, cerca a Libourne, donde la iría a visitar Luz, y se debatía entre ser una arquitecta moderna o una campesina segadora.
LUZ AMOROCHO101: Mi plan es ir a Nueva York en septiembre, el año entrante, porque mi hermana que estuvo aquí en abril para la celebración de mis 70 años compró un apartamento con la intención de venirse a vivir a Colombia y yo creo que mi viaje en septiembre será más o menos el último […] Dicho lo cual me parece terrible que tú no puedas venir a Colombia de una manera o de otra con ocasión de tu posible visita a México. Leyéndote parece que estás muy contenta de vivir en el campo, a pesar de tus problemas de “campesina segadora”. Yo sé cómo duelen esas cosas porque yo también, con mi columna vertebral toda jodida, tengo [constantes] dolores en las piernas, en las rodillas, en el cuello, etc., que me recorren.
101 Carta de Luz a Nicole, 12 de octubre de 1992. Dibujos de Año Nuevo que le manda desde París Nicole a Luz, enero de 1992. Archivo personal de la familia Amorocho, Federico Durán.