agotamiento, asco y confusión mientras releía mis diarios, y puedo decir que se debe a la encarnadura sobre lo que estoy leyendo y escribiendo. Siento dolor y no sé bien por qué es, quizás por aquello que perdimos en esta pandemia, para dar paso a otras formas de ser con otrxs. Expresar nuestras emociones por todo lo que no fue, a causa de la limitación del contacto con otros humanos no debería hacernos caer en la trampa de querer volver a la normalidad o la vida "antes de la pandemia", sino a poder reconocer y extraer de esta experiencia pandémica aquello que potencia nuestra vida en común y valorarlo, darle cuerpo, revitalizarlo en este nuevo contexto. ¿Será que hay que “desprivatizar el duelo y colectivizar la herida”, como dice Cano (2021), para no expandir la herida, sino más bien sanarla colectivamente?, en el sentido que nos propone Ahmed cuando nos dice “como he sugerido, las “verdades” de este mundo dependen de las emociones, de cómo mueven a los sujetos, y los mantienen pegados” (2015, p. 258). Por ello, considero que este trabajo es una forma de hacerlo, de colectivizar aquello que siente mi cuerpo, que más allá de mi experiencia emotiva, constituye un archivo corporal y emotivo de nuestra vida en pandemia. La pandemia es también una nueva oportunidad para reflexionar sobre nuestras experiencias personales y colectivas de investigación feminista afectiva, donde podamos teorizar y acompañarnos desde una “ética del cuidado” (Gillian, 1985) al mismo tiempo que encarnamos la experiencia de la cual damos cuenta. Si tuviera que resumir entonces sobre qué me hicieron reflexionar mis emociones pandémicas, la respuesta sería múltiple, sobre la muerte, los afectos, el encierro, la soledad, el amor, la casa, los cuidados, la familia, los tiempos, la salud, la vida no humana que nos rodea, la justicia, pero sobre todo, sobre nuestra existencia compartida intra e interespecies y sobre nuestra vulnerabilidad. Y sobre mi vulnerabilidad. Algunas preguntas se abren, como la herida, ¿será que la pandemia nos enseña esa relación tan esencial que nos repiten una y otra vez los feminismos decoloniales entre cuerpo y territorio? ¿Será posible crear una teoría feminista de las emociones que en el afán de conceptualizar y analizar la dimensión emocional, no nos re victimice en cada argumentación, y cuide nuestros cuerpos - tanto a nivel individual como comunitario- como el territorio desde donde encarnar las transformaciones colectiva que anhelamos? Paula, jueves 15 de julio de 2021