A pesar que Butler se refiere al encuentro de los cuerpos en la calle, en las asambleas populares, en marchas o manifestaciones reivindicativas por demandas sociales y económicas, habla de cuerpos reunidos o “conectados” y esta conexión se da a través de la performatividad o teatralidad de la experiencia colectiva. Creo entonces, muy importante dar valor y visibilidad a las formas en que hemos “conectado” nuestros cuerpos durante la pandemia, porque es también una forma cuidada de vivenciar nuestra vulnerabilidad. Poder seguir leyendo las significaciones de estas modalidades corporizadas y colectivas de la performatividad a través de los dispositivos tecnológicos en pandemia es una propuesta que también abre mi trabajo de investigación. Para ello, es interesante revisar las críticas postcoloniales en el campo de la tecnología, como explica Lola Martínez Pozo, que dan cuenta de la importancia de incorporar: […] la interseccionalidad de categorizaciones y ejes de poder, como son el género, la sexualidad, la clase, la raza, el sexismo y la heteronormatividad, el colonialismo y el capitalismo, para abordar el acceso, participación, explotación y desigualdades en los ámbitos tecnocientíficos (Martínez Pozo, 2019, p. 9).
Por lo que, creo necesario que incorporemos a nuestros análisis de la pandemia una perspectiva que no se quede en una visión “nostálgica” del pasado, reproduciendo la concepción de “normalidad” como todo aquello “pre-pandémico” sin una visión crítica social y que, entonces, se desplace a una visión anti-tecnológica, que niegue el valor y la apropiación de las tecnologías digitales en nuestra vida moderna. Esto no implica dejar de analizar que significó el teletrabajo en nuestras vidas pandémicas, desde visiones críticas que puedan reconocer que la reconfiguración de las formas del trabajo durante la pandemia afectó fundamentalmente a quienes tuvieron que conciliar la carga de trabajo doméstico y de cuidados con la vida laboral virtual, muchas veces con profundas consecuencias para la población más empobrecida, racializada y mayoritariamente feminizada. Por otro, es importante reconocer los privilegios de quienes tenemos acceso a las tecnologías de la información y la comunicación en nuestra cotidianeidad, para reapropiarnos de ellas y continuar corporizando “políticas afectivas” que aporten a nuestra colectividad. En este sentido: […] las diversas posiciones posfeministas de las tecnologías encuentran en el trabajo de Haraway (1995 [1991]) la inspiración y el referente para el desarrollo de nuevas posibilidades de análisis y prácticas políticas que destacan las potencialidades de agenciamiento crítico y reapropiación tecnológica para la deconstrucción de las categorías sociales y la transformación radical de la tecnociencia. (Martínez Pozo, 2019, p. 5-6).
Desde mi experiencia encarnada y la reflexión sobre mis diarios, puedo decir que he sentido estos otros cuerpos mediados por el afecto y la celebración, muy cerca de mí, tocándome hasta