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La generación entre dos crisis: los nacidos en los 90

Además de la salud mental, la adicción a las tecnologías es otro de los condicionantes de los jóvenes y menores en nuestro país. La mayoría de los menores en edad educativa han tenido que acostumbrarse en tiempo récord a nuevas formas de vida.

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CARMEN MARÍA VILLALBA GUERRERO | PERIODISTA

¿Una generación perdida? El término generación perdida se remonta a la Primera Guerra Mundial. Nació con la escritora Gertrude Stein pero se hizo popular cuando el escritor y periodista Ernest Hemingway lo incluyó en el epígrafe de su novela El sol también sale. Esta expresión se usó para agrupar a los jóvenes que sirvieron en la guerra y que tras volver del frente se encontraron desorientados y desilusionados ante un escenario demoledor. Es curioso que, aproximadamente cien años después, este concepto y sus característicos adjetivos estén de vuelta para hacer referencia a la situación en la que se encuentran inmersos los jóvenes que nacieron en la década en la que España disfrutaba las Olimpiadas de Barcelona o la Expo de Sevilla, es decir, la década de los 90. Su regreso se debe a que los desafíos más urgentes a los que se enfrenta esta generación, como conseguir un óptimo desarrollo personal o construir un proyecto de vida, se convierten en expectativas frustradas al tropezarse con la precariedad y eventualidad en el ámbito laboral.

En otras ocasiones se alude a esta juventud como la “generación que vive peor que sus padres”, una afirmación poco rigurosa si tenemos en cuenta las disimilitudes de ambos tanto en el contexto social como en el económico. En esta discusión la educación es un matiz que no pasa desapercibido, pues los nacidos en los 90 han tenido acceso a niveles educativos más altos que los de sus progenitores. De hecho, el sociólogo Fabrizio Bernardi confirma que el valor de un titulo de estudios es diferente del origen social de los padres. Sin embargo, aunque esto parezca una ventaja, entre ellos, tener en el currículum un máster, una experiencia en el extranjero, voluntariados y hablar varios idiomas no les hace diferentes, les iguala. Hay una cuestión evidente y es que las ofertas en el mercado laboral no cumplen con el número ni con los requisitos que solicitan los demandantes. Aún sin cicatrizar las repercusiones que desencadenó la crisis del 2008, la irrupción de la pandemia ha vuelto a poner el foco en ellos.

Dos frentes: crisis económica del 2008 y covid-19 Asomarse por las ventanas del tren en el que hacen la transición a la vida adulta no es un acto tan placentero como cuando uno viaja y sabe que le espera un destino extraordinario. Todavía se pueden vislumbrar las

Los desafíos más urgentes a los que se enfrenta la juventud se convierten en expectativas frustradas al tropezarse con la precariedad y eventualidad en el ámbito laboral

consecuencias que dejó el paso de la crisis económica del 2008, un pasajero difícil de olvidar. El sector de la construcción era el maquinista y la gran dependencia que había en ese momento en él provocó la ruptura de la burbuja inmobiliaria y, como si de una caída de una hilera de fichas de dominó se tratase, las debilidades de las estructuras económicas salieron a flote. La cuesta más pronunciada la encararon los jóvenes, Eurostat estimó que si el número de ocupación juvenil en España en 2007 era de 4.908.000 pasó a ser de 2.380.300 en 2015. En otras palabras, una reducción de la ocupación del 51.5% en apenas ocho años. Desde otra perspectiva la Organización Internacional del Trabajo anunció que la tasa de desempleo de este colectivo en 2015 era de un 53.2%. Uno de cada dos jóvenes estaba desempleado.

Aún sin recuperar el estado inicial en el que la economía se encontraba antes de la gran recesión española, la covid-19 arrolló con su llegada para agravar la realidad ya existente. Desde que el 13 de marzo de 2020 Pedro Sánchez, el presidente del gobierno de España, decretó el estado de alarma en todo el país nada ha vuelto a ser igual. La parada en esta estación incluía importantes restricciones que indujeron en el ámbito social una quiebra en las rutinas y transformaciones para demostrar afecto; en el económico la más notable fue el cese de la actividad esencial en muchos sectores que hirió a los que habían encontrado una oportunidad laboral o incluso se atrevieron a emprender. El último Informe de Juventud en España expone que durante el confinamiento total un 48% de los jóvenes empleados no presentaron cambios; un 28% se vio perjudicado por un ERTE y más del 16% terminó su experiencia laboral. No obstante, INJUVE puntualiza que ese 28% se exponía al riesgo de engrosar las cifras del paro. Un riesgo que se potencia cuando las condiciones en el mercado laboral empeoran. Por su parte, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) confirma que España está entre los primeros países con mayor número de desempleo juvenil en menores de 24 años.

Convivir con la incertidumbre Las mayores incógnitas cuando uno emprende un viaje desconocido son cuánto durará y cómo será el camino. De la primera pregunta no tenemos respuesta, de la segunda sabemos que, en este momento, antes de cambiar de tren para ascender a la vida de adulto hay dos caminos: quién decide alargar la etapa de formación llenando la maleta de títulos por temor a ver de frente como se frustran sus expectativas de futuro y, por otro lado, los que ponen fin a su etapa educativa porque no encuentran razones para continuar. Psicólogos enfatizan en que la juventud es el sector que más deterioro de salud mental presenta tras la pandemia porque han perdido dos años en una etapa de su vida crucial.

En la barra del bar de este no tan ficticio tren se escucha hablar de los altos precios de los alquileres, del deseo de emancipación, de cómo ser independiente económicamente y de dónde encontrar los recursos suficientes para dar con los pilares que con los que construir un proyecto de vida sostenible. INJUVE, pasajero que todo lo ve, desvela en su último informe que uno de cada cuatro ve muy probable perder su trabajo en los próximos 12 meses y que el porcentaje de jóvenes que vive con sus progenitores continúa subiendo escalones. Los pasajeros que comparten este viaje añaden que además de con sus progenitores conviven con la incertidumbre.

Ante un escenario poco prometedor, en ocasiones, la incesante búsqueda por un empleo con buenas condiciones tiene un destino que cruza las barreras nacionales. Emigrar es una solución, pero no la es para los continuos interrogantes que presentan. Evitar que esta situación se normalice puede ser la clave que despeje la X, la juventud no solo es el futuro del país, sino también el presente. Y no, no es una generación perdida porque aun con el camino más largo y lleno de baches que generaciones anteriores, tienen en sus manos la capacidad de transformar su destino.

La juventud es el sector que más deterioro de salud mental presenta tras la pandemia porque han perdido dos años en una etapa de su vida crucial

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) confirma que España está entre los primeros países con mayor número de desempleo juvenil en menores de 24 años

La pandemia ha agravado aún más la situación de los jóvenes en todo el mundo.

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