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Volcán de la Palma o cómo resurgir de las cenizas

CARMEN DÍAZ BEYÁ | PERIODISTA

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Observando la erupción./ EDUARDO ROBAINA

La actividad del volcán de Cumbre Vieja se ha convertido en la erupción más larga de las que se tienen noticias en La Palma y una de las más duraderas de las registradas en España. Después de 85 días y 8 horas de actividad, el Instituto Geográfico Español corroboraba el 25 de diciembre el fin de la erupción. Antes de ese momento, 7.000 personas fueron desalojadas, 2.988 construcciones destruidas, 159 millones de M3 de lava expulsada. El volcán se apagó pero ahora queda lo más complicado: la reconstrucción de viviendas y negocios, junto a la de miles de vidas.

Nuestra sociedad se encuentra lejos ya de aquellos ‘augurios’ romanos los cuales, por medio de la observación de las aves –de su vuelo, de su tamaño o de su especie– eran capaces de predecir el futuro, con mayor o menor certeza.

Aquellas predicciones de antaño y con las cuales los hombres se podían jugar la vida si la predicción no era del agrado del césar de turno o erraba en el pronóstico, hoy han sido sustituidas por métodos de predicción tecnológicos mucho más fiables, cuyos resultados están precisamente destinados a que nadie se juegue la vida.

Pero no todo es tecnología. Aún la naturaleza nos deja señales, un recuerdo de aquellos augurios que posteriormente son contrastados por dispositivos y nos alertan de que algo puede estar por venir. Así empezó todo en La Palma. Con unos temblores de tierra que pusieron a los expertos en alerta.

Una sucesión de terremotos comenzó a sacudir la isla canaria durante una semana. Aquel enjambre sísmico fue el precursor de la fuerte explosión que vendría a continuación, en la zona de Cabeza de Vaca. Justo allí, el 19 de septiembre, surgió un nuevo cono volcánico del que comenzó a brotar lava y cenizas. Aquella imagen abrió todos los informativos nacionales y nadie podía imaginarse entonces que lo seguiría haciendo durante 85 días más.

Después del enjambre sísmico y de las fisuras que con su fuerza se abrieron sobre el terreno, lo siguiente fue la aparición de las bocas del volcán escupiendo primero ceniza y gases tóxicos para seguidamente, dar salida al magma acumulado durante años en las profundidades de la isla. En ese momento, los servicios de Protección Civil de Canarias, ya estaban preparados para actuar en la posible evacuación de las viviendas y los lugares de trabajo más próximos a las bocas del volcán.

A la vez que la lava seguía su lento camino hacia el mar devoraba, sin miramientos, todo lo que se le ponía por delante como hectáreas de cultivos, viviendas o barrios, empezando por el de Todoque. Unos días después el volcán se apagó. A finales de septiembre, hubo una tregua y dejó de escucharse el tremor volcánico, esa especie de rugido constante que emite el volcán. Tampoco había sismicidad, lava ni piroclastos. La tregua sin embargo fue breve pues tan solo dos horas después se reactivó y con más fuerza que antes.

Comenzamos entonces a familiarizarnos con otro término, el de ‘efusividad’. Así es como los vulcanólogos se referían al conjunto de velocidad, explosividad y fiereza con la que ahora el magma parecía salir del Cumbre Vieja.

Se formaron nuevos mantos de lava fluida, denominados coladas, y con ello más hectáreas arrasadas por nuevas zonas, lo que conllevo más desalojos y una zona de exclusión ampliada a un radio de 2,5 kilómetros. Días después en el mar, pudimos ver cómo iba creciendo un delta lávico que aumentó la extensión de la Isla Bonita.

El resultado de todo ello fue la formación de una fajana –es decir, un llano al pie de laderas o escarpes, formado comúnmente por materiales desprendidos de las alturas que lo dominan– a la que pronto se unió otra más a pocos metros de distancia como consecuencia de la llegada al mar de otra colada de lava distinta.

El cono principal del volcán se formó tras el colapso que tuvo lugar en las bocas por las que salía el magma, un proceso habitual en este tipo de erupciones conocidas como ‘fisurales’ es decir, aquellas que se originan a lo largo de una rotura de la corteza terrestre y que pueden medir varios kilómetros.

Entre los aspectos más destacados de este volcán, los expertos reconocían que ha emitido una cantidad de gases histórica. El más numeroso en dióxido de azufre, con una cantidad de entre unas 16.000 y 32.000 toneladas diarias. Según publicaron distintos medios y conforme al cálculo realizado por el Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) y la Universidad de Manchester, el volcán de La Palma habría emitido en 59 días tanto dióxido de azufre como los 28 países de la Unión Europea en todo 2019. Además, desde las primeras semanas, se trató de un volcán que funcionaba a pulsos, sin una actividad homogénea, pero de una manera más fuerte de la que se esperaba en un principio.

Hagamos aquí una parada.

El volcán ha emitido una cantidad de gases histórica: entre 16.000 y 32.000 toneladas diarias de dióxido de azufre, tanto como los 28 países de la Unión Europea en todo 2019

Que el volcán haya emitido en 59 días tanto dióxido de azufre (SO2) como los 28 países de la UE en 2019, queda muy lejos de ser algo insignificante en cuanto al impacto ambiental. Más aún si tenemos en cuenta que el azufre es solo uno de los gases que emite un volcán.

Cabría ahora preguntarnos: ¿Qué consecuencias ha tenido el volcán de La Palma para el medio ambiente global?

Para situarnos, cuando nos referimos al dióxido de azufre hablamos de ese gas incoloro que libera el volcán y que sirve tanto para calcular cuánto magma ha emitido un volcán, como para valorar si su erupción está cerca de terminar. Además de todo esto, es el gas que más se propaga.

Según Involcan, Cumbre Vieja ha emitido un total de al menos 250.000 toneladas de dióxido de azufre. Una cantidad que ha llegado hasta el norte de África y el Caribe, puntualmente a Puerto Rico y a República Dominicana, como lo detectó el Satélite Copernicus/Sentinel de la Agencia Espacial Europea.

El dióxido de azufre viajó con las mismas corrientes de aire que hacen que el polvo del Sahara llegue a la Amazonía para convertirse en nutrientes. A medida que pasaba la nube de SO2, el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) de Puerto Rico consideró que el aire de la isla era insalubre dado que, si una persona se expone a altas cantidades de este gas y durante mucho tiempo, su sistema respiratorio podría inflamarse y los ojos podrían irritarse.

En el caso de los ecosistemas, el principal daño que produce es que degrada la clorofila y con ello se reduce la fotosíntesis, lo cual además de afectar a un sin número de especies, impacta negativamente en la renovación del oxígeno ambiental.

Otro efecto ambiental, en este caso más visible, se dio en el momento en el que el magma tocó por primera vez al agua del mar, por la playa Los Guirres en el municipio de Tazacorte, el 28 de septiembre. El choque de temperaturas, que se dio entre los más de 1.100 grados de las rocas volcánicas y los cerca de 20 grados del agua, hizo que el magma se solidificara y se convirtiera en un pedazo de tierra anexo a la isla. Este terreno, que como hemos dicho antes, se le conoce como delta de lava o fajana, mide por ahora cerca de 32 hectáreas.

Como consecuencia del choque químico en el mar, se levantó una nube de dióxido de carbono provocado por el ácido carbónico y el ácido sulfúrico que había en la lava, más el cloruro sódico de la sal marina. Ya en el agua, el magma hace que aumente el dióxido de carbono y que se reduzca el oxígeno, una combinación que puede ser mortal para muchas especies. Y he aquí, otra de las consecuencias del volcán: la desaparición de algunas especies marinas.

Sin embargo, como la naturaleza nunca dejará de sorprender, según el portavoz de la ONG Ecologistas En Acción en la zona, una parte de la fauna marina “desapareció días antes de que llegara la lava, como si supiera que algo iba a ocurrir…” Lo cierto es que todavía es muy pronto para saber cuánto ha afectado la lava a las especies marinas de las islas Canarias.

El buque Ramón Margalef del Instituto Español de Oceanografía estuvo monitoreando la situación en todo momento desde el mar. Para ello, recolectó 500 litros de agua con los que analizó este y otros posibles efectos. Pero si nos basamos en los estudios sobre las consecuencias de la erupción en octubre de 2011 del volcán submarino de El Hierro, también en el archipiélago canario, los resultados fueron que el magma perturbó el ecosistema marino reduciendo su biodiversidad y provocando el cambio de la composición de algunas especies.

Miembros de la UME vigilando las coladas del volcán./ IGME

Como vemos, la erupción de este volcán no ha sido la primera de las Islas Canarias. Hasta entonces La Palma, a pesar de ser considerada una isla de vulcanismo activo, había permanecido 50 años en calma. El último que entró en erupción fue el Teneguía en 1971 y anterior a este en 1949, el de San Juan. Por ello, podemos afirmar que los palmeros mayores de 72 años han sido testigos a lo largo de su vida de tres volcanes en activo. Algo a lo que imagino que tiene que ser muy difícil acostumbrarse, por mucha experiencia de tres volcanes que se tenga.

¿Qué provoca tanta sismicidad en La Palma? El archipiélago canario lo componen siete islas mayores y algunas menores que, junto con relieves submarinos importantes en su entorno regional, configuran una provincia volcánica extensa. Se trata pues de un archipiélago vulcanológicamente activo.

Las dos islas orientales, Lanzarote y Fuerteventura, surgen sobre una corteza de transición más o menos paralela a la costa africana, formando parte de un corredor volcánico arqueado que incluye grandes bancos submarinos como el de Anika, de una longitud de 1.000 km. Las cinco islas restantes, entre ellas La Palma, están sobre corteza oceánica de edad jurásica, surgiendo desde 4.000-5.000 metros de profundidad. La fase subárea es mucho más joven. Las islas más antiguas son Fuerteventura y Lanzarote y las más jóvenes La Palma y El Hierro.

El área de las Islas Canarias es una zona de sismicidad moderada con terremotos que, por lo general, no superan los 5,5 grados de magnitud. En muchos casos, se trata de sismicidad asociada a las reactivaciones volcánicas, pudiendo acabar o no en erupción.

Las series sísmicas suelen comenzar con terremotos de baja magnitud, como ha sido el caso, que van aumentando en frecuencia y tamaño hasta ser ampliamente sentidos. Este tipo de actividad está relacionada con la dinámica de la intrusión del magma y en algunas ocasiones, puede ir acompañada de otros signos de reactivación volcánica como deformaciones del terreno, emanación de gases, anomalías gravimétricas, etc. Históricamente, la mayoría de las erupciones volcánicas en Canarias han sido precedidas o acompañadas de terremotos sentidos.

Por otro lado, el Archipiélago Canario está enclavado en la zona atlántica de la placa africana, donde la actividad sísmica también se da debida a la tectónica regional. Este segundo tipo de actividad puede, a su vez, dar lugar a terremotos de magnitud más considerable.

Dadas las peculiaridades geográficas de las islas, el Instituto Geográfico Nacional en Canarias instaló la primera estación sísmica en el año 1952 en Santa Cruz de Tenerife. En la actualidad la red sísmica está formada por más de 50 estaciones repartidas por todas las islas que transmiten los datos en tiempo real a un sistema de análisis y localización automática.

Toda esta infraestructura en la detección de la actividad sísmica, fue clave para informar a la población y prepararse para el momento de la erupción en Cumbre Vieja.

A lo largo de los 85 días de actividad, el volcán ha alcanzado los 1.122 metros de altura, ha expulsado 159 millones de m3 de lava, ha arrasado 2.988 construcciones, 1.345 casas han quedado sepultadas bajo la lava, 7.000 hogares han sido desalojados, 369,95 hectáreas de cultivo arrasados y 73,8 km de carreteras afectadas.

Todos los terrenos cubiertos por la lava, cuando petrifique, formarán una superficie escarpada e intransitable que los canarios denominan ‘malpaís’, además de que tardará décadas en regenerarse y volver a ser fértil.

A lo largo de los 85 días de actividad, el volcán ha alcanzado los 1.122 metros de altura, ha expulsado 159 millones de m3 de lava, ha arrasado 2.988 construcciones, 1.345 casas han quedado sepultadas bajo la lava, 7.000 hogares han sido desalojados, 369,95 hectáreas de cultivo arrasados y 73,8 km de carreteras afectadas

Seguimiento de las coladas./ INSTITUTO GEOLÓGICO Y MINERO DE ESPAÑA (IGME)

Pero sin duda, la mayor tragedia es la pérdida de la vida del hombre de 72 años que falleció mientras retiraba cenizas de su vivienda. Otra traumática pérdida que afectó directamente a más isleños, fue la de los hogares y residencias que tendrán ahora que reconstruirse.

¿Y ahora qué? Por ahora el Gobierno ha aprobado que cada familia afectada pueda recibir para reconstruir su vivienda hasta 60.480 euros. Las ayudas a la vivienda son complementarias a las indemnizaciones que ya están recibiendo los afectados, procedentes del Consorcio de Compensación de Seguros o de otras administraciones territoriales, como el Gobierno de Canarias o el Cabildo de la Palma.

Además, el ejecutivo central también ha anunciado una subvención de 17,5 millones de euros a Canarias, con un paquete central de ayudas a pymes y de relanzamiento del sector turístico. Otros 12 millones de euros de ayudas directas irán al sector de la agricultura y pesca. A ellas se suman otras de menor cuantía.

Con todo esto, el valor total de las ayudas previstas hasta el momento asciende a 399,7 millones de euros.

Pero la ayuda económica no es la única necesaria ante catástrofes así. En términos emocionales, alrededor de 60 profesionales voluntarios ofrecieron y siguen haciéndolo, apoyo psicológico a través de un teléfono gratuito impulsado por el Colegio Oficial de Psicología de Santa Cruz de Tenerife, mientras que otra treintena, se dedicaron a acompañar y atender in situ, a las personas afectadas. Estas últimas pertenecientes en su mayoría al Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes (GIPEC).

Estos anómalos eventos nos hacen vernos y reconocernos en situaciones muy poco comunes. Unas situaciones donde la desgracia es patente, pero la unión y la ayuda mutua, también lo es. Esperamos ahora que todos los habitantes afectados de La Palma se recuperen lo antes posible y que lo que se haya llevado el volcán se reponga en fortaleza para que, poco a poco, todos los palmeros y la Isla Bonita sean capaces de resurgir de sus propias cenizas.

Mediciones de piedra volcánica./ IGME

El volcán se apagó pero ahora queda lo más complicado: la reconstrucción de viviendas y negocios, junto a la de miles de vidas

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