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Una tragedia griega veinticinco siglos después

Las ucis de la Región se convirtieron en el epicentro de la pandemia durante más de dos años. En esta foto, la del Hospital Reina Sofia de Murcia./RUBÉN JUAN SERNA

VERÓNICA BAÑOS FRANCO | PERIODISTA

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¿Recuerdan aquella historia de “que viene el lobo”? Pues si hacemos una equivalencia con el tema de las variantes del coronavirus, quizás se quede bastante corta…

En términos generales, casi todas ellas superaron las expectativas, y no precisamente en positivo…

El mejor resumen –al menos para los que somos humanos– ya lo hizo, hace algún tiempo, un filósofo griego llamado Sócrates: “Solo sé que no sé nada”. Y es que este asunto de las variantes de la covid tiene mucho que ver con lo griego. Bueno, más bien con una tragedia griega, originada en torno al siglo IV a. C. y cuya estructura se divide en: Prólogo, un sumario que relata los antecedentes de la historia –en este caso, extrapolando los límites de 2021, equivaldría al origen del virus a finales de 2019–; Párodos, momento que da entrada al coro y que inicia la acción dramática –es decir, la llegada del coronavirus a nuestro país–; Episodios, escenas propiamente dichas, donde tienen lugar los diálogos de los personajes –o lo que es lo mismo, el principio del horror sanitario–; Estásimos, cantos del coro que, a lo largo de la pieza, aparecen para explicar la secuencia de las acciones o para sancionar las acciones de los personajes –o sea, las propias variantes y sus devastadores efectos–; y por último, Éxodo, el desenlace del conflicto dramático, que casi siempre representa la caída del héroe aunque, en algunas ocasiones, este puede verse redimido –esto sería, en el más esperanzador de los futuros inmediatos, el fin definitivo de la covid y sus respectivas mutaciones–.

Por todo ello, lo de ‘tragedia’ no requiere explicación y lo de ‘griega’… Ya lo descubrirán.

Cuando toda esperanza aguardaba impaciente una Navidad menos limitada que la anterior –o al menos un poco más tranquila en lo que a la pandemia se refiere–, en el mapa mundial apareció una nueva variante del coronavirus que llegó a nuestro país justo a las puertas del último mes del año.

Precedidas por alfa y beta en 2020, gamma, en enero, delta, en primavera, y ómicron, en noviembre, han sido los nombres propios de las mutaciones del virus durante 2021.

Como curiosidad, la coincidencia de las denominaciones con las letras del alfabeto griego fue totalmente

intencionada. Así lo decidió la Organización Mundial de la Salud (OMS) a mediados de año. Una medida adoptada con el objetivo de simplificar la discusión y ayudar a eliminar la posible estigmatización que podría generar el hecho de asociar una variante de la covid al nombre del país en el que han surgido cada una de ellas.

No obstante, a la hora de nombrar la nueva cepa, la OMS optó por saltar dos letras del orden alfabético, puesto que la pronunciación de ‘ni’ es similar a la palabra inglesa new y la siguiente, ‘xi’, es un apellido muy común en China. Tanto, que el mismo presidente lo porta en su nombre. El resto de letras que quedaron en medio –épsilon, iota, kappa, lambda…– fueron omitidas o utilizadas para nombrar otros linajes o mutaciones que, en España, respondieron a algunos casos y brotes aislados.

Según la propia organización: “Las mejores prácticas de la OMS para nombrar nuevas enfermedades sugieren evitar causar ofensa a cualquier grupo cultural, social, nacional, regional, profesional o étnico”. Por ese motivo, ómicron fue el apelativo asignado para la siguiente variante.

Curiosidades lingüísticas aparte y siguiendo con el guion marcado por la cronología de 2021, el segundo año de crisis sanitaria comenzó con la variante delta colapsando hospitales y copando estadísticas de mortalidad en la India –país donde se detectó, a finales de 2020, esta nueva cepa, mucho más transmisible que la original–.

De la India a Europa Más adelante, cuando los datos de vacunación en Europa aumentaban de forma ilusionante a la par que las protestas de sus detractores se multiplicaban por diferentes ciudades del continente, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen advertía: “La pandemia no ha terminado y debemos permanecer atentos. Así que, en primer lugar, necesitamos que muchos más europeos se vacunen rápidamente para evitar una nueva ola de infecciones y detener la aparición de nuevas variantes”.

Sin embargo, con la llegada del otoño, Europa se volvió a convertir en el epicentro del coronavirus. En noviembre se identificó otra mutación del virus en Sudáfrica, llamada ómicron, cuya letalidad no era más grave que la anterior pero su contagiosidad sí era mucho más elevada.

Como estas características no se conocieron hasta algunas semanas después, ante la incertidumbre generalizada, el miedo a una recaída y la desinformación global, aderezada con sus correspondientes dosis de bulos y noticias falsas, el continente se sumió de nuevo en el pánico.

Los datos se dispararon en los países del este –donde las tasas de vacunación eran más bajas–, las bolsas se desplomaron y la confusión se apoderó de toda Europa. El 26 de noviembre la UE suspendió los vuelos con siete países del sur de África: Sudáfrica, Zimbabue, Namibia, Suazilandia, Mozambique, Botsuana y Leshoto. También Estados Unidos adoptó medidas parecidas.

En esta ocasión, la respuesta comunitaria fue más contundente que con la variante delta. Incluso la OMS calificó la cepa ómicron como ‘preocupante’, debido a su velocidad de contagio y su virulencia.

También cabe destacar las evidencias –y carencias– que la procedencia de la nueva cepa ha dejado al descubierto. La diferencia –una vez más– entre los denominados ‘países desarrollados’ y los que supuestamente no lo están. El propio presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, se pronunció al respecto, advirtiendo que precisamente esto debería ser ‘una llamada de atención’ para frenar de una vez la desigualdad en las vacunas –y quizás en otros muchos aspectos y ámbitos–.

A colación de lo expuesto, resulta muy interesante este extracto de un artículo publicado por Manuel V. Gómez, el 27 de noviembre, en El País: “La procedencia de esta mutación de África da argumentos a quienes piden que se priorice la generalización de pinchazos en todo el mundo antes de empezar a hablar de inyectar más dosis en los países desarrollados. De hecho, los países afectados por la prohibición de los vuelos tienen tasas de vacunación bajísimas, van del 11 % de Mozambique al 38 % de Botsuana. En esta línea, también la Comisión Europea ha anunciado que desde el 1 de enero de 2022 no será necesaria la autorización para exportar vacunas y que la sustituirá por una herramienta de control. Hasta ahora el continente africano ha recibido un impacto menor que otras zonas del mundo por el coronavirus, teniendo en cuenta que los datos oficiales pueden tener una fiabilidad menor que en otros lugares por la debilidad de sus Estados: la OMS cifra en 152.000 las muertes que ha provocado, muchas menos que los 2,3 millones de América o los 1,5 millones de Europa”.

Impacto en la Región de Murcia Como apunte recordatorio, hay que indicar que no todas las variantes afectan del mismo modo en todo el mundo. Cada país, incluso cada región o ciudad, es una historia completamente diferente. Por ejemplo, en el caso concreto de España, las dos grandes protagonistas durante el pasado 2021 fueron delta y ómicron.

La primera de ellas tuvo el papel principal de la sexta

Gamma, delta y ómicron han sido los nombres propios de las mutaciones del virus durante 2021

Con la llegada del otoño, Europa se volvió a convertir en el epicentro del coronavirus

Hospital Reina Sofía durante la pandemia./ JUAN VICENTE GIL

ola, siendo la dominante en el país desde verano y acumulando, aun a finales de año, más del 90% de los casos en la mayoría de comunidades autónomas. De hecho, tras el puente de diciembre, la Región de Murcia ocupaba el segundo puesto en la tasa de incidencia acumulada del coronavirus por autonomías, con 875,02 unidades por cada 100.000 habitantes.

Mientras que delta hizo su primera aparición en la región en el mes de junio, ómicron, por su parte, fue la inesperada protagonista de la Navidad de 2021 a nivel nacional –y también mundial–.

Cuando la anterior variante aún seguía causando diversos problemas en el ámbito sanitario, económico o social, entre otros, la llegada de ómicron en diciembre ocasionó la subida de la incidencia en la Región de Murcia, principalmente entre jóvenes y niños –colectivo que empezó a ser vacunado el día 15 de ese mismo mes–.

Según datos de la consejería de Salud, el 50% de los casos detectados a finales de año estarían causados por ómicron. Prueba fidedigna de su elevada transmisibilidad, que rápidamente desplazó a delta como la cepa dominante tanto en España como en la región y, a su vez, multiplicó por catorce el porcentaje de positivos regionales en solo una semana. Unas cifras muy similares a las del resto del país, donde se notaron fuertes subidas en cada comunidad autónoma.

Así, la Navidad murciana –y española– estuvo marcada por la vuelta al uso de las mascarillas en exteriores, la petición de pasaportes covid en la hostelería, limitaciones en el número de comensales –tanto en interiores como en exteriores– y restricciones horarias para el ocio nocturno, entre otras tantas recomendaciones para tratar de paliar los efectos de la nueva variante sin llegar a restringir excesivamente las libertades generales. Pues, tal y como apuntaba gran parte de la opinión pública,

Tras el puente de diciembre, la Región de Murcia ocupaba el segundo puesto en la tasa de incidencia acumulada del coronavirus por autonomías

no tendría mucho sentido que el periodo navideño que estaba por llegar pudiera resultar igual e incluso más incierto que las navidades pasadas…

La Región de Murcia cerró la última semana de 2021 en nivel de alerta 3, debido al número de casos y el estado de la ocupación hospitalaria. En el desglose por municipios, tan solo Campos del Río estaba en riesgo medio, mientras que otros 6 se encontraban en nivel alto y los 38 restantes en nivel muy alto.

Sea como fuere, aunque las condiciones actuales obviamente son mejores que las pasadas, parece que nos hemos acostumbrado a asumir como ‘normal’ una cifra de fallecidos diaria a causa del coronavirus, en vez de ser conscientes de que dicho número debería ser rotundamente nulo.

Por eso, a riesgo de pecar de friki, volviendo al hilo conductor de este artículo y su paralelismo con lo griego, resulta inevitable no recordar la conversación entre Zeus y Hades en la película Hércules, versionada por Disney en 1997, –basada, por cierto, en la historia del dios grecorromano y que en 2022 cumple su primer cuarto de siglo– en la que el primero le dice: “¿Qué tal por el inframundo?”. Y el segundo le responde: “Pues todo va bien, ya sabes, algo oscuro y lúgubre y como siempre… Je, je, lleno de muertos, ¿qué le vamos a hacer?”.

Dejando los sarcasmos cinematográficamente macabros a un lado y sirviéndonos de la propia banda sonora de la película animada, ‘Hace mucho tiempo’ que se sabía o intuía lo que podía llegar a ocurrir. Un hecho que, le pese a quien le pese, es ‘Tan cierto como tú’ –y como yo–. Y ‘No importa la distancia’ a la que se encuentren las diferentes variantes del virus; de nada servirá invocar al ‘Oh poderoso Zeus’ si no somos capaces de comprender, afrontar y aplicarnos a nosotros mismos, de manera individualizada, la frase: ‘Ese es mi destino’. Ser conscientes de que el bien común es la tranquilidad personal pues, dadas las circunstancias, sus causas y sus consecuencias, afirmar que ‘Mi última esperanza’ pudiera ser recurrir a un milagro divino como solución definitiva, no es del todo descabellado. Al contrario.

Y aunque muchos dirigentes y responsables políticos –o de cualquier otro ámbito– hayan ido emulando la ‘Canción de Meg’, puesto que aún siguen negando la mayor respecto a la pandemia y sus variados efectos –al menos públicamente–, esa ilusión final continúa viva, por ejemplo, en la llegada de la vacuna, cuyo titular bien podría haber sido: “Ha nacido una estrella”; esa que, Dios mediante, nos ha empezado a guiar hacia el final de esta ardua travesía…

También reside en saber que, a veces, “por amor siempre se hacen grandes locuras”… En ser conscientes de que “más que la fuerza, es lo que te esfuerzas”… En todos los sanitarios que han pasado “de cero a héroe en un pispás”; aquellos cuya capa tiene forma de bata y en muchas ocasiones pasan desapercibidos, “pues a un héroe verdadero no se le mide por la magnitud de su fuerza, sino por la fuerza de su corazón…”

Pero sobre todo, “nuestra última esperanza ahora eres tú…” Y vosotros… Y todos. Pues cada uno de nosotros también somos héroes en esta crisis que nos ha tocado vivir, siempre que seamos capaces de entender que “más allá de toda gloria, del orgullo y del valor, el poder de un héroe está en su corazón”.

Las medidas de seguridad llevadas a cabo por hoteles y casas rurales incluía la desinfección de zonas comunes y ajardinadas./ RUBÉN JUAN SERNA

Parece que nos hemos acostumbrado a asumir como «normal» una cifra de fallecidos diaria a causa del coronavirus, en vez de ser conscientes de que dicho número debería ser rotundamente nulo

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