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La reconfiguración de Europa

JAVIER CANO FERNÁNDEZ-DELGADO | PERIODISTA

2021 ha sido el año clave de la Europa post Brexit. Tras interminables negociaciones y sucesivos períodos de gracia para facilitar la transición, el 1 de enero de 2021 se hacía efectivo el divorcio entre el Reino Unido y la Unión Europea y trajo consigo cambios como el fin de la libertad de movimiento (se podrá seguir viajando sin visa, pero solo para estancias cortas), visados para trabajar en el que el Reino Unido implantará un nuevo sistema basado en puntos y la UE aplicará las reglas para terceros países y la salida del mercado único con controles de seguridad en aduanas que podrían dilatar el intercambio fluido de bienes.

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Banderas de Reino Unido y Europa ondeando. Boris Johnson en el Parlamento inglés. Imagen de Jessica Taylor./ UK PARLIAMENT

Si bien es cierto, que los efectos de la pandemia nos han impedido medir, con cierta exactitud, las consecuencias de la salida de Reino Unido de Europa, lo que está claro es que la economía europea, cuyo centro había sido hasta ahora la city londinense, ha tenido que reconfigurarse y virar hacia Bruselas, París o Madrid.

Por muy pactada que acabara siendo la salida de Reino Unido, las consecuencias parece que se están viendo, y lo que está por llegar, más allí que aquí. Según los expertos, el Brexit cuesta a las arcas inglesas unos 30.000 millones de libras anuales. Ya estamos viendo menos comercio, más impuestos y más decepción. La limitación en las importaciones por parte de Reino Unido y en el empleo las vimos en televisión (de lo poco más allá de la covid que ha salido en TV): estanterías vacías, escasez de combustible y una brutal falta de mano de obra provocada por la obligada salida de muchos inmigrantes del país y el endurecimiento para conseguir un permiso de trabajo fuera de la UE.

No sabemos qué pasará en los próximos cinco o diez años, una vez que veamos la luz al final de la pandemia, entre Reino Unido y la Unión Europea, pero, hasta ahora, parece que la tan aclamada salida no está teniendo buenas consecuencias para el país inglés. Nadie duda de la importancia de este país en la configuración del orden mundial (no hay que olvidar el eje formado por EE.UU.-Canadá y Reino Unido) pero no está claro si su peso es mayor fuera o dentro de la UE.

Lo que sí sabemos es que, para la UE, viene un momento de reconfiguración total y de sentar las bases de la política del próximo siglo. El auge de la extrema derecha en numerosos países hace necesaria esta revisión especialmente con los países del Este. Polonia, Hungría, Eslovaquia y República Checa, el conocido grupo V4, que en 2021 cumplió 30 años.

Este peculiar grupo de países viven, a día de hoy, disputas internas ante la falta de un líder. Para muchos, parece que este grupo de 4 es más bien uno de 2+2 en el que ni República Checa ni Eslovaquia se han sumado a esas ideas populistas que vienen tanto de Polonia como de Hungría y porque para ellos, de momento, es más importante tener una relación cercana a Berlín, Bruselas y las instituciones europeas.

Los cuatro forman parte de la Unión Europea y de la OTAN pero sólo uno de ellos forma parte de la Comunidad Económica Europea, sin embargo, todos están recibiendo dinero de la UE dentro de los mecanismos de recuperación. Aquí es dónde están surgiendo las disputas entre estos 4 países, especialmente Polonia y Hungría, con la Unión Europea y el Estado de Derecho.

Pese a no estar institucionalizado, los miembros del grupo V4 realizan reuniones periódicas y cuentan con un fondo común, el International Visegrad Fund, para promover iniciativas de cooperación, así como su propio grupo de combate compuesto por 3700 efectivos. El equivalente de cooperación sub-regional más similar sería el grupo Benelux, constituido por Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo.

Este grupo representa una parte importante de Europa que, sobre todo a raíz de la división ocasionada por la Guerra Fría, ha quedado marginada dentro del club europeo, siendo menospreciada y acogida con condescendencia por sus contrapartes occidentales. Recordemos que, en sus inicios, la Comunidad Europea estaba formada exclusivamente por países occidentales, siendo constituida a su imagen y semejanza.

Sin embargo, el desarrollo económico de las últimas décadas y su integración en la UE, con el consiguien-

La Unión Europea la conforman 27 países con 27 intereses distintos, 27 acuerdos comerciales diferentes tanto con Estados Unidos como con el eje ruso-chino

Boris Johnson, Vladimir Putin y Charles Michel en 2020./ EUROPEAN UNION

te choque cultural e ideológico, han generado en esta parte de Europa la necesidad de defender una identidad diferenciada del resto de la Unión. El V4 es el reflejo de esta renovada asertividad y esta diferenciación de los países del Este, que no quieren ser asimilados por la Europa Occidental, pero que, paradójicamente, son más europeístas que la mayoría de sus vecinos del Oeste

¿Un acercamiento a Rusia o un acercamiento a Bruselas? Quizá esta es una de las grandes cuestiones que se plantea el grupo de Visegrado (aunque en 2022 desaparezcan de un plumazo como hemos visto tras la invasión de Ucrania). Las olas de migración vividas recientemente, especialmente desde Afganistán y el África Subsahariana, y la seguridad de las fronteras de la UE fueron el pistoletazo de salida de una crisis internacional. Durante 2021, ha sido la política anti LGTBI de países como Hungría lo que ha puesto en alerta a la Unión Europea, especialmente al tener ligados los fondos europeos al cumplimiento de una serie de directrices que, a su juicio, estos países no están cumpliendo.

El gran problema que ha surgido durante 2021 en esta zona tiene como raíz a los gobiernos de los estados miembros de la UE de Europa Central y del Este, hasta ahora ignorados por sus homólogos occidentales, y que se muestran cada vez más asertivos y cohesionados en contra de la integración y los ideales liberales de la Unión Europea, reivindicando la soberanía nacional, los valores cristianos y reclamando una mayor inversión de la Unión en la región.

Hay que recordar, además, que son los países donde más se confía en el proyecto europeísta, pero desde un aspecto económico. No han entrado en el euro, porque tampoco se fían: la entrada en el euro sería una pérdida de soberanía monetaria que estos países de Europa del Este no asumen.

“Creemos que la cuestión del estado de derecho es importante, pero el Parlamento Europeo está convirtiendo el estado de derecho en una Yihad, desviando así la atención de los problemas reales”. Esta frase Orban, primer ministro de Hungría y líder V4, resume muy bien la postura de este grupo de países frente a la Unión Europea. Una de las salidas a este problema podría verse en 2022, en la que se esperan elecciones en este mismo país a la vez que podría producirse un adelanto electoral en Polonia, sacando del poder a dos de las figuras más reacias a la UE. Otra cosa será la reestructuración a nivel legislativo.

Lo que está claro es que, al igual que estos países parecen cada vez más unidos a través de una mirada similar en ciertos asuntos, el resto de los países europeos, y más occidentales, también parecen haber tomado la postura de no hacer concesiones en este tipo de materias.

Es más, a este V4, podríamos añadir, también, la Iniciativa de los Tres Mares (I3M). Un foro de cooperación entre doce países del Este de la UE bañados por los mares Báltico, Adriático y Negro: Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Austria, Eslovenia, Croacia, Rumanía y Bulgaria.

Desde su nacimiento en 2015, esta alianza ha planteado un reto a la política comunitaria europea. Individualmente, los doce países de la I3M no son los más relevantes, pero en bloque son casi la mitad de los veintisiete miembros de la UE. Esto implica que pueden formar un eje de poder dentro de la Unión, opuesto a otras alianzas con gran peso en Bruselas, como el eje francoalemán o los países del Mediterráneo. Además, el liderazgo dentro del I3M recae en los países del Grupo de Visegrado: Polonia, Hungría, Eslovaquia y la República Checa. Estos países con Gobiernos conservadores ya se han enfrentado a Francia y Alemania, por ejemplo, por la construcción de oleoductos y gasoductos provenientes de Rusia o por la gestión de los refugiados, así si esta Iniciativa se consolida puede agravar la división dentro de la UE.

Eje Europa-EEUU.-China-Rusia Otro de los problemas que afronta la Unión Europea apunta hacia el Este. Hace unos años la alianza entre China y Rusia parecía contranatural. Hoy, sin embargo, es la principal amenaza a la que se enfrentan Estados Unidos y la Unión Europea. Es una unión de intereses, como todas, precipitada por las sanciones económicas sobre Rusia a raíz de la invasión de Crimea en el año 2014.

Desde entonces, el peso de Europa en la economía y las finanzas rusas no para de descender y el de China de aumentar. Este giro afecta directamente a la economía y a la seguridad de Europa. China y Rusia van camino de consolidar la mayor alianza militar y económica del mundo. Aunque no la hayan formalizado oficialmente, de momento, funciona como tal.

Como hemos comentado antes del conflicto de Cri-

El desarrollo de los acontecimientos en la esfera internacional ha hecho que Vladimir Putin vea en la República Popular China un aliado perfecto para poder paliar las consecuencias diplomáticas, económicas y comerciales derivadas de las sanciones internacionales impuestas por Occidente, especialmente a partir de la anexión de Crimea

Boris Johnson y Charles Michel en el G7 de 2021./ EUROPEAN UNION Refugiados./ ACCIÓN CONTRA EL HAMBRE

El Brexit cuesta a las arcas inglesas unos 30.000 millones de libras anuales

mea en 2014, el eje chino-ruso parecía una unión imposible. Ni China se fiaba de la agresividad e inestabilidad del Kremlin, al tiempo que pretendía cuidar sus mercados en Europa y Estados Unidos, ni Rusia, por su parte, se fiaba de China porque es demasiado grande. Su prosperidad, además, dependía, en gran parte, de los mercados y los bancos occidentales. Estas reticencias, hoy, parecen superadas y van camino de formalizar un imperio que acabaría con la hegemonía mundial de Estados Unidos y relegaría a Europa a un segundo plano.

El desarrollo de los acontecimientos en la esfera internacional ha hecho que Vladimir Putin vea en la República Popular China un aliado perfecto para poder paliar las consecuencias diplomáticas, económicas y comerciales derivadas de las sanciones internacionales impuestas por Occidente, especialmente a partir de la anexión de Crimea. Desde entonces, ambas potencias han establecido un potente tándem simbiótico provocando que las relaciones bilaterales se encuentren en uno de los mejores momentos desde la alianza forjada entre Mao Zedong y Iósif Stalin en 1949.

Además, hay que tener en cuenta que las dos superpotencias han experimentado unas relaciones cada vez más antagónicas con Estados Unidos, sobre todo bajo la Administración del presidente Joe Biden, que ha castigado a este país por sus abusos de los derechos humanos y su incapacidad para promover la democracia liberal. Para los observadores internacionales se trata, más que de una alianza militar como tal, de un acuerdo con objetivos comerciales y que ofrezca garantías de neutralidad antes sus respectivas ambiciones territoriales de Rusia hacia Ucrania y de China hacia Taiwán. Esto es algo que este 2022 ya hemos podido comprobar ante la neutralidad del país chino durante la invasión de Ucrania.

Un nuevo orden mundial Si tuviéramos que colocar a la UE dentro de un orden en este conflicto de intereses, no queda duda de que parece que se ubicaría la última. Por un lado, se muestra receptiva a las propuestas de Estados Unidos, dado que necesita de su apoyo y de su cooperación militar. Sin embargo, negocia con los chinos, porque necesita afianzar sus relaciones económicas y tecnológicas. Hay que pensar que la Unión Europea la conforman 27 países con 27 intereses distintos, 27 acuerdos comerciales diferentes tanto con Estados Unidos como con el eje ruso-chino, especialmente algunos países y los acuerdos gasísticos. Esta división es lo que convierte a Europa en el actor más débil de todos, con poca voz y menos voto en las decisiones mundiales.

En el escenario internacional la presidencia de Biden en EE. UU. y la retirada en septiembre de Merkel en Europa marcaron el inicio de un nuevo orden mundial.

Para muchos, el eje Roma-Berlín-París parece que será el que tome las decisiones de la Unión Europea y, en este eje, ha destacado Mario Draghi, primer ministro italiano, ante la falta de carisma del relevo de Angela Merkel en Alemania y la caída de popularidad que, durante 2021, sufrió Emmanuel Macron en Francia. En un mundo tan cambiante como el actual y en un momento de reconfiguración de los pesos y contrapesos geopolíticos, la Unión Europea está obligada a tomar una decisión sobre qué tipo de actor quiere ser en el panorama mundial. Por una parte, tomar una vía geopolítica independiente, con el considerable incremento de gastos de defensa y la pérdida de soberanía en los estados miembros a favor de la Unión, o bien continuar con su posición de seguimiento de la política de Estados Unidos con más voz que voto. En el primer caso, la afirmación de la personalidad europea, el continente debería someterse a un considerable aumento de la presión fiscal y a un reto organizativo sin precedentes. En el segundo caso, el eje Atlántico Norte (EE. UU., Reino Unido y Canadá) quedaría abrazado a la Unión Europea en una política común de defensa sin grietas.

No está claro todavía si, al orden mundial le interesa que Europa esté cohesionada en la toma de decisiones y, mucho menos, si esto interesa a Estados Unidos y su papel como protector y defensor de éste.

Las olas de migración vividas recientemente, en especial desde Afganistán y el África Subsahariana, y la seguridad de las fronteras de la UE fueron el pistoletazo de salida de una crisis internacional

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