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La bienvenida de Hemingway

# Juan Antonio De Heras y Tudela

Hemingway y el fotógrafo Juan López, en La Condomina..

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No recuerdo muy bien la fecha exacta en la que tomamos la decisión. Fue tiempo después de que, siendo yo aún muy joven, cruzara por primera vez el umbral de la puerta de acceso a la Asociación de la Prensa, en el céntrico entresuelo de la Gran Vía de Murcia. Hace treinta años de aquello y aún viene a mi memoria la imagen de Rafael, hombre de mediana estatura, voz suave y pelo blanco, amable hasta decir basta, atendiéndome con la hechura de los corazones construidos desde la sencillez. Rafael se encargaba de todo, incluso durante tantísimas Ferias de Septiembre, de distribuir esta misma publicación en los accesos de La Condomina, la tarde en la que el cartel anunciaba la Corrida de la Prensa. Y también mantenía la casa en orden.

Lo cierto que es cada rincón del inmueble, cada pared convertida en expositor de las firmas más ilustres de la pintura murciana, cada estantería colmatada por premios y reconocimientos, cada mesa coronada por esculturas a cuyos pies, como si de ofrendas se tratasen, se depositaban periódicos y revistas de cabeceras ya desparecidas, evocaba una historia de esplendor, y lanzaba con sutileza el desafío de intentar hacerse merecedor de tan importante legado, de preservarlo y de hacerlo crecer, con la responsabilidad de pasar el testigo a nuevas generaciones.

En una de las salas de menor tamaño, situada a la izquierda, en la parte más cercana al patio de luces y transformada en almacén, hacían guardia en silencio unos archivadores metálicos, color gris oficina, que aún hoy se conservan. Su interior albergaba otro tesoro de incalculable valor: el archivo gráfico del semanario Hoja del Lunes. Fotografías clasificadas por temas y personajes, guardando orden alfabético. Y junto a ellas un sobre, con una leyenda escrita a lápiz, en el reverso, con cuidadosa caligrafía: <<Hemingway en Murcia>>.

Ganga y Valcárcel

La presencia del afamado Pulitzer y Premio Nobel de Literatura en la ciudad había tenido lugar en 1959. La redacción de Hoja del Lunes y, de manera especial, José Antonio Ganga, periodista y crítico taurino que escribía en esos momentos también en el periódico La Verdad, intuía que Hemingway, don Ernesto, socio y amigo entrañable de Antonio Ordoñez, no dejaría de acompañar al torero en las dos tardes en las que su presencia había sido anunciada en la monumental de Murcia. Conseguir entrevistar al autor de ‘El viejo y el mar’ pasaba, por tanto, a convertirse en prioridad absoluta.

La madrugada del 7 de septiembre, Ordoñez llegaba al fin a la capital del Segura acompañado de sus cuñados y apoderados, Domingo y Pepe Dominguín. Sin embargo, el laureado escritor y periodista no iba en la comitiva. Había tomado la decisión de

desplazarse por su cuenta, un día después, y aparecer directamente en La Condomina a tiempo de presenciar la corrida. Advertido Ganga de tal circunstancia, lo estaba esperando en el callejón, aguardando con la frase exacta para procurar ganarse la simpatía en el primer lance. –He sido, como usted, admirador del ‘Niño de la Palma –le dijo nada más verlo, desplegando una amplia sonrisa.

La anterior revelación fue tan sincera como intencionada. Ganga sabía que Cayetano Ordoñez, el padre de Antonio, había inspirado a Hemingway la novela ‘Fiesta’. La argucia era romper el hielo de este modo y funcionó. Fue así como pudo hacer las primeras preguntas antes del paseíllo, aprovechando el descanso para completar la entrevista. Se lidiaban este martes, en la segunda de Feria, siete toros de la ganadería de Samuel Hermanos, que había sustituido en el último momento a la de Anastasio Fernández; el primero a caballo destinado a la maestría del rejoneador Ángel Peralta, y los siguientes, en este orden, para los diestros Julio Aparicio, Antonio Ordóñez y Gregorio Sánchez.

Hemingway, ya conquistado, se mostró en todo momento cordial. Habló sin reservas de sus negocios con Ordóñez, con quien anunció estaba estudiando construir unos moteles en Torremolinos; de su preferencia por el toreo de capa, que consideraba más difícil; de que a lo largo del año llevaba ya vistas más de cuarenta corridas; e incluso desveló, tras compartir con su entrevistador una bota de vino de esta tierra, que ya la conocía. Cabe especular que tal vez habría recalado previamente por estas latitudes en alguno de sus múltiples viajes por España, antes de sobrevenirle la fama. Elogió desde esa experiencia la fertilidad de los huertos, la belleza de las flores, la riqueza de Murcia que en su opinión era indudablemente <<mayor que la de California>> y sobre todo, afirmó que lo que más le gustaba era que <<los murcianos son gente estupenda>>.

Para un periodista, incluso para uno tan consagrado como lo era Ganga a estas alturas de su vida, lo acaecido en esas horas representaba una de las mayores satisfacciones profesionales a las que se puede aspirar. Lo era porque, como en el título de una de las obras cumbre de Oriana Falacci, ese instante había constituido, a ciencia cierta, una entrevista con la historia y, por tanto, un pasaje con derecho adquirido de inmortalidad.

No es de extrañar por ello que, al día siguiente, y haciéndose acompañar de su amigo y compañero en Hoja del Lunes, Carlos Valcárcel –de quien se cumple en 2021 el centenario de su nacimiento– Ganga emprendiera rumbo a la barra del “Rincón de Pepe” con un ejemplar del diario

La Verdad bajo el brazo, en el que la entrevista ocupaba lugar destacado en la portada y se extendía a la página dos. El soplo de que Hemingway, su secretario y las esposas de ambos iban a degustar los platos elaborados por Raimundo González Frutos, se lo había dado Domingo Dominguín. Llegados ambos periodistas al mostrador con antelación suficiente, pidieron unas copas para hacer tiempo. Tocó esperar, porque Hemingway había decidido hacer noche en Alicante, en un hotel desde el que podía ver el mar, otra de sus grandes pasiones, pero mereció la pena. Cuando finalmente apareció y una vez presentados, Valcárcel le preguntó educadamente qué deseaba beber. <<Vino, por supuesto>> fue la respuesta del Premio Nobel y a partir de ahí se produjo un animado diálogo entre el laureado literato y don Carlos que, en cuestión de vinos, no solía tener rival ni en erudición ni en capacidad de defender sus bondades. Años más tarde, en un artículo publicado en Hoja el Lunes, el 6 de diciembre de 1972, Ganga recordaría esta anécdota y el ameno intercambio de opiniones sobre las clases de vino de la Región de Murcia: <<¿Quién venció a quién? Puedo decir, en términos deportivos, que el combate resultó nulo>> –explicaría Ganga.

Hurto sin denominación de origen

Huelga explicar que la conversación en el emblemático restaurante de Murcia, que tuvo continuidad en la plaza de toros, dio de sí lo suficiente para que Ganga dispusiera de material para ampliar la información ofrecida en el primer encuentro. Entre ella, desmentir que Hemingway tuviera intención alguna de aceptar la invitación de ‘La Gaceta Literaria de Moscú’ para visitar la capital moscovita en un futuro y proyectado viaje del presidente norteamericano Eisenhower. –Si invitaran a Ordóñez, me lo pensaría –atajó la cuestión con buen humor.

Sin embargo, esta tarde pasaría a la posteridad por un suceso menos agradable. Tal vez fue mientras Ordoñez cuajaba una extraordinaria faena al quinto de la tarde, merecedora de dos orejas, rabo y dos vueltas al ruedo. O muy probablemente al principio, cuando el escritor penetró a la plaza por el callejón, momentos antes de que la cuadrillas comenzaran el paseíllo, y la multitud al verlo se le acercó requiriendo la firma de un autógrafo <<en novelas suyas, en abanicos e incluso en bolsos>>. Las peticiones atendidas fueron tantas que hasta la pluma quedó sin tinta y tuvo que pedir una de repuesto. No fue sin embargo lo único que se evaporó.

Días después, ya de regreso en Madrid, Hemingway desveló que mientras lo anterior acontecía le había sido sustraída la cartera. En

Ganga entrevistó a Hemingway en el callejón de la plaza de toros. Diario La Verdad de Murcia..

su interior llevaba 9.000 pesetas, que con gusto estaba dispuesto a regalar al ladrón <<en pago a su destreza>>; portaba también una imagen de San Cristóbal con la leyenda “Llévame contigo y no tendrás peligro”; pero lo que más le dolía, por su valor sentimental, era que la pinza billetero le había sido enviada por su hijo Patrick, desde Estados Unidos, y le tenía un gran afecto. De la petición de que al menos eso le fuera devuelto se hizo eco el periodista del diario Pueblo Mariano Gómez-Santos, en un artículo publicado en esa cabecera el 15 de septiembre, con el título “Hemingway envía un mensaje a un carterista”.

El revuelo por el hecho de que al Nobel lo hubieran desplumado en La Condomina fue mayúsculo. Tal fue el escándalo que Hoja del Lunes se vio obligada a recordar, en un suelto el día 21 de septiembre, que <<esta ciudad, en cuyo escudo campean siete coronas y un corazón, tiene dos estaciones ferroviarias, innumerables líneas de autobuses, cientos de caminos, un aeropuerto (en construcción), y... ¿quién identifica la cuna del habilidoso “prestímano”? Que... por todas partes se va a Roma o al chaleco de don Ernesto>>. Y estaban en lo cierto.

Un día después, la pinza –no así el dinero– era depositada por una mano anónima en el hotel de Madrid en que se alojaba el novelista. José Luis Castillo-Puche, periodista y escritor yeclano que años más tarde fuera nombrado socio de honor de la Asociación de la Prensa, en el mismo acto en el que a Carlos Valcárcel se lo otorgaba la presidencia honorífica de esta institución, había llegado a pedir al Ayuntamiento de Murcia que mandara confeccionar una réplica exacta. Tal gesto no fue necesario. Sin embargo, el hurto de la pinza, la generosidad de Hemingway y la iniciativa de Castillo-Puche, dieron lugar a un interesante desenlace. Alfonso Camorra, descendiente de una saga de hosteleros, que regentaba en ese momento ‘La Pérgola’ y la ‘Terraza del Riscal’, locales de referencia en el Madrid de la época, se había ofrecido a reponer las 9.000 pesetas a don Ernesto de su propio bolsillo. El Nobel de Literatura no aceptó, pero sí consideró acertada la propuesta del literato y periodista yeclano, hecha pública en otro artículo en el diario Pueblo, de destinar el dinero a un premio para jóvenes escritores españoles. Además, sorprendió a todos al comprometerse a sumar a esa cantidad quinientos dólares <<porque en España hay escritores extraordinarios, con mucho talento>> y quería leerlos.

Simbólica bienvenida

Buena parte de estos escritores, los que ya deambulan por

Cartel de la Feria de Septiembre de Murcia de 1959. las calles de Murcia, los que se forman en las facultades de periodismo, los que sueñan con intercambiar conversaciones con personalidades de nuestro tiempo, los que están llamados a construir el futuro del Colegio de Periodistas y aman esta bendita vocación de informar, atraviesan, como lo hice yo hace treinta años, el umbral del céntrico entresuelo de la Gran Vía de Murcia, para encontrarse con la imagen de Hemingway dándoles la bienvenida.

Liberada de su prisión metálica y gris, la fotografía que dormía en un sobre cerrado, despierta de inmediato la atención de quienes la contemplan, enmarcada y expuesta en un espacio intermedio entre las puertas de madera tallada que dan paso a la biblioteca y al despacho principal. Fue tomada en el callejón de la plaza de toros de Murcia, la tarde del 9 de septiembre de 1959, horas después del encuentro con Ganga y Valcárcel en el Rincón de Pepe y, tal vez, aún con peso de la billetera en el interior del chaleco del Nobel de Literatura.

Los ojos del escritor se cruzan, desde esa posición, con generaciones a quienes sus obras, y el testimonio de la prensa, convierten en coetáneas, pese al transcurso inexorable del tiempo. Y junto a él, con idéntica mirada, el fotógrafo que lo fue, entre otras muchas publicaciones, de Hoja del Lunes, Juan López, nos invita a seguir respetando y amando el compromiso de dejar constancia de los hechos, y de continuar la labor, impagable labor, de quienes nos han precedido.

De ellos, como de Rafael, con quien perdí el contacto tras su jubilación, quiero y necesito acordarme. A su lado, durante veinticinco años al frente de la secretaría técnica de la Asociación y del Colegio, y coordinando las labores administrativas de las publicaciones –también de esta que tiene entre las manos–, estuvo la siempre vitalista y entusiasta Nuria Torreira, colaboradora fiel y amiga entrañable, a quien deseo dedicar un especial y sentido recuerdo, en esta primera Feria en que nos falta.

Gracias, de todo corazón, por haber mantenido la casa en orden.

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