Prólogo parte ii la poesía es cosa de burros

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© Textos: David Acebes Sampedro © Prólogo: José Antonio Olmedo López-Amor © Diseño y maquetación: Iñaki Hernán © Cubierta: Puri Sánchez Depósito Legal: GU 15-2018 ISBN: 978-84-948207-0-0 La poesía es cosa de burros PiEdiciones ®Todos los derechos reservados Prohibida la reproducción total o parcial de la obra sin permiso del propietario de los derechos. Impreso en España Primera edición: http://www.piediciones.com edicion@piediciones.com




traducida en palabras, puede interpretarse cruel, rigurosa, desapacible; pero no busca enemigos, tampoco amigos, la condescendencia no le preocupa, sí, en cambio, la verdad; pues como todos sabemos, el compromiso del artista debe trascender el propio arte. Sus composiciones se caracterizan por un estilo aticista, de léxico comprensible y naturaleza dialógica. La ausencia de rencores e ínfulas, de defensas virulentas de cualquier ideología, hace que lo determinista de estos textos sea su claridad y direccionalidad. Tanto en su poesía, como en su prosa, Acebes Sampedro manifiesta una tendencia al clasicismo. Dentro de ese clasicismo, su afán referencial lo convierte en un hábil rastreador de nexos temporales, de vínculos formales que no por extinguidos dejan de ser válidos para su estudio. Demuestra que al conocimiento puede llegarse de muy diversos modos y parte de su eclecticismo conecta con planteamientos enciclopedistas. La poesía es cosa de burros es un fascinante viaje a través de una historia contemporánea a la que la imaginería de Acebes Sampedro

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demuestra vinculada a otra historia universal no contada, sino revelada a través de analogías que, entre otras cosas, ponen en entredicho lo novedoso, apropiado y justo de la modernidad. Si podemos decir que Mariano José de Larra combatió en sus escritos contra el inmovilismo, la tosquedad y fatuidad del castellano viejo, la rutina estéril de la burocracia y la pereza satisfecha; Acebes Sampedro hace lo propio —por citar solo cuatro ejemplos— ante el conformismo, la vastedad y vacuidad del cliché, la estéril burocracia de la rutina y la ignorancia activa. La inquietud de Acebes Sampedro lo empuja a experimentar métodos de búsqueda, a someter los textos a exámenes cuyos modelos sistemáticos parecen revelar un mensaje ulterior contendido, no solo en el signo, sino también en la sintaxis. Este es el caso de los artículos titulados “Vicente Luis Mora o el hijo apócrifo de Borges” y “Fractales poéticos”. ¿Juego? ¿Estructuralismo? El resultado, demuestra que un simple cambio temático del sustantivo, la sustitución de un fonema, conduce a un texto nuevo, y desmitifica, de alguna manera, no solo qué es poesía, sino también dónde podemos encontrarla. - 16 -


A aquellos lectores que juzguen de antemano a un texto que en apariencia se presente poco riguroso, demasiado clásico, un texto que no esconda su voluntad de juego, les diría que sean pacientes, que no todo en el mundo es prisa, ni irremediablemente serio. Acebes Sampedro tiene la capacidad de ilustrar y entretener, ambas actividades no están reñidas con una vocación didáctica y comunicativa. Las reflexiones aquí contenidas exceden su ámbito personal sin pretenderlo, tienden a la universalidad y dilucidan, no siempre soluciones a problemas, sino motivos que los causan, actitudes que podemos adoptar frente a ellos, y lo más importante, irradian optimismo y esperanza. La palabra “contra” empleada en el título de este prólogo, bien podría sustituirse por cualquiera de sus acepciones; incluso me atrevería a decir, que también podría sustituirse por la mayoría de preposiciones. No necesariamente implica una actitud belicosa o arrogante, manifiesta desacuerdo, disconformidad, y una actitud abierta, que no por ello debe limitar su capacidad de personificar y divulgar su discrepancia. Disentir no es censurar, aunque frente

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a la exposición a la verdad algunos se sientan ofendidos.

DIVISA (Reírnos de las ridiculeces) La importancia del contexto social en el que fueron concebidos estos textos es fundamental para realizar una composición de lugar que se ajuste a la realidad. Como lectores, enfrentar el pensamiento de Acebes Sampedro supone un reto a muchos niveles. La altura intelectual de sus disertaciones no está exenta de crítica, de humor, de ironía; factores consustanciales a todo librepensador que se precie, pero en el caso de este poeta metido a labores de filósofo —si es que ambas disciplinas pueden disociarse—, debemos añadir una mordaz y polivalente creatividad. No es extraño ver mezclarse en un artículo de Acebes las aventuras de Peppa Pig con los presupuestos de Plotino, por poner un ejemplo. En ocasiones, puede parecer que nos adentramos en un laberíntico producto estético que no busca sino transgredir, provocarnos, pero - 18 -


de repente, la fuerza de una incontestable analogía, unida a un no menos irrefutable aserto, nos desarman y quedamos formando en nuestra mente una moraleja de lo leído que ni siquiera intuíamos entrever. Tal rotundidad ya puede apreciarse en los apabullantes títulos de los artículos. A su función catafórica, ya de por sí valiosa, hay que añadir el golpe psicológico y subliminal, nos guste el símil o no, equivalente a un pegadizo eslogan publicitario. Un mal poeta es un maestro de la posverdad. Afortunadamente, para Acebes Sampedro, vivimos en la era de esa posverdad, protagonizada por demagogos de toda alcurnia. En un escenario así, de mentalidades fabricadas en serie, lo revolucionario de una voz que se reconoce en un coro de morales y bellezas impostadas, es desafinar. Como poeta, filósofo, como persona, Acebes Sampedro se ve obligado a abandonar su zona de confort, no solo desciende de su torre de marfil, la destruye, porque entiende que a estas alturas de la función lo necesario es mojarse, y vaya si lo hace. El problema no es suyo, lo es

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