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Religión: la procesión del Señor de los Milagros

CAPÍTULO III LA CULTURA AFROLIMEÑA

La cultura limeña es la fusión de los aportes afro, europeos, indígenas y asiáticos. Este capítulo presta atención al rol de los africanos y afros en la religión, la música y la comida, los carnavales, las diversiones públicas y los deportes. Por último, se analiza las representaciones de los afrolimeños realizadas por Francisco “Pancho” Fierro.

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Religión: la procesión del Señor de los Milagros

Tempranamente, la Iglesia Católica consideró a los africanos esclavizados como personas con alma y, por lo tanto, con derecho a todos los sacramentos. La Corona y la Iglesia ordenaron que los africanos debían ser bautizados antes de ser transportados fuera de África o al llegar a los nuevos territorios americanos. La Iglesia también alentó la participación de africanos y afrodescendientes en las cofradías, las procesiones, las misas y otras actividades religiosas. Los Concilios Limenses les permitieron derechos como casarse libremente, mantener el matrimonio entre residentes, tener funeral y entierro, entre otros. Por supuesto, no siempre se cumplieron las normas, de allí que durante los

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60 primeros años del Virreinato y en algunas zonas periféricas los esclavizados tuvieron que luchar para defender estos derechos en los tribunales eclesiásticos.

Los africanos y afrodescendientes también formaron sus cofradías al igual que los españoles e indígenas. Estas instituciones, de origen medieval, se encargaban de cuidar las imágenes religiosas, organizar las procesiones, mantener las andas y altares, las ropas de las imágenes, sus adornos y joyas, las velas y las flores. En América y en nuestro país, las cofradías de esclavos asumieron otras tareas como liberar a un cofrade esclavizado, ser testigos o fiadores de un cofrade en procesos judiciales o velar por la viuda y huérfanos de un cofrade fallecido, evidencias palpables de una sólida red social.

El calendario religioso de Lima estaba lleno de procesiones y fiestas como la del Corpus Christi, la Virgen del Carmen, la Inmaculada Concepción, la Navidad, la Semana Santa, etc. Estas procesiones se enmarcaron en un clima de fiesta, con música, cohetecillos, comida, licores y dulces. Gracias a Tadeo Haënke —un viajero de la época— y a las descripciones de El Mercurio Peruano y de la Gaceta de Lima sabemos que los africanos y afrodescendientes desfilaban divididos en naciones africanas, con su rey y reina, súbditos y criados, representando una corte real, todos vestidos con ropas y joyas lujosas. Detrás iban otros bailando y cantando, disfrazados de “diablillos” y animales, con instrumentos musicales. Cerraban el desfile las “invenciones” o máscaras:

los gigantes, cabezudos o papahuevos que eran figuras deformes con licencia para hacer bromas al público. En este punto, tal como señala Tompkins, las cofradías de esclavos dieron un toque especial a estas festividades.

El Corpus Christi duraba ocho días, pero las fechas centrales eran la Octava y la Infraoctava. De acuerdo con Rivas, en la fiesta central, el domingo de la Infraoctava, las cofradías de afros abrían la procesión al salir del Convento de Santo Domingo, y cumplían un papel importante. De la misma manera, la procesión de la Virgen del Carmen fue y es muy tradicional en Barrios Altos. Cada 16 de julio sale desde la iglesia Nuestra Señora del Carmen y recorre las principales calles de esta emblemática zona. Los cantantes y músicos criollos interpretan una serenata mientras las vivanderas ofrecen comida criolla, anticuchos y picarones. La festividad cierra con un espectáculo de fuegos artificiales en homenaje a la Virgen.

Como parte de este proceso de asimilación y profundo catolicismo, también tenemos experiencias religiosas como las de San Martín de Porres y Úrsula de Jesús, además de la procesión del Señor de los Milagros. También hubo otros cultos que no alcanzaron tanto éxito en la ciudad; por ejemplo, el de san Benito de Palermo, promovido por los franciscanos, y el de santa Ifigenia, promovido por los jesuitas.

Úrsula de Jesús fue hija de una esclava y tomó los hábitos menores de las clarisas en 1647. Fue muy respetada en su época por la élite, los altos funcionarios del gobierno colonial

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62 y los más humildes. Su funeral, ocurrido en 1666, congregó a una gran muchedumbre. En el Monasterio de Santa Clara conservan su cuerpo y unos cuadernillos que probablemente fueron escritos o dictados por ella, donde destaca el diálogo fluido y directo con Dios. Por ejemplo, pregunta a Dios si las negras van al cielo y Dios le responde que sí. Este diálogo permite situar a las mujeres afro como personas virtuosas y con honor, el suficiente para ir al cielo como cualquier otro cristiano.

San Martín de Porres (Lima, 1579-1639) fue hijo del español Juan de Porres y Ana Velásquez, identificada como negra liberta. En 1594 ingresó como donado al Convento de Santo Domingo, donde sirvió en labores domésticas y luego en la enfermería y la botica. En 1606 fue admitido como fraile menor profesando los votos de castidad, obediencia y pobreza. Fundó el Asilo y Escuela de Santa Cruz para vagos, limosneros y huérfanos, gracias a la generosidad del virrey Conde de Chinchón y otros aristócratas. Destacó, además, por su constante preocupación por evangelizar a los esclavos. Fue reconocido por dar sermones en las calles y las haciendas cercanas a Lima.

No hay muchos santos afro en el santoral católico peruano. Recién conocemos a Úrsula gracias a los estudios de van Deusen, quien transcribió y compartió sus cuadernillos en internet. En el caso de San Martín, su culto es global gracias a los dominicos, quienes promovieron su beatificación en 1837. Su santificación, tardía, se realizó en 1962.

Retrato de San Martín de Porres. Ricardo Palma narró sus milagros en sus Tradiciones Peruanas. Hoy una universidad y un club de fútbol llevan su nombre. 63

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El culto al Señor de los Milagros es uno de los más representativos del Perú. En sus inicios fue un culto de angolas esclavizados, pero con el tiempo ha evolucionado hasta ser un símbolo de peruanidad.

Según las investigaciones de Rostworowski, algunos indígenas de Pachacamac, trasladados al barrio de Pachacamilla por su encomendero Hernán González, transmitieron el culto ancestral del dios de los temblores a los esclavizados que vivían en ese sector de la ciudad. Según dicta la tradición, en este lugar un africano esclavizado, de casta angola, pintó la imagen de un Cristo crucificado —en las redes sociales ya han puesto nombre a este pintor—. La hagiografía enfatiza en los milagros y los prodigios asociados a la imagen después del terremoto de 1655. A partir de esta fecha ya hay más testimonios históricos; por ejemplo, Sebastián de Antuñano mandó construir una capilla que fue muy popular, al punto que asistió el virrey Conde de Lemos. En 1671 se efectuó la compra de los terrenos para el culto. Asimismo, el virrey mandó añadir a la imagen original las figuras del Padre, el Espíritu Santo, la Virgen María y la Magdalena.

El 20 de octubre de 1687 otro terremoto destruyó parte de Lima y Callao, pero la ermita se mantuvo intacta. Según la tradición, esa tarde, después del terremoto, Antuñano organizó una procesión hasta la plaza mayor y el cabildo de Lima. Posteriormente, en 1771, se levantó el monasterio de las nazarenas con el apoyo del virrey Amat. Las monjas

Procesión del Señor de los Milagros de Lima, una de las fiestas católicas más populares del mundo. Pintada por un africano en el siglo XVII, la imagen pronto desarrollaría su propia devoción. 65

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