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Trabajo y racismo a fines del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX
Trabajo y racismo a fines del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX
Hay muy pocos estudios sobre la posesclavitud. Algunos sostienen que los afros fueron desapareciendo producto del mestizaje; otros sostienen que, tal vez, tuvieron que camuflarse para alcanzar condiciones de vida aceptables siguiendo las reglas de la sociedad republicana.
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Cosamalón estudió tres cuarteles del censo de 1860, realizado en Lima, el cual demuestra que algunos afros ascendieron socialmente cuando alcanzaron instrucción (leer y escribir), propiedad y oficio con prestigio. Por ejemplo, Julián Sandoval era un propietario minero que vivía en la calle de Baquíjano (hoy Jirón de la Unión) y tenía dos sirvientes. Él fue identificado como “zambo” y no como “negro”, a pesar de tener padre y madre “negros”.
Siguiendo al citado autor, podemos ver que el 35 % de afrolimeños sabían leer y escribir; por tanto, podían votar. Probablemente, la cifra de alfabetos afro era más alta que durante el periodo de la esclavitud. El 66 % de los trabajadores domésticos y de servicios menores era analfabetos y el 92 % fue identificado como negro y zambo. Lo más probable es que algunos oficios estaban plenamente racializados; de allí que aquellos que trabajaban en esos oficios automáticamente eran percibidos como más oscuros. En otras palabras, ser aguador, vendedor, cocinera, ama de leche y lavandera equivalía a ennegrecerse.
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En el censo citado, se registraron 1926 mujeres afro. El 80 % de ellas dedicadas a los oficios menores, con un 83 % de analfabetismo. El 95 % declaró ser amas de leche, sirvientas y lavanderas; estas mujeres fueron etiquetadas como negras y zambas. En el caso de las lavanderas, el 96 % fue registrada como negra o zamba y el 87 % era analfabeta. Entre las 446 sirvientas, el 94 % fue percibida como negra o zamba y, en el caso de las cocineras, de las 245 mujeres registradas, el 98 % fue percibida como negra o zamba. En suma, ser cocinera, lavandera o ama de leche ennegrecía a las mujeres.
La costura fue un oficio más respetado porque se ejercía en la casa. La mujer no tenía que dejar el hogar ni descuidar a los hijos y al esposo, roles femeninos fundamentales en esa época. Entre todas las mujeres dedicadas a la costura (1315), aproximadamente el 21 % era afro y el 64 % analfabeta, cifra más baja que la establecida para oficios con menor prestigio.
Otros afrodescendientes llegaron a ser celebridades. Por ejemplo, el escritor Ricardo Palma Soriano, nacido en 1833, fue hijo de Pedro Palma y Dominga Soriano. Según los biógrafos de Palma, Dominga era afrodescendiente y Pedro probablemente mestizo o indígena de Cajamarca. Ricardo se desempeñó como empleado de la Marina, un empleo prestigioso. En el censo de 1860 fue registrado como blanco y, de no ser por sus enemigos, probablemente hoy en día no sabríamos que tenía ancestros africanos. Otras celebridades fueron el médico José Manuel Valdez, el torero Ángel Valdez, los pintores José Gil de Castro y Francisco “Pancho” Fierro.
Retrato de Francisco “Pancho” Fierro por el pintor Nicolás Palas. 45
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Amancaes en el siglo XX. La famosa pampa del Rímac vio nacer la cultura criolla. En la imagen, mujeres afrolimeñas preparan picarones.
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Otros afros se desempeñaron en oficios considerados decentes y de prestigio, como médicos, sastres, orfebres, preceptores, profesores de música, pintores, toreros, entre otros. Ellos, con su trabajo, minimizaron el estigma racial, aunque no alcanzaron la fama de los anteriores afrolimeños citados.
El estudio de Susan Stokes muestra que, en las primeras décadas del siglo XX, Lima presentó una población percibida como de blancos y negros, con categorías intermedias de orígenes coloniales, como, por ejemplo, “zambo” y “mulato”. En contraste, la categoría “pardo” fue cayendo en desuso, pero apareció “sacalagua” para denominar a una persona de piel blanca con cabello ensortijado y labios gruesos. El significado es motivo de debate, pues algunos sostienen que es la mezcla de negro con blanco, mientras que otros sustentan que se trata del caso específico de la mezcla de italiano con afrodescendiente.
En esa época, la educación formal estaba fuera del alcance de la mayoría. Existían pocas escuelas y universidades. Quizá por eso los afros se desempeñaron en oficios agrícolas y domésticos que podían aprender directamente de sus madres y padres, como, por ejemplo, la albañilería, la venta ambulante, la cocina, la lavandería y la música.
A medida que aumentaron las fábricas en la ciudad, hombres y mujeres fueron obreros en las fábricas textiles de Ate Vitarte, Breña, La Victoria, entre otros. En esta época se formaron las asociaciones mutualistas y los sindicatos
que se centraron en problemas transversales a todos los trabajadores como las horas laborales, el derecho a la huelga, el salario, la ciudadanía, entre otros. Los afros participaron, como parte de los sectores populares, en las grandes luchas obreras que consiguieron las ocho horas laborales, el salario doble por feriados, entre otras leyes. A mediados del siglo XX distinguimos a algunos afros en la política; por ejemplo, Guillermo Lobatón (1927-1966) quien fue subsecretario general del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). En cuanto a las mujeres, Delia Zamudio (Chincha, 1943) es una notable sindicalista afrodescendiente; en 1970 fue parte de la Federación de Laboratorios, Farmacias y Afiliados y en 1975 fue nombrada secretaria general de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), como tal, participó en el contundente paro del 19 de julio de 1977 que exigió el fin de la dictadura del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada. En organizaciones de base se destacaron varias mujeres afro, como María Elena Moyano (Barranco, 1958-Villa El Salvador, 1992), presidenta de la Federación Popular de Mujeres de Villa El Salvador entre 1984 y 1989, y tenienta alcaldesa de Villa El Salvador por Izquierda Unida en 1989. En 1992, fue asesinada por Sendero Luminoso por oponerse al avance de esta agrupación.
Recién en el siglo XXI, algunos afros han sido elegidos congresistas como José Luis Risco (2001-2006), quien anteriormente fue líder sindical de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP). El fujimorismo ha impulsado
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La mujer afrodescendiente ha tenido un papel crucial en la vida política del país. En la foto, María Elena Moyano, líder popular en Villa El Salvador, recibe una condecoración de Alejandro Sakkuda, director del diario La República.
congresistas afro; la más destacada es Martha Moyano (20002001, 2001-2006) quien, además, ha sido vicepresidenta del Congreso de la República (2007-2008), es tal vez el cargo más importante hasta ahora ocupado por alguien de la comunidad afroperuana. También figuran la exvoleibolista Leyla Chihuán (2011-2016 y 2016-2019) y César Segura Izquierdo (2016-2019). Otras exvoleibolistas afro también fueron congresistas de la República como Cecilia Tait, por Perú Posible, (2000-2005 y 2011-2016) y Cenaida Uribe, por Gana Perú, (2006-2016).
Buena parte de los activistas afro reconocen la importancia del accionar de Martha Moyano, gestora de la Coordinadora para el Desarrollo de los Pueblos Afroperuanos del Congreso de la República y de la creación del Museo Afroperuano de Lima. Esto, sin embargo, es polémico, pues Moyano y César Segura representan al fujimorismo, asociado con el gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000), quien ha sido condenado por delitos contra los derechos humanos. Por otro lado, Segura, como vicepresidente de la Comisión de Acusaciones Constitucionales, fue uno de los protagonistas del enfrentamiento con el Ejecutivo que, finalmente, terminó con la disolución del Congreso en el 2019. En el 2018 Gloria González Farfán fue elegida regidora de Lima Metropolitana. Ella es una reconocida activista afroperuana e integrante de la Mesa del Pueblo Afrodescendiente de la Comunidad Andina. Por último, Susana Baca, célebre cantautora, es la primera ministra de estado en asumir una identidad afrodescendiente. Se desempeñó como ministra de cultura
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