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Cultura, carnavales y diversiones: la persistencia de la cultura popular y afrolimeña

tauromaquia peruana. Toreó en diversos países de América y Europa, incluso en África. Su participación en España es recordada porque toreó con Luis Miguel Dominguín en 1952.

Juanita Breña es la única mujer famosa que toreó en Lima. En la tradición titulada “Juana el marimacho”, Ricardo Palma la identificó como “china” y “mulata”, es decir, afrodescendiente. Si creemos a Palma, Juanita, además, fue una empedernida jugadora de dados y suertes, fumadora de puros, pero especialmente una diestra capeadora a caballo. Ella toreaba a la usanza peruana y alcanzó fama y respeto hasta 1825, cuando sufrió una cornada. Entonces se retiró de los ruedos para ganarse la vida como carnicera en la plaza del mercado de Lima, hoy Plaza Bolívar.

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Cultura, carnavales y diversiones: la persistencia de la cultura popular y afrolimeña

Los limeños han disfrutado de variadas diversiones públicas. Están las del antiguo régimen, entre el siglo XVI e inicios del XIX; y las modernas, que siguieron el modelo europeo del siglo XIX; luego el modelo norteamericano —a partir de la década de 1920— y, posteriormente, el de la cultura de masas de la segunda mitad del siglo XX. Desde su fundación, Lima fue el resultado de los aportes occidentales, africanos e indígenas; luego, se incorporaron los chinos, europeos y japoneses. Los deportes, a partir del siglo XX, se constituyeron en diversiones masivas y destacaron numerosas celebridades locales y nacionales, principalmente del box, el fútbol y el vóley.

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96 • Lima colonial (siglos XVI-XIX) De acuerdo con diversos testimonios, Lima fue una mezcla de solemnidad religiosa y fiestas profanas. Todo el año había procesiones, misas, autos sacramentales, autos de fe, entradas de virreyes, juramentaciones al nuevo rey, paseos de alcaldes, ajusticiamientos, nombramientos de abadesas y carnavales, entre otras festividades. Los limeños también solían acudir con frecuencia a las corridas de toros, peleas de gallos y exhibición de caballos de paso. Disfrutaban de los baños en Chorrillos, las jaranas en las chacras alrededor de la ciudad, el teatro de comedias, la fiesta de Amancaes, los espectáculos de titiriteros y volantineros. Algunas fuentes históricas dan cuenta de la presencia de los africanos y afrodescendientes en estas diversiones como participantes y músicos, bailarines y personajes curiosos llamados gigantes, parlampanes, diablos y papahuevos.

El carnaval fue la fiesta más popular. Según algunos testimonios, toda la ciudad participaba. De día, la gente jugaba en las casas, calles y plazas, arrojando agua a cualquiera; mientras que, por las noches, las familias ofrecían fiestas en las casonas y los callejones. Algunos se organizaban en cuadrillas para ir por las calles, disfrazados de gigantes, diablos y papahuevos, mojando a los transeúntes. Las crónicas abundan en denuncias, en especial contra la población afro por su supuesta violencia. Con el tiempo, diversas autoridades intentaron prohibir los carnavales; por ejemplo, el virrey Guirior, en 1780, en el contexto de las

reformas borbónicas. En ese entonces, la Corona y las élites locales estuvieron muy interesadas en “educar” y controlar a los sectores populares; sin embargo, los limeños siguieron con esta diversión

El carnaval se asoció con el son de los diablos, una danza difundida por la Iglesia católica. En casi toda América Latina, hay comparsas de diablos, diablitos, diablicos, diabladas, mascaradas, entre otras. Desde la Colonia, este baile se representaba en ocasiones como el Corpus Christi y la Cuaresma. Los bailarines afro salían disfrazados con máscaras, látigos e instrumentos musicales; y, organizados en cuadrillas, bailaban, hacían acrobacias, jugaban con el público y repartían latigazos.

• Lima republicana (siglos XIX-XX)

Como anotó el viajero francés Max Radiguet, a pesar de la independencia, Lima siguió siendo fiel a las viejas costumbres españolas. Los carnavales fueron prohibidos en 1822 durante el Protectorado de San Martín; pero, aun así, siguieron celebrándose. Las críticas de los intelectuales modernizadores se fueron acumulando. Todos ellos coincidieron en señalar el desenfreno, la sensualidad y la supuesta violencia de los sectores populares, especialmente de los afros.

Las políticas contra el carnaval fueron avanzando y retrocediendo. Algunas veces, la policía permitía el juego en algunas calles y plazas de la ciudad, y, otras tantas veces,

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98 lo prohibía. Mientras tanto, las élites impulsaron los bailes de máscaras y corsos. En 1884, la colonia italiana organizó un corso siguiendo el modelo veneciano; en 1894, hubo un elegante desfile en Chorrillos y, en 1896, otro en Barranco. Todos estos eventos fueron auspiciados por las familias más distinguidas de Lima. Según Muñoz y Rojas, el carnaval moderno quedó establecido entre 1921 y 1922. Sin embargo, el viejo carnaval quedó recluido a los barrios populares donde todavía persiste. Al igual que el carnaval, el son de los diablos también fue criticado y desplazado de su lugar central en las diversiones públicas para atrincherarse en algunos espacios populares de la ciudad.

Entre las décadas de 1930 y 1960, los medios como la radio y después la televisión masificaron principalmente dos diversiones públicas: la música nacional (criolla y andina) y los deportes como el box, el fútbol y el vóley. Además, se mantuvieron los espectáculos en vivo y, poco a poco, se incorporaron otros espacios, como los coliseos, canchones, estadios y peñas que posibilitaron la masificación de la música. Con esos cambios, se abrieron mayores posibilidades de empleo, profesionalización, movilidad social y prestigio para la población limeña, entre los cuales destacaron los afrodescendientes.

La radio se inició en el Perú durante el Oncenio de Leguía. Durante la década de 1930, la dictadura militar de Benavides promovió la masificación de la música criolla en la radio para contrarrestar a los partidos de masas. Posteriormente,

este medio se convirtió en un producto cultural masivo y recibió auspicios de las disqueras, como en el caso de Radio Nacional del Perú. Asimismo, grandes empresas organizaron presentaciones masivas. Otro espaldarazo fue la creación del Día de la Canción Criolla en 1944 durante el gobierno del presidente Manuel Prado, acontecimiento que se celebró con una serenata en la plazuela Buenos Aires en Barrios Altos.

La televisión se inició en el Perú en 1958 vía Canal 7. Casi no hubo actores, actrices, presentadores y modelos afro e indígenas en las primeras décadas. Entre las primeras actrices afro destacó Esther Chávez Constantino (Lima, 1928-Miami, 2018), quien interpretó a Mamá Dolores en la radionovela El derecho de nacer (1962), dio vida a la nana Fermina en la telenovela Carmín (1984) y encarnó a una esclava en la serie de televisión Matalaché (1996). Felipe Pomiano Mosquera, apodado “Tribilín” en el programa Trampolín a la fama (19661996), dirigido por Augusto Ferrando, formó parte de un elenco que, para muchos, representaba “las razas” del país. Mientras Ferrando se presentó como el “zambo” criollo astuto, el que nombraba y ponía los apodos, Pomiano casi nunca respondió las bromas racistas. Chávez y Pomiano fueron pioneros en los medios masivos; pero fueron encasillados en personajes relacionados con la esclavitud y supuestas cualidades de empleados domésticos (serviciales, callados, humildes, obedientes, inocentes).

En la década de 1970, durante la dictadura de Velasco, destacó Nicomedes Santa Cruz, quien dirigió un programa

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100 radial diario llamado Así canta mi Perú; y también fue pionero en la televisión, donde dirigió dos programas: Por los caminos del arte y Danzas y canciones del Perú. Podría decirse que fue el primer afro intelectual ante cámaras. Además, sus décimas como “A cocachos aprendí” se masificaron en los textos escolares. En la década de 1980, destacó Rafael Santa Cruz como actor de televisión y teatro; participó en publicidad televisiva y telenovelas como Natacha, Los de arriba y los de abajo, Eva del Edén y Qué buena raza, entre otras. Fue el primer actor afro en protagonizar una miniserie y en besar a una actriz considerada blanca.

Desde la década de 1990, destacan actores y actrices afro de cine, teatro y televisión que también reflexionan sobre el racismo, la historia de la esclavitud y la identidad étnica, entre otros temas; destacan Tatiana Espinoza y Ebelin Ortiz. En el 2014, se escenificó Duelo en Malambo en el Teatro Municipal de Lima, obra póstuma de Rafael Santa Cruz; y, en el 2016, en este mismo espacio, se presentó la obra Zafra. En el 2018, Anaí Padilla y Mayra Najar protagonizaron Eres una negra en el Teatro de la Universidad del Pacífico.

Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos por abrir el mercado laboral a nuestros notables artistas afrodescendientes, aún persisten los estereotipos. Por ejemplo, esto ocurrió en la serie de televisión Grau, Caballero de los Mares (2014), donde la plana menor del Huáscar fue interpretada por actores blancos, lo que eliminaba la participación heroica de los grumetes afroperuanos, a pesar de existir suficiente evidencia histórica

sobre, por ejemplo, el grumete Alberto Medina Cecilia en los archivos, el libro de Zanutelli El almirante Grau y la plana menor del Huáscar (2002) y numerosas páginas de internet. En la película Guerrero (2016) la actriz Magdyel Ugaz encarnó a Petronila González, la madre del futbolista Paolo Guerrero, autoreconocida como afrodescendiente. Para ello, Ugaz recurrió al black face, estilo de los artistas norteamericanos de la primera mitad del siglo XX que consistió en pintarse la cara y colocarse peluca para interpretar a un afro

Otro espacio importante son los deportes, que fueron introducidos por los inmigrantes europeos a fines del siglo XIX, los cuales rápidamente fueron practicados por las élites y los sectores populares. El deporte fue asociado con la modernidad europea, ya que el Estado y las élites creían que era una recreación saludable que forjaba el carácter y las supuestas “razas nacionales”. En 1903, se organizó oficialmente la educación física en el país y unos años después se incorporó en todas las escuelas; en 1912, ya era obligatoria.

Los extranjeros y las elites fundaron los primeros clubes de fútbol, luego los sectores medios y populares crearon clubes como el Sport Alianza (1901), el Atlético Unión (1900), entre otros. Los sindicatos obreros y estudiantes practicaron el fútbol en las calles y espacios abiertos; además, organizaron campeonatos y encuentros en los barrios, contribuyendo con su difusión.

En esa época, destacaron numerosos jugadores afrolimeños como Alejandro “Manguera” Villanueva (El

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El marinero Alberto Medina Cecilia, afrolimeño y veterano de la Guerra del Pacífico. Combatió al lado de Miguel Grau con solo 17 años, con el rango de grumete, el más bajo de una tripulación que se echa al mar.

La tripulación del Huáscar estuvo conformada por afroperuanos que se batieron heroicamente al lado de Miguel Grau.

Rímac, 1908-1944), quien junto a Alberto Montellanos, José María Lavalle, Jorge Koochoi Sarmiento y Demetrio Neyra formaron el “Rodillo Negro”, un gran equipo de delanteros del club Alianza Lima. Villanueva es considerado la encarnación del fútbol peruano, pícaro y con toques elegantes. Entre sus famosos pases la gente recuerda aún “la huacha”, “la chalaca” y el “pase del desprecio”. José María Lavalle fue alero derecho del Alianza Lima y de la selección peruana, con la cual participó en la Copa Mundial de 1930. Él también hizo del juego un espectáculo, pues se dice que bailaba marinera frente a sus contrincantes.

Entre las décadas de 1940 y 1960, diversos jugadores de fútbol afroperuanos destacaron dentro y fuera del país; algunos fueron contratados en clubes de América Latina. Por ejemplo, Rafael Asca, fue arquero del Sporting Tabaco, Sporting Cristal y Sport Boys; Walter “Superman” Ormeño, jugó en Universitario, Alianza Lima, Boca Juniors y América de México; Héctor Teódulo Legario, “la Pantera del Arco”, fue portero de Alianza Lima; el también portero Juan “el Chueco” Honores (1915-1990) jugó en Universitario; Cornelio “Chocolatín” Heredia (1920-2004), fue defensa de Alianza Lima; los hermanos Óscar “Huaqui” y Carlos “el Tábano” Gómez Sánchez jugaron parte de su carrera en el extranjero —Óscar llegó a jugar en River Plate y en Racing Club de Argentina, y Carlos jugó en Boca Juniors y en América de Cali—; Máximo “Vides” Mosquera (Chincha, 1925-2016), quien fue famoso como jugador del club Municipal de Lima,

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104 jugó en 1949 para el club Deportivo Cali; Guillermo Barbadillo (1925-2000) fue jugador del Sport Boys y del Deportivo Cali; Félix Castillo (1928-1978) formó parte del club Alianza Lima y América de Cali; Valeriano López “el Tanque de Casma” fue un famoso delantero del Sport Boys, Alianza Lima y Deportivo Cali, e incluso fue pretendido por el Real Madrid de España; Víctor “Conejo” Benites (Lima, 1935) destacó en Italia; Julio Guillermo Meléndez (Lima, 1942) fue capitán del Boca Juniors y Juan Víctor Joya (1934-2007), llamado “Negro el 11”, fue ídolo del club Peñarol de Uruguay.

En esta época surgió el nuevo “Rodillo Negro” del club Alianza Lima con Óscar Gómez Sánchez, “Vides” Mosquera, Félix Castillo, Guillermo Barbadillo y Valeriano López. En el club Alianza Lima, Alejandro Víctor “Pitín” Zegarra fue un verdadero ídolo local en la década de 1960.

En la década de 1970, algunos jugadores afro formaron parte de la selección nacional que clasificó a los mundiales de México 70 y Argentina 78. Destacaron Rodulfo Manzo, José Navarro, José Muñante, Pedro Pablo “Perico” León, Eloy Campos, Julio Baylón, Alberto Gallardo (el estadio del distrito de San Martín de Porres lleva su nombre como homenaje), Héctor Chumpitaz, el “Capitán de América”, Teófilo “Nene” Cubillas, Guillermo La Rosa, José “el Patrón” Velázquez. En la década de 1980, entre los afrolimeños más destacados figuran el arquero “Caíco” González Ganoza, Julio César Uribe, José Velásquez, Roberto Rojas, “Pechito” Farfán y Roberto “Marajá” Arrelucea, entre otros.

Alejandro “Manguera” Villanueva (derecha) en choque con rival. Villanueva fue uno de los primeros astros del fútbol nacional. Su enorme estatura y agilidad lo convirtieron en un goleador temible. El estadio de Alianza Lima lleva su nombre. 105

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Hay que mencionar al director técnico Marcos “el Chueco” Calderón (Lima, 1928-1987), considerado un gran entrenador. Él consiguió diez títulos en primera división y uno con la selección peruana. En 1987, murió en un fatídico accidente con todo el plantel de Alianza Lima. Ese año, cuando el equipo se ubicaba en el primer lugar de la tabla de posiciones, viajó a Pucallpa para enfrentarse al Club Deportivo Pucallpa. Alianza ganó 1 a 0 y, cuando emprendían el regreso a la capital el 8 de diciembre, el fokker F-27-400M en el que viajaban se estrelló frente al mar de Ventanilla.

En la actualidad, vivimos un resurgimiento del fútbol. A partir de 1990 destacan diversos futbolistas afro, como Luis “Cuto” Guadalupe, Waldir Sáenz, Andrés “Balán” González, Juan Jayo Legario, Paolo Guerrero (sobrino del arquero “Caíco” González Ganoza), Jefferson Farfán, André Martín Carrillo, Luis Advíncula, Alberto “Mudo” Rodríguez, Christian “La Sombra” Ramos, Pedro Gallese. El futbol femenino apenas ha empezado a desarrollarse, pero algunas afrolimeñas ya están destacando. Este es el caso de Fabiola Herrera Zegarra (Lima, 1978), quien es la primera peruana en ser contratada por un club extranjero de primera división; el club Millonarios FC de Colombia (2019-2020). Hay que destacar que algunos jugadores de fútbol como Fabiola Herrera, Joel Herrera y Luis Advíncula tienen una postura muy clara contra el racismo, ya que en diversas oportunidades han expresado su rechazo al mismo; de igual manera, se han identificado con orgullo como afrodescendientes.

En boxeo sobresalieron numerosos afrolimeños como Óscar Rivadeneira (San Juan de Miraflores, 1960), quien disputó el título de campeón mundial de medio pesado con Michael Spinks en 1983 y fue campeón sudamericano en 1981. También debemos considerar a José Coronado Solano, “Bom Bom Coronado” y a Mauro Mina, quienes fueron ídolos nacionales.

El vóley fue un deporte en el cual destacaron muchas afrolimeñas. En 1942 se fundó la Federación Nacional de Vóley del Perú. En la década de 1960, este deporte empezaría a tener éxito y masificarse con el entrenador japonés Akira Kato y después con el coreano Man Bok Park. El vóley dio oportunidad a jóvenes afrodescendientes de Lima y otros lugares cercanos como Cañete, Chincha e Ica. Entre tantas que destacaron en el vóley, podríamos recordar a Luisa “Lucha” Fuentes, Ana Cecilia Carrillo, Sonia Heredia, Zenaida Uribe, Gina Torrealba, Cecilia Tait, Sonia Ayaucán y Leyla Chihuán, hasta las más actuales como Clarivett Yllescas y Ángela Leyva.

En el vóley sobresalen dos grandes deportistas: Lucha Fuentes y Cecilia Tait. Fuentes (Ica, 1951), a los 14 años de edad, fue seleccionada por Akira Kato para entrenarla en Lima. Entre las décadas de 1960 y 1970 fue campeona y subcampeona sudamericana de vóley, participó en los Juegos Olímpicos de México 1968, en la Primera Copa del Mundo de 1973 —donde Perú ocupó el cuarto puesto— y su última gran participación fue en 1978 en el Campeonato Mundial

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