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I. 6. EL TIEMPO: EL NACIMINETO DEL SOL COMO SÍNTESIS DEL NACIMIENTO DEL COMOS

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III.4.1 Pachacamac

III.4.1 Pachacamac

I.6. EL TIEMPO: EL NACIMIENTO DEL SOL COMO SÍNTESIS DEL NACIMIENTO DEL COSMOS.

El tiempo es un concepto que en las culturas precolombinas adquirió un papel fundamental. Tras analizar las fuentes comprendemos que, posiblemente, el tiempo estaba vinculado al movimiento de las formas astrales, al movimiento general de la Naturaleza. En la complejidad de la cosmovisión andina el tiempo reclama ciertos matices. Éstos, como veremos, muestran una concepción extensible y dinámica del tiempo como sustancia sagrada multiformal cuyo significado intrínseco se vincula a conceptos como el espacio. En la historia cósmica aparece, como vimos al analizar algunas recopilaciones coloniales, el inicio de los tiempos vinculado al nacimiento del Sol; síntesis del nacimiento del cosmos (Ávila, Francisco de; 1975:30). En las narraciones hemos apreciado que el tiempo se observa producto de la ordenación de la “Potencia Suprema”, nombrada en los textos con diferentes apelativos como puede ser Viracocha, Pariacaca, Tunupa, etc. Tras el periodo de Caos, la divinidad ordenó que el Sol comenzase a girar, dar movimiento y sentido al cosmos (Diccionario de Glauco Torres Fernández de Córdoba; citado en Torres, C., William: 2000: 58; Betanzos, Juan; 1968: 9 y sig). De esta manera el tiempo, reconocido por el movimiento-cambio, es perceptible, computable, y cíclico, pues se basa en secuencias repetibles, en la cosmovisión andina. Para la investigadora Victoria Evans el tiempo andino se debe abordar desde una perspectiva que abarca el concepto de “largo plazo”. Es un tiempo ilimitable, no individual, pues el patrón no es el individuo, como en otras sociedades, sino la comunidad y su relación con el entorno (Evans, Victoria, J; 1994: 83). Es decir, el tiempo se mide a través del medioambiente, de los conocimientos temporales producto de la Naturaleza. 98

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98 Posiblemente este concepto del tiempo abarcase otros planos además del kay pacha. Si tenemos en cuenta que el tiempo se liga al espacio, a los segmentos del mundo andino, existe la posibilidad de que éste fuese un concepto extensible a percepciones extraterrenas, como por ejemplo, el plano infra-terreno. Esta apreciación nos hizo pensar que posiblemente el tiempo, al estar ligado al espacio, abarca no sólo el tiempo del kay pacha y su relación con la agricultura, las estaciones, la noche, etc. Sino, además, que en cada espacio - tiempo que forma la geometría espacial hubiese un espacio-tiempo determinado: un espacio- tiempo determinado para el hanan pacha y un espacio-tiempo determinado para el hurin pacha. También, teniendo en cuenta la geometría del espacio, el problema sería saber si existen, además, cambios

En los textos hemos advertido la idea de que el movimiento del Sol se presenta como el acto introductor de una nueva humanidad, y de un nuevo periodo (Betanzos, Juan; 1968: 9 y sig). Por ejemplo, el investigador Xosé Mariño Núñez ha recopilado información, en la comunidad quechua de Chaquilla, altiplano boliviano, en la cual se explica el concepto que posee la comunidad respecto a este tema. La comunidad comprende, básicamente, que antes de la existencia del Sol en la tierra no había hombres (Mariño Núñez, Xosé; 1989:100). En el trabajo de campo que realizamos en Potosí- Bolivia, el médico tradicional Alberto Camaqui nos suministró una información similar, heredada de sus abuelos (Trabajo de Campo, Tinquipaya, Potosí, Bolivia, 2006). El astro marca, de esta manera, el espacio-tiempo de la humanidad, marca los tiempos de la superficie terrestre, de la vida animal y vegetal; tanto en los textos coloniales como en algunas comunidades de la actualidad, como mostraremos a lo largo del presente capítulo. Al igual, en la historia cósmica el Sol es la manifestación de la dinamización de la Creación. El tiempo determina la existencia, la apariencia y el funcionamiento del universo, la sociedad y el individuo (Ribera Dorado, Miguel; 1986:118). Sobre la relación del tiempo con el resto de lo creado la investigadora Laura Laurencich-Minelli ha escrito lo siguiente:

“Para los Incas, el tiempo coincide con el espacio, como lo expresa ya inicialmente el vocablo quechua pacha que significa tiempo y espacio contemporáneamente. Esta sinonimia entre tiempo y espacio indica que el primero era considerado concretamente y proyectado sobre el espacio geográfico. El tiempo en efecto, era a tal punto considerado una unidad con el espacio humanizado, que los ceques, aquellas líneas que partían del centro del mundo inca, la ciudad del Cuzco, permitían individuar no sólo grupos sociales y las 328 huacas que marcan el calendario ritual de 328 días de los Incas, sino que algunos de ellos codificaban también las observaciones astronómicas, indicando el punto de algunos momentos significativos del sol y de la luna (Zuidema 1990: 73; 1995). Tiempo que se consideraba proceder circularmente, y entre los Incas hacia atrás, como lo indica el término quechua ñawpa pacha= tiempo pasado, que significa también tiempo/espacio adelante” (en Laurencich-Minelli, Laura, El curioso concepto de "cero concreto" mesoamericano y andino y la lógica de los dioses

cíclicos en los diferentes sectores del cosmos. De igual forma, tal vez, el hombre dependiese del tiempo-espacio durante su vida- muerte. Pero, esta apreciación la mostraremos detenidamente en párrafos próximos.

Números incas: una nota, en “Espéculo”. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid, 2004).

Como bien indica Laura Laurencich- Minelli el vocablo que se relacionó en los textos coloniales al concepto que el “Viejo Mundo” tenía sobre el tiempo es Pacha. Si analizamos los diccionarios99 el vocablo aparece, normalmente, vinculado a los términos que muestran la geometría espacial: hanan pacha, kay pacha y hurin pacha, además de vincularse con otros términos muy importantes, como veremos. Pero, pacha alberga un contenido mucho más complejo que la simple alusión a la secuencia de periodos computarizados. José Imbelloni advierte que el significado pacha posee una gran dificultad de comprensión principalmente por:

1. La palabra aparece con grafías diferentes en las fuentes escritas. 2. Su valor suele ser impreciso, se le califica como sustantivo, adjetivo, verbo neutro, activo y participativo. 3. El significado se trasmite de manera confusa. 4. Se le atribuyen valores gramaticales muy discutibles (Imbelloni, José; 1939:353 y sig) En los textos, como venimos indicando, el tiempo parece vincularse con los astros. Por ejemplo, sobre el conocimiento del cómputo temporal, el cronista Bernabé Cobo escribió que los incas: “…los cuales, por el conocimiento que alcanzaron del curso destos dos bellos astros [sol y luna], aprendieron a contar su año y medir el tiempo aprovechándose del movimiento o rapto con el que el sol da vuelta al mundo en un día natural, para conocer y distinguir el día de la noche, y del propio de uno a otro trópico, para tener cuenta de los años, y deste mismo con el de la Luna, para contar los meses, que son las tres partes ciertas y determinadas en que dividieron el tiempo…”(Cobo Bernabé; 1956:141).

Además, añade Bernabé Cobo, el año, durante el incanato, “…empezaba el veintitrés de Diciembre, solsticio estival, y se terminaba en el mismo punto donde se había comenzado…” (Cobo Bernabé; 1956:142). Según

99 Recomendamos consultar el diccionario de Fray Diego González Holgín, Vocabvlario de la Lengva General de todo el Perv llamada Lengua Qquichua, o del Inca. Digitalizado por Runasimipi Qespisqa Software (http://www.runasimipi.org) para publicación en internet, 2007.

las Averiguaciones realizadas por Polo de Ondegardo cada luna o mes100 tenía puesto su mojón o pilar alrededor de Cuzco, para observar el movimiento del sol. El principio del invierno estaba marcado por el pucuy sucanca, y el principio del verano se observaba desde el Chirao sucanca. (Ondegardo, Polo de; 1584: cap.I., fol.10. BNM). Para el indio, apuntaron J. Vega y P. Guzmán, el rumbo empieza por la izquierda, de esta manera se comprende que la piedra de la esquina izquierda, el pukuy sucanca, es la puerta inicial de partida del año (Vega, J., y Guzmán, P., 2005:37-71). Según la información recopilada por Antonio Bautista de Salazar, que hemos consultado en el Archivo de la Biblioteca Nacional de Madrid, el inca Inga Yupanqui mandó realizar en la ciudad de Cuzco cuatro pilares a la parte poniente para regular el tiempo midiendo el movimiento del Sol, así: “…entrando el sol por el primer pilar se apercebian para las sementeras generales y começavan asembrar legumbres por los altos por ser mas tardios y entrando el sol por los dos pilares deen medio era el punto y el tiempo general desembrar en el Cuzco.Y hera siempre por el mes de agosto. Es ansi que para tomar el punto del Sol entre los dos pilares deen medio tenían otro pilar en medio de la plaça pilar de piedra muy labrada de un estado de alto en un parage señalado aproposito que le nombravan osno y desde alli tomavan el punto del sol en medio delos dos pilares y estando de ajustado hera el tiempo general desembrar en

100 Si basamos la tesis en las fuentes escritas existen una serie de inconvenientes, que hemos señalado. Particularmente, para el caso del calendario, nos gustaría matizar que las correspondencias que los cronistas hicieron entre el calendario del Viejo Mundo y el calendario indígena, posiblemente, fuesen forzadas. Esto quiere decir que si bien el calendario indígena tenia una serie de diferencias, en cuanto a periodos temporales se comprende, éstos, probablemente, no se acomodaban con tanta facilidad como los cronistas muestran. En la cosmovisión andina se consideran dos periodos diferenciados que marcaron la vida en los andes pre-coloniales: un periodo de lluvias y un periodo de sequía con su correspondiente clasificación (Para mas detalles consultar Tom Zuidema, 1989; Gary Urton, F. A. Aveny,1997) En esta tesis nosotros usaremos la nomenclatura utilizada por los cronistas, teniendo en cuenta la matización realizada. Si bien partimos el análisis con la idea de que los meses corresponden o bien a periodos de lluvia-siembra o a periodos de sequía-cosecha. Además, entre los periodos existe una separación o transición. Los tres periodos del calendario ritual, entiende la investigadora Olinda Celestino, abarcan desde abril a julio, luego agosto, y desde septiembre hasta marzo. Existe un periodo “masculino”, solar, de cosecha y sequía (que abarca los meses junio y parte de julio); un periodo de transición desde el fin de la cosecha a la siembra (que abarca parte del mes de julio y agosto) y un periodo “femenino”, lunar de gestación (empieza mes de septiembre) (Celestino, Olinda; 1997: 15- 28). Por ejemplo, el mes de noviembre estaba dedicado, periodo en el cual germinan los cultivos, a los antepasados. Entre diciembre y marzo, cuando los campos están cultivados, fechas en las cuales se realizan las batallas para asegurar el ciclo productivo, es decir, donar fluido vital, sangre, a la Pachamama. Incluye el tiempo de carnaval (Celestino, Olinda; 1997: 15- 28). El concepto de tiempo pre-colonial sufrió una adaptación obligada, que repercute en la información que ha llegado hasta nuestros días.

los valles del Cuzco y su comarca...” (Bautista de Salazar, Antonio; Mss2010:fol.36r.B.N.M).

Según Federico Kauffman, y la información que hemos hallado en el manuscrito de Antonio Bautista Salazar, posiblemente había dos mojones para el comienzo del invierno y donde mediaba el año, pucuy sucanca; y dos mojones para el comienzo del verano, chirao sucanca (Kauffman, Federico; tomo V, 2002: 796). Anthony F. Aveni distingue las siguientes construcciones:

“… Hay considerables pruebas históricas de que los incas utilizaron alineaciones astronómicas para demarcar ciclos agrícolas en el valle de Cuzco... ¿desde dónde se hicieron las observaciones?... a.- Un par de columnas que marcan el punto en que el Sol se pone en el solsticio de junio visto desde Lacco, complejo tallado en las rocas de una colina situada al norte de Cuzco. b.- Un par de columnas para señalar los solsticios de diciembre vistos desde el Coricancha, centro del sistema de ceques. c.- Las sucancas, cuatro columnas situadas en el Cerro Picchu para señalar la entrada de la temporada de siembras, cuyo centro es el lugar en que el Sol se pone el día de su paso por el anticenit” (Anthony F., Aveni; 1997: 336-341).

Como hemos descrito el recuento del tiempo se realizaba con un sistema de cómputo basado en la utilización de unos mojones, o columnas, que servían para determinar las fechas del movimiento de los astros. Bernabé Cobo redactó lo siguiente al respecto: “... por los cerros y collados que están alrededor de Cuzco tenían puestos dos padrones o pilares al oriente y otros dos al poniente...por donde salía el sol y se ponía el sol cuando llegaba a los trópicos de Cancro y Capricornio; y al tiempo que salía y se ponía en derecho de los pilares de la banda del sur, mirado desde la dicha ciudad, tenía por principio del año...entonces era cuando el sol más se le apartaba por aquella banda, desde donde, volviendo a la equinoccial, pasaba por su cenit; y cuando más se le alejaba por esotro lado del septentrión, salía y se ponía por encima de aquellos pilares, que por aquella parte señalaban su mayor apartamiento; y vuelto de allí al punto de donde partió del trópico de Capricornio y señal de los primeros pilares, concluía el año” (Cobo, Bernabé; 1956:142).

Fray Martín de Murúa, anotó que “…ordenaron el año, partiéronle en doce lunas o meses, y los más días que sobraban, consumíanlos con las mismas lunas, y a cada luna o mes tenían puesto un mojón o pilar alrededor de

Cuzco...el que era principio de invierno se llamaba pucuy sucanca; y el principio del verano, chirao sucanca…” (Murúa, Fray Martín de; 2001:436-437).

El cronista Gracilaso de la Vega escribió lo siguiente: “ Alcanzaron también los solsticios del verano y del invierno, los cuales dejaron escritos con señales grandes y notorias, que fueron ocho torres que labraron al oriente, y otras ocho al poniente de la ciudad de Cuzco, puestas de cuatro en cuatro, dos pequeñas de a tres estados, poco más o menos de alto, en medio de otras dos grandes; las pequeñas estaban dieciocho o veinte pies la una de la otra; a los lados otro tanto espacio estaban las otras dos torres grandes,...y estas grandes servían de guardar y dar viso para que descubriesen mejor las torres pequeñas el espacio que entre las pequeñas había, por donde el sol pasaba al salir y al ponerse, era el punto de los solsticios. Las unas torres del oriente correspondían a las otras del poniente del solsticio vernal, o hiemal.” (Garcilaso de la Vega, Inca; 1996:179-182).

El cómputo del año se identificó con los solsticios, entre otras cosas, pues en esos días el sol detiene su carrera aparente. El Sol se detiene cada seis meses en los trópicos de Cáncer y de Capricornio, vuelve sobre la misma trayectoria. A través de la expectación de la sombra de las “torres de observación”, apunta el investigador Orlando Bravo, en el mediodía, podían advertir que en el solsticio de invierno se proyectaba una sobra más larga, que la proyectaba en el solsticio de verano, en los pueblos ubicados sobre el Ecuador. En Cuzco, cuya latitud geográfica es 13º22’, las direcciones de las sombras de las columnas que estamos analizando apuntaban hacia el Oeste o al Este, únicamente en los momentos de salida y puesta del Sol en los equinoccios de otoño y primavera. El investigador concluye que los señaladores astronómicos, los objetos rituales y mojones demarcatorios, servían para marcar las tareas agrícolas; el solsticio de verano se percibía como la cúpula del Sol sobre la Tierra101. La Madre Tierra era apreciada como una entidad bisexual, autosuficiente, que para procrear requería el asentamiento del sol, con las consecuentes lluvias de verano (Bravo, Orlando; 1996:16-29).

101 Para la investigadora Marie Anne Hocquenghem en la iconografía mochica (200-700dC) se aprecian los mismos contenidos que los desarrollados durante el incanato: los ritos del calendario ceremonial estrechamente relacionados con el calendario de las tareas agropecuarias (Hocquenghem, Mª Anne; 2001:46)

El numero de huacas y ceques estaba basado en cálculos lunares, las trescientas veintiocho huacas representaban un periodo igual a doce meses sidéreos lunares (Galindo Trejo, Jesús; 1994: 229). Esto producía un lapso de tiempo de treinta y siete días de diferencia con el año solar (en Mulvani, Eleonara; 2004). Entre mediados de abril y los primeros días de junio finalizaba el año. En ese período una constelación, la de Las Siete Cabrillas, no era visible o desaparecía del firmamento en la zona de Cuzco, particularmente en Yucay; y reaparecía a comienzos de junio cuando se las podía observar al amanecer. Este período de treinta y siete días correspondía a la transición entre dos ciclos agrícolas, y coincidía con la cosecha del maíz y su almacenamiento en collcas, uno de los nombres con que se designaba a esta constelación (Molinié, Antoinette; 1997:702 y sig). Corresponde también al lapso temporal que no era contabilizado por el sistema de ceques y que era interpretado como un momento de caos o desorden102. La reaparición de Las Siete Cabrillas en junio señalaba el momento en el cual se restablecía el orden temporal, social y espacial mediante las celebraciones rituales a las huacas (Molinié, Antoinette; 1997:704). Este dato coincide, además, con la información que recopiló Pablo José de Arriaga, el cual escribió que durante la colonia las Siete Cabrillas u Oncoy fueron veneradas para que no se secaran los maíces (Arriaga, Pablo José de; 1999: 59). El investigador M. Ziólkowski señala que se puede observar una oposición básica en el ritual del culto solar entre las celebraciones que tenían lugar durante los solsticios de junio y diciembre, simbólicamente representado por una oposición entre Sol Joven (Punchaw o Churi Inti), en junio, que era pequeño y lejano, según dibujos de Huamán Poma de Ayala; y Sol Maduro o Señor Sol (Apu Inti), en diciembre, asociado a Wiracocha (Ziólkowski, Mariusz; 1996:51). Los equinoccios se registraban con unas columnas puestas en los patios de los templos, como pudo haber sido en la ciudad de Chavín de Huantár, en Tiahuanacu y en Cuzco. Su ubicación, céntrica, nos hizo pensar que, quizás, los equinoccios se puedan interpretar como ligados a los ejes, o axis mundi,

102 Que coincide con las escenas que aparecen en la cerámica mochica donde se alude a la rebelión de los artefactos antropomorfizados que atacan a los humanos (Hocquenghem, Mª Anne; 2001:52)

porque delimitaban periodos de paso. Es decir, el equinoccio ponía fin a un espacio- tiempo determinado, y consecuentemente, inauguraba otro. En el equinoccio de marzo, por ejemplo, el periodo de lluvias llegaba a su fin y se inauguraba el periodo de secas. Los equinoccios, demarcados por estas construcciones, eran periodos en los que confluían las potencias que regían el universo. Posiblemente fueron periodos de paso, percibidos, de alguna manera, como espacio- tiempo peligroso. Este aspecto ha sido destacado por M. Molinié, que entiende que los treinta y siete días que correspondían a la transición entre dos ciclos agrícolas, y que coincidía con la cosecha del maíz, corresponde también, como hemos dichos, al lapso temporal que no era contabilizado por el sistema de ceques y que era interpretado como un momento de caos o desorden (Molinié, Antoinette; 1997:702y sig) En la actualidad para la comunidad quechua de Chaquilla, altiplano boliviano, es el sol el que marca el espacio-tiempo de la humanidad, marca los tiempos de la superficie terrestre103, de la vida animal y vegetal (Mariño, Xosé, 1989:100). Como analizaremos en capítulos posteriores el hanan pacha se percibía como guía de los procesos del kay pacha; colmado de espíritus auxiliares que velaban por la comunidad. Al respecto la crónica Anónima especifica lo siguiente: “…en los celajes del cielo miraban no sólo la cualidad del tiempo, si era airoso, si lluvioso, si sereno, pero también agüeros y adivinaciones…” (Anónima; 1968:177). José Imbelloni ha observado, además, que el vocablo pacha se utilizaba para indicar una estación del año (Imbelloni, José; 1939:354). A su vez, la historia mítica asigna el vocablo para explicar las épocas precedentes a la actual: purun pacha, auqapaca. En común se advierte que todas las denominaciones que aparecen junto a pacha hacen referencia a un segmento

103 Por ejemplo, N. Wachtel, advirtió, en su trabajo de campo entre los chipayas, región del lago Titicaca, que los samiri eran espíritus tutelares de animales, “… pero los samiri de los animales que se cazan, salvajes, constituyen una especie aparte: son acuáticos y pertenecen a una región todavía más baja en el espacio, pues habitan en los remolinos (mika’ya) del lago Coipasa. El mayor de estos agujeros de agua es Korelani, compuesto en realidad de dos remolinos, invocados como Mallku uno, y como T’alla el otro. Sobre esta base se arma todo un imaginario geográfico: el lago Coipasa se interna en la tierra por los huecos del Korelakani y corre en forma de río salado hacia el oeste; pasa bajo la cordillera y desemboca “del otro lado”, en el lago de Isluga. Así, debajo del paisaje visible se oculta un mundo inquietante, a la vez sublacustre y subterráneo.” (Wachtel, Nathan; 2001:209). Se debe tener en cuenta que, quizás, el tiempo se trasmuta y adapta al espacio-tiempo del cosmos andino, es decir, no se limita a un único plano de éste. Pues, el cosmos andino no abarca un único plano, sino varios.

del tiempo y una forma material de la naturaleza. El vocablo Pacha vinculado al concepto de espacio-tiempo significaría, observa José Imbelloni, superficie, plano, piso, espacio en sus tres dimensiones, cuerpo o astro en que vivimos, universo, espacio temporal, edades del mundo mítico, época, en el sentido histórico, y vida humana (Imbelloni, José; 1939:356). El investigador Gerald Taylor comprende que Pacha posee tres significados principales, éstos son: espacio- tiempo, mundo o universo, integridad o identidad absoluta, lo que es intacto o nuevo (Taylor, Gerald; 1987: 3). En el diccionario de Fray Diego González Holguín hemos hallado que Pacha es traducido como sustantivo relacionado con los siguientes vocablos: “tiempo”, “suelo”, “lugar” (González Holguín, Fray Diego; 2007:184). Los planos del cosmos, en dicho diccionario, son llamados: .- hanan pacha: “piso o plano de arriba, el cielo”, en oposición a ucu pacha “el infierno o lugar hondo” (González Holguín, Fray Diego; 2007:228). .- Vocablos que a su vez se relacionan con: ura pacha, “lo de abajo o el lugar de bajo”, “el mundo dizen los que estan en el cielo” (González Holguín; Fray Diego, 2007:232), ticcimuyu caypacha ticcimuyun cama, “hasta el cabo del mundo”, caypachap cayllanta cayllancama (González Holguín, Fray Diego; 2007:278), “cabos o fines del mundo”, pachap cuchun cuchun o cayllan cayllan o patan patan, el hemisferio (González Holguín, Fray Diego, 2007:278), paccarik pacha, el principio del mundo, pacha cuti pacha ticra, “el fin del mundo, o grande destrucción pestilencia, ruyna o perdida o daño comun”, nina pachacuti, “el fin del mundo por fuego”, (González Holguín, Fray Diego; 2007:184). .- También hallamos las siguientes definiciones: “lugar alto por el cielo”, hananpacha, “lugar bajo por la tierra”, “cay pacha y si hablan los del cielo urapacha”, “y los lugares hondos como el infierno ucupacha” (González Holguín, Fray Diego; 2007:350). Casi todos estos términos nos hacen pensar que la palabra Pacha, junto a la partícula que le sea asignada, mencionaba no sólo al espacio-tiempo geográfico, sino, además, a un aspecto físico de la naturaleza que se vincula, en cierta mediada, al cambio que presenta ésta. Así, el tiempo se concebía unido a otras muchas apreciaciones, como puede ser la lluvia, las montañas, el fuego, etc. El tiempo, posiblemente, no era lineal, ni era una determinada forma

de registrar las estaciones, los meses o los días, sino que el tiempo se ligaba al espacio, al entorno. Teniendo en cuenta que el entorno se percibía segmentado, al menos en tres planos vinculados a una serie de características, hemos concebido la idea de que el tiempo podría haber sido interpretado adjunto a la geometría espacial y sus características intrínsecas. Pero, principalmente el problema que hallamos durante la investigación es que debíamos saber y conocer como principio base, para demostrar esta conjetura, cuántos eran los segmentos del universo andino, y cuáles eran sus características: subdivisiones, vientos, divinidades, etc.104 Cuando estábamos realizando el trabajo de campo, en Potosí-Bolivia, hemos observado que el concepto de tiempo entre las comunidades se vincula estrechamente con el concepto de estación del año; concepto semejante al puntualizado por el investigador J.Imbelloni en sus estudios (Imbelloni, José; 1939:354). El tiempo se relaciona con la manifestación material de la potencia de la Naturaleza, los meses, los días, las noches, germinación de las plantas, frutos, etc. El significado se liga al concepto de lo cíclico, a una orientación material, perceptible de lo que pasa, de lo que pasó y de lo que probablemente pasará. De esta manera la Naturaleza no sólo fue dadora de vida, suministradora del cuerpo material del hombre, sino la organizadora de la actividad productora, y de la vida del individuo en general. Esta apreciación pone de manifiesto que no sólo en la época pre-colonial y colonial el tiempo fue percibido indesligablemente al espacio, sino que además, en el periodo actual el espacio-tiempo son aspectos inseparables(Trabajo de campo, Potosí, Bolivia, 2006). Es más, probablemente, durante el periodo prehispánico, el vocablo “tiempo” no hubiese sido entendido por las comunidades andinas, al igual que en las poblaciones actuales, con la misma perspectiva que lo consideramos nosotros. Posiblemente la principal apreciación que se les escapó a los cronistas es que el tiempo se liga al espacio y a formas sagradas que delimitan las sustancias105 de la geometría del Universo. De esta manera,

104 En este apartado analizaremos la posible interpretación del tiempo, pero en el capítulo II: Geometría del Universo indagaremos sobre sus posibles segmentaciones y sus afinidades materiales y sustanciales.

105 La relación entre los números y el tiempo, juzgando los números como entidades sagradas, es un campo casi desconocido en los estudios de cosmovisión andina. Estudios como los de la investigadora Laura Laurencich-Minelli están desarrollando complejas asociaciones

como veremos, el espacio-tiempo es sagrado, es una manifestación divina; una traducción del movimiento de las divinidades por el universo. La historia cósmica se percibe, como se explicó, relacionada con periodos caracterizados, o delimitados por la fuerza de la Potencia Dominante, materializada en una divinidad. Así, por ejemplo, en el texto de Huarochirí aparecen cinco periodos diferenciados, tres hanan, y dos hurin, que determinan al espacio-tiempo con sus sustancias y características específicas. Para poder hallar más datos que nos indiquen la posible relación entre el espacio-tiempo, sus esencias, hemos analizado la información recopilada en la colonia sobre las fiestas que celebraban los incas. A través de éstas pretendemos observar formas que delimiten las características que se percibían anexas al espaciotiempo; teniendo en cuenta las limitaciones que poseen las fuentes coloniales.

numerológicas entre las deidades, los números y sus relaciones. “Examinamos ahora esta serie de números sagrados: inicia, como hemos visto, con las dos divinidades mayores del Imperio, que son respectivamente la hebra sin nudos, el “cero”, es decir Quilla (la Luna) y el n.1 Inti, el Sol; sigue el n.2: las fuerzas opuestas, eso es el elemento masculino y femenino que entrelazados se consideraba que formaban la fuerza cósmica base, casi el tejido del mundo. Sigue el n.3: Amaru destructivo y la masculinidad: es la fuerza destructiva que se consideraba desencadenada cuando se alteraba el equilibrio entre las fuerzas cósmicas. El n.4 es la feminidad y Pachamama. El n.5 es el dios Pariacaca, dios creador, cuyo lugar sagrado principal es la huaca, que se encontraba en Huarochirí en los Andes Centrales. El n.6 es el dios Illapa, dios del rayo y del trueno, cuyo número corresponde a dos veces Amaru, casi a indicar el vínculo entre Illapa y la fuerza cósmica destructiva. El n.7 es el Inca con su Coya esposahermana: forman una totalidad quizás compuesta del n. 3, la masculinidad y el Amaru y el n. 4 la femineidad y Pachamama. Sin embargo, es probable que al Inca le correspondieran también otros números (por ej. el Inca en la escritura ideográfica de EI, está representado por dos cuadrados concéntricos que sugieren dos veces el n. 4; asimismo, por el n. 5 figurado por una cruz)…” (Laurencich-Minelli; Ana María; 1996:77-87, 107 y sig).

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