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I.6.2. Los ceques
I.6.2. Los ceques.
Teniendo en cuenta que los datos que poseemos hasta el momento muestran cierta relación entre el espacio y el tiempo, el sistema de ceques tendría que poseer ciertas características definitorias que apoyen esta idea. El calendario agrícola está íntimamente ligado a los agentes atmosféricos y a la Pachamama; es decir, a dos “deidades” que se fusionan para engendrar la vida. El tiempo, y su limitación espacial mediante los ceques, se debe considerar, como hemos descrito, como una entidad sagrada que se trasforma, cambia y aparenta fases espacio-temporales, visibles y delimitables. De esta manera, como hemos indicado, comprendemos que en la cosmovisión centro andina el tiempo es una entidad sagrada. Para realizar el análisis de los ceques hemos consultado estudios especializados para intentar contrastar los datos que tenemos de las crónicas, que son muy confusos, con los datos de los investigadores, como iremos mostrando. El estudio de los ceques nos puede mostrar si realmente el tiempo se veía invadido por fuerzas, sustancias, que caracterizan, en cierta medida, la geometría espacial. De esta manera tendremos alguna información más que ayude a comprender el concepto analizado en la presente tesis. Los ceques eran unas líneas, no visibles, que estaban repartidas en trescientas veintiocho huacas que equivalen a los días del “año lunar”; que se reparte, a su vez, en cuarenta y una semanas del “calendario lunar”. Del “Ombligo del Mundo”, del templo del Sol, Coricancha, a modo de rayos solares, salían los ceques hacia los cuatro suyus que formaban el Tahuantinsuyu (Figura 5). Las cuatro fiestas relacionadas con los solsticios y equinoccios empezaban con la primera luna nueva. El numero de huacas y ceques estaba basado en cálculos lunares, así, las trescientas veintiocho huacas representaban un periodo igual a doce meses sidéreos lunares (Galindo Trejo, Jesús; 1994: 229). En los ceques estaban situadas las huacas, o adoratorios, que había en la región, custodiadas por las familias designadas según la parcialidad que atendían “… a ofrecer a sus tiempos los sacrificios estatuidos” (Cobo, Bernabé, 1956:169). Los datos analizados apuntan a entender que las familias cuidaban el tiempo-espacio, lo alimentaban y, posiblemente,
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comprendían que éste era una entidad sagrada con una serie de “gustos”, vinculados a su ubicación, que se debían satisfacer. Un ceque poseía tres líneas y una panaca. Estas tres líneas, apunta el Juan Ossio, indicaban la catalogación de collana, que respondía al grupo endogámico del inca, hanan. Frente a cayao que era el grupo hurin, el último, y payan que era la línea del medio y respondía a los hijos de la población foránea, a las mujeres secundarias del inca (Ossio, Juan María; 1992:10). Según las investigaciones de F. Anthony Aveni los incas utilizaron alineaciones astronómicas para marcar los ciclos agrícolas en el valle de Cuzco (Aveni, Anthony F.; 1997: 336). La colina del oeste debió ser el Cerro Picchu, que indicaba la puesta anticenital, el ocho de agosto. Esta se produce, explica el investigador, tras una escarpada pendiente situada un poco al norte de la cima. Son necesarios unos quince días para que las puestas del sol hiciesen el recorrido que existe entre los pilares, cuyo intervalo se ocupaba, entiende F. Anthony Aveni, para sembrar las distintas latitudes de las cercanías de Cuzco. Las columnas situadas en las colinas que rodean la ciudad por el norte servían para realizar observaciones tanto de salida como de puesta del sol en el solsticio de junio (Aveni, Anthony F.; 1997: 338). En cambio hacia el sur, añade Anthony F. Aveni, el horizonte se aleja de Cuzco muy rápidamente, los resultados obtenidos al estudiar esta zona de Cuzco indican que los datos recopilados en las crónicas no se pueden haber realizado en esta dirección (Aveni, Anthony F.; 1997: 338).
Determinar las fechas de los solsticios, a través de las posiciones del sol en el horizonte, es dificultoso. Anthony F. Aveni opina que los incas utilizaron el paisaje como marcador. Así, alguna de las huacas que estaban repartidas por los suyus parecen vincularse a las columnas del horizonte (Aveni, Anthony F.; 1997: 339). Por ejemplo, en el ceque seis del Chinchaysuyu, explica F. Anthony Aveni, la huaca nueve señalaba el principio del verano. En el Antisuyu, la huaca de Chuquimarca, donde bajaba el sol a dormir, es una alusión al solsticio. La huaca del Cuntisuyu, llamada Chinchincalla, se refiere al solsticio de diciembre. Junto al investigador Tom Zuidema han establecido tres direcciones de observación astronómica, que parten de tres puntos distintos de Cuzco:
1. Quiancalla: observar puesta del sol en el solsticio de junio. Este periodo pertenece al tiempo seco. Observado desde el templo de Chirao, norte de Cuzco. Tom Zuidema entiende que no se observaba desde el
Coricancha. 2. Sucanca Mutu: salida del sol en el solsticio de diciembre. Tiempo de lluvias. Se observaba desde el templo de Pucuy, al cerro de Mutu. 3. Sucanca Yahuira: marcaba el periodo en el cual el sol pasa por el cenit, el 30 de octubre; y la observación inversa, el nadir, el 25 de abril. Debido a la presencia constante de oposiciones duales, el nadir tenía gran importancia en la cosmovisión andina. Pero éste no puede observarse directamente, “…una posibilidad para situar el punto en el horizonte donde se pone el sol el día en el que pasa por el nadir, es invirtiendo en 180º la dirección del punto sobre el horizonte donde el sol sale el día que pasa por el cenit. De esta manera Aveni en base al cronista
Anónimo propone la observación nadir desde el usnu de la Plaza de
Hurinaucaypata hacia el horizonte Poniente sobre el cerro Picchu…” (Galindo Trejo, Jesús; 1994,226). La importancia de la puesta del Sol en el anticenit, 18 de agosto, fue investigada por Tom Zuidema y Anthony
Aveni, que marcaron, ayudados por un teodolito, una línea recta y observaron que si se unía la plaza de armas con la del Regocijo, para formar un solo recinto, el uhsnu habría quedado en el centro, situado dentro de la banda de observación de la fecha, hacia las sucancas del cerro Picchu (Aveni, Anthony F.; 1997: 343).
Los meses de febrero-agosto fueron muy importantes, desde el punto de vista de la observación astral, porque marcaban las fechas en las cuales el sol pasaba por el cenit y anticenit. Como hemos dicho, en la puesta del sol en el anticenit el astro desaparece tras el horizonte occidental en un punto opuesto al punto en que sale el día de su paso por el cenit (Aveni, Anthony F.; 1997:334). Posiblemente el método utilizado por los incas, para observar los ritmos de la naturaleza, fue heredado. Además, fue un método utilizado no sólo en la ciudad de Cuzco, sino que se manejó en otros núcleos poblacionales. Antonio Bautista de Salazar observó que en todas las regiones del Tahuantinsuyu estaba instaurado el mismo sistema de computo temporal, y subrayó lo