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II.2.2. Inti
II.2.2 Inti
La deidad Inti fue el símbolo del orden, del movimiento constante y regular, de calor y luz, en última instancia, éste fue el regulador del tiempo. Según las informaciones que hemos hallado en un manuscrito, de la Biblioteca Nacional de Madrid, de F. Bernado de Cárdenas, la deidad se concebía como el “…padre material de la luz…” (Cruz, Fray Laureano de la; 1653:p.43.v.Mss.2450, B.N.M) En los mitos se observa que el Sol funda el tiempo y el espacio dando sentido al universo. La identificación del inca con el sol, se apoyaba en el concepto de renovación. De esta forma se entendía que el imperio incaico renacía con cada nuevo Inca. Todo cambio de estado hacía retroceder a la historia hasta los oscuros comienzos, pues, el poder no fue un objeto de trasferencia, opinó H. Favre, sino de conquista (Favre, Henri; 1975:60). El Sol, a su vez, nos muestra la geometría del mundo, según las esquinas por donde sale y se pone éste, con un punto de encuentro, el cenit: eje central del universo. Entendemos su recorrido como una hierofanía de la vida, el sol nace y muere, su poder de trasformación, de regeneración energética, fue la inspiración del poderío incaico, que le nombró suprema deidad, y padre del linaje real. Además, es uno de los pilares de las formas básicas de la cosmovisión, pues, a través de la observación del astro, durante milenios, las poblaciones hallaban los periodos que ofrecían sus alimentos. En los mitos se ha destacado el papel del astro; gracias a él ocurrió el nacimiento de la época actual, así, la primera salida heliaca fue el principio de la vida humana ordenada. Éste hace germinar y crecer las plantas, padre de la comunidad, su acción es indispensable para el mantenimiento de ésta. Fue adquirido por los incas como origen y emblema de éstos. El inca era hijo de Inti, lo percibían como el “…dios Hacedor que el sol cuyo asiento es el cielo.” (Cieza de León, Pedro; 2001:214-215). Por esta causa, entendemos, que en un manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid, el padre Vicente de Valverde adjudique la idea de que entre los indígenas el Sol era el Criador (Valverde, Fray Vicente de; Mss 3216. B.N.M) Además, éste es un texto de comienzos de la conquista, y el padre Vicente de Valverde se halla ante una
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cultura nueva y extraña, la inca, que veneraba a Inti como la deidad protectora del Tahuantinsuyu.
En los mitos se advierte que tanto el Sol como la Luna faltan en una primera fase de la creación. Si bien, la idea principal que se propone es que éstos representaban los marcadores del tiempo presente, por lo tanto, su aparición representa el punto de partida. Son la estructura propia del cielo. Así, Inti sale del inframundo por el este, en su recorrido llega al cenit, relacionado con el norte, y muere tragado por las aguas del oeste. De esta manera se entendía que Inti marcaba un eje de vida, y un eje geográfico: este-oeste; mientras que el Hacedor había marcado un eje sagrado sur-norte. (Reacuérdese la persecución de Cavillaca-Luna por Cuniraya-Sol en el texto de Huarochirí de Francisco de Ávila; 1975:33). La ausencia de Inti fue muy temida, pues implicaba la muerte del astro, y la consecuente oscuridad; el fin de la humanidad del tiempo presente. Además, se entendía que era el patrón de la salud de las comunidades, a diferencia de la Luna que es la patrona de la enfermedad. Se hallan, por lo tanto, numerosos documentos donde se narra la percepción que tenían las comunidades, a la llegada de los españoles, sobre los eclipses, como catástrofes muy temidas. En la región de Tuysuri, Tinquipaya, narra la maestra Patricia Fuertes que antiguamente cuando había un eclipse de luna, se pegaba a las mujeres, y cuando había un eclipse de sol, se pegaba a los hombres. Ésta es la explicación que nos dio: “…los abuelitos dicen que cuando hay eclipse que los gallos empezaban a cantar, y cuando había de sol castigaban a los varones, cuando había eclipse de luna castigaban a las mamás, para que la luna no se muera, para que la reacciona, luna es la mujer, y el sol es el hombre…” (Trabajo de campo, Tuysuri, Bolivia, 2006) Como hemos indicado, el sol manifiesta tres aspectos: es Apu Inti, entendido éste como “Señor Sol”, perteneciente al solsticio de diciembre. Churi Inti, “Hijo Sol”, relacionado con el inicio del año, y con el solsticio junio. Inti Guaqui, “Hermano Sol,”, Señor de los días. El investigador Silverman- Proust entiende que el motivo del rombo en los tejidos de Quero, departamento de Cuzco, representa el Sol en sus cuatro complejidades: Inti Lloqsimushan o sol
del amanecer, Inti Chinkapushan, sol del atardecer, Hatun Inti, sol del mediodía e Inti Cocha o sol de medianoche (Gisbert, Teresa; 2006:246).
El sol, si bien fue una deidad muy adorada, relacionada con la salud, el bienestar y la sabiduría, tenía un aspecto relacionada con el hurin pacha, que le caracterizaba como una deidad temida. Analizando las aceptaciones que posee el diccionario de Jesús Lara se encuentra la siguiente definición: Wach´iruphay: “rayo del sol”, y Wach´i: “arco, saeta, dardo, y aguijón de los insectos que pican” (Lara, Jesús; 1971:304). Se advierte la posibilidad de entender que Inti, cuando salía del inframundo, se percibía cargado de poder terrestre, y sus rayos se asemejaban a flechas, dardos o aguijones de ciertos animales. Se distingue, posiblemente, una relación directa entre los animales que pican, peligrosos, con cierto vínculo con el Inframundo, y las flechas hirientes de Inti; posiblemente cuando salía del Inframundo. Lamentablemente no tenemos alguna cita más que nos ayude a distinguir si la luz, en general, era relacionada con dardos, o si, por el contrario, era ese único momento en el cual se percibía que los rayos de Inti podían herir.
En el diccionario de Jesús Lara está la siguiente información sobre el Sol: wasichakuy: “Construir una casa propia. Rodearse de halo el sol y la luna” (Lara, Jesús; 1971:315). Hemos concebido la idea de que la aureola, o halo, que poseía Inti se podría haber entendido como la casa de éste. La forma de concebir la “casa” de Inti, o de Quilla, es de suma importancia, pues se detecta la idea de que tanto el cerco de Inti y Quilla, como la placenta o como el huevo, fueron formas que se idearon como el germen protector de la vida. Es decir, como el habitáculo de la divinidad. La morada principal en el plano terrestre, de la deidad, se ubicaba en Cuzco, en el Coricancha, todo lo que allí se albergaba pertenecía al sol. Reginaldo de Lizárraga escribió lo siguiente sobre el tema: “… la huerta de nuestra casa era la Huerta del Sol, y la tierra della dicen fue traída en hombros de indios del valle de Chincha, por muy buena...” (Lizárraga, Reginaldo de; 2002: 170).