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la sociedad y la nación
años 1918 y 1919, los obreros, después de librar grandes luchas, conquistan las ansiadas 8 horas de trabajo.
Estas luchas fueron las últimas que organizó y dirigió el anarcosindicalismo, y fueron de tal magnitud que uno de los principales dirigentes dirá años después: “Tuvimos el Poder en nuestras manos y no supimos qué hacer con él.” (Autores varios, 1979: 204)
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Así termina una gran etapa de la historia de la clase obrera peruana. Los años posteriores serán testigos de la crisis y la bancarrota del anarcosindicalismo, la mayoría de sus dirigentes terminaron alineándose en esas dos corrientes políticas que aparece en los años 20: el aprismo, encabezado por Víctor Raúl Haya de la Torre, y el comunismo, representado por José Carlos Mariátegui.
ALGUNOS PLANTEAMIENTOS TEÓRICOS EN TORNO A LA SOCIEDAD Y LA NACIÓN
-Manuel Gonzales Prada. Don Manuel representa la primera ruptura en el plano teórico-intelectual en este país. Gonzales Prada -como él mismo lo reconoce- tiene a sus más cercanos antecesores a Francisco Javier Mariátegui, Fernado Casós y González Vigil.
El autor de Horas de Lucha, como se ha anotado en otra parte del trabajo, representa la corriente revolucionaria al interior del positivismo. Éste ha sido el camino seguro hacia su declarado y militante anarquismo posterior. Nuestro personaje fue implacable y cáustico contra el Orden. Su crítica mordaz y punzante la enfiló en contra de los malos hombres e instituciones del país. Es así como arremetió en contra del Presidente y también del más oscuro gobernador del más alejado rincón del país. Su crítica también se desdobló hacia las inmensas alturas: de ahí que se declaró solemnemente “enemigo público de Dios y de Pardo”.
En los primeros años de hombre público, Gonzales Prada fundará el Círculo Literario para, posteriormente, evolucionar hacia el partido, esto es, de la literatura hacia la política. Así dio origen a la Unión Nacional, para terminar su vida en 1918, habiendo sido Director de la Biblioteca Nacional.
Gonzales Prada es el primer rayo de luz de un día por venir, es uno de los primeros en comprender el problema del indio y de alguna forma es el primero en sintetizar y sistematizar sus reclamos y sus luchas. De ahí que en el famoso Discurso en el Politeama pronunciado en 1888 dijera: “No forman el verdadero Perú las agrupaciones de criollos y extranjeros que habitan la faja de tierra
situada entre el pacífico y los Andes; la nación está formada por las muchedumbres de indios diseminados en la banda oriental de la cordillera.” (Gonzales Prada, 1976: 24)
Además de estos planteamientos generales, va a analizar el problema en profundidad, por lo que llega a concluir que el mismo no era ni más ni menos que un problema económico-social. Aquí sus palabras: “Nada cambia más pronto ni más radicalmente la psicología del hombre que la propiedad: al sacudir la esclavitud del vientre, crece en mil palmos. Con sólo adquirir algo, el individuo asciende algunos peldaños en la escala social, porque las clases se reducen a grupos clasificados por el monto de la riqueza. A la inversa del globo aerostático, sube más el que más pesa. Al que diga: la escuela, respóndasele: la escuela y el pan.” (Gonzales Prada, 1976: 74 y 75)
Planteadas así las cosas, Gonzales Prada pasa a analizar el problema ideológico y político, el mismo que aplasta y domina al indio, incluso en el rincón más alejado de la República. Haciendo un llamado a los maestros, les dice: “A vosotros, maestros de escuela, toca galvanizar una raza que se adormece bajo la tiranía del juez de paz, del gobernador y del cura, esta trinidad embrutecedora del indio.” (Gonzales Prada, 1976: 24)
A estos señores y a los intereses que defienden, los entiende como una tuerca de la inmensa maquinaria de “moler carne”, como él llamaba al Estado: “Existe una alianza ofensiva y defensiva, un cambio de servicio entre los dominadores de la Capital y los de provincia: si el gamonal de la Sierra sirve de agente político al señorón de Lima, el señorón de Lima defiende al gamonal de la Sierra cuando abusa bárbaramente del indio.” (Gonzales Prada, 1976: 66)
Y en otra parte, insistiendo sobre el mismo tema, dice: “Nuestra forma de Gobierno se reduce a una gran mentira, porque no merece llamarse república democrática un Estado en que dos o tres millones de individuos viven fuera de la ley. Si en la Costa se divisa un vislumbre de garantías bajo un remedo de república, en el interior se palpa la violación de todo derecho bajo un verdadero régimen feudal.” (Gonzales Prada, 1976: 23)
Esta explotación, dominación, represión, es la que ha determinado que derramemos mucha sangre y exhibamos la lepra en la guerra, la misma que con antelación estaba perdida, ya que, a decir de nuestro autor, en este Perú se forman ejércitos para la derrota y no para la victoria. Por eso el autor de Páginas Libres, inundado de odio y de impotencia, recordando la derrota ante Chile, decía: “Por eso, cuando el más oscuro soldado del ejército invasor no tenía en sus labios más nombre que Chile, nosotros, desde el primer general hasta el último recluta, repetíamos el nombre de un caudillo, éramos siervos de la Edad Media que
invocábamos al señor feudal.” (Gonzales Prada, 1976: 23)
Entendido así el problema, para el indio había, según Gonzales Prada, dos vías posibles de solución: “La condición del indígena puede mejorar de dos maneras: o el corazón de los opresores se conduele al extremo de reconocer el derecho de los oprimidos, o el ánimo de los oprimidos adquiere la virilidad suficiente para escarmentar a los opresores.” (Gonzales Prada, 1976: 75)
Líneas después, él descarta la primera opción y se adhiere firmemente a la segunda, y recomienda lo que los indios deben hacer: “Si el indio aprovechara en rifles y cápsulas todo el dinero que desperdicia en alcohol y fiestas, si en un rincón de su choza o en el agujero de una peña escondiera un arma, cambiaría de condición, haría respetar su propiedad y su vida. A la violencia responde con la violencia (…) Al indio no se le predique humildad y resignación sino orgullo y rebeldía. ¿Qué ha ganado con trescientos o cuatrocientos años de conformidad y paciencia? Mientras menos autoridades sufra, de mayores daños se liberta (...) En resumen: El indio se redimirá merced a su esfuerzo propio, no por la humanización de sus opresores. Todo blanco es, más o menos, un Pizarro, un Valverde o un Areche.” (Gonzales Prada, 1976: 75)
Para José Carlos Mariátegui, Gonzales Prada fue un acusador y no un realizador, por lo que el Amauta planteará: “Gonzales Prada no interpretó este pueblo, no esclareció sus problemas, no legó un programa a la generación que debía venir después.” (Mariátegui, 1979: 201)
Lo dicho por Mariátegui en parte es cierto, pero no olvidemos el papel jugado por don Manuel en momentos tan difíciles para las ideas no tomistas y no positivistas. Deseamos terminar transcribiendo un párrafo escrito por nuestro personaje hace 96 años en referencia a Francisco de Paula González Vigil, lo que hoy es apropiado para valorar la vida y la obra del propio autor: “Y el pueblo tuvo razón: pocas vidas tan puras, tan llenas, tan dignas de ser imitadas, como la vida de Vigil. Puede atacarse la forma y el fondo de sus escritos, puede tacharse hoy sus libros, de anticuados o insuficientes, puede, en fin, derribarse todo el edificio levantado por su inteligencia; pero una cosa permanecerá invulnerable y de pie, el hombre.” (Gonzales Prada, 1976: 75) -El indigenismo. Este movimiento entendido como la preocupación y la reflexión ideológica sobre la situación del indio, hecha por no indios, tiene un largo camino que va desde los viejos tiempos del cura Bartolomé de las Casas, pasando por Juan Bustamante, hasta las dos primeras décadas del presente siglo.
El indigenismo como corriente y reflexión hecha por mestizos y blancos, occidentales y citadinos, por terratenientes y gamonales, por aristócratas y burgueses, y sobre todo por idealistas y metafísicos, encuentra su momento
culminante en los años 20 del Siglo XX.
El conocimiento, en sus diferentes y diversas variantes, tuvo en estos años como protagonista central al indio (el sinnúmero de luchas de los andinos no fue en balde); así lo encontramos en las letras musicales, en los cuadros pictóricos, en obras literarias, en ensayos sociológicos, económicos, históricos y antropológicos.
Sobre los planteamientos que ahí se encuentran, hay múltiples estudios, así como tantas interpretaciones. En el presente trabajo queremos recordar las dos más importantes y, a la vez, plantear lo que pensamos al respecto.
José Tamayo Herrera, en el prólogo a la antología El Pensamiento Indigenista, menciona a seis ciudades como cabeza de regiones, donde afloraron este tipo de reflexiones en torno al indio. Sin embargo, de todas ellas destaca a tres. Sus palabras: “Cusco, Lima y Puno, sin que esto quiera decir que no existieran otros pequeños brotes en Arequipa, Ayacucho y Trujillo.” (Tamayo, 1981: 9)
El mismo Tamayo, ahondando un tanto en sus propias reflexiones, dirá: “Los tres indigenismos básicos tienen diversos matices, el cusqueño es principalmente historicista y sociológico, constructor de teorías y doctrinas de inspiración y destino andino; el puneño es principalmente literario, aunque no faltan tampoco las reflexiones sociológicas y jurídicas. El limeño se nutrió en un principio de la cantera del derecho, y luego, por la influencia primero del anarquismo y luego del marxismo, derivó hacia un tipo de indigenismo con fuerte contenido socialista, representado principalmente por Mariátegui.” (Tamayo, 1981: 10)
Si bien es cierto que la constatación histórica y geográfica es importante, no compartimos con Tamayo la idea de quedarse solamente allí o, a lo más, decir que en el Cusco predominó la reflexión sociológica, en Puno la literaria y en Lima la jurídica. Creemos que se debe pasar de la forma al contenido. Según Alberto Flores Galindo, en el siglo XX podemos distinguir hasta cuatro corrientes al interior del indigenismo -El Indigenismo cultivado por los ideólogos oligárquicos, es decir, por los representantes intelectuales de la aristocracia terrateniente. Éstos oscilaban en dar solución “Letrada” como Manuel Vicente Villarán y Víctor Andrés Belaúnde y una solución que lindaba con el “Etnocidio”, como es el caso de Alejandro Deustua. -El Indigenismo Oficial (se refiere a Leguía), nosotros diríamos el Indigenismo gran burgués, que no pasó de patrocinar alguna que otra organización supuestamente pro indígena, además de los discursos
grandilocuentes pronunciados en quechua en plazas y calles. Leguía fue campeón de toda esta comedia. -El indigenismo de denuncia o sentimental, el mismo que nosotros entendemos como la expresión del sentir de la pequeña burguesía, tuvo en la Asociación Pro Indígena su máxima expresión orgánica. Esta asociación publicó su revista El Deber Pro Indígena y tuvo en Pedro Zulén y Dora Mayer a sus principales impulsores.
Por último, el historiador mencionado dice: “Hay, finalmente, una cuarta vertiente indigenista que deja de pensar al indio como un ser inferior, un 'Hermano Menor’ o un ciudadano de segunda categoría. Eliminando criterios racistas, intenta indagar las causas de la explotación y marginación de los campesinos a la vez que se propone algunas soluciones concretas. Pero como veremos, estas soluciones derivaron por varios caminos.” (Autores varios, 1979: 105)
Uno de estos caminos, el más ancho, seguro y luminoso, fue naturalmente aquel indigenismo que se elevó a la doctrina socialista, a la adopción de la concepción de la clase más revolucionaria en la historia, la misma que en nuestra patria tiene en José Carlos Mariátegui a su maestro y conductor.
Si hemos de juzgar con cierto rigor, diremos que en alguna forma Flores Galindo está más cerca de una interpretación correcta; nosotros, en función del conocimiento objetivo, sintetizaremos estas corrientes en dos tipos de indigenismo. El indigenismo burocrático, que no es más que la preocupación de las clases dominantes, vía sus intelectuales, para mantener o hacer evolucionar el estado en el cual se encuentra el indio. Aquí está comprendido el indigenismo aristocrático- terrateniente y el gran burgués.
Por otro lado, como la otra cara de la moneda, está el indigenismo democrático. Por este camino transitan todos aquellos pensamientos que de una manera y otra han expresado denuncias, protestas, y han planteado cambiar revolucionariamente esta sociedad, tomando como piedra angular al indio en relación con la tierra.
Todos ellos tienen en el viejo Gonzales Prada a su inspirador y en José Carlos Mariátegui a su sistematizador y conductor, ya que fue él quien planteó la solución al problema vía la transformación revolucionaria de la sociedad. Así terminamos este punto, demostrando una vez más que la historia de esta parte del mundo es una historia de contradicciones y luchas, las mismas que han adquirido distintos matices: étnicos, nacionales y culturales. Pero en el fondo de todas y cada una de ellas, ha estado siempre, como base de todo, el problema económico-social, y todo ello como parte del gran problema histórico de esta
sociedad.