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Problemas teóricos actuales

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Bibliografía

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HISTORIA Y SOCIOLOGÍA. PROBLEMAS TEÓRICOS ACTUALES

En otro trabajo, en cierta oportunidad, decíamos que uno de los más grandes problemas teóricos-metodológicos que ha existido y existe en el estudio de nuestra sociedad, radica en que la mayoría de historiadores han escrito la historia de este país principalmente como acumulación de datos, haciendo resaltar fechas, hechos y personajes considerados importantes. Para la mayoría de ellos no ha contado este principio rector, que versa en el sentido de que: “La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días (es decir la historia escrita) es la historia de 1a lucha de clases.” (Marx y Engels, 1970: 5)

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Si lo dicho líneas arriba ha sido un vicio mil veces repetido por los especialistas en el estudio y comprensión de la historia, los estudiosos de la sociedad también han caído en lo suyo. Lo cual ha consistido fundamentalmente, en ver el eslabón y no la cadena; el presente y no el pasado, la coyuntura y no la estructura; el hoy y no el ayer. Esto los ha llevado a navegar inexorablemente en las tranquilas y tibias aguas del tecnicismo, en esas aguas que el sistema y el orden generan y represan, y con las que posteriormente pretenden lavar la cara de la sociedad. Estos señores tampoco han comprendido que: “Los hombres hacen su propia historia pero no la hacen a su libre albedrío, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado.” (Marx, 1970: 9)

Y más aún, muchos de estos técnicos con diploma de sociólogos se llaman y se hacen llamar marxistas y, sin mayor empacho, se declaran públicamente como tales. A ellos les recordamos las enseñanzas teóricas de Lenin al respecto: “Todo el espíritu del marxismo, todo el sistema, exige que cada tesis sea examinada, sólo (a) históricamente; (b) sólo en relación con otras; (c) sólo en relación con la experiencia concreta de la historia.” (Lenin, 1974: 392)

Planteadas así las cosas, reclamamos que ya es el momento en que terminemos de ver y entender de esa manera los fenómenos, y empecemos los historiadores a entender la historia como “La historia de la lucha de clases” y los sociólogos, a ver y entender los fenómenos sociales “sólo en relación con la experiencia concreta de la historia”.

El autor de Teología de la Liberación, en una selección de trabajos titulado La Fuerza Histórica de los Pobres, resumiendo cómo ha sido escrita la historia de la humanidad, de América Latina y del Perú, dice: “La historia de la humanidad ha sido escrita, como ha dicho alguien, 'con mano blanca’, desde los sectores dominantes. Un ejemplo claro de esto es la historia de nuestro Continente y de nuestro país.” (Gutiérrez, 1980: 35)

Y algunas líneas después es mucho más explícito, pero ya en referencia al cristianismo: “El cristianismo, tal como ha sido vivido históricamente, ha estado, está, estrechamente ligado a una cultura: la occidental; a una raza: blanca, a una clase: la dominante. Su historia ha sido escrita también por una mano blanca, occidental y burguesa.” (Gutiérrez, 1980: 36)

Si bien es cierto que el cura Gustavo Gutiérrez evidencia una realidad inocultable, a la vez esconde otra, que es tan clara o quizás más que la primera. Es decir, no se quiere evidenciar que la historia de la humanidad, de América y del Perú, ha sido escrita por una mano blanca, occidental y explotadora, pero guiada y orientada por una concepción idealista y un método metafísico. ¿Por qué nuestro autor no dice nada al respecto? Por ser él precisamente idealista y metafísico.

Esto lo planteamos para que no se nos siga engañando con el sueño de la teología, ya que estamos totalmente convencidos, que no es por vía de los padrenuestros, las avemarías ni las aguas benditas, por donde el pueblo del Perú y la humanidad entera tendrán que liberarse. Aún más, alertamos que cuando la humanidad, luego de su largo, prolongado y tortuoso camino esté a puertas del paraíso, no quedará ni polvo de liberación, sino montañas de teología en el pensamiento y las obras de estos predicadores de los últimos días, sino que la historia de 20 siglos lo diga.

Hace exactamente 60 años, Mariátegui, refiriéndose a la actitud de la Iglesia en México durante los años de la revolución, decía: “La contradicción no es nueva. Desde hace varios siglos la iglesia ha aprendido a ser oportunista. No se ha apoyado tanto en sus dogmas, como en sus transacciones.” (Mariátegui, 1979: 45)

Esto último va para aquellos que se entusiasman con las prédicas del llamado Juan Calvino del Siglo XX en América Latina.

En los últimos 15 ó 20 años, ha resucitado una corriente que la creíamos enterrada ya hace 60 a 70 años atrás. Esta corriente teórica, novedosa e inofensiva por su forma y vieja y peligrosa por su contenido, se ha abocado a estudiar la historia de nuestro país, sosteniendo que la misma ha sido escrita desde el punto de vista de una formación teórica eminentemente occidental, y, como consecuencia de ello, no se conoce realmente la historia de este país. Para no seguir transitando por este vetusto camino, sostienen que hay que escribirla desde su antípoda, es decir, desde el punto de vista de la cultura andina.

Estos puntos de vista nos llevan a plantear tres cuestiones importantes: En primer lugar, actualizan el eclecticismo o relativismo filosófico, el mismo que ha proporcionado grandes dividendos a un personaje que sostenía que el

imperialismo era la última fase del capitalismo desde el punto de vista de Europa, pero desde el punto de vista de América Latina es la primera fase, por lo tanto tiene un lado bueno que venga.

En segundo lugar, se peca de unilateralidad al ver y analizar la parte y no el todo, que inequívocamente los lleva a negar las leyes generales de la historia, las mismas que rigen el desarrollo de la humanidad, con el gracioso y efectivo argumento de que han sido planteadas para otro espacio y otro tiempo.

Nosotros planteamos que se debe ser objetivo y multilateral en el análisis. Eso implica ser materialista y dialéctico y hay que ver el todo y no sólo la parte. Esto significa, el campo y la ciudad, el pasado y el presente, la Costa, la Sierra y la Selva, lo andino y lo occidental. Y sobre todo, los explotados y los explotadores; ver cómo se condicionan, contradicen y cómo se interrelacionan mutuamente. Todo esto en base a esa llave maestra que la humanidad ha descubierto, es decir, comenzar por el análisis de las clases y la lucha de clases, entender sus tendencias y proyecciones. Así, y sólo así, podremos entender esta sociedad como lo que es: Un todo contradictorio en constante cambio, movimiento y transformación.

IV.- La mayoría de los intelectuales en el Perú, decía un viejo maestro universitario, son apegados a la vida fácil, las elucubraciones y la fama. Para conseguir algunos de estos tres objetivos, y si se puede los tres juntos mejor, están a la caza de temas “novedosos” para de esta manera impresionar a sus lectores, sobre todo a sus mecenas (vía las fundaciones), los mismos que se sienten desbordantes de orgullo, al haber financiado tal o cual proyecto o instituto de investigación, al haber publicado tales o cuales trabajos o libros y contar con fulano, mengano, zutano, y perencejo como firmantes de sus planillas con el nombre de investigadores sociales.

Así, ¿adónde apunta el imperialismo (en todas sus variantes) con sus fundaciones, sus institutos de investigación y sus intelectuales tanto nacionales como extranjeros a los mismos que fleta con el nombre de investigadores sociales? El historiador Pablo Macera, en un artículo titulado Emilio Choy: Un hombre del futuro, más o menos nos da la respuesta, refiriéndose sobre todo a los investigadores extranjeros. Dice: “Convenía conmigo en que la mayoría de los arqueólogos extranjeros no traen ningún beneficio científico al país. Para ellos la cultura andina es una materia prima que mentalmente exportan para procesar en sus países y elaborar sus prestigios personales como producto final. Publican en sus idiomas originales, pocas veces traducen, no enseñan ni procuran la transferencia tecnológica a favor de los profesionales peruanos. No basta, para corregir esta dependencia, que se obligue a las misiones científicas

extranjeras a que reciban arqueólogos peruanos que a veces terminan siendo sus clientes y solicitantes de becas.” (Choy, 1979: 30).

Más aún, los llama a reflexionar sobre el mismo, porque: “De lo contrario sólo seremos un campo de fútbol donde disparan los equipos rivales de los Evans contra los Lathrap, de los Flannery contra los Evans, de la universidad de Michigan contra la universidad de Berkeley, como ya ocurre ahora mismo.” (Choy, 1979: 30).

Pero a pesar de esta advertencia, nuestros intelectuales, en su mayoría, como decía en su tiempo el profesor de San Marcos, Aracelio Castillo: “... se deslizan por la vía fácil y, lo que es peor, por la senda del mercenarismo (…) de adentro y de afuera.” (Autores varios, 1977: 30)

Es decir, con un manto de sesudos sabihondos, se convierten en “mercenarios intelectuales”.

Terminamos el presente volumen anunciando que nuestro interés humano e intelectual es contribuir mínimamente a que el pueblo del Perú recobre su memoria histórica, ya que hasta hoy seguimos padeciendo esa amarga verdad dicha por don Manuel Gonzales Prada: “No sabemos amar ni odiar”; y más aún, lo que Federico Elguera completó diciendo que sólo sabíamos “olvidar”. Esperamos que el Pueblo, sobre todo el proletariado y el campesinado, sepan hacer y escribir la historia con sus actos y sus manos.

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