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Hacia la transferencia del poder

Hacia la transferencia del poder

Una semana después del contundente paro nacional del 19 de julio de 1977, Morales Bermúdez anunció en su discurso de Fiestas Patrias que los militares habían decidido abandonar el poder. Anunció, asimismo, que se levantaba el estado de emergencia y que se convocaría a una Asamblea Constituyente «que institucionalizara las reformas del gobierno revolucionario», para 1978, y a elecciones generales, en 1980. Este fue el momento de mayor fuerza del movimiento popular organizado, pero fue, también, el punto a partir del cual comenzó su declinación. Junto con estas medidas, la junta militar anunció el despido de los cinco mil dirigentes sindicales más importantes del país, medida que fue saludada jubilosamente por los empresarios. Durante los años siguientes los sindicatos trataron infructuosamente de conseguir que esta medida se derogara y su fracaso mostró su creciente impotencia.

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Buscando apoyo civil para su proyecto de transferencia de poder los militares emprendieron conversaciones con los partidos institucionales y los gremios. La correlación de fuerzas existente les obligó a reconocer el derecho de los partidos de la izquierda marxista a participar en las elecciones. Mientras tanto, Haya de la Torre buscaba congraciarse con el régimen responsabilizando a los comunistas del fracaso del experimento militar: «[...] no es sólo culpable la dictadura militar, sino que han sido los asesores marxistoides los que nos han llevado a donde estamos [...] Por nuestra parte hemos demostrado teóricamente, sobre la base de los principios, que el marxismo ha llevado al país a la ruina económica en que se encuentra» (resumen 1977). Hacia el final de su vida tuvo expresiones poco generosas sobre Velasco Alvarado. En mayo de 1978, a la pregunta de cómo creía que la historia recordaría al general respondió que «[...] como un intento de realización frustrado por falta de calidad y conocimiento del hombre que pretendió realizarlo» (ABC-Independiente 1980a).

Durante los meses siguientes continuaron las medidas de «ajuste estructural» de la junta militar, alimentando movilizaciones populares en las cuales la izquierda siguió ampliando su esfera de influencia. Mientras tanto, Haya de la Torre trataba de «no hacer olas», para no perturbar una transferencia de poder por la cual estaba decidido a jugarse: «Este implícito “trade off”, ofreciendo elecciones futuras a cambio de inmediatas políticas económicas antipopulares y represión a la protesta social, fue criticado por la izquierda marxista, el movimiento popular, y en parte por los partidos de centro-derecha también. sólo el APRA era entusiasta en el plan» (sanborn 1989: 100-101).

Luego de su viaje a Trujillo, Morales anunció un drástico «paquete» de austeridad en junio con una devaluación del sol de 44%, la eliminación del subsidio

a la gasolina y a los alimentos de primera necesidad, así como una reducción del 13% del presupuesto nacional. Una modesta alza salarial no pudo paliar los devastadores efectos de esta medida. La respuesta ante la reacción popular a la «terapia de shock» fue la represión. Las huelgas y disturbios fueron respondidos con la clausura de los medios de comunicación opositores, la declaración del estado de emergencia, el toque de queda y posteriormente la declaración del estado de sitio en Lima. Una cantidad indeterminada de ciudadanos murieron baleados en las calles de Lima. El gobierno detuvo y deportó a varios dirigentes de izquierda, algunos de los cuales fueron internados en instalaciones militares de salta (Argentina) por la junta militar de Videla. Fueron purgados alrededor de trescientos oficiales y el gobierno fue depurado de los militares «progresistas»42. El término «socialismo» fue erradicado del discurso oficial, se clausuró el Programa de Propiedad social, se declaró oficialmente el final de la reforma agraria y el sinamos fue desactivado. Para entonces los signos del acercamiento entre el Apra y el gobierno militar eran inocultables: «este partido ha comenzado a controlar determinadas dependencias, como por ejemplo, el Instituto Nacional de Cultura, lo mismo que a copar alcaldías, subprefecturas y directorios de empresas estatales. Todo esto a cambio del “borrón y cuenta nueva” prometido a los militares» (Malpica 1980: 237).

Un nuevo «paquetazo» provocó un segundo paro nacional en mayo de 1978, a un mes de las elecciones programadas para junio. Philiph Mauceri sostiene que entre 1973 y 1979 los salarios reales en el Perú se redujeron a la mitad, mientras que el costo de vida se quintuplicó (Mauceri 1996: 50).

La propuesta de la convocatoria a una Asamblea Constituyente era grata al Apra: Haya de la Torre la había propuesto desde 1972. Por otra parte, eso le daría tiempo para afinar su maquinaria electoral. El Apra esperaba reconstituir su base de apoyo popular desde el poder, cuidándose mientras tanto de adoptar cualquier posición que pudiera asustar a los militares o las clases dominantes y esta actitud definitivamente era del agrado de las Fuerzas Armadas. Finalmente, después de varias décadas, el Apra podría participar de unas elecciones donde no estaría la amenaza del veto militar. Pero para Haya de la Torre era tarde. Murió un año antes de la transferencia del poder.

En las elecciones para la Asamblea Constituyente de 1978 el Apra, con Haya encabezando su lista, obtuvo el primer lugar y eso profundizó su acercamiento con los militares. La gran sorpresa fue que la izquierda marxista, dividida en varios frentes y con algunos grupos que decidieron abstenerse denunciando a

42 sobre la forma cómo se produjo la purga, véase los testimonios de sus víctimas en Tello (1983: 1). Los defenestrados coinciden a reconocerle a Morales Bermúdez una gran habilidad política, aunque no escatiman adjetivos para calificar su oportunismo, personalismo, deslealtad, etcétera.

los «electoreros», obtuvo alrededor de la tercera parte de la votación total. Esta fuerza electoral la convirtió en un interlocutor inevitable y Haya, para sorpresa de muchos, se mostró muy abierto a promover una amplia polémica en la Constituyente.

Los resultados de la votación para la Asamblea Constituyente de 1978 fueron los siguientes:

cuadro 8

Partido Aprista Peruano (Apra) 1 241.174 35,4%

Partido Popular Cristiano (PPC) 835.294 23,79%

Frente obrero, Campesino (FoCEP) 433.413 12,32%

Partido socialista Revolucionario 232.520 6,62%

Partido Comunista Peruano (Unidad) 207.612 5,91%

Unidad Democrático Popular (UDP) 160.741 4,58%

FRENATRACA 135.552 3,86%

Democracia Cristiana

Luna Vegas 1990: 157 83.075 2,37%

El Apra obtuvo el 35% de los votos y 37 curules; el PPC, obtuvo el 24% —parte de esa votación debió provenir de las bases de Acción Popular, que no participó—; y la izquierda, fragmentada en seis frentes electorales, un extraordinario 36% y 34 de las cien curules. Las 29 curules restantes se dividieron entre cinco pequeños partidos de derecha. El Perú viraba claramente a la izquierda.

La nueva izquierda43 encabezó, en alianza con el Partido Comunista pro soviético y las organizaciones velasquistas, la movilización popular de los trabajadores, a quienes se sumaron los pobladores de las barriadas, contra las medidas de la Junta Militar de Gobierno. Este amplio frente impulsó los paros nacionales que pusieron en jaque al gobierno de Morales Bermúdez y jugó un papel muy importante para obligar a los militares a regresar a los cuarteles.

Mientras tanto, Fernando Belaunde optó por abstenerse, manteniendo a Acción Popular como una fuerza de oposición. Por contraste, el acercamiento del Apra a los militares lo ponía en una situación vulnerable, así que Haya trató

43 En principio eminentemente era universitaria pero a lo largo de los setentas había reforzado su presencia con militancia obrera y campesina, a través de su trabajo en organismos gremiales como la CGTP, el sUTEP y la CCP.

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