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Las elecciones de 1980
El Apra si hizo cuestión de Estado por la votación para la elección del presidente de la República. Los apristas querían que fuera en una sola vuelta, únicamente con un tercio de los votos hábiles para ser consagrado. Nuevamente fueron derrotados.
las elecciones de 1980
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Haya se retiró oficialmente de la presidencia de la Asamblea Constituyente el 6 de marzo de 1979, por motivos de salud. Estaba enfermo de cáncer pulmonar y el 10 debió viajar a Houston (EE.UU.), donde los médicos confirmaron el diagnóstico, indicando que le quedaban cuatro meses de vida. Retornó un mes después al Perú y permaneció en adelante en su residencia de Villa Mercedes, donde firmó la Constitución en su lecho de muerte, el 12 de julio de 1979. Falleció dos semanas después, el 3 de agosto, a los 84 años de edad (LAs 1985: 427-428). Para entonces, había perdido la presencia que llegó a tener en los medios internacionales en sus épocas de revolucionario; la revista Time de esa semana cubrió hasta las anécdotas de la primera gira internacional del príncipe Andrew de Inglaterra, pero no consignó la muerte de Víctor Raúl Haya de la Torre45 .
En una entrevista televisiva que otorgó hacia el final de su vida, en mayo de 1978, Haya de la Torre se explayó en un balance sobre su vida. Preguntado por su opinión sobre Leguía, contra quien insurgió al inicio de su carrera política, afirmó que había sido el mejor presidente civil del siglo XX. A la pregunta de por qué no tomó nunca el poder, respondió: «yo quise que el poder fuera siempre en estos países —para ser poder educador— por las vías legales, y las vías legales nunca se me abrieron». Hablando sobre el porvenir del Apra, luego de que él ya no estuviera, se manifestó partidario de la dirección colegiada. Finalmente,
para el siglo XXI», optando por mantener vigente la Constitución fujimorista de 1993, que consagra un viraje radical hacia el neoliberalismo. 45 Véase Time, Nueva York, 6 de agosto de 1979. Wilbert Bendezú narra que Haya fue operado por primera vez en Hamburgo en diciembre de 1965, hecho que permaneció en secreto. Ante la posibilidad de morir escribió entonces una carta testamento a Jorge Idiáquez, invocando a los apristas a mantener su unidad y disciplina. Este texto muestra las huellas de su distanciamiento con el país; no hay proyectos en marcha; apenas las exhortaciones a mantener la alianza con la oligarquía, presentándola como la vía para alcanzar la justicia social: «Yo espero, y así muero tranquilo, que la línea política seguida se mantenga; que la coalición del pueblo continúe dando leyes en favor de defensa de la democracia social; del Perú provinciano, de los trabajadores, de nuestras masas indígenas y de nuestra juventud. Porque esos fueron y son los grandes objetivos del partido y para lograrlos se constituyó la coalición del pueblo» (Bendezú 1988: 18). La «coalición del pueblo» era el nombre con que los apristas denominaban a su alianza con los pradistas y los odriístas.
a la pregunta de qué cosa era lo principal que él creía que había dejado al Perú, contestó:
La comprobación de que he servido. La comprobación de que no he hecho otra cosa que dedicar mi vida enterizamente al servicio del país, al servicio del pueblo [...] Yo he puesto amor, he puesto [...] decisión, voluntad y he hecho todo lo posible por servirle (ABC-Independiente 1980a).
La muerte de Haya fue un golpe muy duro para un partido que había girado durante toda su historia en torno al «jefe». Carlos Roca, uno de los líderes juveniles más importantes durante ese periodo, habló de la «autoridad paternal, en algunos casos casi patriarcal [...] lo más grave a la muerte de Haya fue este vacío de poder, esta falta de paternidad en un partido que fue siempre conducido por una mente lúcida y extraordinaria. Ninguno de los que quedaban estaba a la altura de Haya» (sanborn 1989: 108).
Intensas luchas por el poder estallaron al interior del Apra en torno a la nominación del candidato presidencial para las elecciones que se avecinaban. Durante cuatro décadas el Apra había girado en torno a Haya; él no compartió nunca el poder y no legitimó ningún sucesor. Los jóvenes del partido no estaban en condiciones de asumir el poder y la guardia vieja se encontraba dividida. Armando Villanueva del Campo, que no había participado en la Constituyente y se había dedicado durante ese tiempo a garantizar su control sobre el aparato partidario, logró el apoyo de los jóvenes apristas radicales enfrentándose al candidato que intentó nuclear a los conservadores del partido, Andrés Townsend Ezcurra, quien tenía el respaldo de Luis Alberto sánchez.
Villanueva se mostró radical, buscando atraer a la base popular que había sido el soporte histórico del Apra, mostrándose abierto a la posibilidad de establecer relaciones con la «izquierda responsable». Towsend, mientras tanto, se erigió en el representante de la vieja guardia, con un discurso eminentemente conservador y anticomunista, levantando una plataforma liberal que buscaba atraer a los sectores medios y a los sectores empresariales (sanborn 1989).
Jorge Idiáquez, secretario personal de Haya de la Torre por décadas y quien mayor contacto tuvo con él cotidianamente, intentó en una entrevista convencer a los apristas de que Villanueva era el candidato escogido por Haya. según Idiáquez, Villanueva del Campo era el líder que más cerca había estado de Haya de la Torre y este —cuando se enteró de que tenía cáncer y que este podía ser mortal— lo había nombrado su sucesor: «Antes de viajar a Houston enfermo Haya de la Torre reunió a un grupo de compañeros en Vitarte y les dijo: “Dejo a cargo de la conducción del Partido al compañero Armando Villanueva hasta que regrese a morir o a seguir luchando”. Estas fueron sus palabras, y es por eso
también, que yo viendo algunas cosas me animé a salir a hacer campaña por Armando». Esta habría sido, además, una decisión largamente meditada por Haya, quien empezó a ejecutarla desde años atrás: «Y tal es así que Víctor hace que Armando no participe en la Asamblea Constituyente porque tenía ya la seguridad que estaba enfermo y como es lógico tenía que preparar a una persona que se quedara el frente del partido y ese fue Armando. Y creo que Víctor Raúl tuvo el convencimiento de dejar a Armando al frente del partido porque es el dirigente, junto a Ramiro Prialé, que más ha estado a su lado» (Bendezú 1979).
Los partidarios de Andrés Towsend Escurra tenían otra versión de los hechos. Durante los últimos meses de su existencia, Haya habría estado literalmente secuestrado por Idiáquez, quien controlaba el acceso a Villa Mercedes y que no dejaba que nadie que no fuera del entorno de Villanueva tuviera acceso al enfermo. Luis Alberto sánchez denunció que le habían impedido ver a Haya y que no le habían dejado siquiera despedirse de su viejo y querido amigo y compañero. En una entrevista publicada apenas tres días antes de la muerte de Haya, Villanueva del Campo rechazó esta versión, negando que se le hubiera aislado. Presionado por César Hildebrandt tuvo que reconocer que existía «un aislamiento clínico» que limitaba las visitas a Haya a sus familiares, a los dirigentes del partido que necesitan conversar con él y al personal de médicos, enfermeras y auxiliares (Hildebrandt 1979a). Aparentemente sánchez no encajaba en ninguna de esas categorías. La crónica que Wilber Bendezú ha publicado sobre los últimos días de Haya muestra que cotidianamente varios dirigentes se movían en torno al ilustre paciente, llegando incluso a organizar una reunión social de despedida en la que participó Alfredo Barnechea, reciéntemente incorporado al aprismo, pero donde Luis Alberto sánchez brilló por su ausencia (Bendezú 1979: 76).
Inicialmente el Apra contó con el apoyo de Morales Bermúdez, que lo consideraba la carta de recambio para una transferencia de poder que permitiera a los militares retirarse con las espaldas cubiertas. Pero eso cambió en plena campaña y para el final de esta era obvio que las simpatías castrenses se inclinaban por Fernando Belaunde, el candidato a quien habían echado de Palacio de Gobierno el 3 de octubre de 1968. Luis Alberto sánchez brindó una explicación de este desenlace a Eugenio Chang Rodríguez:
En 1978, el Ejército comprendió que la única salida civil durable era apoyar al APRA, pero con Haya como símbolo de unidad [...] Cuando Haya asistió al último almuerzo que me parece fue el 4 o 5 de marzo de 1979, recomendó que se rompiese con el Ejército. Pero el último mensaje del Ejército al APRA, dado por mi intermedio, y dos personas más, el 21 de enero de 1979, fue que el partido debía tener gran unidad interna y efectiva. En los ojos del Ejército esto no ocurrió y entonces buscó a Belaunde, a quien consideraron la única
salida moderada sin llegar a la extrema derecha como Bedoya, sin estar en coqueteos con la izquierda. Así fue como se lanzó por Belaunde, y el gobierno militar cambió a los directores de periódicos para apoyar a Belaunde, que resultó triunfante en las elecciones de 1980 (Chang Rodríguez 1985: 149150, citado en Luna Vegas 1990: 158).
Villanueva del Campo impuso finalmente su candidatura gracias a su control del aparato partidario, pero su nominación produjo profundas heridas en el Apra. se intentó curarlas convocando a un congreso partidario, pero este agravó más la división. En una entrevista a fines de julio de 1979, Armando Villanueva rechazaba la opinión de sánchez de que en el Congreso del Apra «la fraternidad aprista se había lesionado». Para Villanueva, en este más bien «se soldó la unidad y la fraternidad»46. Villanueva negaba tener aspiraciones presidenciales y proclamaba su decisión de defender «hasta las últimas consecuencias la posición de izquierda democrática del partido, nuestra línea antiimperialista, nuestra naturaleza de frente de clases. soy intransigente —concluía— en mantener el enfrentamiento a la derecha reaccionaria y al comunismo totalitario» (Hildebrandt 1979). se mostraba, asimismo, partidario de un acercamiento con la «izquierda responsable», y precisaba que los apristas eran de izquierda porque consideraban su objetivo fundamental «[...] la solución del problema del hombre en una sociedad finalmente sin clases [...] Yo creo que hay que ir a la abolición del capitalismo en el mundo. Y esta abolición será producto de las propias contradicciones internas del sistema de la insurgencia de los pueblos orientados al control de su propio sistema de producción» (Hildebrandt 1979). Finalmente, afirmaba la necesidad de apoyar el desarrollo del capitalismo nativo en el proceso de la lucha contra el imperialismo. «si no existiera el imperialismo, mi querido amigo —concluía—, no habría razón de ser para el APRA. La razón de la alianza de clases es unir al proletariado, al campesinado, a las clases medias que incluyen sectores del capitalismo nacional, contra el imperialismo» (Hildebrandt 1979)47 .
46 Ilustra su fraternidad que Villanueva del Campo aludiera a la tendencia de Luis Alberto sánchez como una «gerontocracia» y que este calificara a la de aquel como una «estupidocracia». 47 En una entrevista realizada después de la derrota electoral, Luis Alberto sánchez cuestionó la forma cómo se realizó el XIII Congreso de Apra, señalando que «[...] había habido algo festinatorio, no creo que mal intencionado, pero en todo caso festinatorio». Denunció la utilización de una fuerza de choque, «[...] innecesaria y reiterativa, al servicio de algún sector del partido», que abaleó a «unas gentes que estaban en los alrededores probablemente de distinto matiz, y dejó un saldo de cinco heridos, uno de ellos grave». Con un involuntario tono de humor británico concluía: «Todo esto le ha quitado prestancia al Congreso» (ABC revista Independiente 1980b).