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ocurrido hacia 1900, hasta la completa reivindicación del darwinismo, acontecida entre 1930 y 1945 (Bowler, 1985). En total, pasaron casi 80 años desde la formulación inicial de la selección natural hasta su aceptación definitiva: demasiado tiempo para una teoría que ha sido celebrada como «la clave de todas nuestras explicaciones modernas sobre la vida». Pero los modernos darwinistas suelen tener una explicación para casi todo, y el biólogo y filósofo norteamericano Michael Ghiselin dice tener una para aquellos larguísimos treinta y pico de años que median entre el redescubrimiento de Mendel y la ts: nuevamente, la falta de comprensión (incomprensión que, de este modo, no habría finalizado en 1900 como plantearon los cuatro autores del libro citado más arriba):

Las objeciones al darwinismo que surgieron después del redescubrimiento de las leyes de Mendel se debieron más a una falta de comprensión de la genética por parte de los propios genetistas, que a algo que estuviese errado en la selección natural. [Las cursivas son nuestras] (Ghiselin, 1997, citado en Caponi, 2012, p.8)

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Al final, la perspectiva seleccionista fue consagrada y el darwinismo terminó prevaleciendo, aunque reformulado en los términos de la genética mendeliana. Aun así, su éxito pleno nunca estuvo asegurado y hay autores que hasta piensan que la supremacía de la ts (alcanzada hacia finales de la década del 40) se debió a factores que, piadosamente, podríamos llamar extracientíficos, como veremos en el capítulo vi.

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Antes de la completa reivindicación del darwinismo, la potencialidad de la selección natural para causar evolución había sido confirmada de modo parcial por las matemáticas. En efecto, hacia 1930, el británico Ronald Fisher (1890-1962) había demostrado (matemáticamente) que la tasa de incremento en eficacia biológica23 o fitness era igual a la varianza genética (aditiva) en fitness en ese momento. Años más tarde24, el madrileño Francisco Ayala, discípulo de Dobzhansky, experimentando con moscas del género Drosophila, observó que la tasa de cambio y la eficacia biológica eran mayores en poblaciones con alta variabilidad genética. De este

23 La eficacia biológica puede ser definida como la capacidad de prevalecer de un genotipo sobre otro; es un concepto que involucra a la tasa de reproducción, la longevidad y las ventajas fenotípicas, entre otros factores. 24 En la segunda mitad de la década de 1960.

modo, el español hizo su aporte (uno sin duda fundamental) a la validación del llamado teorema fundamental de la selección natural, que desarrollaremos en el capítulo vi (Fischer, 1999; Dobzhansky y otros, 1983, p.33).

Los darwinistas (los de ahora y los de antes) creen que la selección natural es equiparable a la selección artificial; que ambos mecanismos son más o menos similares.25 Pues bien: los seguidores de Darwin han conseguido modificar moscas en no menos de cincuenta caracteres por selección artificial, entre ellos, el tamaño del cuerpo y ala, el número de quetas26 abdominales y estenopleurales, y la velocidad de desarrollo (Dobzhansky y otros, 1983, p.39). Ayala informa otros casos similares. En gallinas, por ejemplo, se logró incrementar la producción de huevos hasta en un ciento por ciento en apenas treinta años (Ayala, 1994, p.7). Todos estos experimentos parecen confirmar la fuerza de la selección natural… al menos para producir modificaciones de esa magnitud.

Si bien, como dice el filósofo rosarino Gustavo Caponi27, «la batalla por la selección natural se ganó en el terreno de los conceptos y en los laboratorios» (2011a, p.126), los biólogos de campo también contribuyeron a la consagración de la perspectiva seleccionista. Lo hicieron sobre todo sumando ejemplos concretos de modificaciones operadas por selección, es decir, de adaptaciones. Muchos de esos primeros ejemplos correspondían a casos de mimetismo, fenómeno ampliamente estudiado en los siglos xix y principios del xx. El camuflaje también parecía ser causado por selección. Un ejemplo clásico de camuflaje lo constituye el cambio de coloración (de claro a oscuro) observado en poblaciones de ciertas mariposas inglesas28, muy publicitado en la década de 1960 en el marco de la disciplina conocida como ecología genética. Se suponía en ese caso que la selección natural había favorecido a los bichos negros (invisibles a las aves al posarse sobre los troncos ennegrecidos por el hollín industrial) por sobre los de color claro (Kettlewell, 1959; Ridley, 1996, p.103).29

En el mismo sentido, se ha demostrado recientemente la adaptabilidad de ciertos lagartos al ser transferidos a regiones con condiciones diferentes a las de origen (Losos y de Queiroz, 1998). Al igual que en los casos anteriores, es muy difícil encontrar aquí otra explicación que la selección natural.30

25 Aunque a George Romanes (1886), único discípulo que Darwin tuvo en vida, esa equiparación le resultaba muy dudosa. 26 Unos pelos que recubren la cutícula, característicos de los artrópodos. 27 Actualmente en la Universidade Federal de Santa Catarina, en Florianópolis, Brasil. 28 Biston betularia, también conocida como polilla de Manchester o mariposa de los abedules. 29 Ciertamente, hay autores que creen que el de estas mariposas es un buen ejemplo de selección (Arthur, 2011, p. 71), pero otros no (Ridley, 1996). 30 Ver otros ejemplos en Gould (2000, pp.347-361).

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