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Catastrofismo y progresivismo
por todo el interior del subcontinente: el depósito de la llamada argile pampéene corresponde precisamente a este evento.
Acto 4. Diluvio.
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Otras sacudidas más leves causan un nuevo desplazamiento de las aguas. Estos movimientos están vinculados al vulcanismo andino, no al levantamiento de la cordillera como los correspondientes al acto previo. En realidad, los llamados «terrenos diluvianos» tienen un doble origen: marino (los depósitos de conchillas de San Pedro, San Blas y Montevideo) y también continental.
La historia en su última etapa (nuestro acto 4) coincide básicamente con el mito bíblico del diluvio universal. Pero ojo: d’Orbigny, al igual que otros catastrofistas, no pensaba en una inundación milagrosa enviada desde el Cielo como castigo. Sí creía, en todo caso, que Moisés, el autor o uno de los autores del Génesis, había tenido conocimiento de un suceso real y basado en él su relato mítico. «La pampa es un viejo mar», dice un hermoso poema-canción de los pampeanísimos Ricardo Nervi y Alberto Cortez, inspirada verosímilmente en las ideas de aquel bioestratígrafo francés, viejo catastrofista.
Al poco tiempo de publicado el volumen geológico de Viaje a la América meridional (en 1842), Charles Darwin dará a la imprenta sus Observaciones geológicas sobre América del Sur (en 1846). El inglés, que también había caminado por suelo argentino (entre 1832 y 1834, apenas tres o cuatro años después que el francés), ofrecerá una versión muy distinta de la evolución geológica del subcontinente sudamericano, más apacible, menos ligada a debacles. Nuestro futuro campeón del evolucionismo sabía que el catastrofismo geológico estaba pasando de moda y que, más tarde o más temprano, sería reemplazado por el uniformitarismo, doctrina que sostiene la unidad de causas e intensidades (ese reemplazo sucederá en efecto a mediados del siglo).10 El rubio pasajero del Beagle supo ver el cambio de paradigma en ciernes, y adoptó con rapidez el modelo progresivo, el de Charles Lyell (1797-1875), fundador de la moderna geología. Su forma de entender la evolución biológica se ajustará perfectamente a ese modelo, como veremos en el capítulo iv.
Catastrofismo y progresivismo
El catastrofismo establecía que los procesos que habían dado forma a la corteza terrestre eran muy distintos a los que actuaban en el presente, al
10 Básicamente, el uniformitarismo sostiene que los procesos de ayer son los mismos de hoy y actúan con la misma intensidad.
menos en cuanto a su intensidad. También, que cuanto más jóvenes eran los estratos, más parecidos eran los fósiles a los organismos vivientes; en este sentido, los catastrofistas veían en las sucesiones paleontológicas una direccionalidad.11 Normalmente (pero no siempre) esa direccionalidad parecía apuntar a un perfeccionamiento o mejoramiento; en esto (y solo en esto), la lectura catastrofista del registro paleontológico era coincidente con la de los evolucionistas de la época, sobre todo aquellos que se inclinaban hacia el lamarckismo12. Ahora bien, ¿qué podía causar esa direccionalidad? ¿Dios? En principio, no era descabellada la idea de un gobierno celestial del proceso; un ser superior llevando las cosas hacia la aparición (final) del hombre, último peldaño de la creación. Sin embargo, Dios iba teniendo cada vez menos lugar en las explicaciones geológicas (excepto en las duras cabezas de los teólogos de la naturaleza, a quienes conoceremos más adelante en este mismo capítulo), y los geólogos (catastrofistas y uniformitaristas sin distinción) se inclinaban ahora hacia causas absolutamente naturales. En concreto, para explicar esa (aparente) direccionalidad postularon la teoría del enfriamiento terrestre (tet), la cual trascenderá en un contexto evolucionista, luego de que el darwinismo hiciera suyo el progresivismo, hacia 1870 (Lyons, 1993).13 La idea de fondo era que los organismos iban sucediéndose de peor a mejor o al revés (por creación o por evolución), según las condiciones mejoraran o empeoraran; o mejor dicho, según se acercaran o alejaran del óptimo climático del grupo al que pertenecían. La tet explicaba de manera simple por qué algunos organismos del pasado, como los grandes dinosaurios del Mesozoico, parecían superiores (más grandes, más eficientes) a los actuales representantes de su grupo. Según esta perspectiva, aquellos grandes saurios habrían vivido bajo las condiciones óptimas para los de su clase (la de los reptiles); a partir de entonces, a raíz del enfriamiento, solo fue posible una desmejora de las faunas reptilianas. Veremos en el capítulo v («Y Dios dijo: hagamos al arquetipo») cómo Owen enarbolará la superioridad de los dinosaurios con el claro propósito de favorecer una visión no progresivista de la historia paleontológica de la tierra.
En definitiva, la tet encajaba muy bien en el catastrofismo. Precisamente, las sacudidas o cataclismos que marcaban el ritmo de la evolución
11 Tengamos presente que, para los catastrofistas, los organismos representados por esos fósiles no se sucedían como resultado de transformaciones evolutivas, sino a causa de sucesivas creaciones o encarnaciones. 12 Entre estos últimos anotamos a los dos Robertos escoceses: Chambers (1802-1871) y Grant (1793-1874) (Bowler, 2000, p.286). 13 De hecho, Buffon, quien no fue un evolucionista ciento por ciento, también creía que los organismos degeneraban a medida que las condiciones del planeta desmejoraban, es decir se enfriaban.