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El tábano de Darwin

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y el segundo de uno (Panchen, 1994). Tal vez para distanciarse más aún de los trascendentalistas franceses, el británico empleó la clasificación de Cuvier, archirrival de Geoffroy. Tal vez Owen no haya estado tan lejos de Cuvier después de todo, o tal vez sí. En definitiva, era un tipo difícil de entender. Veamos, si no, qué escribió Darwin acerca de él en El origen de las especies: «Es consolador para mí que otros encuentren los escritos polémicos del profesor Owen tan difíciles de entender y tan inconciliables entre sí como los encuentro yo» (1980a, p.50).

Así y todo, Darwin respetaba a Owen y valoraba mucho su obra. De hecho, tomó de él algunas nociones teóricas y las reelaboró en el contexto de su teoría de la descendencia con modificación. Concretamente, la noción darwiniana de ancestro se parece mucho a la de arquetipo (y por extensión, a la de unidad de tipo). En una apostilla al margen del libro de Owen de 1849, Sobre la naturaleza de los miembros, Darwin anotó: «Veo a los Arquetipos de Owen más que como ideales, como una representación real, en tanto la habilidad más consumada y la más alta generalización pueden representar la forma ancestral de los vertebrados» (citado en Desmond, 1982, p.50).

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Esa coincidencia no debería sorprender; de hecho, no era la única. Ambos, Darwin y Owen, eran vonbaerianos en lo embriológico y poseían una visión ramificada de las series orgánicas (opuesta a la visión lineal de los recapitulacionistas y lamarckistas). Obviamente, Darwin explicaba esas ramificaciones por divergencia mediante selección natural; Owen, a partir de incomprensibles derivaciones.

El tábano de Darwin

El evolucionismo cristiano tuvo su versión católica en George Mivart (Owen, Butler, y casi todos los demás eran anglicanos). Discípulo díscolo de Thomas Huxley y formado fuera del idealismo germano, George el Tábano Mivart fue, como dijimos, la principal razón por la que Darwin debió agregar un capítulo entero a la última edición de El origen de las especies.8 Las objeciones planteadas por el cristiano fueron muchas y variadas. Una de las más conocidas, formulada como todas las demás en su libro de 1871 La génesis de las especies (título que alude de manera irrespetuosa al libro de Darwin), planteaba que el surgimiento de un nuevo órgano no podía producirse en forma lenta y gradual, es decir, por selección, debido a que, en las fases tempranas de su evolución, ese órgano estaría muy incompleto como

8 El título de ese capítulo es, justamente, «Miscelánea de objeciones a la teoría de la selección natural», pero perfectamente pudo haber sido «Respuestas a las críticas del Tábano Mivart».

para funcionar plenamente. Recordemos que Mivart creía en la evolución discontinua o a los saltos, de manera que, de acuerdo con su visión, los órganos se originaban completamente formados, según el oscuro propósito de Dios (Bowler, 1985).9 Volviendo al problema del ojo de los pleuronectiformes que mencionamos en el capítulo i, la objeción de Mivart era válida de punta a punta. ¿Qué ventaja podía dar a ese pez un ojo corrido solo un poquito hacia su cara opuesta? Claramente, este es un carácter del tipo todo-o-nada; o está (el ojo vuelto hacia el lado opuesto) y entonces la configuración (los dos ojos del mismo lado) es ventajosa, o no lo está y entonces no es útil para nada. A Darwin no se le ocurrió ninguna ventaja selectiva para una transformación incipiente de ese carácter. Como vimos, propuso para esa migración el uso-herencia lamarckiano: los peces se habrían esforzado miles de años mirando hacia arriba y así uno de los ojos se habría movido de su lugar. En cambio, en el caso de los estadios iniciales de los órganos complejos, el seleccionista Darwin nunca tuvo dudas; mejor es tener una milésima parte de uno de ellos que nada. En el caso particular del ojo esto podía ser cierto (con un poquito de ojo uno ve un poquito, lo que es mejor que no ver absolutamente nada), pero definitivamente no para otros órganos (por ejemplo, una milésima parte de un ala no es útil para volar, ni siquiera un poquito). La solución definitiva a este problema la traerá Felix Anton Dohrn (1840-1909), antiguo estudiante de Ernst Haeckel y fundador de la famosa Estación Biológica de Nápoles10, el semillero darwinista. En 1875, este zoólogo polaco afirmará que los órganos complejos pueden surgir y evolucionar gradualmente, solo si se acepta que los mismos van variando de función. Los conceptos de preadaptación (hoy pasado de moda) y exaptación (hoy muy de moda) tienen justamente que ver con esta idea.11 La exaptación es actualmente un concepto clave en biología evolutiva. Quizás uno de los ejemplos más ilustrativos de exaptación es el del estribo. Este huesecillo del oído medio de los mamíferos habría sido primero soporte de branquias en nuestros antepasados acuáticos sin mandíbulas (cumplía entonces una función respiratoria), luego sostén de mandíbulas en nuestros antepasados pisciformes mandibulados y, al final, transmisor de sonidos en los tetrápodos (en los mamíferos se agregarán el yunque y el martillo.)

9 Huxley, como vimos, había advertido seriamente a Darwin sobre el riesgo de adoptar un tipo de evolución incapaz de dar esa clase de saltos. 10 La Stazione, que hoy lleva el nombre de su fundador, permitió por primera vez estudiar el desarrollo de ciertos organismos marinos de gran valor evolutivo, de ahí su fama (Raff, 1996, p.10). 11 Efectivamente, una milésima parte de un ala puede ser útil, pero no para volar un poquito. Sí, quizás, para mejorar la estabilidad durante la carrera, o para cualquier otra cosa, menos para volar.

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