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Retoques al darwinismo
Una de las muchas objeciones que Mivart hizo a Darwin en La génesis de las especies concierne a la macrauquenia, mamífero cuaternario que, como vimos en el capítulo anterior, Darwin había interpretado (de modo erróneo) como un pariente lejano del guanaco (un artiodáctilo; justamente, Macrauchenia significa llama grande), aunque con ciertas características de perisodáctilo (como el número impar de dedos). La objeción de Mivart pasaba por lo siguiente: ¿cómo podía justificarse desde el darwinismo la existencia de una forma cuaternaria con características de artiodáctilo y perisodáctilo, si la separación de esos dos grupos ya se había consumado en el Eoceno (Paleógeno de Europa)?12 Mivart admitió con honestidad que el hecho de que ciertas formas especializadas de ungulados (como aquellas del Eoceno europeo) fuesen anteriores a otras más generalizadas (como parecía ser la macrauquenia pleistocénica) no era irreconciliable con la teoría de Darwin, pero defendió que era un hecho raro que requería una explicación especial. ¿Qué explicación especial dio Darwin? Pues ninguna. Es más, en la sexta edición de El origen de las especies las pocas referencias a la macrauquenia fueron insertadas en el capítulo xi, no en el vii de «Misceláneas», el cual, dicho sea de paso, terminó quedando demasiado largo. Nada había de raro, entonces, en ese extraño camello con trompa y patas de tapir, ni nada que decir sobre su tardío registro.
Insistimos: los evolucionistas teístas dieron más dolores de cabeza al pobre Darwin que todos los creacionistas juntos, y George el Tábano Mivart fue, sin duda, uno muy, muy sagaz. El origen de las especies no habría sido el mismo sin La génesis de las especies.
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Retoques al darwinismo
Las objeciones a la teoría de la selección natural, planteadas mayormente (pero no solo) por evolucionistas teístas de raíz lamarckista, afectaron de forma profunda la credibilidad de Darwin. Hacia el último cuarto de siglo, el sexagenario pasajero del Beagle había agotado todos sus argumentos y no parecía tener resto físico ni buen ánimo para contestar a todas ellas. Tampoco tenía fuerzas para completar su obra en dos puntos fundamentales. El primero, planteado en El origen del hombre de 1871, correspondía a la evolución de las capacidades mentales del ser humano. El segundo, quizás el más importante, se hallaba desarrollado en su libro Las variaciones de los animales y las plantas bajo domesticación de 1868, y era la hipótesis de la pangénesis, es
12 Se suponía en esa época que los ungulados extinguidos Palaeotherium y Anoplotherium descriptos por Cuvier eran, el primero, un perisodáctilo, y el segundo, un artiodáctilo.