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El neodarwinismo

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barrera, permitiendo la especificación (más tarde llamada especiación). El papel de la selección natural de Darwin quedaba así muy acotado: podía en efecto producir adaptaciones, pero no mucho más que eso. Para horror de todos, Romanes había dejado de ser darwinista.

El candidato a suceder al campeón dedicó sus últimos años a trabajar sobre este importante asunto que, por otra parte, no lograba capturar el interés de sus pares darwinistas, más dedicados al estudio de las adaptaciones. Recién en los años 30 del siglo xx, con los estudios de Ernst Mayr y Theodosius Dobzhansky, en los albores de la ts, regresó el interés sobre los llamados mecanismos de aislamiento reproductivo. En definitiva, el objetivo número dos de Romanes no se cumplió (sus ideas fueron virtualmente ignoradas), como tampoco se concretó su estrategia de instituirse en el único heredero de Darwin: su regio nombre rara vez aparece en los textos de evolución.

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El neodarwinismo

En la vereda de enfrente a Romanes se hallaban Weismann y Wallace: los neodarwinistas. El movimiento nació con el loable propósito de apuntalar el darwinismo, aunque terminó ocasionando exactamente lo contrario. En efecto, Weismann, creyendo hacerle un favor al viejo pasajero del Beagle ante la crítica situación por la que atravesaba su teoría, había proclamado –teoría del plasma germinal mediante– que los caracteres adquiridos no podían heredarse. Es decir, decretó sin más que el lamarckismo, o mejor dicho, la creencia en la herencia de los caracteres adquiridos (que, como vimos, no era patrimonio exclusivo de Lamarck) era incompatible con el darwinismo (aunque, como también vimos, Darwin no veía nada de malo en esa generalizada creencia). Así, muerto el lamarckismo, el alemán hacía morir a los lamarckistas, entre ellos a los evolucionistas teístas de esa tendencia, y la selección natural pasaba a ser no solo el más importante mecanismo evolutivo, como había creído Darwin, sino el único.

Los neodarwinistas eran hiperadaptacionistas. Wallace, sobre todo, es considerado, junto a Bates y Müller, un temprano impulsor del programa adaptacionista.14 El principio de utilidad postulado por Wallace se ve con claridad en el siguiente texto:

ningún hecho específico de la naturaleza orgánica, ningún órgano especial, ninguna forma característica o remarcable, ninguna peculiaridad en los instintos

14 En realidad, como dijimos, este programa fue inaugurado por Darwin en trabajos posteriores a El origen de las especies, aunque su semillita la encontramos en los escritos de algunos teólogos de la naturaleza.

o hábitos, ninguna relación entre especies o entre grupos de especies, puede existir si no es, o no ha sido alguna vez, útil para los individuos o razas que la poseen. [Las cursivas son nuestras] (Citado en Caponi, 2011b, p.726)

El desarrollo de la teoría germoplasmática de Weismann se publicó en 1880, aunque fue anticipada por Owen. Sostiene que la sustancia que compone un organismo, el plasma, puede dividirse en somatoplasma (plasma correspondiente al cuerpo) y germoplasma (correspondiente a las células sexuales). De los dos, solo este último era el vehículo del material hereditario, en tanto que el somatoplasma se originaba de él (hoy sabemos que la información hereditaria se encuentra en prácticamente todas las células del cuerpo, si bien se transmite a través de las células sexuales). Para Weismann, el somatoplasma era solo un efímero cascarón que se destruía y regeneraba, generación tras generación. El germoplasma, en cambio, era indestructible, inmortal. Los cambios en el somatoplasma no afectaban el germoplasma, ergo, la herencia de los caracteres adquiridos era imposible. Para demostrarlo, el neodarwinista teutón diseñó y ejecutó un experimentum crucis15 consistente en cortar la cola a un grupo de ratones y repetir el procedimiento con su descendencia durante cinco generaciones (Bowler, 1985, p.49). La expectativa de Weismann era que la modificación del somatoplasma (la amputación de los pobres ratones) no se transmitiera a su descendencia, y eso, como podemos imaginarnos, fue exactamente lo que ocurrió.

Weismann es también autor de una hipótesis accesoria a la teoría neodarwinista, la selección germinal (sg), también basada en la idea general de selección pero que no guarda relación con la evolución adaptativa darwiniana. La hipótesis sostiene que los distintos órganos o grupos de órganos se forman a partir de una competencia permanente por los nutrientes entre ciertas partes del germen, denominadas determinantes. En esa competencia vencen siempre los determinantes más fuertes, los cuales se desarrollan a expensas de los más débiles, los cuales, a su vez, terminan pereciendo por inanición. Inicialmente, la sg no generó demasiadas resistencias entre los darwinistas (tampoco mucho entusiasmo para ser honestos); parecía ser nada más que la aplicación de la sn a un nivel suborganísmico: no era muy ortodoxa (darwinianamente hablando) pero tampoco era para escandalizarse. Sin embargo, en 1902 la gota rebasó el vaso y ahí sí vino el escándalo: Weismann justificó por sg la generación de estructuras innecesarias o desarrolladas en exceso, algo que iba a contramano no solo del darwinismo (del wallaceismo en realidad) sino del adaptacionismo en general (Bowler, 1985, p. 172).

15 Se trata de un experimento de resultado concluyente, que no deja lugar a dudas, en este caso, sobre la falsedad de la teoría del plasma germinal.

Dejando de lado la sg, el retoque a la teoría de Darwin efectuado por Weismann y Wallace, la neodarwinización del darwinismo, resultó a todas luces contraproducente. Si lo que intentaron esos dos fue echarle una mano al autor de El origen, lo que hicieron es terminar de hundirlo. El punto es que la teoría weismanniana del plasma germinal contrariaba la pangénesis (que no era incompatible con el lamarckismo), por lo que, al arremeter contra el lamarckismo, Weismann y Wallace, indirecta e involuntariamente (suponemos), terminaron hundiendo a Darwin.

En definitiva, la invalidación neodarwinista de la pangénesis socavó aún más la confianza en Darwin y en la selección natural. Hasta el ingeniero ferroviario y filósofo Herbert Spencer, pionero del llamado darwinismo social e inventor de la archiconocida frase «la supervivencia del más apto», tan identificada con el darwinismo, se declaró contrario a la selección natural. Por su parte, los lamarckistas no se dejaron impresionar por las demostraciones experimentales del alemán; era claro que un rasgo adquirido que no era adaptativo, menos aún si era perjudicial (como lo es sin duda una amputación), no podía heredarse. Solo podían hacerlo las novedades útiles, adquiridas y desarrolladas lamarckianamente mediante el uso-herencia, aunque algunos como Haeckel aseguraban que lo otro era posible (si bien bajo circunstancias excepcionales) y citaban el testimonio de algunos criadores que juraban haber obtenido, siguiendo el método weismanniano, una raza de perros sin cola (Haeckel, 1947, pp.172-173), algo que el viejo Buffon también había creído posible (Caponi, 2011a, p.21).

En definitiva, la teoría germoplasmática de Weismann contribuyó a crear un ambiente francamente desfavorable para el darwinismo; fue, según Bowler, la causa principal del eclipse, que se extendió aproximadamente entre 1880 y 1920:

el eclipse del darwinismo fue precipitado por una serie de movimientos desde dentro del darwinismo que crearon una situación en la que los seguidores poco entusiastas de la teoría se convirtieron en oponentes activos. Desde entonces, el lamarckismo y las restantes alternativas no podían considerarse como complementos de la teoría de la selección, sino como mecanismos opuestos que ofrecían una filosofía de la naturaleza completamente distinta. (1985, p.51)

Por supuesto, no todos se convirtieron en oponentes activos. La mayoría de los biólogos de campo siguió siendo darwinista (aunque con matices). Precisamente ellos, Henry Bates, Fritz Müller y el propio Alfred Wallace, fueron quienes dieron el primer impulso al programa adaptacionista inaugurado por Darwin. Como adelantamos en el capítulo i, Bates & Co. se dieron a la tarea de reunir ejemplos de adaptaciones en el terreno, de identificar

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