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Los muchachos lamarckistas
modificado muy poco y se parecerán aún entre sí mucho más que con los adultos. (1980a, p. 443)
Así, Darwin consiguió reformular la ley de von Baer en los términos del evolucionismo, despojándola de arquetipismo (y por consiguiente de idealismo). El ser humano, entonces, no atravesaba una etapa pez durante su desarrollo, sino que aquellas características pisciformes del embrión humano eran rasgos comunes a todos los vertebrados (ciento por ciento von Baer); eran esas características las que le indicaban a Darwin la existencia de un ancestro común a todos ellos (cero por ciento von Baer; ciento por ciento Darwin). De forma notable, al explicar la similitud de todos los embriones vertebrados por su origen común (no por la función o la adaptación), Darwin cruza una vez más las fronteras del adaptacionismo puro y duro. Los diseños óptimos están prohibidos en el mundo de Darwin; el pasado filogenético constriñe (incluso por sobre las correlaciones de crecimiento, como vimos en el capítulo anterior), limitando las posibilidades de la selección natural, y la similitud embrionaria es prueba cabal de ello.
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Los muchachos lamarckistas
Los evolucionistas norteamericanos, en cambio, optaron por Haeckel. De hecho, algunos discípulos norteamericanos de Louis Agassiz convertidos al evolucionismo (recordemos, Agassiz era fijista) fundaron una escuela evolucionista (la primera auténticamente americana) basada, entre otras cosas, en la teoría de la recapitulación, herencia intelectual de su maestro suizo. Dos paleontólogos jugaron de titulares en el primer equipo de esta nueva escuela: Alpheus Hyatt (1838-1902), de Harvard, y Edward D. Cope (1840-1897), de Filadelfia.29 Para ellos, la evolución estaba gobernada por una ley de la aceleración universal. La aceleración de la ontogenia (de eso se trataba) garantizaba el cumplimiento de la segunda premisa de la recapitulación de Steve Gould: aceleración más que supresión de etapas intermedias, como suponía Haeckel. En cuanto a la primera condición gouldiana, la adición terminal, Hyatt y Cope opinaban que los nuevos estadios ontogenéticos se agregaban, generación tras generación, por el
29 En realidad, Cope no fue precisamente un discípulo de Agassiz. Este paleontólogo es quizás más conocido por sus peleas con Charles O. Marsh (1831-1899), el otro prócer de la paleontología estadounidense. Cope y Marsh sencillamente se odiaban; hasta dinamitaban sus propios yacimientos para evitar que el otro los continuara trabajando. Al lector interesado en este bochornoso capítulo de la historia de la paleontología, recomendamos el capítulo VI del libro de 2007 de José Luis Pepelu Sanz Cazadores de dragones: historia del descubrimiento e investigación de los dinosaurios.
mecanismo de uso-herencia más que por la acción directa del ambiente (el modo haeckeliano de adición por excelencia). Por esta razón es que se los conoce como neolamarckistas.30 En particular, el de Filadelfia afirmó que eran los géneros los que surgían por adición terminal de nuevos estadios ontogenéticos, en tanto las especies eran simples desviaciones laterales de esa evolución progresiva (Gould, 2010a, p. 112).
Para Cope, la heterocronía haeckeliana no quebrantaba la ley biogenética como creía su autor. En efecto, el paleontólogo norteamericano decía que esta última se cumplía de modo inexorable desde que, individualmente, la ontogenia de cada órgano individual recapitulaba su propia filogenia. Entonces, tomando el ejemplo anterior, el corazón podía encontrarse más acelerado que otros órganos del mismo individuo (en esto consistía con precisión la heterocronía haeckeliana), pero estos, en definitiva, también estaban acelerados con respecto al mismo órgano en el ancestro. También podían darse, aunque de forma excepcional, la retardación del desarrollo y la eliminación de estadios ontogenéticos terminales (se producía en ambos casos evolución retrogresiva). En cambio, Hyatt entendía que solo era posible la aceleración evolutiva de la ontogenia. En las primeras etapas de la evolución de cualquier linaje, esa aceleración se daba normalmente por la incorporación de etapas terminales progresivas, pero al entrar en la adultez comenzaban a adicionarse estadios seniles. Estos, decía Hyatt, de alguna manera recordaban las etapas tempranas de una ontogenia individual (como los ancianos desdentados recuerdan a los bebes desdentados), aunque en realidad fuesen señal de declinación y envejecimiento; no de involución –palabra inexistente en el diccionario de Hyatt.
La teoría de la aceleración convenía a los intereses de Hyatt como paleontólogo, ya que le permitía conocer de forma sencilla la edad evolutiva de los linajes cuyos fósiles estudiaba. Si su fósil, por ejemplo, presentaba rasgos superdesarollados (siempre con relación a las formas adultas de grupos vinculados), el linaje se hallaba en un estado avanzado de evolución, posiblemente próximo a su extinción; si, por el contrario, presentaba características subdesarrolladas, el linaje era evolutivamente joven.31
En Haeckel, las causas próximas de la ontogenia están subordinadas a su causa remota: la filogenia. En Hyatt es al revés: es la filogenia la que se halla subordinada a la ontogenia. De hecho, la filogenia no solo estaba recapitulada haeckelianamente en la ontogenia, sino que, de algún modo, se encontraba
30 El neolamarckismo no es solo norteamericano, ya que tiene también exponentes europeos, e incluso argentinos. En efecto, nuestro Florentino Ameghino asimiló muchas de las ideas evolucionistas de Cope, el neolamarckista. 31 En un contexto netamente adaptacionista, este tipo de elucubraciones directamente no hubiera sido posible.