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Evolución a lo bestia

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la evolución era rectilínea, progresiva e irreversible; de hecho, Ameghino fue un pionero defensor de la teoría de la ortogénesis, que desarrollaremos en el capítulo siguiente. En Filogenia, nuestro paleontólogo brinda una lista de caracteres «de progresión constante»; en el caso específico del hombre, el aumento en volumen cerebral corresponde a ese tipo de evolución progresiva.

Evolución a lo bestia

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Los recapitulacionistas que defendían que el hombre había evolucionado de un paleosimio no lograban encontrar en el desarrollo embrionario humano nada parecido a eso (por enésima vez: no hay un simio en nuestra ontogenia). Ciertamente, los bebés andan en cuatro patas, gatean, como lo hacen los simios (y los gatos, claro), pero esta era una similitud muy, muy superficial. Quedaban dos opciones: o se mantenía la creencia en la ascendencia simiesca del hombre y se abandonaba la recapitulación, o se mantenía la recapitulación y se abandonaba la ascendencia simiesca del hombre. Florentino Ameghino optó por lo segundo. En Filogenia proclamó que los humanos no eran simios humanizados sino al revés: los actuales simios (el orangután, el chimpancé y el gorila) eran hominidios45 bestializados. Para nuestro compatriota, no descenderíamos de los simios sino que estos descenderían de nosotros, o mejor dicho, de nuestros ancestros humanoides inmediatos. La teoría de la bestialización de Florentino Ameghino asegura el cumplimiento de la recapitulación, pero a un altísimo costo: el de admitir que el orangután, el chimpancé y el gorila eran humanos bestializados.46 No era la primera vez que alguien hablaba de esta suerte de degeneración humana. Ya Platón en su Timaeus había planteado que el mundo orgánico se había formado por degradación del hombre, el cual había sido creado en primer término: primero degradaba en mujer, luego en una forma de bruto, y terminaba atravesando todos los estados inferiores hasta volverse finalmente una planta (Russell, 1916). El maestro mercedino no llegó tan lejos, pero su pensamiento apuntaba en esa dirección: los hominidios primitivos habían degenerado o se habían bestializado, hasta transformarse completamente en simios.

Un corolario interesante de la teoría de la bestialización de Ameghino es que nuestros parientes más próximos pasarían a ser el gibón, el orangután, el gorila y el chimpancé, en ese orden, es decir, exactamente al revés que en

45 Por hominidios, Ameghino se refiere siempre a los homíninos, los homínidos bípedos, de los cuales el único representante vivo es el Homo sapiens. 46 Para el común de la gente, huelga decirlo, esto era bastante menos digerible que afirmar que los humanos descendían de los simios.

los modernos esquemas filogenéticos. Es obvio; en el contexto de la bestialización, las formas más simiescas, las más bestializadas (el chimpancé en este caso), eran las que se habían separado del tronco humano en primer término. La bestialización, cabe agregar, ocurría siempre que se producía un desprendimiento de la línea progresiva, y en general coincidía con una migración hacia otro continente.47

La causa próxima de la bestialización era el adelantamiento heterocrónico de la osificación craneana con relación al crecimiento expansivo del cerebro. Así, al quedar bloqueada la expansión cerebral, la osificación craneana (imparable por tratarse de un carácter de progresión constante) formaba crestas y protuberancias óseas, agrandaba las mandíbulas y los dientes, en particular los caninos. En definitiva, el desacople evolutivo entre los ritmos de crecimiento del cerebro y la osificación craneana originaba toda una serie de caracteres de apariencia simiesca, que no eran primitivos sino novedosos. Steve Gould, un moderno defensor del origen humano por neotenia, también creía, como Ameghino, que las crestas craneanas de los chimpancés y gorilas eran el resultado de una evolución especial, y que nunca se habían manifestado en el transcurso de la evolución humana (2010a, p.446). En todo caso, la diferencia se encuentra en que los darwinistas modernos (incluimos aquí a Gould, un poco a la fuerza) dan razones adaptativas para el origen de las crestas, en tanto que Ameghino propuso una causa estructuralista, basada casi con exclusividad en la mecánica del desarrollo.48

Los haeckelianos debían hacer malabarismos para dar cuenta de ciertos hechos contrarios a la ley biogenética, entre ellos, la archimencionada ausencia de una etapa antropoide en nuestra ontogenia (y la correspondiente presencia de una etapa humanoide en la ontogenia de los simioide). Precisamente, la teoría de la bestialización era un malabarismo de esa clase. De una forma parecida había justificado Geoffroy Saint-Hilaire el gran parecido entre los cráneos del orangután juvenil y el humano adulto. Al igual que Ameghino, Geoffroy optó por considerar al orangután como una forma anómala, bestializada diría nuestro compatriota, cuyo desarrollo había ido «demasiado lejos» (Gould, 2010a, p.413).

47 Otro continente que el americano, ya que la evolución ascendente del hombre habría tenido lugar en América. 48 Por supuesto, Ameghino no reducía la evolución a impulsos de esa clase. También hacía lugar al esfuerzo y a la voluntad individual. En su obra trunca Origen poligénico del lenguaje articulado encontramos varios ejemplos de evolución lamarckiana.

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