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Adaptacionismo postdarwiniano
Adaptacionismo postdarwiniano
Como dijimos, fue el mismo Darwin quien dio la patada inaugural del programa adaptacionista. En efecto, en algunos de los capítulos de El origen de las especies, pero sobre todo en su libro La fecundación de las orquídeas de 1862, los rasgos particulares de los organismos son presentados como el resultado de la selección natural. Otros darwinistas más darwinistas que Darwin, como Wallace, Müller y Weismann, se encargaron de dar impulso a ese programa, de sentar sus bases.
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Naturalmente, el programa adaptacionista siguió los avatares del darwinismo y la selección natural. En concreto, hacia 1900, y a raíz de aquella mala jugada de Weismann que referimos en su momento, la selección natural pasó a ser cosa del pasado, siendo reemplazada (eclipsada, en realidad) por una serie de alternativas, una de ellas igualmente adaptacionista, el uso-herencia lamarckiano, el cual había sobrevivido al weismannismo al amparo del evolucionismo teísta y el recapitulacionismo, como vimos en el capítulo v. En algún aspecto, el lamarckismo era preferible al darwinismo. Los evolucionistas teístas se habían volcado en su mayoría hacia Lamarck por razones morales (pensemos en el sentido positivo que aún hoy damos al esfuerzo individual como contrario al fatalismo que supone la selección darwiniana), mientras que los recapitulacionistas lo habrían hecho por simple conveniencia (vimos en ese mismo capítulo v que el uso-herencia era necesario a la ley biogenética, herramienta del programa filogenético). En el caso de los recapitulacionistas norteamericanos, también habrían entrado en juego las implicancias morales. Un claro ejemplo lo constituye el neolamarckista Edward Cope, para quien las acciones conscientes o voluntarias desempeñaban el papel de motor de la evolución: de ahí el nombre de psicolamarckismo con el que se conoció su teoría (Bowler, 2003, p.243).
Por supuesto, los darwinistas no ignoraban el rechazo que provocaban las consignas de «lucha por la vida» o «supervivencia del más apto», pero alegaban que la selección no era esencialmente inmoral. Algunos, como el botánico norteamericano Asa Gray (1810-1888), sostenían que la variabilidad sobre la que actuaba la selección darwiniana estaba orientada según el designio de una voluntad superior (constreñida por la voluntad de Dios), de manera que nada malo podía salir de esa selección (Gray fue uno de los pocos evolucionistas teístas seleccionistas). Del mismo modo, el conocido anarquista ruso Peter Kropotkin (1842-1921) defendió que en la naturaleza la selección favorecía la cooperación y no el egoísmo, justamente lo contrario de lo que pensaba Darwin (aunque las críticas de Kropotkin eran dirigidas a Thomas Huxley, bulldog darwinista). Aún hoy no conseguimos ponernos de acuerdo sobre qué selecciona la selección: ¿organismos?, ¿poblaciones?, ¿grupos familiares?,