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La crisis del programa filogenético
que el Santo Grial de la filogenia se hallaba en la ontogenia llevó a legiones de evolucionistas a la exploración embriológica (Eco, 2012, pp.283-312). Para cuando se supo que la ley era un engaño (en realidad eso nunca fue demostrado del todo, ni es lo que pensamos hoy, como veremos más adelante) se había aprendido muchísimo sobre embriología y su posible rol en la evolución. La moderna biología evolutiva del desarrollo no hubiera sido posible sin el loco aventurero de Haeckel.
La crisis del programa filogenético
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La embriología experimental y la genética mendeliana habían hecho caer a la recapitulación, otrora herramienta fundamental de reconstrucción filogenética. Los morfólogos y paleontólogos se vieron ante dos opciones: pensar alguna otra hipótesis auxiliar que reemplazara al uso-herencia lamarckiano (uno de los aspectos más cuestionados del recapitulacionismo), o lisa y llanamente abandonar la ley de Haeckel. Como vimos, muchos hicieron esto último, convirtiéndose al retardacionismo (aunque la embriología experimental y la genética mendeliana también refutaban la retardación, pero ese es otro asunto). Otros, en particular los paleontólogos, decidieron perseverar en la biogénesis (otro de los nombres dados a la ley del alemán), optando por reemplazar el uso-herencia con otros mecanismos, bastante más incomprensibles por cierto, como inercias o impulsos evolutivos.12 En definitiva, fue posible mantener el principio de adición terminal (y por ende preservar la recapitulación) sin la necesidad del uso-herencia o los efectos del ambiente (la condensación también fue reformulada, aunque de modo retorcido). Así, la ley biogenética de Haeckel pudo perdurar hasta mediados del siglo xx, al menos en el ámbito de la paleontología.
Por uno u otro lado, prevalecía entre los paleontólogos de mitad de siglo la opinión de que la evolución era motorizada por causas internas, desconectadas del entorno ambiental. Con ese panorama se encontrará George G. Simpson (1902-1984), el único paleontólogo que figura entre los socios fundadores del moderno evolucionismo. Más adelante nos ocuparemos de ese modo de evolución vislumbrado por Ameghino, conocido como evolución ortogenética o simplemente ortogénesis, nombre griego que hace referencia a su carácter rectilíneo.
12 Por supuesto, la deslamarckización de la evolución recapitulativa no fue inmediata ni absoluta; algunos mantuvieron una etapa adaptativa lamarckiana inicial, como se verá a continuación.