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El receso universitario
[ 1921 MARZO 16 ]
LA SOLICITUD DE BELAUNDE. En la edición del 16 de marzo de 1921, El Comercio publicó una carta de Víctor Andrés Belaunde dirigida a Juan Francisco Valega, presidente de la Federación de Estudiantes, en relación con la captura de Luis Fernán Cisneros. Allí, Belaunde decía: “La ejecución de los mandatos judiciales y la prisión de algunos ciudadanos sin juicio que la motive, compromete la existencia de las instituciones democráticas en el Perú, y por lo mismo, debe determinar una actitud por parte de los elementos estudiantiles. Yo no puedo desoír el llamamiento que se me ha hecho para que exponga a ustedes como maestro y amigo, el problema que se nos presenta y los deberes de la actual generación; y por eso pido la tribuna de la Federación de Estudiantes para expresar, en un ambiente científico y con entera imparcialidad mis ideas sobre el Poder Judicial y la democracia”. en su concepto, a la democracia con solo las excepciones de Venezuela y el Perú. Vinculó luego la necesidad de una reacción al problema con Chile. “No demos a nuestros enemigos (afirmó) el argumento barato de que no podemos exigir el predominio de la justicia en el exterior cuando predomina la fuerza en el interior’’. Hizo duros ataques a la “Patria Nueva”. “EI centenario de la libertad (expresó además) solo puede celebrarse con la realidad de la libertad. El único homenaje digno a los héroes es el esfuerzo para realizar o defender el ideal y las instituciones que nos dejaron”. A la Patria le era debida no solo el tributo de los monumentos y de las festividades sino, principalmente, el de la honradez de la vida ciudadana y de la realidad de las instituciones democráticas. Mientras, a su lado, Cisneros le repetía: “Apura, hermano, que anochece”, terminó formulando los términos de un presunto diálogo entre la estatua de San Martín, que iba a ser inaugurada aquel año, y la juventud. La conferencia de Belaunde, por su carácter espectacular y por los dramáticos episodios que la acompañaron o siguieron, fue un acontecimiento sin precedentes. Los que podían invocarse eran asaz distintos. Bartolomé Herrera defendió desde la cátedra su doctrina de la soberanía de la inteligencia contra la soberanía del pueblo, la divulgó en un sermón famoso pronunciado en la Catedral y afrontó luego la polémica periodística y en los exámenes de San Carlos. Los hermanos Pedro y José Gálvez realizaron análoga prédica por sus ideas democráticas en el Colegio Guadalupe. En su aula de Derecho Internacional, cuando el Gobierno declaró pirata al Huáscar rebelde, Ramón Ribeyro expuso a sus alumnos el error capital de este acto y contribuyó con su actitud a crear el movimiento de opinión que estalló con fuerza incontenible. Como profesor de Derecho Constitucional, Luis Felipe Villarán hizo la crítica vehemente del Código de Justicia Militar. El propio Belaunde en su discurso de apertura del año universitario de 1914 se ocupó de la crisis política del Perú. Todo ello había sido, en suma, bien distinto de la alocución pronunciada en el patio de la Facultad de Derecho el 22 de marzo de 1921 ante una multitud en la que había muchos y fervorosos estudiantes pero también otras personas, entre las que el propio Belaunde menciona, en sus memorias, a “los coroneles Alcázar y González”.
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[ III ]
EL RECESO UNIVERSITARIO.- Bajo la impresión del “atentado inverosímil consumado en la tarde de hoy”, un grupo de catedráticos, entre los que estaban Augusto Dammert, Pedro Dulanto, Arturo García, Pedro Irigoyen, José María y Ernesto de la Jara y Ureta, Juan Bautista de Lavalle, Óscar Miró Quesada y Carlos Monge, se dirigió el 22 de marzo al rector Javier Prado para afirmar que “un acto público de la universidad inviolable, por lo mismo, dentro del dogma de la autonomía universitaria” había sido “brutalmente interrumpido” por “una bárbara irrupción a mano armada cuyos preparativos se conocían en Lima” con “la cooperación, escandalosamente visible, de los agentes uniformados”. En concepto de los firmantes, la Universidad había quedado impedida de practicar decorosamente acto alguno, salvo que viniesen un amplio desagravio y una completa restauración de garantías. Por ello solicitaban el receso mientras permanecieran en sus cargos los ministros de Gobierno y de Instrucción.
Este documento, aunque explicable en su génesis, no era acertado. La institución universitaria no podía decidir acerca de la renuncia de dos miembros del Gabinete, como si fuera el Parlamento o el presidente de la República. El rector Prado, se dirigió en un oficio de protesta al Ministerio de Instrucción, en el que adjudicó la responsabilidad de lo ocurrido a las autoridades y pidió una satisfacción inmediata. El ministro Óscar Barrós repuso que quien hacía esa afirmación no había estado presente cuando ocurrieron los hechos por él denunciados y que había solicitado a su colega en la cartera de Gobierno que hiciera las averiguaciones del caso.
El 26 de marzo fue suscrito un nuevo manifiesto por un numeroso grupo de catedráticos, encabezado por Manuel Vicente Villarán, en el que figuraban, aparte de los firmantes en la nota del 22 de marzo, entre otros, Ricardo L. Flórez, Felipe de Osma, Ernesto Araujo Álvarez, Ezequiel