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La dimisión de Leguía

LUIS MIGUeL SÁNCHeZ CerrO (1889 – 1933)

el teniente coronel piurano encabezó la revolución militar que depuso a Augusto B. Leguía del gobierno en agosto de 1930. Tras el derrocamiento, Sánchez Cerro presidió una Junta Militar hasta marzo de 1931. en octubre de ese mismo año, se convirtió en presidente constitucional, tras ganar el proceso electoral. Luego de dos intentos fallidos de acabar con su vida, fue asesinado en 1933. Los victimarios fueron militantes apristas que le dispararon en el hipódromo de Santa Beatriz, en Lima. de luz que aclarara su auténtica condición de traidor o servidor sincero y noble. Pero, para decir verdad, nada adiviné, tal era la confianza que me inspiraba por su doble rol de pariente y amigo”.

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Leguía afirma que, según los empleados de la Embajada de Chile donde se asiló Mariátegui en agosto de 1930, este preguntaba reiteradamente si le habían llamado de Palacio pues debía presidir la Junta de Gobierno; y agrega que no fue tan cruelmente perseguido y ultrajado como los demás leguiistas y que se le permitió en un breve plazo abandonar el país rodeado de toda clase de garantías. Todos estos argumentos no reflejan sino sospechas o indicios; no han sido presentadas todavía las pruebas fehacientes de la traición de Foción Mariátegui, si bien muchos de los leguiistas lo acusan. Pero si aceptamos que, dentro de la conspiración de Sánchez Cerro estuvieron acérrimos antileguiistas, no parece probable que confiaran en uno de los más altos representantes del leguiismo, en el hombre que podía ser considerado como el número dos del régimen.

El 22 de agosto de 1930 se sublevó la guarnición de Arequipa, encabezada por el comandante Luis M. Sánchez Cerro. La justificación doctrinaria de este pronunciamiento fue hecha en un bello y lírico documento escrito por José Luis Bustamante y Rivero que causó enorme impresión en todo el país.

Si el acontecimiento de Arequipa no se hubiera producido o hubiese sido ahogado, habrían quedado otras conspiraciones en marcha. En Lima se estaba preparando una para el mes de setiembre y, asimismo, anunciábase una expedición armada de un grupo de desterrados. Todo parece indicar que el régimen de Leguía no habría sobrevivido al año de 1930.

El gesto de Arequipa podía ser un hecho formidable si contaba con el apoyo de las demás guarniciones del sur, especialmente, de la cuarta división cuyo cuartel general estaba en Puno y donde hallábase acantonado el mayor contingente de tropas de la zona. Esas tropas se pronunciaron el 23 de agosto. El comandante Grow, jefe de la base de hidroaviones de Ancón, que había volado sobre Arequipa para arrojar propaganda gobiernista, fue apresado al aterrizar en Camaná.

LA dIMISIÓN de LeGUíA.- Ante la noticia de la sublevación del sur, el domingo 24 de agosto de 1930 por la mañana reunió Leguía al Gabinete que presidía Benjamín Huamán de los Heros (en la cartera de Gobierno) e integraban Pedro M. Oliveira (Relaciones Exteriores), el general José Luis Salmón (Guerra) (1), Fernando Fuchs (solo desde poco tiempo antes con motivo de la renuncia de Manuel G. Masías para ir a la senaduría por Madre de Dios), Alfredo Mendiola (Fomento), José Angel Escalante (Justicia e Instrucción) y el contralmirante Augusto Loayza (Marina). Anunció entonces su intención de no luchar, de organizar un ministerio militar y de reunir al Congreso para dimitir. Escogió a los generales Pedro Pablo Martínez y Fernando Sarmiento y con ellos acordó ofrecer a Manuel Vicente Villarán y a Anselmo Barreto sendos portafolios. Este aceptó y aquel se negó. Por la tarde concurrió Leguía al hipódromo de Santa Beatriz. Sus caballos triunfaron en dos carreras. Recibió aplausos y contestó como de costumbre con el sombrero de copa en alto. Civilista o anticivilista, en 1904 como en 1908, en 1912 como en 1919 y en 1930, agobiado por terribles problemas y en las horas de apoteosis, Leguía no faltaba al hipódromo en las tardes de los domingos. Poseía desde muchos años atrás el stud Alianza, el mejor por cierto. ¿Y no eran también tareas de jugador las dos grandes ocupaciones de su vida: la de hombre de negocios y la de político?

(1) El presidente Leguía ejerció dentro de una máxima autonomía su potestad constitucional nombrando varias veces ministros de Guerra a civiles. Entre 105 antecesores del general Salmón estuvieron, por ejemplo, Germán Luna Iglesias, Fermín Málaga Santolalla y Emilio Sayán y Palacios, el parlamentario de oposición en 1920 y 1921. En otras oportunidades las personas escogidas fueron, como en el caso del último Gabinete, personajes castrenses libérrimamente seleccionados, con discreto afán por preferir a quienes no implicaran ulterior peligro. Esta libertad de movimiento repercutió también en las designaciones para 105 altos mandos de los institutos armados. La práctica de uncir en ellas (así como a las de carácter ministerial) rígidos preceptos de precedencia o jerarquía se convirtió en una norma después de 1926. Así quedó mermado en forma peligrosa el poder presidencial. Pero, por otra parte, una buena proporción de las agitaciones entre 1930 y 1931 habría sido evitada o disminuida si el ejército hubiese tenido entonces unidad institucional.

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LA LLeGAdA de SÁNCHeZ CerrO. Tras el golpe de estado a Augusto B. Leguía, el comandante Luis Miguel Sánchez Cerro se trasladó de la ciudad de Arequipa, lugar de inicio de la revuelta, con rumbo a la capital, donde fue recibido con entusiasmo por sus seguidores (I). de inmediato, constituyó una Junta Militar para que se encargara del gobierno del país. en esta imagen lo vemos (al centro) con los miembros de dicha junta, a finales de 1930 (2).

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SÁNCHeZ CerrO Y SU GABINeTe

en 1930, el militar limeño eulogio Castillo (aquí en una caricatura de la época) fue designado ministro de Fomento de la Junta de Gobierno instaurada por Luis Miguel Sánchez Cerro. el gabinete estuvo conformado además por el general Manuel María Ponce (presidente del Gabinete), el capitán Julio Goycochea (relaciones exteriores), el teniente coronel Arturo Zapata (Justicia, Culto e Instrucción), el coronel ricardo Llona (Hacienda), el mayor eduardo Castro ríos (Fomento) y el contralmirante César Bielich (Marina y Aviación)

Al hipódromo le fue a buscar la noticia de que había una gran efervescencia en la ciudad. Grupos de gente gritaban en las calles:”¡El tirano ha huído! ¡Se ha marchado en avión!”. Regresó Leguía a Palacio y hubo gritos y disparos en su camino. Al anochecer, el general Pedro Pablo Martínez, ante algunas resistencias que encontró en grupos militares según los cuales no contaba con simpatía entre la oficialidad, manifestó su decisión de no constituir el Gabinete y quedó Sarmiento, director de la Escuela Militar, en una fórmula que tampoco incluyó ya a civiles. En ella estuvieron, aparte de Sarmiento (Guerra) el capitán de navío Julio Goycochea (Relaciones Exteriores), el coronel Roberto López (Gobierno), el coronel Germán Yáñez (Justicia e Instrucción), el coronel Ernesto Montagne (Hacienda) y el coronel Eulogio Castillo (Fomento). Leguía se proponía renunciar a su cargo ante el Congreso al día siguiente y así dejar el poder al Gabinete Sarmiento.

Mientras juraba este ministerio, a la sala donde tenía lugar esta ceremonia, que era el llamado salón incaico, provisional y con adornos de cartón, en la esquina de las calles Palacio y Desamparados, se presentó un jefe para anunciar que los personeros de la guarnición de Lima sesionaban en el Estado Mayor con el fin de organizar una Junta Militar. Poco después llegó a Palacio la noticia de que un grupo de esos jefes y oficiales habían decidido apersonarse ante el Presidente. A las tres de la madrugada se presentaron, en efecto, en número de setenta a cien, y Leguía los recibió en el mismo salón, donde veíase aún la mesa del juramento con el crucifijo los candelabros. Un capitán apellidado Meneses Cornejo habló en tono airado y le exigió la dimisión. Fue interrumpido por el comandante Bueno, quien dijo, más o menos, lo siguiente: “Señor: El capitán no interpreta bien el pensamiento de nosotros. Tenemos por usted consideración y respeto. Ha vestido el uniforme del soldado y defendió la patria. Pero está rodeado de un grupo de... de un grupo de... sinvergüenzas, señor. Los oficiales de la guarnición de Lima consideran que ha llegado el momento en que deje usted el poder en manos de una junta militar que tenga la confianza de ella”. El Presidente hizo algunas atingencias. “Gobernar es muy difícil…”, afirmó. El general Sarmiento expresó que no tenía inconveniente en dimitir y así su Gabinete resultó el de más corta duración en la historia del Perú. Se produjeron algunos diálogos desagradables. Juan Leguía quiso tomar la palabra y fue interrumpido. Tampoco quisieron escuchar a Foción Mariátegui. Por fin se leyó la lista de la junta. Debía presidirla el general Manuel María Ponce, jefe del Estado Mayor. En el cambio de ideas que sobrevino, fue sugerida la inclusión del coronel Eulogio Castillo y Leguía le pidió que no negase su aquiescencia. El personal finalmente designado fue el siguiente: El general Manuel María Ponce como presidente, el coronel Eulogio Castillo (Gobierno), el capitán de navío Julio B. Goycochea (Relaciones Exteriores), el teniente coronel Arturo Zapata Vélez (Justicia, Culto e Instrucción), el coronel Ricardo Llona (Hacienda), el mayor Eduardo Castro Ríos (Fomento), el contralmirante César Bielich (Marina y Aviación). Todos prestaron juramento tal como lo habían hecho poco antes Sarmiento y sus colegas. A pesar de que se dijo que Sánchez Cerro sería ministro de Guerra, quien juró en este cargo fue Castro Ríos, si bien ofrecieron luego al jefe de Arequipa un puesto en la Junta (1) .

Leguía había pensado formar el Gabinete militar, como se ha visto, hasta que al día siguiente el Congreso tomara conocimiento de su renuncia y aprobase la constitución de la nueva junta. Ponce y sus colegas exigieron su salida inmediata del poder para adquirir así una personería inmediata como gobierno autónomo. Según se ha dicho, el Presidente abrió en ese momento con sus propias manos la caja donde estaba el documento que redactara veinticuatro horas antes y con voz serena y firme dio lectura a su texto. Entre las frases que contenía estuvo la de “Si el Perú quiere progresar sin mí, en buena hora”, que demostraría con jactancia la fe en su misión y la sinceridad de su creencia en ella. También se preocupó mucho de que no se alterase el orden constitucional; pero él lo había roto con la sublevación del 4 de julio de 1919.

(1 ) Toda la información aquí resumida la proporcionó un testigo excepcional, Teodosio Cabada, gran amigo, eminente peruano.

Aquella noche durmió Leguía en Palacio; pero ya no gobernaba sino en el terreno que pisaba.

El embajador de Chile Conrado Ríos Gallardo lo invitó para que se asilara en su residencia; pero no aceptó esta oferta para no comprometer “la amistad que acaba de nacer”. En la madrugada del lunes 25 de agosto de 1930 y por una puerta lateral, sin que fuera reconocido por la gente inquieta que ya se veía en las calles, abandonó para siempre la casa de Gobierno y partió para embarcarse en el Callao en el Grau, que debía conducirlo a Panamá. En medio de la traición de algunos, del abandono de otros y de la pasividad de muchos, se destacó la lealtad de unos pocos, entre los que estuvo su edecán, el oficial de Marina Teodosio Cabada, que lo acompañó en esos momentos.

La Junta Militar presidida por el general Ponce no fue bien recibida por la opinión pública en Lima, no obstante el manifiesto que publicó donde anunció que había exigido y obtenido la renuncia de Leguía (cosa que no era totalmente exacta) y ofreció la convocatoria a una Asamblea Nacional; una nueva Constitución; la derogatoria de la Ley N° 6815 de 14 de marzo de 1930 que exigía un boleto de entrada en las salas de juego de envite, o sea que las legalizaba; la supresión de los monopolios; la protección de la industria nacional; severa vigilancia y pureza en el manejo de la hacienda pública; y sanción eficaz para quienes se habían enriquecido con el dinero público. Formaban parte de esta junta personas a quienes se consideró demasiado vinculadas al régimen caído. Aunque ella decretó el receso de las Cámaras, la amnistía general y la libertad de los acusados políticos, algunos de sus nombramientos ratificaron las sospechas acerca de tales contactos. A bordo del crucero Almirante Grau, un grupo de jefes de la marina, con la falsa noticia de un levantamiento comunista en Lima, hizo concebir a Leguía la ilusión de que su dimisión no tenía validez. El crucero enarboló la insignia presidencial. Bien pronto resultó vana toda esperanza pues la sublevación era un hecho consumado. Solo encontró eco favorable el llamado del Grau en la base de Ancón. El viaje al extranjero fue impedido por el comandante Sánchez Cerro con una enérgica intimación a la Junta de Lima. La salud de Leguía estaba quebrantada, padecía de una inflamación prostática, tenía retención de orina y hallábase con fiebre. Lo atendió en el Callao el doctor Mac Cormack. Cuando se le manifestó que el Grau veíase obligado a regresar a ese puerto, dijo el Presidente caído que él no quería que nadie sufriese por su causa y que si era lo mejor para la oficialidad y los tripulantes, así debía hacerse. La excitación pública en la capital continuó con gran intensidad. La corriente popular era la de entregar el poder a los rebeldes del sur y, sobre todo, a su flamante caudillo. Una multitud asaltó la residencia del ex presidente y destrozó, quemó o robó criminalmente sus enseres. Al enfrentarse a la policía hubo un estudiante y varios obreros muertos. El ataque y el saqueo se repitieron en las casas de algunos de los más destacados personajes del leguiismo. A los militares de Lima, Sánchez Cerro les envió un telegrama que contenía las siguientes frases: “l. Mis nobles patrióticos ideales hoy más que nunca interésame afianzarlos eficientemente. 2. No me interesa conocer si tropas primera, segunda, quinta división han reconocido incidental y flojamente esa Junta. 3. No se trata de hacer comprobación efectivos disponibles sino ver patrióticamente calidad elementos que respondan al imperioso llamamiento patria”.

“Hago caso omiso al reconocimiento Cuerpo Diplomático esa Junta, opinión nacional es la única tomo en consideración. Toda opinión extranjera asuntos internos mi Patria rechazo de plano. 8. Espero respuesta hasta una de la mañana. Caso no obtenerla hasta esa hora no deseo continuar esta clase ajetreos políticos criollos. Luis M. Sánchez Cerro”. La Escuela Militar fue el centro principal de la resistencia a la Junta de Ponce y de adhesión al caudillo de Arequipa. También colaboraron con esta actitud el Centro de Aviación de las Palmas, el regimiento de caballería N° 5, la compañía de ametralladoras pesadas y la Escuela Naval. El viaje de Sánchez Cerro a Lima en aeroplano precipitó la caída de la Junta el 25 de agosto y la formación de una nueva junta militar dos días después, el 27 de agosto. Presidente de ella fue Sánchez Cerro. Integraron esta junta, además: el coronel Ricardo Llona (Hacienda), el mayor Alejandro Barco (Guerra), el coronel Eulogio Castillo (Fomento), el coronel Ernesto Montagne (Relaciones EN LA MADRUGADA DEL LUNES 25 DE AGOSTO DE 1930 Y POR UNA PUERTA LATERAL, SIN QUE FUERA RECONOCIDO POR LA GENTE INQUIETA QUE YA SE VEÍA EN LAS CALLES (LEGUÍA) ABANDONÓ PARA SIEMPRE LA CASA DE GOBIERNO Y PARTIÓ PARA EMBARCARSE EN EL CALLAO, EN EL GRAU, QUE DEBÍA CONDUCIRLO A PANAMÁ.

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