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Las conferencias de Washington
escuelas peruanas, sostenidas por ellos mismos. La mayor parte de estas instituciones desaparecieron, con perjuicio y peligro para quienes las integraban. Cuando se inició la primera suscripción para adquirir, por erogación popular, buques para la escuadra nacional, Tarapacá aportó suma mayor que todos los demás departamentos juntos. También en esa región halló la Compañía Peruana de Vapores gran número de accionistas apenas se formó. Muchos jóvenes tarapaqueños viajaban por varios años a Lima para hacer espontáneamente el servicio militar; y hubo en el ejército y la armada jefes y oficiales oriundos de allá.
Alma de buena parte de los esfuerzos desplegados de 1883 a 1920 fue Ezequiel Ossio Peñaranda. Desde 1918, Ossio multiplicó su labor. A sus expensas, dos comisionados, Manuel T. AImonte y Ezequiel Ossio, viajaron a Washington, apenas quedó acordado realizar las conferencias entre Chile y el Perú en esa ciudad. Isaac Alzamora prestó su concurso a los tarapaqueños y preparó un memorial al presidente Harding. Víctor Andrés Belaunde redactó un estudio en el que sostuvo la tesis de que el Tratado de Ancón se celebró por un gobierno que no representaba al Perú, que fue una imposición unilateral para consagrar la conquista y un instrumento de opresión violado por el mismo Chile en la cláusula tercera relativa a Tacna y Arica, lo cual, por carácter indivisible de dicho pacto, redundaba en su nulidad total.
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Ossio sufrió represalias económicas en sus intereses, representados por los yacimientos salitreros de Camiña, como consecuencia de su enérgica actitud. Después de haber tenido gran fortuna, falleció pobre en Barranco el 27 de setiembre de 1928.
LAS CONFERENCIAS DE WASHINGTON.- Los tarapaqueños hallaron, al comenzar sus gestiones con motivo de las conferencias de Washington, ambiente propicio en las esferas oficiales peruanas. Pronto sus ilusiones sufrieron un revés por acción de sus mismos compatriotas. Asegúrase que el Gobierno de Washington aconsejó discretamente al de Lima no insistir en la nulidad del Tratado de Ancón. Ella implicaba, en teoría, volver al estado de guerra interrumpida en 1883 y el Perú no estaba preparado ni dispuesto a afrontarla. Los años habían pasado con sus efectos inexorables y los lazos y los intereses que unían a Tarapacá con Chile eran muy vastos. No parecía lógico desconocer un tratado después de casi cuarenta años de firmarlo. Si de recoger firmas para memoriales u otros documentos se trataba, muchas más se hubieran obtenido a favor de Chile en Iquique y demás poblaciones de aquella región en 1918, 1919, 1920 o 1921, que las obtenidas por Ossio y sus abnegados coterráneos. En un plebiscito celebrado allí en aquellos años, la victoria chilena habría sido indudable.
El mundo, a pesar de la retórica profusa vertida contra Alemania, que ya comenzaba a ser olvidada, no había perdido su sentido feroz de la realidad. ¿Cuál podía ser el panorama internacional si los Estados comenzaban a hacer el desconocimiento de sus tratados? ¿Qué gran potencia no amparaba bajo sus dominios alguna flagrante injusticia contra pueblos irredentos? Gobernaba Estados Unidos, a donde se dirigían las miradas anhelosas de los tarapaqueños peruanos, Warren Harding y ya entonces existían o se preparaban, bajo su amparo, los negocios amorales que luego degeneraron en escándalo sin precedentes.
El asunto de Tarapacá no fue mencionado en la invitación de Harding a la conferencia ni en el discurso del secretario de Estado Charles Hughes al inaugurarla. Porras y Velarde manifestaron enérgicamente a la Cancillería de Lima que había que abandonarlo por considerar que insistir en él implicaba “en forma irremediable el sacrificio de Tacna y Arica y el desprestigio del Perú”.
Las conferencias de Washington se realizaron en secreto. Duraron dos meses, del 15 de mayo de 1922 hasta el 20 de julio de 1922. Hubo debates jurídicos y políticos. No se logró ningún acuerdo porque las partes mantuvieron sus respectivas tesis. En la primera sesión los delegados peruanos plantearon la devolución lisa y llana de Tacna y Arica a su país. Los representantes chilenos propusieron cuatro fórmulas de arreglo, todas ellas destinadas a cumplir el plebiscito EZEQUIEL OSSIO (1859-1928)
Natural del puerto de Pisagua, en la provincia de Tarapacá, este político fue uno de los peruanos que lucharon activamente por la liberación de Tacna y Arica tras la guerra del Pacífico. Como parte de su labor en esta causa. Ossio viajó en 1922 a la ciudad de Washington (Estados Unidos) con el propósito de realizar una serie de conferencias secretas con el gobierno de Chile. Estas, sin embargo, no produjeron resultados.