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La amistad peruano-chilena

61 estacas y tres cuartos no podían pasar al dominio de Chile por el mero hecho de la ocupación militar del territorio boliviano de Antofagasta y subsecuente estado de guerra con el Perú, sino que quedaban bajo el amparo que la ley internacional otorga a toda propiedad privada aun en tiempo de guerra. Chile se apoderó de las salitreras del Toco el 14 de febrero de 1879 cuando todavía no estaba en guerra con el Perú, la que fue declarada cincuenta días después; y tomó posesión provisional del litoral boliviano por el pacto de tregua de 4 de abril de 1884 después de haber firmado el tratado de paz con el Perú el 20 de octubre de 1883 y adquirió veinte años después la propiedad definitiva del dicho litoral con el tratado de 20 de octubre de 1904 cuando también estaba en paz con el Perú. Este último pacto, en el artículo V, Chile se obligó a indemnizar a don Juan C. Meiggs por los derechos provenientes del arrendamiento de las salitreras del Toco, hecho a Bolivia en 1876. (1)

Durante la guerra peruano-chilena, Meiggs transfirió las pertenencias peruanas a Carlos Watson. La dictadura de Piérola se desentendió del asunto. Watson y sus socios, a pesar de una negativa inicial del Poder Judicial chileno, lograron adueñarse de las propiedades que, por último, pasaron a poder de la casa Guggenheim.

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Amparado en la declaración del Congreso de 1886 sobre la nulidad de los actos dictatoriales de Piérola y conforme a las leyes vigentes sobre denuncios de bienes nacionales ocultos o ilegalmente poseídos, Felipe D. Schiattino presentó ante el Gobierno peruano el caso de las salitreras del Toco. Por razones de carácter diplomático, no fue atendido. Cuando se produjeron las conferencias de Washington en 1922, Schiattino insistió e hizo lo mismo en 1929. Sin duda, estas gestiones eran tardías. Pero merecen una investigación especial, siquiera en sus etapas iniciales y en sus aspectos históricos.

LA AMISTAD PERUANO-CHILENA.- El contralmirante Roberto Chappuseaux, agregado naval de la Embajada especial que el Gobierno de Chile acreditó ante el Perú, con motivo de la inauguración del nuevo período presidencial de Leguía en 1929 entregó, en nombre de los cadetes navales de esa República, un significativo obsequio a sus camaradas de la Escuela Naval del Perú. Esta atención fue correspondida por los cadetes peruanos, con motivo del viaje de la escuadra nacional a Chile en el mes de marzo de 1930. Ambos gestos fueron interpretados como señales del espíritu de confraternidad que presidía la nueva convivencia entre las dos naciones reconciliadas.

En noviembre de 1929 llegó al Callao el buque escuela chileno General Baquedano en su visita de confraternidad. Su oficialidad y tripulación recibieron diversos homenajes oficiales y sociales, rindieron homenaje a Grau ante la estatua de este héroe en el Callao y luego desfilaron por las calles de Lima y ante el presidente Leguía.

El 4 de marzo de 1930 los cruceros Almirante Grau y Coronel Bolognesi y los submarinos R-1, R-2, R-3 y R-4 zarparon del Callao con rumbo a Valparaíso, en cumplimiento del itinerario del crucero de verano formulado por la superioridad naval y en el que se había considerado una visita de cordial amistad a dicho puerto, en retribución a la que hiciera al Callao la fragata General Baquedano.

El 8 de marzo y a la altura de Punta Angamos la escuadra se puso en contacto con el acorazado chileno Prat y en tan significativo encuentro se cambiaron los saludos protocolarios.

La escuadra fue recibida con vivo entusiasmo en Valparaíso el 11 de marzo y tanto en este puerto como en la ciudad de Santiago el personal que la tripulaba fue objeto de cordiales manifestaciones de simpatía, emanados de los elementos navales y oficiales y del pueblo.

(1) Datos tomados de las instrucciones del ministro Alberto Salomón a los plenipotenciarios en Washington Melitón Porras y Hernán Velarde, 20 de marzo de 1922. Pp. 23-27. Archivo Velarde. ENRIQUE CASTRO OYANGUREN (1875-1938)

Destacado como ministro plenipotenciario en Quito, el periodista y diplomático pisqueño suscribió en 1924 el Protocolo Ponce-Castro Oyanguren. Castro inició su carrera diplomática en 1895, como secretario del Ministerio de Relaciones Exteriores. En 1899, ingresó también al mundo periodístico, colaborando en la redacción del diario El Tiempo. Desarrolló en paralelo ambas actividades por el resto de su vida.

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