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Los notables progresos de la cirugía
constantIno t. carVallo (1853-1919)
el médico limeño fue uno de los más destacados en el campo de la cirugía y la ginecología en el perú, de fines del siglo XIX a inicios del XX. asumió la cátedra de Ginecología en la universidad Mayor de san Marcos y fue uno de los precursores en el uso de la esterilización y la asepsia en las salas quirúrgicas. fue además el primero en traer y utilizar una máquina de rayos X en el perú.
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Tanto Biffi como Agnoli volvieron a Italia, el primero en diciembre de 1904, cuando el gran peligro había pasado, el segundo en 1910.
los notables proGresos de la cIruGía.- Los avances de la cirugía en Lima a mediados del siglo XIX hállanse ligados a varios médicos extranjeros. El francés Pedro Manuel Dounglas, egresado de la Universidad de Montpellier, llegó en 1830 y practicó y enseñó muchas operaciones importantes y aun hizo varias de orden tocológico. Se alejó del país hacia 1849. Evaristo D’Ornellas contribuyó a la renovación de la Facultad de Medicina en 1856 y estimuló la devoción a la cirugía y a la oftalmología. Como Dounglas regresó a Europa. Rafael Gray, natural de Bogotá, con estudios en Francia, vino al Perú hacia 1856 para colaborar en la obra renovadora de Cayetano Heredia y, aunque su labor docente no logró larga duración, sus grandes éxitos operatorios lo convirtieron en uno de los renovadores de la cirugía en el Perú.
La escuela quirúrgica peruana tuvo una gran figura en Lino Alarco que utilizó el cloroformo como anestésico a partir de 1857, intervino en 1878, después de su fecundo viaje a Europa, en la cavidad del vientre, superando así la etapa en que la cirugía dominante era la de miembros, y practicó en 1878 por vez primera en el país una operación de ovariotomía. En 1903 llegó a ser elegido primer vicepresidente de la República.
Néstor J. Corpancho, nacido en 1849 y fallecido en 1902, hizo estudios de perfeccionamiento en Europa y en Estados Unidos y se especializó en la cirugía de mujeres. “Antes de él (escribió Enrique León García en un discurso en elogio de Eduardo Bello pronunciado en 1937) la cirugía en Lima consistía principalmente en amputaciones, extirpación de tumores externos y en otras intervenciones sencilla. No hablo de la cirugía que practicaba el Dr. Lino Alarco por tratarse de una verdadera excepción; pero sí puedo afirmar que la ginecología no existía comparada con lo que es hoy. El Dr. Corpancho abrió el vientre, penetró en las vísceras, intervino sangrientamente con valor y libertad no usadas hasta entonces en nuestro medio quirúrgico”.
Una nueva época estuvo simbolizada por Constantino T. Carvallo (nacido en 1853 y fallecido en 1919), a quien fue confiada la cátedra de Ginecología creada en 1897. Carvallo siguiendo el camino iniciado por Alarco y Corpancho, implantó en la Maison de Santé y en el Hospital de Santa Ana los procedimientos de esterilización y las prácticas de la moderna asepsia quirúrgica. Fue también el primero en emplear en el Perú la estufa seca Poupinel para la esterilización, los guantes de goma de Halstear y Chaput y, asimismo, el primero en traer un aparato de rayos X.
Eduardo Bello, nieto del ilustre humanista venezolano Andrés Bello, nació en Lima en 1870 y se recibió de médico en 1894. Su práctica como cirujano empezó en el Hospital Militar de San Bartolomé con los numerosos heridos en el combate que realizó en las calles de Lima en marzo de 1895; entre muchos otros, curó al entonces capitán Samuel del Alcázar. De su experiencia en aquel hospital ha contado él mismo en unos apuntes autobiográficos incluidos en el libro La obra de los médicos en el progreso del Perú (Lima, 1934): “Entonces ignorábamos la asepsia y manejábamos defectuosamente la antisepsia, sirviéndonos como era de uso universal, de irritantes y tóxicos como el sublimado y el ácido fénico, el repugnante iodoformo; todavía reinaban las hilas preparadas por manos sépticas y los lavados copiosos con soluciones nada garantizadas. Las terribles complicaciones sépticas de las heridas no estaban vencidas, en la sala a mi cargo se presentaron erisipelas, gangrenas sépticas, infecciones purulentas y me restaron muchos éxitos; pero no me desanimaron, operé lo indispensable y salvé a la mayoría de mis operados”. Su experiencia se acrecentó considerablemente en el Hospital de Mujeres de Santa Ana en el que estuvo asociado durante un tiempo a otro gran cirujano, Juvenal Denegri quien le enseñó técnicas nuevas aprendidas en el extranjero, ya que Bello nunca viajó fuera del país. Ayudó además, a muchos jóvenes especialistas como verdadero “Mecenas hospitalario” y llegó a ceder, en beneficio de ellos, su material de trabajo y el contingente de su práctica, de su experiencia y de su consejo y, a la vez, aprendió de ellos