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Médicos, abogados e ingenieros

la Medicina en el PeRÚ

en la década de 1860, una serie de reformas emprendidas por el doctor cayetano Heredia en la Facultad de Medicina de la Universidad Mayor de San Marcos sirvió para reforzar la calidad profesional de sus alumnos. a principios del siglo XX, la medicina era una de las profesiones con mayor prestigio en el Perú. Muchos médicos se involucraron en la vida política y social del país, además de la científica. en esta imagen de 1924, vemos al doctor esteban campodónico, un reconocido profesional de este tiempo. veces, en los ramos de Fomento, de Relaciones Exteriores y algún otro. En todo existen, sin embargo, embriones o bases para la tecnificación. Coexisten, al mismo tiempo, la costumbre de buscar en los puestos públicos un refugio para quienes no se abren paso en la vida de otros capos, o para la clientela de los partidos políticos y del mandamás de turno, o para quienes necesitan una limosna o un subsidio. Dentro de quienes profesionalmente son empleados públicos a pesar de las podas políticas hechas en 1919, 1930 y 1948 y en otros años, puede haber aptitudes y honorabilidad muy respetable o rutina ciega o también cinismo impúdico después de todas las injusticias padecidas. Se carece de un régimen bien estudiado en cuanto a las pensiones frente a su incesante y peligroso crecimiento y proliferación que algún día ha de estallar.

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En el ramo de la Educación hay personal especializado y competente, como también algunos funcionarios que no lo son; aquel no recibe siempre el estímulo que se le debe otorgar. Solo a partir de la ley orgánica de 1941 se ha generalizado la profesionalización en el nivel de los colegios secundarios. En cuanto a la primaria, los cuadros de egresados de las escuelas normales no han bastado, hasta hace poco, para las creaciones anuales de plazas en los planteles de la República; de resultas de ello y por el sistema de las recomendaciones surge la creación anual de un magisterio improvisado. La educación industrial de varones y de mujeres y la agropecuaria suelen vivir desorientadas y sin enlace con la realidad del país y la comercial tampoco obtiene la debida atención. Falta un instituto de altos estudios pedagógicos donde renueven sus conocimientos los maestros, aun los que ocupan los más importantes cargos. Las influencias políticas predominan demasiadas veces en los ascensos, traslados y nombramientos de inspectores (1) , profesores, profesoras y auxiliares, y se ha acentuado en los últimos tiempos la injerencia parlamentaria en este vital aspecto de la administración pública. Una ley (la Nº 15215), sobre escalafón del magisterio fue discutida en 1964 y promulgada después aunque no aplicada efectivamente.

MÉdicOS, aBOGadOS e inGenieROS.- Los profesionales descollantes a lo largo del siglo XIX fueron los médicos y los abogados. La continuidad, la estabilidad y la eficiencia adquiridas en los estudios de San Fernando a partir de las reformas de Cayetano Heredia dieron a aquello, evidente importancia profesional y social. Las preocupaciones higiénicas y sanitarias que se fueron desarrollando a lo largo de esta centuria y se acentuaron en la siguiente, contribuyeron a que los médicos formaran un grupo respetado, de sólida influencia, muy activo en la vida política y científica, colocado no pocas veces a la vanguardia de esta última. Consultorios y visitas les sirvieron en múltiples ocasiones para el despliegue de una generosidad, un sentido humano y una abnegación notables. No faltaron estudios en estas ciencias que rozaron las condiciones sociales en relación con la miseria, la mala alimentación y la deficiente vivienda, aunque no hubo en ellos una intención proselitista o doctrinaria. Los ideales de la práctica profesional libre, la tolerancia ideológica y la tendencia a la especialización cortaron las derivaciones que estos aportes pudieron tener hacia una actitud socializante.

Los abogados, más numerosos que los médicos y más audaces en su situación pública, ocuparon un puesto privilegiado en la vida política del Perú a través del siglo XIX. En cierto sentido, reemplazaron al clero en el papel importante que había desempeñado en la época colonial. Fueron durante un tiempo, junto con aquel, la única profesión preparada. Socialmente, provinieron en una época larga, a veces de las grandes familias tradicionales y también de las que podían ser calificadas como de terratenientes y pequeños propietarios provincianos. Estuvieron a la cabeza de las transformaciones jurídicas, los cambios en la codificación, la abundancia legislativa. Algunos lograron grandes fortunas en el ejercicio profesional o vasto prestigio por su elocuencia

(1) Sobre la “politización” de los inspectores apenas se iniciaron y el debate alrededor de la supresión o la permanencia de ellos, véanse los capítulos relativos a la historia educacional.

y su habilidad forense. Hubo unas cuantas respetadas dinastías de juristas formadas por abuelos, padres, hijos, nietos consagrados a la misma profesión. Muchos de los parlamentarios más distinguidos del siglo XIX fueron abogados. Del bufete y de la tribuna pasaron con facilidad al poder. Alguno o algunos estuvieron listos para redactar decretos o manifiestos al servicio del presidente, por más arbitrario que este apareciera. Al lado del sátrapa con entorchados siempre ha habido (dijo Gonzáles Prada) el abogado de alma hebrea y de corazón cartaginés. No faltaron tampoco en juzgados y tribunales los “tinterillos” y los picapleitos para formar una fauna que, por lo demás no es solo nacional. Por otra parte, hubo rábulas al servicio del caciquismo para despojar a los indios y que redujeron la justicia a estrecho y vacuo formulismo, a simple juego de sutilezas de práctica judicial para invertir la verdad, legitimar la impunidad de los poderosos y acallar en presidios el clamor de los oprimidos con el respeto a la ley, a las libertades ciudadanas, a la tolerancia en las ideas dadas muchas veces por abogados dignos de ese nombre. La magistratura, en general, fue, durante el siglo XIX, salvo algunas provincias del interior, respetada y respetable. Tendió a ser a veces genuflexa ante el poder político después de 1921, con honrosas excepciones.

El establecimiento de la Escuela de Ingenieros en la década de 1870 señaló la llegada de nuevos tiempos sensibles a la industria y a la ciencia. Después de 1920 comenzó una prédica a favor de los que “hacían” para ponerlos por encima de los que hablaban. El Ministerio de Fomento, creado por Piérola y dotado de creciente importancia con motivo de los planes ferrocarrileros de principios del siglo, asumió, de hecho, durante el Oncenio leguiista, funciones de gran envergadura con las obras públicas. Los técnicos cumplieron un papel descollante en ellas. Por su parte, los ingenieros agrónomos egresados de la Escuela fundada a principios del siglo tuvieron un papel directivo en la trascendental revolución agrícola técnica operada en la costa. Los arquitectos, a su vez, colaboraron en forma notable en el desarrollo urbano. No hubo en cambio, preocupación del Estado y de los particulares por asuntos también de carácter fundamental como la planificación económica y social.

En conjunto acaso la labor de los ingenieros ha sido de hecho más importante para el Perú de la primera mitad del siglo XX que la obra de los abogados. Estos han contribuido con una vasta y frondosa legislación del trabajo que beneficia al obrero y empleados (si bien no ha llegado a los campesinos) y con otras expresiones de la desigual maduración jurídica en el país. Sin embargo, en conjunto, el Derecho peruano es una mezcla de contrastes y tensiones, formalismos e improvisación, solemnidad e inestabilidad. De un lado nótase en él un espíritu de democracia, universalidad y tolerancia, la búsqueda de la perfección y el sentido avanzado de las leyes concebidas como ideal para el futuro; con ellos suelen convivir la arbitrariedad y el abuso y una realidad social, económica y política a veces lacerante aunque en creciente ebullición. Un Derecho Constitucional que necesita un nuevo planteamiento con el propósito de dar eficacia, limpieza y justeza a las instituciones del Estado para ponerlas al servicio del desarrollo del país y del hombre peruano. Un Derecho Administrativo frondoso, lento, reglamentista, inconexo y empírico. Un Derecho Penal generoso, debilitado por la falta de un sistema penitenciario decente que los respalde y de jueces que lo apliquen siempre con valentía, realismo, celeridad y técnica; y además contradicho por el crecimiento de los delitos político-sociales en los últimos años. Un Derecho Procesal lleno de recovecos, vericuetos y desvíos a pesar de los dispositivos legales, puesto en ejecución por una magistratura que, en demasiados casos, obedece a presiones políticas de otro orden y necesita nuevas normas que saneen su reclutamiento, reposen en sólidas bases económicas y otorguen justicia a su promoción. Un Derecho Comercial que ya hace tiempo desbordó y superó las limitaciones del Código. Un nutrido y disperso Derecho de Trabajo que, como ya se ha anotado, todavía permite a muchos hombres del campo vivir en las condiciones que pertenecieron al siglo XVI. Un Derecho Industrial que debe favorecer aun más el avance manufacturero y fabril del país en lo que tenga de conveniente y buscar una sana descentralización sin amparar los proFesionales descollantes a lo larGo del siGlo XiX Fueron los MÉdicos y los aboGados. la continuidad, la estabilidad y la eFiciencia adQuiridas en los estudios de san Fernando a partir de las reForMas de cayetano Heredia dieron a aQuellos, evidente iMportancia proFesional y social.

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