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Un esquema histórico sobre el catolicismo ultramoderno liberal y social y el democratismo cristiano

las siguientes notas aparecen dentro de un contenido muy sumario por razones obvias. Versan sobre la trayectoria histórica del catolicismo tradicional, el catolicismo liberal y el democratismo cristiano en el Perú.

La Iglesia española en el siglo XVIII se halló ante el enfrentamiento del Estado borbónico, convertido en defensor de sus derechos contra ella, es decir de las regalías, materia de interminables polémicas a través de muchos siglos; y vio como en ese país tan católico llegó a efectuarse drásticamente la expulsión de los jesuitas. Los llamados escritores “ilustrados” como Jovellanos no ocultaron sus prejuicios anticlericales. No tanto corno fruto de esa prédica sino como influencia de la Revolución Francesa vinieron, a principios del siglo XIX, en la llamada época josefina, o de José Bonaparte, decretos u órdenes sobre reducción de los conventos, secularización de los frailes y otros.

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La mentalidad de la élite del clero hispanoamericano ganado a la causa de la Independencia se impregnó con ideas originadas, directa o indirectamente, en el galicanismo y en el jansenismo, a través de la influencia ejercida desde la cátedra, aun en el mismo Seminario de Santo Toribio, por el texto de Honorato Tournely. El padre Jerónimo Diego Cisneros fue, en las postrimerías del siglo XVIII limeño, censor y visitador de librerías; pero Riva-Agüero y Osma lo califica como “insigne volteriano” y agrega que, precisamente, él, introducía y distribuía en gran escala libros prohibidos. Así es como afirma que dicho nombramiento fue resultado de “una idea irrisoria o traidora” (1) . Dentro de ese ambiente se formó la mentalidad de Vigil como la de otros personajes de la etapa republicana inicial. Muchos diputados sacerdotes entre ellos Luna Pizarro, Rodríguez de Mendoza, Arce y Andueza, suscribieron en el Primer Congreso Constituyente la propuesta para que en el Perú hubiese tolerancia de cultos. Toribio Rodríguez de Mendoza, el antiguo rector del Convictorio Carolino, suscribió el Acta que aprobara las “Bases de la Constitución” el I7 de diciembre de I822: “Convengo en todo y solo no admito la intolerancia religiosa”. Sin embargo, no debe ser exagerado el análisis del criterio que sustentaba este grupo. Como anota Fernando Romero en un excelente estudio, de acuerdo con el ideario de don Toribio, el Estado debía vivir de acuerdo con las doctrinas de la Iglesia católica que imponen un fin a la existencia terrenal; el ciudadano se hallaba bajo la ineludible exigencia de colocarse dentro del amparo de ella; y el clero estaba llamado a participar en el cuerpo legislativo. A petición del mismo Rodríguez de Mendoza un artículo constitucional declaro que se consideraba indigno de ser peruano a quien no fuese religioso (2) . Aquel grupo clerical de liberales gravitó sobre la orientación de diversos Gobiernos sucesivos en lo que atañe a las regalías. Son numerosos los civiles que, dentro de matices diversos, optaron por las mismas polémicas ideas u otras similares todavía más audaces; entre ellos estuvieron Francisco Javier

(1)José de la Riva Agüero y Osma, “Sociedad y literatura limeñas en el siglo XVIII”. En Obras completas. Lima: Pontificia Universidad Católica, ed., 1962, Vol. II, pp. 331-333. (2) Fernando Romero, Rodríguez de Mendoza, hombre de lucha. Lima: Edit. Arica, Colección Perú Historia, 1973, pp. 375-382. Es desalentadora la constatación de que este libro tan notable no haya tenido la acogida que merece.

Mariátegui, Manuel Lorenzo de Vidaurre, Benito Laso, Juan Manuel Tirado, José Gregorio Paz Soldán, Pedro y José Gálvez Egúsquiza, Sebastián Lorente, Manuel Amunátegui, Cayetano Heredia, antes del advenimiento del positivismo filosófico muy endeble en el Perú y el positivismo científico mucho más vigoroso.

El clero de la primera generación independentista se disgregó. Luna Pizarro volvió sumisamente a la ortodoxia después de 1834 y llegó a ser arzobispo de Lima (1). Con la autoridad que su sitial le confería generó diestra y tenazmente las protestas cuyo resultado fue la primera excomunión de Vigil. Mariano José de Arce, en la ancianidad que lo encerró en una canongía de la Catedral de Lima, exhibió en un discurso de 1848 su desencanto ante la experiencia republicana que tanto amó antes; y ayudó a José de la Riva-Agüero y Sánchez Boquete en la redacción de sus virulentas memorias publicadas con el seudónimo de P. Pruvonena con la finalidad de execrar la Independencia y sus próceres y clamar por la intervención europea en América (2) .

Sacerdote muy joven, Bartolomé Herrera se hizo eco, aunque moderadamente, de la prevención que en su época había ante el clero europeo, los papas y la capitales de los Estados Pontificios cuando pronunció el sermón de imposición del palio a monseñor Carlos Pedemonte (3). Muy pronto, sin embargo, esta gran figura nacional recibió la fértil influencia del pensamiento que algunos han llamado “intransigente”, adverso a la Revolución Francesa y a todo el ambiente cultural que la acompañó. Dicha ideología rechazó totalmente la sociedad nacida del Renacimiento, la Reforma y la Revolución, bajo el dominio del racionalismo; e impugnó también la secularización del Estado, de las ciencias y del pensamiento J. de Maestre, Bonald. El primer Lammenais, Veuillot, Donoso Cortés fueron los directores más genuinos de esta ola tradicionalista.

Políticamente, se ubicó ella dentro de la Restauración contrarrevolucionaria en Francia y en otros países del mundo. Impugnó no solo el orden o desorden político y religioso emanado de la Revolución, sino, además, el sistema económico y social nuevo. Fue un movimiento de “despertar” que pretendió acabar con los enclaustramientos y los desdoblamientos entre el hombre social tomado por la vida y el cristiano viviendo su fe. Esta separación había sido generada por la Reforma como el jansenismo y el galicanismo que encerraron al cura en la sacristía y en altar y negaron a la Iglesia toda participación en el acontecer mundanal.

Herrera fue, en el Perú, el símbolo más alto de esta doctrina de 1843 hasta 1864, año de su fallecimiento. Actuó con gran señorío en el campo educacional, como director del Convictorio de San Carlos entre 1843 y 1851. Esta es la fase conocida de su obra. Pero ella tuvo otras y estas a su vez, múltiples facetas. Difundió con brillo y audacia su doctrina en su ataque a la soberanía popular y en su defensa de la soberanía de la inteligencia, formuladas, junto con el elogio a España en el famoso sermón de la Catedral el 28 de julio de 1848 (4) .

Se ha destacado la reacción que esta actitud inesperada suscitó la actuación de Benito Laso. Pero no han sido estudiadas a fondo las críticas de Agustín Guillermo Charún, chantre del Cabildo Eclesiástico de Manuel Amunátegui, director de El Comercio y de Vigil en su Defensa de los Gobiernos... Algunas de las ideas expuestas por Charún en su sermón del 28 de julio de i847 fueron más tarde condenadas por Pío IX en el Syllabus (5) .

El catolicismo ultramontano se proyectó hacia los sectores populares desde 1849 con la llegada y los esfuerzos de los franciscanos descalzos que organizaron las grandes concentraciones de masas

(1) Véase Escritos políticos de Francisco Javier de Luna Pizarro. Lima: P. L. Villanueva, 1959, con interesante prólogo y notas de Alberto Tauro. (2) Memorias y documentos para la historia de la Independencia del Perú y causas del mal éxito que ha tenido esta. Obra póstuma de P. Pruvonena. París: Garnier hermanos, 1858. 2V. Este reaccionarismo de Arce en su vejez no ha sido visto por sus biógrafos. (3) Documento omitido en los Escritos y discursos de Bartolomé Herrera, edición de Jorge Guillermo Leguía. Lima: F. y E. Rosay, 1929. Véase la p. XXXIII de dicha obra. (4) Escritos y discursos, cit. P. 53-58. Algunas de las polémicas subsiguientes en las pp. 104.122. (5) Sermón predicado en la Iglesia Catedral el día del aniversario de la Independencia del Perú por el señor Dr. D. Agustín Guillermo Charún, Dignidad de Chantre, en esta Santa Iglesia Metropolitana. Lima: Imprenta de El Comercio, 1847. TOriBiO rOdrÍgUeZ de MendOZa (1750-1825)

natural de chachapoyas, ingresó en 1766 al Seminario de Santo Toribio en lima. Se graduó de licenciado y doctor en teología. en 1771 fue designado profesor de Filosofía y Teología del real convictorio de San carlos, y dos años más tarde obtuvo la cátedra de Maestro de las Sentencias en la Universidad de San Marcos. en 1788 recibió las órdenes menores y se ungió como presbítero. en 1788 fue designado rector del convictorio de San carlos, desde donde difundió las ideas de la ilustración. así mismo, con el Mercurio peruano y en 1821 fue uno de los primero en firmar el acta de la independencia.

la Madre SUperiOra

a finales del siglo XiX, la superiora de la orden de los Sagrados corazones fue la madre Hermasia paget, quien además se dedicó a la docencia en el colegio que dicha orden fundó en 1849. en esa institución, se impartió instrucción a niñas y jóvenes pertenecientes a la clase alta limeña. aquí vemos a la religiosa en un grabado publicado en 1891 por la revista la ilustración americana.

llamadas “misiones”. En el segundo grupo, entre ellos estuvo el sacerdote barcelonés Pedro Gual, contendor aguerrido y persistente de Vigil. La apertura del Colegio de los Sagrados Corazones en 1849 y la continuidad en su tarea formó, por vez primera en la vida republicana, a las nuevas generaciones femeninas de las clases altas bajo el influjo sistemático de las mismas ideas.

Llevado a la política desde 1849, orador implacable entonces contra Pedro Gálvez, José Manuel Tirado y Manuel Toribio Ureta en la Cámara de Diputados en una polémica famosa que la Historia de la República del Perú menciona (1), Herrera se asoció a la campaña electoral del general José Rufino Echenique en 1850-1851; e integró el primer Gabinete del nuevo mandatario. Por una intriga palaciega según han escrito familiares suyos, viajó en 1852 como ministro del Perú ante la Santa Sede y las demás Cortes italianas. Llegó a Europa cuando la revolución liberal de 1848 había sido deshecha. Pío IX, fugitivo de Roma al formarse la República en aquella ciudad, volvió al solio pontificio decidido a no transar con el liberalismo en forma alguna. Se declaró, por lo tanto, opuesto no solo a los liberales que tenían representantes encumbrados en Inglaterra, Francia, Austria, Croacia y otros países dentro de la fórmula “Una Iglesia libre en un Estado libre”. Expandió, además la maquinaria de la administración eclesiástica centralizada. Durante su permanencia, que no fue breve, en París, Herrera conoció a Donoso Cortés entonces embajador de España en aquella ciudad y se hizo amigo de él (2) .

El catolicismo liberal de mediados del siglo XlX, distinto del regalismo que tanta difusión alcanzara en los primeros años de dicha centuria llegó, de hecho, a un alineamiento de sus defensores con sectores anticatólicos o anticlericales o antipapistas. De uno de sus personeros más famosos, Hugo Feliciano Roberto Lammenais, se editó en Lima en 1856 una obra: Traducción nueva de los Evangelios con notas y reflexiones al fin de cada capítulo publicados en francés el año de 1846 (3). Incluyó 88 páginas del Evangelio de san Mateo, 60 de san Marcos, 87 de san Lucas y 69 de san Juan. El traductor fue el agitador radical chileno Francisco Bilbao entonces desterrado en el Perú. El mismo Bilbao publicó un folleto titulado Lammenais como representante del dualismo de la civilización moderna (4). Interesa recordar que dicha obra lleva un apéndice titulado “Lammenais. Sus últimos momentos” escrito por el peruano José Casimiro Ulloa, de tan importante actuación en la vida nacional en las décadas siguientes. En todo caso, esta línea de pensamiento escapa al presente esquema.

En 1854, Pío IX proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Como se recordó sucintamente en un artículo de Fénix, Vigil lo objetó enérgicamente (5). Contra él surgió, una vez más, el Padre Gual (6) .

Al margen de esta área teológica, por motivos internos conexos con una agitación netamente sudamericana, reflejo de un fenómeno europeo anterior en varios años, se inició a partir de 1854 en el Perú, una gran polémica entre liberales y radicales de un lado y ultramontanos y ordenistas de otro. Herrera fue el jefe de estos últimos. Implantó en 1853 las conferencias de San Vicente de Paúl. En 1854 fundó con una imprenta que había traído de Europa y que estableció en el Seminario de Santo Toribio (sucedáneo en esa época de la rígida orientación doctrinaria que el Convictorio de San Carlos tuvo hasta 1853 y de la que este centro de estudios se fue apartando), el bisemanario El Católico, iniciado en 1855, publicado hasta 1861; apareciendo como directores de dicha publicación otros sacerdote: Juan Ambrosio Huerta, Luis Guzmán y Francisco

(1) Ob. cit. 6° edición, Lima: Editorial Universitaria, 1968, Vol. III, pp. 223-230. (2) “Biografía de don Bartolomé Herrera” por Gonzalo y Rodrigo Herrera en Escritos y discursos cit valioso trabajo no solo para los hechos sino para las ideas en la vida del gran pensador católico. Véanse especialmente las pp. LIX-LXVII. Los autores no ocultan su admiración a don Bartolomé. (3) Lima, 1856, Imprenta del Pueblo por Pedro R. Rodríguez. (4) París, Imprenta d’Aubusson y Kugelmann, 1856. (5) Basadre, J. "La nueva actualidad de Vigil" en Fénix, Lima Nº 21, 1971. Este artículo es un fertilizante para otros estudios hoy en preparación. (6) El escrito de Vigil fue Defensa de la Iglesia Católica contra la Bula dogmática de Pío IX el 8 de diciembre de 1854. Por un Americano. Al Congreso de la Alianza Evangélica. Bruselas: Imprenta de C. Vanderanwera, 1858. La Refutación: Triunfo del catolicismo en la definición dogmática del augusto misterio de la Santísima Virgen María. Lima María Masías, 1859.

[1] [2]

[3]

gOnZÁleZ Vigil Y la UniFicaciÓn iTaliana. en 1871, Francisco de paula gonzález Vigil, uno de los principales sacerdotes liberales peruanos del siglo XiX, publicó la obra roma (1), en la que declaró su apoyo a la causa por la unificación italiana, uno de cuyos artífices fue Víctor Manuel ii (1829-1878) (2), rey de cerdeña-piamonte y el primer rey de la italia unida. aquí se aprecia además un fresco que muestra la entrada a Turín de la delegación de lombardía-Venetto portando su voto plebiscitario sobre la unificación (3).

en las pÁginas de el católico [bartoloMÉ] herrera deFendió la actitud del papa en relación con el niÑo edgardo Mortara, hiJo de un JudÍo de roMa, a Quien, cuando entró en peligro de Muerte, una criada cristiana bautiZó contra las leyes vigentes en roMa.

Solano de los Heros. Aunque el gobierno liberal la hizo clausurar y confiscar, logró resucitarla y hacerla vivir hasta 1860(1). Junto con otros correligionarios, logró, entre bastidores, el rechazo de la tolerancia de cultos por la Convención Nacional de 1855-1857. Enfermo en 1856, viajó a Jauja y en esa ciudad escribió un curso elemental de Filosofía en el que volvió resueltamente a la Escolástica. Luego, una vez más en Lima participó, con acrecentada beligerancia, en las sesiones de la Cámara de Diputados en el Congreso de l858. Entre sus discursos notables de entonces cuéntase el que defendió la pena de muerte. Allí hizo la retractación pública de sus anteriores ideas opuestas a ella. En relación con el mismo tema dio a conocer, sin firma, un sarcástico folleto contra una publicación abolicionista de Vigil (2) .

Luego, chocaron ambos una vez más. En las páginas de El Católico, Herrera defendió la actitud del Papa en relación con el niño Edgardo Mortara, hijo de un judío de Roma, a quien, cuando entró en peligro de muerte, una criada cristiana bautizó contra las leyes vigentes en Roma. Vigil lo refutó (3) .

Independientemente de los escritos y de los discursos de los grandes personajes, los tradicionales lazos entre las multitudes y el catolicismo presentaron nuevas e impresionantes expresiones. Una de ellas fue el culto al Corazón de Jesús, exponente de rechazo al laicismo y de la ruptura de las barreras creadas por la separación entre las clases sociales. Otro símbolo del mismo espíritu fue la activa propaganda de iglesias, colegios y cofradías en favor del Mes de María. La celebración de este rito en Lima, en mayo y en junio de 1861 por iniciativa del presbítero Luis Guzmán, suscitó fiestas solemnes en las que participaron numerosas niñas vestidas de blanco.

A esta época pertenece el himno tan conocido que empieza con las palabras “Salve, salve, cantaba, María” (4). A las devociones florecientes desde la época colonial como la del Señor de los Milagros en Lima, el Señor del Mar en el Callao, el Señor de Luren en Ica, el Señor de los Temblores en Cuzco, y otras, uniéronse algunas nuevas como las que fueron consagradas a figuras contemporáneas; Luisa de la Torre, la “Beatita de Humay”; el Padre Guatemala y otras más.

La postrera etapa parlamentaria de Herrera tuvo como campo de batalla el Congreso de 1860. Entonces redactó su proyecto de Constitución de tipo autoritario que fui el primero en exhumar y que otros han utilizado en beneficio propio. Este documento hallase, de acuerdo con los principios de una sociedad “organizada” hecha de “cuerpos” y de “asociaciones” con un ideal corporativo, de acuerdo con el catolicismo intransigente de mediados del siglo XIX en Francia a través de autores como Louis Veuillot y Maurice Maigner. Implicó un rechazo no solo del liberalismo político y religioso sino también del liberalismo económico.

El Congreso a partir de 1860 marchó por senderos distintos a los propugnados por Herrera. Apenas ratificó esta entidad el 4 de setiembre la abolición del fuero eclesiástico, él no volvió más a las sesiones. Acompañado por el jesuita Luis María Bosco (la Compañía de Jesús había sido nuevamente prohibida en el Perú por la Convención Nacional de 1856-1857) viajó a Arequipa en 1861 con la finalidad de tomar posesión del obispado para el que ya había sido electo. Aquel sacerdote, de una orden oficialmente expulsada, bajo la instigación de su jefe inmediato efectuó ejercicios del clero y un largo curso de misiones en la ciudad. El antiguo maestro de San Carlos dictó las asignaturas de Filosofía y Teología en el Seminario Conciliar; y, siguió escribiendo un texto de Lógica bajo la doctrina escolástica, un tratado de Teodicea y otro de Estética. No nos ha

(1) Rodrigo Gonzalo Herrera, Biografía, cit. pp. LXXVII-LXXVIII y XCII. Un grupo de disidentes publicó entonces El Católico Cristiano. (2) El opúsculo sobre la pena de muerte por Francisco de Paula González Vigil a la juventud americana es incontestable. Lima: Imprenta de José María Masías, 1862. El trabajo del polígrafo tacneño con 170 páginas se titulaba Opúsculo sobre la pena de muerte: a la juventud americana. Lima: Tipografía Tipografía Nacional, poro Manuel S. Cortés, 1862. (3) Escándalo dado al mundo en el asunto Mortara. Lima: Tipografía Nacional, 1859.fue seguiirdo por Apéndice al opúsculo sobre Mortara. Lima: Tipografía Nacional, 1859. (4) El Progreso Católico, periódico religioso y social. Lima: Imprenta de José Daniel Huerta, tomo II, N°64, 9 de junio de 1861, pp. 505-514. Manuel Tovar e Ignacio Roca y Boloña fueron autores de un opúsculo titulado Ejercicio del Mes de María, que se editó en 1864.

sido posible leer dichos libros. Algún estudioso arequipeño acaso los ubique o halle rastros de su contenido en el archivo del Seminario. Falleció esta gran figura del siglo XIX peruano el 10 de agosto de 1864.

El ataque absoluto del Vaticano contra el catolicismo liberal tuvo su más célebre exponente aquel mismo año de 1864 en la Encíclica Quanta Cura con un apéndice, el Syllabus de los principales errores de nuestro tiempo. Este último incluyó ochenta puntos.

Encabezaron la lucha clerical contra el liberalismo después de Herrera, José Antonio Roca y Boloña y Manuel Tovar. En 1861, el primero suscribió artículos polémicos en El Progreso Católico, órgano cuya lectura es indispensable para quienes intenten hacer una verdadera historia de las ideas en nuestro país. Cinco años después, en 1866, utilizó las páginas de El Bien Público (1) con la finalidad de enfrentarse violentamente a la dictadura de Prado y a sus secretarios José María Químper y José Simeón Tejeda por los decretos liberales entonces expedidos. Gran revuelo suscitó, especialmente, la orden que prohibió la conducción del Viático en las calles acompañado por toques de campanas. Roca y Boloña fue apresado. Inmediatamente lo reemplazó en su trinchera Manuel Tovar, entonces diácono de 22 años. Ambos fueron llevados a un barco. El arzobispo Goyeneche, varios obispos y numerosas mujeres acudieron al Palacio de Gobierno con el objeto de solicitar la libertad de las dos víctimas, mientras las turbas los insultaban. Libres ya, por orden del dictador Prado, Tovar y Roca optaron por viajar. Tovar se dirigió a Roma, y en setiembre de aquel mismo año, logró su ordenación como sacerdote en la Ciudad Eterna (2) .

Unos cuantos meses antes, el 10 de abril, surgió un típico episodio en la ceremonia de la inauguración del año académico en la Universidad de San Marcos. El catedrático de Medicina Celso Bambarén (cuya enseñanza positivista había dado origen a un reclamo del arzobispo Goyeneche en 1862) leyó el discurso de orden. En las palabras finales afirmó que “el advenimiento de la paz universal es la llegada del Mesías”. Tovar consideró que Bambarén había negado al cristianismo y a la Iglesia y ultrajado el honor de Jesucristo. Quiso tomar la palabra. Pero el secretario de la universidad José Casimiro Ulloa, médico de ideas muy liberales como ya se anotó, le impidió que hablara. Para ello invocó el reglamento universitario. Surgió entonces un fogoso debate periodístico(3) .

Por iniciativa del obispo Manuel Teodoro del Valle y de la Unión Católica de Lima apareció el 1 de junio de 1870 el diario La Sociedad. Pedro José Calderón, antiguo alumno de Herrera, fue su primer director. Al ser él nombrado por el gobierno de Balta ministro en Berlín y Viena, Tovar lo reemplazó en el comando de este pugnaz órgano periodístico en febrero de 1871 (4) .

Al lado de las intensas polémicas nacionales, los católicos peruanos tuvieron entre 1860 y 1871 dos grandes inquietudes específicas. Una de ellas fue la defensa de la soberanía temporal del papa Pío IX. Dicha campaña se exaltó ante la ocupación de Roma por el ejército italiano de Víctor Manuel el 20 de setiembre de 1870. Cuando fue un hecho consumado esta “invasión” y

(1) El Bien Público fue un bisemanario que apareció entre el 19 de noviembre de 1865 y el 11 de junio de 1866. A Roca y a Tovar reemplazó en ese periódico Manuel González de la Roca. (2) José Antonio Roca y Boloña, Verba Sacerdotis, Lima, La Opinión Nacional, 1924, p. 12. (3) Anales Universitarios del Perú publicados por el D. D. Juan Antonio Ribeyro, rector de la Universidad de San Marcos de Lima. Tomo tercero. Lima: imprenta de Juan Nepomuceno Infantas, 1869. El enfrentamiento de Tovar contra Bambarén no fue un caso aislado. Poco después, con motivo de un discurso de apertura del año académico, pronunciado por Ramón Ribeyro lo invitó Roca y Boloña a una polémica porque encontró atacadas sus ideas. En ella tomaron parte los distintos diarios de Lima en 1877. (4) La Sociedad continuó publicándose sin discontinuidad hasta la guerra con Chile. Hizo una intensa campaña contra el gobierno civilista de Manuel Pardo, En el capítulo titulado “La prensa y la opinión pública en el Perú” inserto en el Vol. l de su libro Historia de la campaña de Tarapacá. Santiago: Pedro Cadot, 1880, pp. 426-446, caracteriza Benjamín Vicuña Mackenna a este vocero como “hoja religiosa, si bien no del todo divorciada con la política y sus ardores”. Menciona entre sus redactores a Manuel Tovar, José Antonio Roca y Boloña y Manuel Jesús Obín, todos ellos eclesiásticos. Sin embargo, le otorga menor importancia que a El Nacional dirigido “con alguna habilidad” por Cesáreo Chacaltana, a La Opinión Nacional con el joven Andrés Avelino Aramburú “de perfumado talante y no cobarde estilo” a La Patria, entonces bajo el comando del boliviano Julio Lucas Jaimes, y de su esposa Carolina Freyre de Jaimes, a El Comercio orientado por Luis Carranza yJosé Antonio Miró Quesada y a La Tribuna del chileno Rafael Vial.

[ 1917 setiembre 10 ]

FalleciMienTO del arZOBiSpO de liMa. en la edición de la tarde del 10 de setiembre de 1917. el comercio informó sobre el fallecimiento del arzobispo de lima. en ese sentido, dijo el diario: “después de una dolencia relativamente rápida, falleció a las 9 y 5 minutos de la mañana de hoy, en su residencia de Barranco, el monseñor de lima pedro Manuel garcía naranjo. Muere el prelado de la iglesia limeña a edad avanzada y después de más de nueve años de posesión de la sede arquiepiscopal de Santo Toribio. Monseñor garcía naranjo había nacido en lima y pertenecía a una antigua y distinguida familia que en la época colonial ostentó el título de condes de castañeda de los lamos.”

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