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La Iglesia militante
la iglesia católica es considerada una de las instituciones tutelares del paÍs. su papel en la vida polÍtica y social ha llevado a Múltiples polÉMicas. el sacerdote JeFrey Klaiber s.J., nos habla de uno de los MoMentos clave de la historia de la iglesia en el perú y de cóMo respondióal reto Que suponÍa la expansión del libre pensaMiento.
"(…) el obispo de Huánuco expresó el pesimismo generalizado en la Iglesia frente a una sociedad cada vez más influida por el liberalismo y la indiferencia religiosa. (…) puso de manifiesto la que fue la nota dominante en la Iglesia en toda América Latina desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX: la adopción de una mentalidad defensiva, y a veces cerrada frente a todos los grupos y todas las corrientes que percibía como hostiles a su existencia. Entre esos enemigos figuraban liberales, positivistas, masones, protestantes, anarquistas y socialistas. Para contrarrestar la creciente influencia de estos grupos, la Iglesia se erigió en baluarte de los valores tradicionales. En la lucha para defender estos valores, así como algunos de sus propios intereses y privilegios, la Iglesia movilizó a los fieles, convirtiéndolos en ‘militantes’ llamados a participar en una causa que era, a la vez, religiosa y política. El concepto de un católico como ‘militante’ de una causa fue algo radicalmente nuevo en la historia de la Iglesia peruana y constituye un hito divisorio entre la época colonial y las primeras décadas de la República, por un lado, y de otro, toda la historia posterior.
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La Iglesia no reaccionó frente a las críticas de los liberales y otros, o a sus propios problemas internos, tales como la creciente escasez de vocaciones, de una forma siempre coherente y sistemática. Sin embargo, se puede descubrir cierta uniformidad en las diversas maneras en que respondió a estas crisis. El objetivo principal vino a ser la creación de un modelo de sociedad e Iglesia opuesto al de la sociedad liberal-positivista. Los medios principales para lograr este objetivo fueron: en primer lugar, el fortalecimiento de los vínculos con Roma; en segundo lugar, el afianzamiento de la ubicación de la Iglesia en la sociedad, sobre todo mediante la protección oficial y, en tercer lugar, la formación de laicos de las clases altas y medias a fin de hacerlos católicos más conscientes de su fe, para que estuvieran a la altura de su misión de defender a la Iglesia.”
De: Klaiber S. J., Jeffrey. La Iglesia en el Perú. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 1988, pp. 89-90.
cuando Pío IX se recluyó en el Vaticano sin poder temporal, diéronse a conocer en Lima manifiestos de protesta suscritos no solo por el arzobispado de Lima o los obispos y el clero sino también por un grupo de ministros, ex ministros, ex presidentes de la República y otros ciudadanos de importancia. Entre ellos estaban el gran mariscal Antonio G. de la Fuente, los generales Manuel l. de Vivanco, Baltazar Caravedo, José Rufino Echenique, Juan Antonio Pezet y Felipe Rivas, entre otros; los señores Nicolás de Piérola, José Loayza, Manuel Santa María, José Dávila Condemarín, Agustín de la Puente (1) .
A estos documentos, a las misas solemnes y a otros actos organizados por los católicos, opusieron los liberales un comicio público el 20 de setiembre de 1871. La multitud fue dispersada violentamente por la fuerza pública. Gobernaba Balta. A favor de ellos estaban, desde la oposición, los más importantes diarios de la capital: El Nacional en primer lugar y también El Comercio y El Heraldo. Entre los diversos opúsculos publicados entonces, es necesario mencionar Roma de Vigil, manifiesto de solidaridad con la unificación de Italia y con la laicización de la Ciudad Eterna (2) .
El otro tema en controversia fue el de la proclamación del dogma de la infalibilidad del papa, hecha por el Concilio Vaticano el 18 de julio de 1870 (3), antes de la llegada de las tropas italianas a aquella ciudad (4) .
Manuel Tovar estuvo presente, día a día, en todos los combates y en todas las escaramuzas de entonces. Se enfrentó desde La Sociedad no solo a los periódicos adversarios. Combatió, asimismo, al decano del Colegio de Abogados José Antonio Barrenechea cuando propuso este que se aboliera el artículo del reglamento que normaba esa institución según el cual no se admitía en ella a los hijos adulterinos o sacrílegos. Se opuso también minuciosamente a las ideas enunciadas por don José Antonio García y García cuando en una reunión inicial de la Asociación Independencia Electoral, germen del Partido Civil que auspiciaba la candidatura presidencial de Manuel Pardo, exaltó en su discurso “el naturalismo social y político” al afirmar que “la más santa de las obras de Dios es la libertad e independencia de los pueblos” e hizo el elogio de la Revolución Francesa. Pero su más elocuente testimonio estuvo en las once cartas que dirigió a Vigil y luego editó en un opúsculo (5) .
En dichas misivas Tovar refutó la conminación a Pío IX que el director de la Biblioteca Nacional envió el 13 de setiembre de 1870 para impugnar el decreto sobre la infalibilidad papal. Aprovechó la oportunidad el polemista católico y no solo justificó este principio sino enumeró las razones en apoyo de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción y la soberanía temporal del Romano Pontífice. Declaró que la gran enfermedad del siglo XIX era el racionalismo; execró tanto a la Reforma como a la Revolución parlamentaria de Inglaterra y a la Revolución Francesa; consideró absurda y subversiva la teoría de la soberanía popular; identificó al protestantismo con el egoísmo y lo vinculó directamente con el pauperismo. En la época actual, de tantas inquietudes por las cuestiones sociales, interesa destacar las ideas de Tovar sobre los pobres. Recordó las palabras del Deuteronomio: “No faltaran pobres en la morada” y las de san Mateo “A los pobres tenéis siempre a la mano“. Pero señaló que, si en Roma bajo el gobierno pontificio, hubo un indigente por cada ochenta habitantes en Londres la octava parte de la población era de hombres, mujeres y niños miserables; y atacó a la aristocracia inglesa que “monopoliza por sus inmensas riquezas los productos más saneados del universo entero al lado del pauperismo atroz y desgarrador que tiene todos los caracteres de la más
(1) Manuel Tovar. Obras. Vol. III, Lima, 1904, pp. 319-327. (2) Francisco de Paula G. Vigil, Roma. Opúsculo sobre el principado político del Romano Pontífice. Lima, El Comercio, 1871. (3) Uno de los miembros del Concilio fue Manuel Teodoro del Valle, obispo de Huánuco en 1864. Su biografía y un estudio de los problemas doctrinarios de su tiempo en Adolfo Bravo Guzmán, El Arzobispo de Bérito. Lima: Editora Médica Peruana, 1949. (4) La tercera carta polémica de Vigil a Pío IX fue seguida por un largo trabajo bajo el nombre “¡El dogma de la infalibilidad!” Las tres cartas y este trabajo en Cartas al Papa Pío IX con varios documentos al caso. Lima: Imprenta de El Comercio, 1871. (5) Manuel Tovar, Cartas al Señor Dr, D. Francisco de Paula G. Vigil. Lima: Imprenta La Sociedad, 1871. Otro sacerdote que siguió la misma táctica fue el obispo de Arequipa, Juan Ambrosio Huerta en una Cartas... a Vigil, editadas en aquella ciudad en 1873. BalTaZar caraVedO (1804-1879)
el general iqueño, a quien vemos aquí en una fotografía publicada en 1921 por la revista Mundial, fue uno de los muchos católicos limeños que salieron a protestar enérgicamente tras la invasión del ejército italiano a roma, ocurrida en setiembre de 1870. caravedo, que participó en la guerra de independencia a partir de 1820, luchó en las batallas de Junín (1824), y tuvo destacada participación en los gobiernos de Orbegoso, gamarra, Vivanco, catilla y Torrico, entre otros.
leÓn Xiii (1810-1903)
el pontífice romano, cuyo nombre real era Vincenzo gioacchino pecci, inició su papado a los 68 años de edad, tras la muerte de pio iX, ocurrida en 1878. león Xiii fue un gran diplomático. restableció las relaciones entre la alemania de Bismarck y el Vaticano, e intercedió entre la iglesia y el gobierno francés, lo que evitó una crisis. además, participó en las negociaciones para el cese del tráfico de esclavos africanos en Brasil, gran Bretaña y África. a su fallecimiento, lo sucedió el papa pío X. horrorosa miseria y está marcado con los infamantes estigmas de los más asquerosos vicios”. En toda esta larga sección de sus Cartas hizo Tovar una crítica acerba y total del sistema capitalista. Frente a los contrastes sociales, dedicó frases violentas al sistema de las juntas de beneficencia y a la lantropía moderna para oponer a ellas, de un lado, la idea y la práctica de la caridad “a la antigua“; y, por otra parte, las virtudes de la humildad y de la resignación. Al mismo tiempo vinculó la defensa de la “causa perdida” del papa en Roma a la actitud favorable a Irlanda frente a Inglaterra y a Polonia contra Rusia, ambos pueblos oprimidos de religión católica. Finalizó con la extensa cita de unas palabras de José de Maestre fechadas en San Petersburgo el 25 de mayo de 1810 (1) .
La condena del sistema político y religioso emanado de las revoluciones así como del orden social y económico vigente inspirado en el ansia de acumular riquezas, ya había sido formulada en la encíclica papal Quanta Cura. Vigil había propuesto que se racionalizara la propiedad eclesiástica y que ella fuese llevada a un régimen productivo a través de inversiones destinadas al beneficio común y al desarrollo nacional del Perú. Contra estas audaces ideas –que no han recibido el interés que merecen– apareció la obra de Pedro Gual El derecho de propiedad en relación con el individuo, la sociedad, la iglesia y las corporaciones religiosas; obrita... contra los sistemas de comunismo moderno y un opúsculo recientemente por el autor D. Francisco de Paula González Vigil. Lima, 1872. Gual atribuía a Dios la existencia de las injusticias, las desigualdades y los sufrimientos de la humanidad. Tan solo la caridad y el paternalismo eran viables ante esta situación. Su argumento seguía a la siguiente lógica: la emancipación de la razón frente al dogma católico iniciada por el protestantismo tenía una meta lógica que era el comunismo.
Cuando Pío IX falleció el 7 de febrero de 1878, la Iglesia católica parecía en derrota en su lucha contra el mundo moderno dentro del campo intelectual, moral y político. Vastos sectores de la intelectualidad, de la burguesía y enormes grupos del proletario urbano la habían abandonado de hecho aunque a veces no en la forma. La “ciencia”, el liberalismo, el marxismo, el anarquismo, el anticlericalismo, la secularización parecían haberla sobrepasado. Sin embargo, León XIII, el sucesor de Pío IX entre 1878, creó un ambiente muy distinto. Nutrido por la filosofía de Santo Tomás de Aquino y guiado por la idea del “bien común” inspiró una nueva etapa en la historia del catolicismo y una reconciliación entre fe y razón, teología y ciencia, con el propósito de cristianizar la moderna sociedad industrial, dio a conocer la encíclica Rerum novarum de 15 de mayo de 1891. Ella tuvo vasta resonancia. Allí, contra el marxismo, defendió la propiedad privada como derecho social; destacó la importancia nuclear de la familia; rechazó en términos perentorios la deificación del Estado; condenó el determinismo; y, señaló que “una clase no es naturalmente hostil a otra clase”. En esta encícIica, además, vetó al liberalismo económico por su concepción del trabajo y porque trata al hombre como instrumento con el fin de ganar dinero; y afirmó que el Estado tiene el derecho y deber de evitar la explotación obrera, de ayudar a los convenios colectivos y de promulgar una legislación social. Específicamente, León XIII exigió una mejor distribución de la propiedad privada, el desarrollo de los sindicatos y de las cooperativas agrícolas, la restricción en las horas de trabajo especialmente de las mujeres y los niños y la conquista de salarios adecuados (2) .
A fines del siglo XIX comenzaron a madurar en Europa los gérmenes del catolicismo social y de la orientación política que León XIII auspició, especialmente en sus encíclicas Immortalle Dei (1885) y Libertas (1888), al sostener que la democracia es compatible con la filosofía y la tradición católica como cualquier otra forma de gobierno civil y que la libertad personal auténtica, a diferencia de la que propugna el liberalismo sectario tiene su base más firme y segura en la cristiandad de la lglesia; todo lo cual implicaba cristianizar la democracia y la libertad. En Francia, si bien
(1) Ob. cit. pp. 75-78. (2) Una síntesis acerca de la significación de León XIII desde una perspectiva general, en Maurice Baumont, L’essor industriel et Limperialisme colonial. París: Presses Universitaires de France, 1949, pp. 509-525. Sobre la relación de este papa con el movimiento social, p. 478 y ss., El libro de Baumont es el tomo XVIII de la colección Peuples et Civilisations.
algunos fieles aceptaron la República, no tuvieron una visión del mundo distinta de los intransigentes: rechazo del individualismo; del organicismo; defensa de la familia; sueño de la alianza entre el pueblo y el clero contra los plutócratas; descentralización; hostilidad al orden establecido de los “bien pensantes”; búsqueda de un tercer camino entre el liberalismo y el socialismo, este considerado como “castigo” de aquel; antiindustrialismo, anticapitalismo con algunos visos de antisemitismo; execración, tanto de la monarquía absoluta y centralista como del nacionalismo que desintegró a la Europa cristiana. En el ámbito propiamente religioso, las afinidades son, asimismo, evidentes: fidelidad al cristianismo tradicional e integral; negativa al compromiso y al acomodo de los católicos “liberales”; ultramontanismo y cariño a las devociones típicas en él como la del Sagrado Corazón; voluntad de una acción católica en el mundo seglar; no aceptación de las tendencias a separar lo religioso y lo profano; postulación de que el cura salga de la sacristía; hostilidad al individualismo religioso. En suma, no se trató de buscar un neocatolicismo sino, en cierta forma, de exhumar las raíces incrustadas en la Edad Media de donde emergieron las frescas ideas de asociación, participación en los beneficios, ayuda a la pequeña propiedad, impuesto a la renta, cooperación y solidarismo. La búsqueda de la democracia social llevó a la aceptación de un ideal igualitario y fraternal que reemplazó a la imagen de la sociedad jerarquizada y paternalista (1) .
Muy lejos de estas directivas se mantuvo el Perú. En 1886 surgió la agria polémica contra los jesuitas, a raíz de un texto de historia nacional editado por el P. Ricardo Cappa. Como es sabido, tuvo intervención muy importante en esta discusión Ricardo Palma (2). Entre otros documentos de entonces, es curioso el manifiesto de la Gran Logia Masónica del Perú suscrito el 31 de julio de 1886 por el Gran Secretario J. A. Ego-Aguirre (3) .
Cuando en 1888, por iniciativa del obispo Juan Antonio Huerta, sobreviviente pugnaz de las luchas en las que participaron los discípulos de Bartolomé Herrera, fueron celebradas en Arequipa las fiestas con motivo del jubileo sacerdotal de León XIII, uno de los panegíricos, el de Manuel Segundo Ballón, dedicó abundantes frases a sostener que el “Pontificado es y será siempre la única garantía segura de todo derecho y por consiguiente, de la propiedad”. Al mismo tiempo, condenó la opulencia, el consumo irracional de las riquezas y la usura; y también la indiferencia ante las lágrimas de los pobres que se mueren de hambre a las puertas de los afortunados. Sin embargo, no hubo en dichas fiestas un espíritu o un idioma nuevos en relación con el catolicismo peruano de la época anterior. Los argumentos acerca del derecho del papa sobre Roma usurpada, su prisión en el Vaticano, el dogma de la infalibilidad y otros asuntos repitieron lo que muchos años antes defendió La Sociedad (4) .
Las ceremonias arequipeñas se realizaron tres años antes de la encíclica Rerum novarum. Sin embargo, es notorio que hubo mucho estancamiento y fragilidad en los seminarios peruanos durante los lustros tristes y pobres que siguieron a la guerra con Chile. Sea lo que fuese, no es muy visible la influencia de las ideas medulares de Rerum novarum en nuestro país. El clero de esta época bajó en calidad, por lo general, si se le compara con el de años anteriores.
(1) Entre los muchos aportes bibliográficos sobre el tema citaremos apenas una obra de gran envergadura: la de G. de Rosas, Storia del movimento cattolico in Italia. Bari: Laterza, 1966. (2) Ricardo Palma, Refutación a un compendio de Historia del Perú. Lima. Torres Aguirre, 1886. Al pie de una lámina, lleva la inscripción: “¡Buen viaje, Jesuitas!” Ella representa el embarque de estas personas como fardos por medio de un pescante, mientras hay un aletear de cuervos en la bahía y unas mujeres lloran. Aquí, como en sus tiempos de redactor de periódicos satíricos adversos a M. I. Prado en 1867 y al gobierno de Manuel Pardo y, asimismo, como en las cartas a Piérola durante los días iniciales de la ocupación chilena en Lima en 1881, se desdibuja la imagen del patriarca benévolo y tolerante, y, aunque suele enumerar razones fundadas para combatir lo escrito por el jesuita Ricardo Cappa, cae en actitudes violentas. (3) Jesuitas. Documentos históricos principales relativos a su expulsión. Mónita Secreta. Lima: Carlos Prince, 1886. La Mónita Secreta era aparentemente un conjunto de instrucciones a un grupo de miembros dirigentes de la Compañía de Jesús sobre sus maquiavélicas relaciones con la vida mundana. Es un documento apócrifo con un objetivo difamatorio similar al llamado Protocolo de los sabios de Sión tan utilizado por la propaganda antijudía en el siglo XX. (4) Crónica de las fiestas religiosas literarias y populares que han tenido lugar en la católica ciudad de Arequipa para celebrar el jubileo sacerdotal de Nuestro Santísimo Padre el Papa León Xlll. Arequipa: lmp. de la Crónica Imparcial, 1888. reFUTaciÓn a Un cOMpendiO de HiSTOria del perÚ
en 1886, el escritor ricardo palma (1833-1919) publicó este ensayo en respuesta al texto escolar Historia compendiada del perú con algunas apreciaciones sobre los viajes de colón y sus hechos, publicado por el sacerdote jesuita español ricardo cappa. este compendio contenía un resumen de la obra de cappa, de tres tomos. en ellos el jesuita defendía la postura española durante la conquista del perú y justificaba hechos como la muerte de atahualpa, además de criticar claramente a los próceres de la independencia y el período republicano en el perú. generó una gran polémica en su tiempo.
la TradiciÓn
este periódico católico empezó a circular el 4 de octubre de 1918. en su editorial de esa edición, fijó su posición contra un proyecto de ley que establecía la posibilidad del divorcio, el cual se encontraba en discusión en el Senado. la Tradición formó parte de un grupo de diarios de corte religioso que aparecieron entre finales del siglo XiX y principios del XX. con los avances tecnológicos y el aumento de la difusión de otros diarios no religiosos, pronto quedaron atrás en la carrera periodística y se convirtieron, más bien, en una tribuna abierta para expresar las opiniones de los altos dirigentes de la iglesia católica peruana.
El regreso de la juventud de la clase alta al marco de la enseñanza primaria y secundaria religiosa se efectuó nuevamente en el Perú al abrirse y crecer los prestigiosos colegios de la Recoleta y de la Inmaculada desde los últimos años del siglo XlX y primeros del XX, seguidos por los planteles maristas, lasallianos y otros. Era un contraste con la laicalización educativa de mediados del siglo antedicho que había llevado a la prosperidad de establecimientos laicos, como el Colegio Lima y aun el de Guadalupe, reducido más tarde a una clientela de menor potencialidad económica llegada de distintas zonas del país. Los niños y adolescentes pobres también reforzaron su formación religiosa gracias a la tesonera labor de los salesianos. El florecimiento de los centros de enseñanza a cargo de congregaciones acompañó al retroceso estadístico de los seminaristas. Las universidades, sobre todo la Universidad de San Marcos, siguieron ostentando un colorido liberalismo que no se oponía al conservadurismo en su didáctica y en su orientación.
Los periódicos católicos de Lima en esta época (fines del siglo XIX, comienzos del XX) El Bien Social, La Tradición, La Unión y otros, ya no compitieron ni en su redacción, ni en su presentación, ni en su tiraje con los diarios modernizados y no confesionales de influencia sobre el gran público: El Comercio, La Prensa, La Crónica y, con menor permanencia, El Nacional, La Opinión Nacional y otros.
Los brillantes ataques de Manuel González Prada contra la religión y el clero hallaron tan solo un impugnador difuso, mediocre y banal, el sacerdote F. B. González con su panfleto Páginas razonables (1) .
En su inhábil defensa de la religión limitada a 87 páginas, González citó a san Pablo al lado de Camilo Flammarion y quiso rehabilitar a Severo Catalina y José Selgas vapuleados por Prada.
Al difundirse, con los progresos de las artes gráficas, la técnica de las caricaturas de gran tamaño y multicolores, aparecieron en la primera década de este siglo feroces revistas anticlericales como Fray K. Bezón dentro de la búsqueda de lectores ávidos del sensacionalismo y de procacidad, sin que aparecieran opositores notorios. Este fenómeno del “libre pensamiento” necesita análisis especial. De otro lado, contra la prédica anarquista, las masas populares siguieron fieles a sus cultos tradicionales. La oratoria sagrada tuvo inmensa cantidad de público y entre los fieles el prestigio de los sermones del franciscano descalzo español Padre Zalaica, el agustino Tomás
Alejandro, de la misma nacionalidad, y otros, llegó a más alto nivel. El proceso de laicización en el Derecho, acelerado a fines del siglo XIX y comienzos del XX no tuvo resistencia vigorosa (2) . La enmienda constitucional que oficializó la libertad de cultos en 1915 fue sancionada con una pasividad aprobatoria en la opinión pública que consideró burlonamente las actitudes dramáticas y aisladas del diputado Sánchez Díaz y las vociferaciones de un pequeño número de mujeres. La ley respectiva obtuvo la promulgación del presidente José Pardo, cuya hermana era monja (3) .
Al ser fundada la Universidad Católica en 1918 con la oposición notoria de los profesores más notables en San Marcos, cuyo vocero enérgico fue Alejandro O. Deustua, no divulgó inicialmente una nueva filosofía acerca de los problemas del mundo o del país ni descubrió horizontes sociales, este juicio circunscrito no abarca la posterior historia de dicho establecimiento. Frente a las primeras agitaciones izquierdistas en la juventud sanmarquina cuyo símbolo fue la creación de la Universidad Popular González Prada en 1921 y el rechazo de la consagración del Perú al Corazón de Jesús en 1923, hubo un grupo juvenil que inició la propaganda derechista. Su desorientación fue tan evidente que el nombre de la revista por él publicada se cobijó bajo el pensamiento de Eugenio D’Ors: Novecientos. El animador de dicha tentativa José León y Bueno, polemizó con Haya de la Torre en la asamblea que tumultuaria y mayoritariamente rechazó la Consagración, y luego
(1)F. B. González. Páginas Razonables en oposición a la Páginas Libres. Folleto primero. Lima: imprenta Católica, 1895. (2) Historia de la República del Perú cit., 6ta. edición, Vol. XI, pp. 269-273; y Vol. XII, pp. 171-773. Cabe mencionar las leyes sobre matrimonio de los no católicos; libre disposición de los bienes de las comunidades religiosas; ventas de bienes de cofradías; consolidación de enfiteusis; bienes o rentas afectadas al pago de dotes y otras responsabilidades del Patronato nacional. (3) Ob. cit. Vol. XII, pp. 459-461.
fundó la Acción Social de la Juventud (ASJ) en rivalidad con la protestante Asociación Cristiana de Jóvenes. Pero aquella tentativa no llegó a madurar. Más tarde León y Bueno se vinculó al aprismo. Las ideas anarcosindicalistas sembradas en el obrerismo no generaron una alarma constructiva para oponer a ellas una vieja fe renovada. Ocurrió un fenómeno en cierto sentido análogo al que señaló Jaime Vicens Vives en España; “La principal flaqueza de una parte importante del mundo eclesiástico en estos comienzos de siglo fue su adscripción a la línea de conducta que imponía su vinculación a la burguesía, sin darse cuenta de los graves trastornos que en la religiosidad del país creaba la emigración de las masas campesinas hacia los centros industriales. Así fue posible que, desde el ángulo obrerista, se acusara a la iglesia no solo de servir a los intereses de una clase social privilegiada, sino de beneficiarse de sus mismos negocios. Algunos católicos clarividentes enjuiciaron correctamente la situación al clamar por un retorno a la piedad primitiva, a un templo en que cupiera todo el pueblo. Pero si la piedad y el culto, si las ciencias eclesiásticas en general, realizaron evidentes progresos, en cambio las tentativas de crear un poderoso movimiento católico obrerista se disiparon(1). En el Perú ni siquiera aparecieron.
A pesar de todo, lejos de apagarse, continuaron vivos y quizás intensificados los cultos populares tradicionales como los del Señor de los Milagros, el Señor de los Temblores, el Señor de Luren, El Señor de Locumba, La Virgen de la Candelaria de Cayma, la Virgen de La Legua, la Cruz de Chalpón, la Beatita de Humay, el novísimo de Sarita Colonia y otros.
Fue a Víctor Andrés Belaunde a quien correspondió en el Perú, a través de su libro La realidad nacional, publicado en 1930, y de sus polémicos discursos en el Congreso Constituyente de 1931, sembrar el pensamiento de la moderna democracia cristiana. Sin embargo, estas ideas divulgadas en un ambiente no preparado para ellas y cuando la influencia de José Carlos Mariátegui dominaba en gran parte de las nuevas generaciones, no fueron la base inmediata para un organismo político ni tuvieron oportunidad para su experimentación. Luego, la incansable y multifacética actividad de Belaunde lo llevó a otros ámbitos: el universitario, el diplomático, el filosófico y el histórico. Cuando fue proclamada la República de izquierda en España en 1931, dentro de la acción contra ella surgieron junto con otros movimientos, la CEDA (Confederación Española de Derechos Autónomos) bajo el comando de Gil Robles con entusiasmo popular y juvenil bajo la inspiración de la democracia cristiana alemana, del Estado corporativo austríaco y con tintes fascistas; pero nada similar apareció en el Perú no obstante que los Congresos Eucarísticos de los años 30 fueron grandes movilizaciones de masas. Muchos católicos peruanos de gran fortuna hubieran hecho suyas las palabras de un diputado monarquista en las Cortes españolas de 1935 cuando el ministro Manuel Jiménez Fernández, profesor de la Universidad de Sevilla y miembro de la CEDA quiso, en vano, la aprobación de una moderada ley de reforma agraria en 1935, invocando el Derecho Canónico: “Si ustedes quieren arrebatarnos nuestras tierras con sus encíclicas, nos volveremos cismáticos“ (2) .
Solo después de la presidencia de José Luis Bustamante y Rivero y en relación con las ideas de este jurista se formó en Arequipa el Partido Demócrata Cristiano que, en época más reciente, ha virado en una de sus ramas hacia una izquierda cerrada a diferencia de las agrupaciones similares en Alemania, Italia, Venezuela y el sector mayoritario chileno. Ya muy posterior es la intensa campaña del catolicismo “tercermundista” hermanado con el marxismo y con posibilidades de ser absorbido por él (3) .
(1) J.Vicent Vives, Historia Social y económica de España y América. Tomo IV. “Burguesía, Industrialización, obrerismo”. Vol. II. Barcelona: Editorial Teide, 1959, p.290. (2) Gerald Brenan. The Spanish Labyrinth. Cambridge University Press, 2a edición, 1950, p.290. (3) El libro de G. Gutierrez, Teología de la Liberacion, ha sido traducida a varios idiomas. La versión alemana: G. Gutiérrez, Theologie der Befreiung, Kaiser, Grunewald, 1973. El instituto Alemán para la Solidaridad Internacional ha publicado una historia de los partidos demócratas cristianos de América del Sur con un análisis sobre las probabilidades en relación con su futuro: Christliche Demokratie in Latinamerika, Hase u. Kohler, 1970. Fue a vÍctor andrÉs belaunde a Quien correspondió en el perú, a travÉs de su libro la realidad nacional, publicado en 1930, y de sus polÉMicos discursos en el congreso constituyente de 1931, seMbrar el pensaMiento de la Moderna deMocracia cristiana.
[ TOMO 17 ]
[ apéndice general: los resultados de la experiencia histórica peruana
y las perspectivas abiertas en el siglo xx ]
capÍTUlO 3 ● i La moneda ● Los precios ● El poder adquisitivo de la moneda y la estructura social ● La moneda boliviana, las monedas locales (fichas y señas de haciendas), la subsistencia del trueque ● La evolución de la propiedad ● La gran propiedad colonial y republicana y las comunidades de indígenas ● La grande, pequeña y mediana propiedad agrícola ● Los tipos de propiedad inmueble.