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El Comienzo... REGINO GIL

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Parece repetido tener que hablar de los comienzos del arte, pero es necesario entablar un punto de partida sobre el cual dialogar.

Todo tiene un comienzo, y más tratándose de un producto que permanece a través de las épocas, tangible como importante; siempre antepuesto desde períodos oscuros, hasta los más fructíferos, desde las comunidades más antiguas en Líbano hasta la quinta avenida, en Nueva york, una sombra que no sirve para dar enfoque a la humanidad, si no que la dimensiona. Cuando los seres humanos salimos de las cuevas, nos encontramos ante la naturaleza, que hasta ese punto había evolucionado junto a nosotros, en ella posamos nuestro pensamiento y habilidad para cuestionarnos.

Ejempli camos en la naturaleza el tiempo, la fugacidad, contemplada en estaciones, en ciclos lunares, en nacimientos, muertes. Con esa sencilla clase maestra de nimos la existencia misma, que estuvo, está y perdurará inamovible después de que nos hayamos ido. La segunda percepción igual de importante que encontramos en la naturaleza fue la belleza, una divinidad igual de inquebrantable que el tiempo mismo, sin conocimiento de principio o nal.

Teníamos pues, dos profundos secretos motores: la belleza, y la existencia. Perceptibles sólo para la humanidad.

“…Pensar es crear…” Heidegger. Es obvio, y es una verdad. Pero ¿cómo? Una vez contempladas las apreciaciones de belleza y existencia el hombre dio el segundo paso: su vano intento de contenerlas. Con esta acción primitiva dimos marcha a la representación, personi car algo que no es verdad. Darnos cuenta que la voz, podía generar música, que las manos podían esculpir guras, y que el cuerpo podía bailar. Cierto, la voz grita, las manos construyen, el cuerpo pelea, todo esto es instinto animal, y funciona, sirve. Ante esta lógica el arte palidece, no sirve entonces para el animal, no está al servicio de nadie, porque el arte no nos necesita, nosotros somos quien necesitamos de ella. El ser humano tuvo con mucha humildad darse cuenta, que el arte le regalaba algo más: la inmortalidad pero a un precio alto: el no sería el centro de atención, si no su obra. Pero ¿para qué? Elegir este camino es optar por el pensamiento, por no conformarnos con una mera representación, si no ir más allá de la obra misma, del autor, tema y la época. Por eso es bueno saber el comienzo del arte, estar al corriente que bajo estos dos tópicos simples a primera vista mantendrán a la humanidad relevante para la posteridad, es bueno saber que el arte no es más que conocimiento, técnica, y emoción humanas, que si una obra no cumple con estas características, simples actividades instintivas son, por lo tanto poco relevantes para la existencia y la belleza.

Lector, si has llegado al nal, sabrás que tenemos una tarea importante: conservar y apreciar aquellos productos que nos de nen como seres inteligentes aquí y ahora, para el artista o para el observador, ambos igual de importantes.

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